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Timor Oriental: de la tragedia a una impensada democracia pujante que la lucha por salir del atraso y la miseria
(Infobae) Timor Oriental es el país más joven de Asia. Es considerado, además, el primer Estado soberano nacido en el siglo XXI y es un laboratorio donde se apuesta a políticas públicas que, partiendo de una situación trágica, y en un largo plazo, favorezcan el desarrollo socioeconómico de la población sobre las bases de la consolidación de las instituciones democráticas para evitar que se repitan los hechos del pasado.Por Fernando Pedrosa y Cecilia Noce
(Infobae) Timor es una isla situada en el Océano Pacifico, si bien está a 500 Km de Australia se la incluye en el Sudeste Asiático. La isla está dividida en dos partes: una de ellas es territorio que pertenece a Indonesia –Timor Occidental- y la otra parte es un país llamado “Timor Oriental”.
Timor Oriental fue una colonia portuguesa desde 1515 hasta 1975. Ni más ni menos que 465 años. La influencia de la metrópoli se ve en que el portugués es una de las lenguas oficiales –la otra es el tetun– y en que el 90 % de la población profesa la religión católica. La historia de Timor Oriental está signada por una sucesión de hechos trágicos. El primer hito fue en la Segunda Guerra Mundial cuando la invasión japonesa ocasionó la destrucción de la isla y la muerte de casi el 15% de la población local, que había colaborado con las tropas aliadas, sobre todo, australianas.
Luego de la guerra, y a diferencia de otras potencias que por esos años comenzaron un proceso de descolonización, Portugal retomó el mando con mano dura. Recién en 1974, y tras la caída de la dictadura portuguesa, los partidos mayoritarios, la conservadora Unión Democrática Timorense (UDT) y el izquierdista Frente Revolucionario para un Timor Oriental Independiente (FRETILIN), se unieron para lograr la independencia. Sin embargo, entre conspiraciones y traiciones, el FRETILIN declaró la independencia unilateralmente. Pero, eso no duró demasiado.
La invasión indonesia
Pocos días después, tropas de Indonesia invadieron territorio timorense. El argumento, de mucho peso en los años de la Guerra Fría, era que no permitirían un Estado comunista en sus fronteras. Más allá de los argumentos esgrimidos, existía un fuerte encono entre ambas poblaciones ya que Indonesia es un país de mayoría musulmana y Timor Oriental es católico. Aunque esto no impidió que sectores orientales también apoyaran la invasión indonesia, en especial los rivales del FRETILIN.
Las tropas indonesias comenzaron así una ocupación que duró 24 años y que sometió a Timor Oriental al régimen del dictador Suharto. Los números hablan por sí mismos: aproximadamente el 90% de los timorenses escaparon o fueron expulsados de sus hogares y reinstalados en otras partes de la isla y se calcula que cerca de 200.000 personas murieron como consecuencia directa e indirecta de la violencia del régimen.
La invasión indonesia fue rechazada por la ONU, y las denuncias internacionales por el delito de genocidio se extendieron hasta lograr que Carlos Felipe Ximenes Belo, obispo de Dili, capital de Timor, y José Ramos-Horta, vocero de la resistencia de Timor en el exilio fueran elegidos como premio Nobel de la Paz del año 1996. Recién en 1999, con la caída de Suharto, se reabrió el camino hacia la independencia.
La presión internacional logró que Indonesia realizara un referéndum donde más del 75% de los timorenses votaron por ser un país independiente. Sin embargo, eso no ocurrió y se desató una nueva ola de violencia de grupos militares y paramilitares indonesios. Miles fueron asesinados y una gran parte de la infraestructura del país, entre ella su capital, totalmente saqueada y destruida.
Las Naciones Unidas intervinieron con una fuerza militar que intentó recomponer el orden aun sufriendo decenas de bajas. Finalmente, en el 2002, la independencia de Timor Oriental fue reconocida por la comunidad internacional y se realizaron las primeras elecciones libres. Aun así la ONU permaneció hasta el año 2005 involucrada en el apoyo a la endeble gestión estatal.
El sistema de gobierno timorense es una rareza para la región, ya que es una república semi-presidencialista donde el presidente es elegido por el voto popular y luego el primer ministro, el verdadero mandamás, se elige por la mayoría de los 65 miembros de una única cámara legislativa.
De todos modos, como un sino trágico, en 2006 un intento de golpe de Estado de un sector militar terminó con atentados contra el presidente, el nobel Ramos Horta quien fue gravemente herido y contra el Primer Ministro. Los hechos pusieron en evidencia la incapacidad del Estado de imponer algún tipo de orden interno, por lo cual la ONU debió regresar y permanecer hasta 2012. Comenzó, así, a hablarse de “Estado fallido”.
