Prensa
Un mundo imposible
Fuente: La Nación (Argentina)
Por Ricardo López Göttig
La reciente expulsión del escritor José Ignacio García Hamilton a las puertas de Cuba ha sido la expresión de un régimen temeroso y tambaleante, inseguro de sí mismo y de su porvenir inmediato. Desde la caída del sistema comunista soviético, la dictadura de Fidel Castro ya no recibe los dineros frescos que le llegaban de Moscú y comenzó su deriva ideológica, perdida la fe en el marxismo-leninismo. El enemigo siguió siendo la democracia liberal, personificada en las naciones prósperas de América del Norte y Europa occidental. Y así fue como se embarcó en cuanta aventura populista, dictatorial y profundamente contraria a la modernidad ha surgido en el mundo.
No debe, por consiguiente, llamar la atención su creciente acercamiento al régimen iraní de Mahmoud Ahmadinejad. Los elogios que se publican en el diario oficial cubano Granma hacia la teocracia fundamentalista eran impensables hace quince años atrás. El marxismo se inspira en un materialismo dialéctico férreamente ateo, pero que cree en una ley de la historia inexorable que llevará al triunfo final de una clase elegida, el proletariado, a un comunismo idílico en el futuro. La teocracia iraní, por su lado, es una versión radicalizada y tergiversada del islam, que procura degradar a esa religión en una receta autoritaria y absolutamente reaccionaria. La paradoja es que fueron los árabes musulmanes quienes lograron rescatar del olvido y la destrucción buena parte de la cultura clásica grecorromana, y gracias a ellos llegaron a nosotros textos que de otro modo hubieran perecido. En buena parte, nosotros los occidentales somos lo que somos gracias al islam.
El diario Granma, en sus páginas cuidadosamente escritas, no menciona una sola palabra sobre las continuas amenazas que profiere el presidente iraní Ahmadinejad contra el Estado de Israel, al que pretende "borrar del mapa", o bien trasladarlo a Alaska o a alguna provincia de la actual República Federal de Alemania, a la par que niega el Holocausto, respaldando un absurdo argumento neonazi. Este antijudaísmo por omisión por parte del comunismo cubano es un capítulo más de su enfrentamiento con las democracias, siendo Israel una isla solitaria envuelta en un mar de autoritarismo.
¿Qué tienen en común Cuba e Irán? Su franco y decidido rechazo a la sociedad abierta, moderna y pluralista. Ambos tienen fachadas de "elecciones" con candidatos digitados, sin debate ni alternativas. No tienen libertad de prensa y expresión, ni de movimiento de las personas, ni Estados de Derecho, ni justicia independiente. Ambos países están tutelados por guardianes que establecen sus propias e indiscutibles versiones de lo que es "la verdad", inapelables e implacables en sus veredictos, aplicando la tortura y las ejecuciones sumarias si es preciso. Cuba e Irán comparten el deshonroso podio de los campeones en violaciones a las libertades fundamentales, y por eso se apoyan mutuamente en los organismos internacionales y en la carrera armamentista.
Los más feroces críticos de la sociedad abierta y capitalista se autodenominan "altermundialistas", un extraño neologismo proveniente del slogan de que "otro mundo es posible". Pero los totalitarismos y dictaduras que se desmoronaron en el siglo XX probaron ser el mundo imposible. La vida humana necesita de las alas de la libertad para alcanzar su plenitud, que tarde o temprano logra su victoria sobre las cadenas de la opresión.
El autor es director del Instituto Liberal Democrático del Centro para Apertura y el Desarrollo de América latina (Cadal).
Fuente: Diario La Nación (Buenos Aires)
La Nación (Argentina)
Por Ricardo López Göttig
La reciente expulsión del escritor José Ignacio García Hamilton a las puertas de Cuba ha sido la expresión de un régimen temeroso y tambaleante, inseguro de sí mismo y de su porvenir inmediato. Desde la caída del sistema comunista soviético, la dictadura de Fidel Castro ya no recibe los dineros frescos que le llegaban de Moscú y comenzó su deriva ideológica, perdida la fe en el marxismo-leninismo. El enemigo siguió siendo la democracia liberal, personificada en las naciones prósperas de América del Norte y Europa occidental. Y así fue como se embarcó en cuanta aventura populista, dictatorial y profundamente contraria a la modernidad ha surgido en el mundo.
No debe, por consiguiente, llamar la atención su creciente acercamiento al régimen iraní de Mahmoud Ahmadinejad. Los elogios que se publican en el diario oficial cubano Granma hacia la teocracia fundamentalista eran impensables hace quince años atrás. El marxismo se inspira en un materialismo dialéctico férreamente ateo, pero que cree en una ley de la historia inexorable que llevará al triunfo final de una clase elegida, el proletariado, a un comunismo idílico en el futuro. La teocracia iraní, por su lado, es una versión radicalizada y tergiversada del islam, que procura degradar a esa religión en una receta autoritaria y absolutamente reaccionaria. La paradoja es que fueron los árabes musulmanes quienes lograron rescatar del olvido y la destrucción buena parte de la cultura clásica grecorromana, y gracias a ellos llegaron a nosotros textos que de otro modo hubieran perecido. En buena parte, nosotros los occidentales somos lo que somos gracias al islam.
El diario Granma, en sus páginas cuidadosamente escritas, no menciona una sola palabra sobre las continuas amenazas que profiere el presidente iraní Ahmadinejad contra el Estado de Israel, al que pretende "borrar del mapa", o bien trasladarlo a Alaska o a alguna provincia de la actual República Federal de Alemania, a la par que niega el Holocausto, respaldando un absurdo argumento neonazi. Este antijudaísmo por omisión por parte del comunismo cubano es un capítulo más de su enfrentamiento con las democracias, siendo Israel una isla solitaria envuelta en un mar de autoritarismo.
¿Qué tienen en común Cuba e Irán? Su franco y decidido rechazo a la sociedad abierta, moderna y pluralista. Ambos tienen fachadas de "elecciones" con candidatos digitados, sin debate ni alternativas. No tienen libertad de prensa y expresión, ni de movimiento de las personas, ni Estados de Derecho, ni justicia independiente. Ambos países están tutelados por guardianes que establecen sus propias e indiscutibles versiones de lo que es "la verdad", inapelables e implacables en sus veredictos, aplicando la tortura y las ejecuciones sumarias si es preciso. Cuba e Irán comparten el deshonroso podio de los campeones en violaciones a las libertades fundamentales, y por eso se apoyan mutuamente en los organismos internacionales y en la carrera armamentista.
Los más feroces críticos de la sociedad abierta y capitalista se autodenominan "altermundialistas", un extraño neologismo proveniente del slogan de que "otro mundo es posible". Pero los totalitarismos y dictaduras que se desmoronaron en el siglo XX probaron ser el mundo imposible. La vida humana necesita de las alas de la libertad para alcanzar su plenitud, que tarde o temprano logra su victoria sobre las cadenas de la opresión.
El autor es director del Instituto Liberal Democrático del Centro para Apertura y el Desarrollo de América latina (Cadal).
Fuente: Diario La Nación (Buenos Aires)