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Mauricio Macri sigue corriendo atrás del dólar
(TN) El Presidente tardó mucho en hacer cambios para contener a la divisa y el acuerdo con el FMI lo ''apuró'' a empoderar a Dujovne. Los desafíos para recuperar la gobernabilidad.Por Marcos Novaro
(TN) El presidente Mauricio Macri encaró hasta aquí la crisis cambiaria con la idea de cambiar lo mínimo imprescindible, tanto en su equipo como en sus políticas. Pero eso no funcionó. Lo llevó a perder un tiempo valiosísimo y recursos económicos (reservas, nivel de actividad) y políticos (confianza social en su capacidad de controlar la situación, autoridad sobre su equipo y su base de apoyo).
Con el cambio en la cúpula del Central, la reabsorción de Finanzas por Hacienda y los movimientos en Producción y Energía tal vez empiecen a repararse estos problemas originados en ir todo el tiempo a la cola de la crisis. Pero falta mucho para que se defina una nueva estrategia económica, con objetivos e instrumentos algo más sustantivos que reducir el déficit fiscal. Y mientras se seguirá extrañando que alguien explique la naturaleza del problema que enfrentamos, por qué el dólar sigue rompiendo récords todas las semanas, qué se pretende hacer ante esa situación y hacia dónde se quiere ir. Mientras eso no se haga, el Gobierno seguirá dando la impresión de andar a los tumbos.
Federico Sturzenegger había perdido toda confianza de los mercados en sus talentos como piloto de tormentas con las idas y vueltas que el Central dio ya desde el comienzo de la corrida cambiaria: vendiendo reservas para defender niveles insostenibles del tipo de cambio, en varias ocasiones, y a continuación negándose a vender, dando aliento extra a las escaladas. Su ineficacia como autoridad monetaria no tenía origen en ninguna presión del Ejecutivo, por lo que no servía la excusa de que el 28 de diciembre se le habían cortado las alas. Se originaba pura y simplemente en la mala praxis, nacida en la carencia de un diagnóstico realista sobre la situación que se enfrentaba. Pero si eso era ya bien visible a mediados de mayo, ¿por qué Macri se negó durante un mes más a aceptar lo evidente?
Así como los mercados terminaron torciéndole el brazo a Macri en su renuencia a desprenderse de su economista preferido, el FMI parece haber sido decisivo para hacer otro tanto respecto a la necesidad de algo parecido a un ministro de economía fuerte. Alguien con el poder necesario para sostener un rumbo en la tormenta. La cuestión es que sólo el gobierno argentino, como él gusta decir, y finalmente solo su presidente, serán capaces de definir ese rumbo, darle un sentido político amplio y legitimarlo ante la sociedad. Y Macri sigue demorándose en encarar esa tarea. Ahora parece esperar que lleguen los famosos 7500 millones iniciales del stand by. Como si con ello fuera a bastar.
Pero el FMI también estableció un límite a la posibilidad de volver a usar el ancla cambiaria para frenar la inflación, temiendo que se recurriera en 2019 a la misma fórmula que se aplicó el año pasado. Y que, como se sabe, es la más sencilla para generar bienestar de corto plazo y ganar elecciones.
Esa condición, además de la impericia de Sturzenegger y la renovada alza de las tasas en EEUU, siguió alimentando la desconfianza de los mercados y la escalada del dólar en estos días. Y lo que queda claro a esta altura es que la única salida que tiene a la mano el gobierno es hacer de la necesidad virtud. Abandonar del todo la estrategia de "cambios mínimos", "dólar controlado" y apostar a lo que de todos modos va a terminar imponiéndose: un tipo de cambio más competitivo y un crecimiento más sostenido en las exportaciones que en el consumo interno.
Claro que para que todo eso funcione tiene que empezar por admitir que lo que funcionaba en la etapa fácil de la gestión, los dos primeros años en que pudo patear muchos problemas para adelante y echarle la culpa de todo a Cristina Kirchner y los suyos, dejó ya definitivamente de ser una solución ahora que a él y al país les toca bailar con la más fea.