El presente de Timor Oriental
Luego de todo lo ocurrido no es de extrañar que Timor Oriental sea uno de los países más pobres del mundo; es, además, uno de los que menos exporta con un volumen menor a los 15 millones de euros. Su economía se basa principalmente en una agricultura poco tecnificada cuyos principales productos son el café y el arroz, en la exportación de petróleo, gas natural y en un incipiente crecimiento del turismo.
Todos los indicadores muestran un estándar de vida bajísimo de la población, muy lejos de la media regional. La mitad de los niños tienen problemas en el crecimiento por desnutrición, el desarrollo urbano está apenas en sus inicios y la mayoría de los habitantes de zonas rurales no posee ningún acceso a educación, salud o agua potable. En el año 2002 la cantidad de médicos para toda la población no llegaba a las dos docenas. Hoy existe una escuela de medicina y más de 1000 profesionales atienden, aun en forma insuficiente y tecnológicamente precaria, la salud de la población. Al mismo tiempo, se empezaron a concretar proyectos de infraestructura.
Sin embargo, no todas son malas noticias. Se ha avanzado mucho en la consolidación de instituciones políticas que brinden un entorno estable y pacífico para superar la crítica situación. Como explica Mariano Statello, miembro del Grupo de Estudios de Asia y América Latina de la Universidad de Buenos Aires y especialista en Indonesia y Timor Oriental, “el país fue superando la situación de división social y además hoy tiene un Estado que puede mantener el orden por sus propios medios sin depender de los cascos azules”.
Statello afirma que “desde el año 2011, el país trazó su plan de metas a seguir y, entre otros objetivos, apunta a mejorar la educación y promover el desarrollo técnico para no depender de la renta petrolera. Es un país que aún necesita apoyo del exterior, pero que, muy lejos está de ser un “Estado fallido” como se lo señaló en 2006”.
En estos años de reconstrucción, Timor ha generado un desarrollo institucional, sostuvo la democracia, la libertad de expresión, y ha garantizado la paz interna, además de normalizar su relación con Indonesia y avanzar en la delimitación de su frontera marítima con Australia mediante instituciones internacionales.
Según Freedom House, Timor es un país libre y en el Índice de Democracia de The Economist aparece como el país más democrático del Sudeste Asiático. Reporteros sin fronteras señaló que en Timor los medios de comunicación ejercen plenamente su función.
Timor Oriental es el país más joven de Asia. Es considerado, además, el primer Estado soberano nacido en el siglo XXI y es un laboratorio donde se apuesta a políticas públicas que, partiendo de una situación trágica, y en un largo plazo, favorezcan el desarrollo socioeconómico de la población sobre las bases de la consolidación de las instituciones democráticas para evitar que se repitan los hechos del pasado.
Fernando Pedrosa y Cecilia Noce
(Infobae) Timor es una isla situada en el Océano Pacifico, si bien está a 500 Km de Australia se la incluye en el Sudeste Asiático. La isla está dividida en dos partes: una de ellas es territorio que pertenece a Indonesia –Timor Occidental- y la otra parte es un país llamado “Timor Oriental”.
Timor Oriental fue una colonia portuguesa desde 1515 hasta 1975. Ni más ni menos que 465 años. La influencia de la metrópoli se ve en que el portugués es una de las lenguas oficiales –la otra es el tetun– y en que el 90 % de la población profesa la religión católica. La historia de Timor Oriental está signada por una sucesión de hechos trágicos. El primer hito fue en la Segunda Guerra Mundial cuando la invasión japonesa ocasionó la destrucción de la isla y la muerte de casi el 15% de la población local, que había colaborado con las tropas aliadas, sobre todo, australianas.
Luego de la guerra, y a diferencia de otras potencias que por esos años comenzaron un proceso de descolonización, Portugal retomó el mando con mano dura. Recién en 1974, y tras la caída de la dictadura portuguesa, los partidos mayoritarios, la conservadora Unión Democrática Timorense (UDT) y el izquierdista Frente Revolucionario para un Timor Oriental Independiente (FRETILIN), se unieron para lograr la independencia. Sin embargo, entre conspiraciones y traiciones, el FRETILIN declaró la independencia unilateralmente. Pero, eso no duró demasiado.
La invasión indonesia
Pocos días después, tropas de Indonesia invadieron territorio timorense. El argumento, de mucho peso en los años de la Guerra Fría, era que no permitirían un Estado comunista en sus fronteras. Más allá de los argumentos esgrimidos, existía un fuerte encono entre ambas poblaciones ya que Indonesia es un país de mayoría musulmana y Timor Oriental es católico. Aunque esto no impidió que sectores orientales también apoyaran la invasión indonesia, en especial los rivales del FRETILIN.
