Diálogo Latino Cubano
Defensa de la Libertad de Expresión Artística
Nadie: el no lugar de un film maldito
El film de Miguel Coyula sobre el escritor Rafael Alcides, que murió el pasado 20 de junio en la Isla a los 85 años, ganó el premio en el Festival de Cine Global Dominicano al Mejor Documental y se destaca por su independencia, no sólo del aparato de producción estatal cubano sino también de cualquier fondo de producción extranjero, lo que –amén de sus licencias visuales- redunda en un trabajo de profunda honestidad intelectual de su director en diálogo con ese olvidado prohombre de las letras cubana. No tuvo fácil su exhibición en Cuba pero tampoco pareciera ser fácil su distribución en otras partes del mundo.Por Pablo De Vita
No es fácil vivir en Cuba y criticar al sistema cubano. Tampoco es fácil para un disidente del régimen criticar con mordacidad a Fidel Castro, admirar al Che y desconocer al mundo capitalista que se ofrece como solución a esos problemas cubanos. Rafael Alcides, que murió el pasado 20 de junio en la Isla a los 85 años, fue el máximo poeta cubano contemporáneo y gran exponente de la Generación Poética del Cincuenta junto con autores como Manuel Díaz Martínez, César López, Roberto Fernández Retamar, Armando Álvarez Bravo y Anton Arrufat. También fue un escritor que mantuvo notable independencia de espíritu y, tal como señala con acierto el estudio sobre el saber intelectual del colombiano Carlos Eduardo Maldonado: “el intelectual es perseguido de diversas maneras por su crítica, independencia y libertad, y sólo es acogido ulteriormente gracias a su obra.”, de tal manera Rafael Alcides fue un artista de la palabra y un pensador que no cesó en mostrar su pensamiento radicalmente independiente y civilizatorio ante la decadencia de las sociedades en particular con un contundente análisis de la ética y la moral en la sociedad cubana.
Era inevitable que su vida, plena de creación pero también de silencios, fuera puesta en foco por el cine. Así lo hizo el cubano Miguel Coyula que retrata la agonía y el éxtasis de un hombre que abrazó el ideario de la Revolución Cubana para luego caer preso del escepticismo. Coyula consigue un retrato de Alcides que atrapa desde el primer momento, partiendo incluso de un juego visual donde una mujer (¿la musa? ¿la amante? ¿la muerte? ¿Todas ellas o ninguna?), dialoga con el poeta subsumido en sus recuerdos y en su desesperanza. Así Coyula consigue escapar de las mentadas cabezas parlantes, algo que en el registro documental puede ser fatal, para zambullirse en cierta noción de imaginario cultural que subsiste en el olvidado poeta.
Nadie se inicia con una cita del propio Alcides: “Cualquier semejanza con personas vivas o muertas que no sea deliberada es pura coincidencia”, para pasar a una imagen de La Habana gris, donde sólo subyacen los colores de la bandera patria y el olvido que en el mundo contemporáneo existe sobre el poeta. Pero algo impacta siempre que se ven imágenes dentro del autodenominado “socialismo real” y, junto con la ausencia de publicidades algunas veces agobiantes del consumismo mundial, es la deliberada propaganda política, como cierto culto pagano permanente. La publicidad oficial y dirigida a la exaltación de los prohombres de la patria. Pero también es grafía, y siempre la sentencia es casi tan importante como la imagen misma. Así la foto de un Fidel Castro envejeciendo en el tiempo tiene una leyenda, “Fidel entre nosotros”, y se amalgama a otra escrita espontáneamente en la pared: “Abajo Batista asesino”, en el frente de una casa que –aunque prolijamente pintada-ha salvado esa grafía como marca de un tiempo en suspensión. Aquí es donde Nadie juega capciosamente con ese tiempo en suspensión tal como lo han hecho Leonardo Padura y Laurent Cantet en Regreso a Ìtaca. ¿Puede ser 1959 o 2009 o 2015?Es posible. La isla como el lugar del tiempo detenido. Pero también es cierta la sentencia escrita: Fidel aúnen su ausencia es presencia, y Batista el anatema desde el cual se construyó la nueva ficción orientadora sobre los nuevos líderes revolucionarios de los que ahora Alcides abjura. Aunque no pueda olvidar el veterano escritor su presencia en el pelotón de alfabetizadores: “La alfabetización demuestra hasta qué punto la gente amaba la revolución cubana y la sentía en el alma. Fidel tuvo el corazón de este país en sus manos. Luego jodieron todo esto, lo echaron a perder”, como dirá más adelante.
