
Entre el 16 y el 19 de abril se llevó adelante el VIII Congreso del Partido Comunista Cubano. Momento histórico, sellado por la renuncia de Raúl Castro a la conducción del mismo. Por primera vez en 62 años, si 62 años, ningún Castro será autoridad del partido único de la isla. Al menos formalmente.
Mientras el simulacro se llevaba adelante, como obra de teatro, con sus pausas, silencios, sus bríos, sus mutis por el foro, con sus gestualidades, las autoridades del gobierno elegían nuevos enemigos a los que combatir.
Para quienes siguen los asuntos de la isla, era esperable un aumento de la represión mientras el congreso se llevara adelante. Sin embargo, los días anteriores habían marcado un estándar alto de violencia por la huelga de hambre de los miembros de Unión Patriótica de Cuba (UNPACU). Sesenta activistas en la isla protestaron por el asedio a la sede central por parte de la seguridad estatal con miras a evitar que la organización, liderada por el opositor José Daniel Ferrer, repartiera medicamentos y comida, a pesar de la mayor crisis económica que vive el país en décadas.
El gobierno, por lo tanto, estaba decidido a arremeter contra toda voz disidente. El primer enemigo señalado fue un payaso: el poeta y actor Manuel de la Cruz, conocido como “Desparpajo”, profesor de Defensa de la ciudadanía, fue primero detenido, luego expulsado de su trabajo y finalmente sumariado por repartir dulces y caramelos entre los niños del barrio San Isidro, en Habana vieja.

El acta firmada por los 12 profesores, colegas suyos en la que se lo desestimaba de su trabajo docente, rezaba: “La enseñanza es función del Estado, es laica y se basa en los aportes de la ciencia y en los principios y valores de nuestra sociedad, promueve el conocimiento de la historia y desarrolla la formación de valores éticos, morales, cívicos y patrióticos”. Se sabe, repartir caramelos vestido de payaso en una fiesta infantil es amoral, antiético, un acto de incivilización.
El siguiente enemigo fue un “garrote vil”. La estructura de madera y metal puesta en escena por el artista Luis Manuel Otero Alcántara era parte de una perfomance para visibilizar la persecución de la que es víctima. Desde los primeros días de abril, la Seguridad del Estado ha puesto vigilancia en su domicilio y cada vez que el artista intenta salir es detenido, a menos que sus vecinos intercedan y eviten que se lo lleven. Parece ser que la cámara de seguridad que han instalado frente a su puerta no ha sido suficiente. Como protesta, Otero Alcántara decidió sentarse durante ocho horas en el garrote vil, atado de pies y manos, asistido por colegas en sus funciones vitales, como comer y beber.

El instrumento concretiza la tortura cotidiana de vivir encarcelado en su propio hogar sin condena, y escenifica la precariedad de la vida en Cuba a la vez que enfatiza la dependencia que eso genera en la asistencia. Los cubanos no son seres plenos, no se autoabastecen, viven precarizados, maniatados, reducidos. La Seguridad del Estado, decidió el sábado 17 de abril irrumpir en su casa, detenerlo y llevarse consigo el garrote vil, porque en Cuba, la tortura es potestad exclusiva del estado.
Aprovecharon, además, para decomisar las obras en las que el artista estaba trabajando, una serie que reflexionaba sobre la infancia, la propia, marcada por el período especial y la actual marcada por el capitalismo de estado. Como el mismo artista lo ha explicado, el capitalismo para pocos que Cuba sostiene ha generado tal escasez que un caramelo es un lujo que pocos pueden pagar, aquellos pocos que acceden a la moneda del imperio.
Mientras el VIII Congreso del Partido Comunista Cubano repetía una vez más sus promesas de un paraíso por venir, sus agentes de seguridad decidían quiénes y qué debían ser sacrificados en pos de un futuro mejor.
Quién sabe tal vez en 60 años…
*Cecilia Noce es Coordinadora del Proyecto de Defensa de la Libertad de Expresión Artística en www.cadal.org
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