Marcos NovaroConsejero AcadémicoEs licenciado en Sociología y doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es director del Programa de Historia Política del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, del Archivo de Historia Oral de la misma universidad y del Centro de Investigaciones Políticas. Es profesor titular de la materia “Teoría Política Contemporánea” en la Carrera de Ciencia política y columnista de actualidad en TN. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Entre sus libros más recientes se encuentran “Historia de la Argentina 1955/2010” (Editorial Siglo XXI, 2010) y "Dinero y poder, la difícil relación entre empresarios y políticos en Argentina" (Editorial Edhasa, Buenos Aires, 2019).
(TN) El presidente Mauricio Macri encaró hasta aquí la crisis cambiaria con la idea de cambiar lo mínimo imprescindible, tanto en su equipo como en sus políticas. Pero eso no funcionó. Lo llevó a perder un tiempo valiosísimo y recursos económicos (reservas, nivel de actividad) y políticos (confianza social en su capacidad de controlar la situación, autoridad sobre su equipo y su base de apoyo).
Con el cambio en la cúpula del Central, la reabsorción de Finanzas por Hacienda y los movimientos en Producción y Energía tal vez empiecen a repararse estos problemas originados en ir todo el tiempo a la cola de la crisis. Pero falta mucho para que se defina una nueva estrategia económica, con objetivos e instrumentos algo más sustantivos que reducir el déficit fiscal. Y mientras se seguirá extrañando que alguien explique la naturaleza del problema que enfrentamos, por qué el dólar sigue rompiendo récords todas las semanas, qué se pretende hacer ante esa situación y hacia dónde se quiere ir. Mientras eso no se haga, el Gobierno seguirá dando la impresión de andar a los tumbos.
Federico Sturzenegger había perdido toda confianza de los mercados en sus talentos como piloto de tormentas con las idas y vueltas que el Central dio ya desde el comienzo de la corrida cambiaria: vendiendo reservas para defender niveles insostenibles del tipo de cambio, en varias ocasiones, y a continuación negándose a vender, dando aliento extra a las escaladas. Su ineficacia como autoridad monetaria no tenía origen en ninguna presión del Ejecutivo, por lo que no servía la excusa de que el 28 de diciembre se le habían cortado las alas. Se originaba pura y simplemente en la mala praxis, nacida en la carencia de un diagnóstico realista sobre la situación que se enfrentaba. Pero si eso era ya bien visible a mediados de mayo, ¿por qué Macri se negó durante un mes más a aceptar lo evidente?
Así como los mercados terminaron torciéndole el brazo a Macri en su renuencia a desprenderse de su economista preferido, el FMI parece haber sido decisivo para hacer otro tanto respecto a la necesidad de algo parecido a un ministro de economía fuerte. Alguien con el poder necesario para sostener un rumbo en la tormenta. La cuestión es que sólo el gobierno argentino, como él gusta decir, y finalmente solo su presidente, serán capaces de definir ese rumbo, darle un sentido político amplio y legitimarlo ante la sociedad. Y Macri sigue demorándose en encarar esa tarea. Ahora parece esperar que lleguen los famosos 7500 millones iniciales del stand by. Como si con ello fuera a bastar.
Pero el FMI también estableció un límite a la posibilidad de volver a usar el ancla cambiaria para frenar la inflación, temiendo que se recurriera en 2019 a la misma fórmula que se aplicó el año pasado. Y que, como se sabe, es la más sencilla para generar bienestar de corto plazo y ganar elecciones.
Esa condición, además de la impericia de Sturzenegger y la renovada alza de las tasas en EEUU, siguió alimentando la desconfianza de los mercados y la escalada del dólar en estos días. Y lo que queda claro a esta altura es que la única salida que tiene a la mano el gobierno es hacer de la necesidad virtud. Abandonar del todo la estrategia de "cambios mínimos", "dólar controlado" y apostar a lo que de todos modos va a terminar imponiéndose: un tipo de cambio más competitivo y un crecimiento más sostenido en las exportaciones que en el consumo interno.
Claro que para que todo eso funcione tiene que empezar por admitir que lo que funcionaba en la etapa fácil de la gestión, los dos primeros años en que pudo patear muchos problemas para adelante y echarle la culpa de todo a Cristina Kirchner y los suyos, dejó ya definitivamente de ser una solución ahora que a él y al país les toca bailar con la más fea.
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