Una trilogía imposibilitada de publicares el desvelo de Alcides cuando la cámara de Coyula toma contacto con él: “Es una trilogía muy larga. Los borradores. Hay dos libros terminados y un tercero que estaba hecho pero que había que pasarle la mano. Y ahora hace poco quería terminarlos me puse a mirar y resulta que se ha borrado en gran parte la escritura a máquina. Porque se hizo con tintas muy malas, entintadas por mí mismo, y gran parte de la novelística que yo tengo por ahí, donde está mi filosofía, mis ideas fundamentales, se ha borrado”, confiesa el escritor que lucha contra un Glaucoma, la evaporación de su texto y –paradojalmente-contra el tiempo. Las páginas pasan y llegan a fotos de las épocas dela incipiente revolución, las películas(con una imagen de Bela Lugosi en Drácula) y, conmovedoramente, los recuerdos de Alcides van hacia atrás cuando una estampilla data el año de1952 para referir una historia juvenil de amor y ardor adolescente entre él y una prostituta en tiempos en los que Batista utilizó los recursos estatales para construir hoteles y casinos que enmarcaban buena parte de los más de 200 prostíbulos donde cerca de 11 mil mujeres ejercían el trabajo sexual esperando el turismo norteamericano, tal como indica el trabajo de Samuel Farber. “Pasaron los años, el águila por el mar, y un día yo creo que fue hace ya como veinte años, pasando ahí por el parque del Vedado, del Instituto Saúl Delgado se llama ahora, alguien me preguntó algo y contesté, y la otra muchacha que iba delante mío, hizo así y se viró. ‘Esa voz yo la conozco’”, para ambos reconocerse luego del paso y las marcas del tiempo, “Yo soy profesora aquí”, le dijo la muchacha señalando el Instituto. Los ojos de Alcides se nublan mientras añade que esa muchacha luego de manejar un taxi consiguió estudiar en la escuela: “Coño, me sentí pagado. Qué cosa más linda esta Revolución”, dice Alcides casi entre las lágrimas: “Jodieron todo esto, lo echaron a perder”.
El escritor se interesa mucho más en el pensamiento que en su biografía, en reivindicar su derecho a hablar de Antonia Eiriz, que fue prohibida de pintar, pero también el derecho de opinar sobre Citizen Kanede Orson Welles. “La persona Rafael Alcides no es importante”, señala. La mirada remite a su literatura que se evapora, a las calles empobrecidas de La Habana, a su reflexión sobre la belleza. Y aquí el documental desdobla su registro, porque tímidamente asoman algunos recursos expresivos que se irán enfatizando con el correr del metraje. “La belleza impacta”, dice Alcides y la imagen de un rayo replica la contundencia de sus gestos, para criticar el gusto por las mujeres bellas “un producto ya creado, para un mercado”, mientras un caleidoscopio de Marilyn Monroe emerge en la pantalla. El juego cinéfilo del director se exacerba y el espectador no puede omitir cierto hálito bergmaniano que desprende esta parte del documental, un viejo escritor en diálogo con una mujer y la chispa de una llama que se apaga tal como el inolvidable director sueco jugó con las luces y sombras en el comienzo de Persona. Los recuerdos de Alcides entonces pasan a hablar del Che Guevara, a partir de la foto de Alberto Korda, a la que define como “un Che estremecedor”, para reafirmar la mirada del artista y como es la definición de la belleza.