Las tropas indonesias comenzaron así una ocupación que duró 24 años y que sometió a Timor Oriental al régimen del dictador Suharto. Los números hablan por sí mismos: aproximadamente el 90% de los timorenses escaparon o fueron expulsados de sus hogares y reinstalados en otras partes de la isla y se calcula que cerca de 200.000 personas murieron como consecuencia directa e indirecta de la violencia del régimen.
La invasión indonesia fue rechazada por la ONU, y las denuncias internacionales por el delito de genocidio se extendieron hasta lograr que Carlos Felipe Ximenes Belo, obispo de Dili, capital de Timor, y José Ramos-Horta, vocero de la resistencia de Timor en el exilio fueran elegidos como premio Nobel de la Paz del año 1996. Recién en 1999, con la caída de Suharto, se reabrió el camino hacia la independencia.
La presión internacional logró que Indonesia realizara un referéndum donde más del 75% de los timorenses votaron por ser un país independiente. Sin embargo, eso no ocurrió y se desató una nueva ola de violencia de grupos militares y paramilitares indonesios. Miles fueron asesinados y una gran parte de la infraestructura del país, entre ella su capital, totalmente saqueada y destruida.
Las Naciones Unidas intervinieron con una fuerza militar que intentó recomponer el orden aun sufriendo decenas de bajas. Finalmente, en el 2002, la independencia de Timor Oriental fue reconocida por la comunidad internacional y se realizaron las primeras elecciones libres. Aun así la ONU permaneció hasta el año 2005 involucrada en el apoyo a la endeble gestión estatal.
El sistema de gobierno timorense es una rareza para la región, ya que es una república semi-presidencialista donde el presidente es elegido por el voto popular y luego el primer ministro, el verdadero mandamás, se elige por la mayoría de los 65 miembros de una única cámara legislativa.
De todos modos, como un sino trágico, en 2006 un intento de golpe de Estado de un sector militar terminó con atentados contra el presidente, el nobel Ramos Horta quien fue gravemente herido y contra el Primer Ministro. Los hechos pusieron en evidencia la incapacidad del Estado de imponer algún tipo de orden interno, por lo cual la ONU debió regresar y permanecer hasta 2012. Comenzó, así, a hablarse de “Estado fallido”.
El presente de Timor Oriental
Luego de todo lo ocurrido no es de extrañar que Timor Oriental sea uno de los países más pobres del mundo; es, además, uno de los que menos exporta con un volumen menor a los 15 millones de euros. Su economía se basa principalmente en una agricultura poco tecnificada cuyos principales productos son el café y el arroz, en la exportación de petróleo, gas natural y en un incipiente crecimiento del turismo.
Todos los indicadores muestran un estándar de vida bajísimo de la población, muy lejos de la media regional. La mitad de los niños tienen problemas en el crecimiento por desnutrición, el desarrollo urbano está apenas en sus inicios y la mayoría de los habitantes de zonas rurales no posee ningún acceso a educación, salud o agua potable. En el año 2002 la cantidad de médicos para toda la población no llegaba a las dos docenas. Hoy existe una escuela de medicina y más de 1000 profesionales atienden, aun en forma insuficiente y tecnológicamente precaria, la salud de la población. Al mismo tiempo, se empezaron a concretar proyectos de infraestructura.
Sin embargo, no todas son malas noticias. Se ha avanzado mucho en la consolidación de instituciones políticas que brinden un entorno estable y pacífico para superar la crítica situación. Como explica Mariano Statello, miembro del Grupo de Estudios de Asia y América Latina de la Universidad de Buenos Aires y especialista en Indonesia y Timor Oriental, “el país fue superando la situación de división social y además hoy tiene un Estado que puede mantener el orden por sus propios medios sin depender de los cascos azules”.
Statello afirma que “desde el año 2011, el país trazó su plan de metas a seguir y, entre otros objetivos, apunta a mejorar la educación y promover el desarrollo técnico para no depender de la renta petrolera. Es un país que aún necesita apoyo del exterior, pero que, muy lejos está de ser un “Estado fallido” como se lo señaló en 2006”.
En estos años de reconstrucción, Timor ha generado un desarrollo institucional, sostuvo la democracia, la libertad de expresión, y ha garantizado la paz interna, además de normalizar su relación con Indonesia y avanzar en la delimitación de su frontera marítima con Australia mediante instituciones internacionales.
Según Freedom House, Timor es un país libre y en el Índice de Democracia de The Economist aparece como el país más democrático del Sudeste Asiático. Reporteros sin fronteras señaló que en Timor los medios de comunicación ejercen plenamente su función.
Timor Oriental es el país más joven de Asia. Es considerado, además, el primer Estado soberano nacido en el siglo XXI y es un laboratorio donde se apuesta a políticas públicas que, partiendo de una situación trágica, y en un largo plazo, favorezcan el desarrollo socioeconómico de la población sobre las bases de la consolidación de las instituciones democráticas para evitar que se repitan los hechos del pasado.