En otro pasaje de Nadie, Alcides remarca el análisis de la siempre compleja relación de los artistas e intelectuales con el poder señalando que la censura existió desde el principio dela Revolución y que luego la creación de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba fue “una entidad de control”, afirma el escritor. En esta parte del documental la figura de Fidel Castro ocupa la pantalla, “Yo tengo todo el derecho del mundo de criticarlo, no es un ser divino, es un político”, dice Alcides. Aquí Nadie se desdobla y opera un capítulo aparte bajo el nombre “Citizen Castro”, una recreación del film de Welles con el dictador cubano como protagonista. El paralelo es efectivo aunque es más burdo e incluso enfático que la crítica que el propio Alcides hace de Fidel Castro. Si bien destaca con énfasis el valor de la prensa libre y critica en un “cara a cara” a Fidel reproducido en una foto como el empleador único que resulta del estado cubano. “Aplaudir, aplaudir”, dirá el poeta destacando que dejó de creer en Fidel cuando justificó la invasión de los tanques soviéticos a la antigua Checoslovaquia, hace medio siglo. Ese cambio de paradigmas también significó quemar varios de sus textos, aún antes de que la censura oficial se encarnizara con él. Pero ese mundo también parece pertenecer al pasado, con una juventud ya no desencantada sino desinteresada en los procesos políticos a escala global que involucran, claro, la ausencia de una democracia pluripartidista en Cuba. “Sigo siendo el mismo de siempre, soñaba con la justicia social, por eso me gustaba el socialismo, y yo sigo siendo socialista, solo que al modo civilizado. Eso me compensaba pero siempre un poco en duda”, remarca Alcides aunque destaca como la supuesta igualdad de clases de los primeros años de la revolución eran una ilusión. La muerte de Fidel Castro, que involucra el documental, no omite en Alcides exactas dosis de crítica mezclada con una solapada admiración, “sentí un poco de compasión por él”, dirá. Nadie retrata de manera impar el sentimiento contradictorio que invade a buena parte de aquellos que creyeron en la Revolución y hoy se encuentran en posiciones antagónicas: “La revolución es la vieja novia de uno, y a esa vieja novia se la sigue amando de algún modo”, acota Alcides.
El film de Miguel Coyula ganó el premio en el Festival de Cine Global Dominicano al Mejor Documental y se destaca por su independencia, no sólo del aparato de producción estatal cubano sino también de cualquier fondo de producción extranjero, lo que –amén de sus licencias visuales redunda en un trabajo de profunda honestidad intelectual de su director en diálogo con ese olvidado prohombre de las letras cubana. No tuvo fácil su exhibición en Cuba pero tampoco pareciera ser fácil su distribución en otras partes del mundo. Nadie muestra con énfasis un mundo creativo preso de la censura pero, en los tiempos que corren, pareciera que la autocensura toma casi tanto énfasis como aquella ejercida por el poder. Por eso Nadie, si bien un film imperfecto, es ante todo un film maldito. El film sobre alguien que es nadie es una película que está en el lugar del no-lugar. De allí su necesidad, de allí su urgencia.
Pablo De VitaEgresado de la carrerade Diseño de Imagen & Sonido de laUniversidad de Buenos Aires y obtuvo unDiploma de Posgrado en Gestión Cultural,Patrimonio y Turismo Sustentable,Instituto Universitario Ortega y GassetEspaña, adscripto a la Universidad Complutensede Madrid.
No es fácil vivir en Cuba y criticar al sistema cubano. Tampoco es fácil para un disidente del régimen criticar con mordacidad a Fidel Castro, admirar al Che y desconocer al mundo capitalista que se ofrece como solución a esos problemas cubanos. Rafael Alcides, que murió el pasado 20 de junio en la Isla a los 85 años, fue el máximo poeta cubano contemporáneo y gran exponente de la Generación Poética del Cincuenta junto con autores como Manuel Díaz Martínez, César López, Roberto Fernández Retamar, Armando Álvarez Bravo y Anton Arrufat. También fue un escritor que mantuvo notable independencia de espíritu y, tal como señala con acierto el estudio sobre el saber intelectual del colombiano Carlos Eduardo Maldonado: “el intelectual es perseguido de diversas maneras por su crítica, independencia y libertad, y sólo es acogido ulteriormente gracias a su obra.”, de tal manera Rafael Alcides fue un artista de la palabra y un pensador que no cesó en mostrar su pensamiento radicalmente independiente y civilizatorio ante la decadencia de las sociedades en particular con un contundente análisis de la ética y la moral en la sociedad cubana.
Era inevitable que su vida, plena de creación pero también de silencios, fuera puesta en foco por el cine. Así lo hizo el cubano Miguel Coyula que retrata la agonía y el éxtasis de un hombre que abrazó el ideario de la Revolución Cubana para luego caer preso del escepticismo. Coyula consigue un retrato de Alcides que atrapa desde el primer momento, partiendo incluso de un juego visual donde una mujer (¿la musa? ¿la amante? ¿la muerte? ¿Todas ellas o ninguna?), dialoga con el poeta subsumido en sus recuerdos y en su desesperanza. Así Coyula consigue escapar de las mentadas cabezas parlantes, algo que en el registro documental puede ser fatal, para zambullirse en cierta noción de imaginario cultural que subsiste en el olvidado poeta.
Nadie se inicia con una cita del propio Alcides: “Cualquier semejanza con personas vivas o muertas que no sea deliberada es pura coincidencia”, para pasar a una imagen de La Habana gris, donde sólo subyacen los colores de la bandera patria y el olvido que en el mundo contemporáneo existe sobre el poeta. Pero algo impacta siempre que se ven imágenes dentro del autodenominado “socialismo real” y, junto con la ausencia de publicidades algunas veces agobiantes del consumismo mundial, es la deliberada propaganda política, como cierto culto pagano permanente. La publicidad oficial y dirigida a la exaltación de los prohombres de la patria. Pero también es grafía, y siempre la sentencia es casi tan importante como la imagen misma. Así la foto de un Fidel Castro envejeciendo en el tiempo tiene una leyenda, “Fidel entre nosotros”, y se amalgama a otra escrita espontáneamente en la pared: “Abajo Batista asesino”, en el frente de una casa que –aunque prolijamente pintada-ha salvado esa grafía como marca de un tiempo en suspensión. Aquí es donde Nadie juega capciosamente con ese tiempo en suspensión tal como lo han hecho Leonardo Padura y Laurent Cantet en Regreso a Ìtaca. ¿Puede ser 1959 o 2009 o 2015?Es posible. La isla como el lugar del tiempo detenido. Pero también es cierta la sentencia escrita: Fidel aúnen su ausencia es presencia, y Batista el anatema desde el cual se construyó la nueva ficción orientadora sobre los nuevos líderes revolucionarios de los que ahora Alcides abjura. Aunque no pueda olvidar el veterano escritor su presencia en el pelotón de alfabetizadores: “La alfabetización demuestra hasta qué punto la gente amaba la revolución cubana y la sentía en el alma. Fidel tuvo el corazón de este país en sus manos. Luego jodieron todo esto, lo echaron a perder”, como dirá más adelante.
Una trilogía imposibilitada de publicares el desvelo de Alcides cuando la cámara de Coyula toma contacto con él: “Es una trilogía muy larga. Los borradores. Hay dos libros terminados y un tercero que estaba hecho pero que había que pasarle la mano. Y ahora hace poco quería terminarlos me puse a mirar y resulta que se ha borrado en gran parte la escritura a máquina. Porque se hizo con tintas muy malas, entintadas por mí mismo, y gran parte de la novelística que yo tengo por ahí, donde está mi filosofía, mis ideas fundamentales, se ha borrado”, confiesa el escritor que lucha contra un Glaucoma, la evaporación de su texto y –paradojalmente-contra el tiempo. Las páginas pasan y llegan a fotos de las épocas dela incipiente revolución, las películas(con una imagen de Bela Lugosi en Drácula) y, conmovedoramente, los recuerdos de Alcides van hacia atrás cuando una estampilla data el año de1952 para referir una historia juvenil de amor y ardor adolescente entre él y una prostituta en tiempos en los que Batista utilizó los recursos estatales para construir hoteles y casinos que enmarcaban buena parte de los más de 200 prostíbulos donde cerca de 11 mil mujeres ejercían el trabajo sexual esperando el turismo norteamericano, tal como indica el trabajo de Samuel Farber. “Pasaron los años, el águila por el mar, y un día yo creo que fue hace ya como veinte años, pasando ahí por el parque del Vedado, del Instituto Saúl Delgado se llama ahora, alguien me preguntó algo y contesté, y la otra muchacha que iba delante mío, hizo así y se viró. ‘Esa voz yo la conozco’”, para ambos reconocerse luego del paso y las marcas del tiempo, “Yo soy profesora aquí”, le dijo la muchacha señalando el Instituto. Los ojos de Alcides se nublan mientras añade que esa muchacha luego de manejar un taxi consiguió estudiar en la escuela: “Coño, me sentí pagado. Qué cosa más linda esta Revolución”, dice Alcides casi entre las lágrimas: “Jodieron todo esto, lo echaron a perder”.
El escritor se interesa mucho más en el pensamiento que en su biografía, en reivindicar su derecho a hablar de Antonia Eiriz, que fue prohibida de pintar, pero también el derecho de opinar sobre Citizen Kanede Orson Welles. “La persona Rafael Alcides no es importante”, señala. La mirada remite a su literatura que se evapora, a las calles empobrecidas de La Habana, a su reflexión sobre la belleza. Y aquí el documental desdobla su registro, porque tímidamente asoman algunos recursos expresivos que se irán enfatizando con el correr del metraje. “La belleza impacta”, dice Alcides y la imagen de un rayo replica la contundencia de sus gestos, para criticar el gusto por las mujeres bellas “un producto ya creado, para un mercado”, mientras un caleidoscopio de Marilyn Monroe emerge en la pantalla. El juego cinéfilo del director se exacerba y el espectador no puede omitir cierto hálito bergmaniano que desprende esta parte del documental, un viejo escritor en diálogo con una mujer y la chispa de una llama que se apaga tal como el inolvidable director sueco jugó con las luces y sombras en el comienzo de Persona. Los recuerdos de Alcides entonces pasan a hablar del Che Guevara, a partir de la foto de Alberto Korda, a la que define como “un Che estremecedor”, para reafirmar la mirada del artista y como es la definición de la belleza.
En otro pasaje de Nadie, Alcides remarca el análisis de la siempre compleja relación de los artistas e intelectuales con el poder señalando que la censura existió desde el principio dela Revolución y que luego la creación de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba fue “una entidad de control”, afirma el escritor. En esta parte del documental la figura de Fidel Castro ocupa la pantalla, “Yo tengo todo el derecho del mundo de criticarlo, no es un ser divino, es un político”, dice Alcides. Aquí Nadie se desdobla y opera un capítulo aparte bajo el nombre “Citizen Castro”, una recreación del film de Welles con el dictador cubano como protagonista. El paralelo es efectivo aunque es más burdo e incluso enfático que la crítica que el propio Alcides hace de Fidel Castro. Si bien destaca con énfasis el valor de la prensa libre y critica en un “cara a cara” a Fidel reproducido en una foto como el empleador único que resulta del estado cubano. “Aplaudir, aplaudir”, dirá el poeta destacando que dejó de creer en Fidel cuando justificó la invasión de los tanques soviéticos a la antigua Checoslovaquia, hace medio siglo. Ese cambio de paradigmas también significó quemar varios de sus textos, aún antes de que la censura oficial se encarnizara con él. Pero ese mundo también parece pertenecer al pasado, con una juventud ya no desencantada sino desinteresada en los procesos políticos a escala global que involucran, claro, la ausencia de una democracia pluripartidista en Cuba. “Sigo siendo el mismo de siempre, soñaba con la justicia social, por eso me gustaba el socialismo, y yo sigo siendo socialista, solo que al modo civilizado. Eso me compensaba pero siempre un poco en duda”, remarca Alcides aunque destaca como la supuesta igualdad de clases de los primeros años de la revolución eran una ilusión. La muerte de Fidel Castro, que involucra el documental, no omite en Alcides exactas dosis de crítica mezclada con una solapada admiración, “sentí un poco de compasión por él”, dirá. Nadie retrata de manera impar el sentimiento contradictorio que invade a buena parte de aquellos que creyeron en la Revolución y hoy se encuentran en posiciones antagónicas: “La revolución es la vieja novia de uno, y a esa vieja novia se la sigue amando de algún modo”, acota Alcides.
El film de Miguel Coyula ganó el premio en el Festival de Cine Global Dominicano al Mejor Documental y se destaca por su independencia, no sólo del aparato de producción estatal cubano sino también de cualquier fondo de producción extranjero, lo que –amén de sus licencias visuales redunda en un trabajo de profunda honestidad intelectual de su director en diálogo con ese olvidado prohombre de las letras cubana. No tuvo fácil su exhibición en Cuba pero tampoco pareciera ser fácil su distribución en otras partes del mundo. Nadie muestra con énfasis un mundo creativo preso de la censura pero, en los tiempos que corren, pareciera que la autocensura toma casi tanto énfasis como aquella ejercida por el poder. Por eso Nadie, si bien un film imperfecto, es ante todo un film maldito. El film sobre alguien que es nadie es una película que está en el lugar del no-lugar. De allí su necesidad, de allí su urgencia.