Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

Libros

07-11-2006

La Experiencia Chilena

Prólogo

Chile asombra y divide. Asombra por su crecimiento económico extraordinario, el mejoramiento notable de las condiciones generales de vida de su población y una tasa de reducción de la pobreza que es única en América Latina. Asombra igualmente por su economía de mercado abierta y competitiva así como por su combinación señera de democracia, estado de derecho, administración pública confiable y consensos políticos sólidos. Asombra finalmente por ser un país latinoamericano que está logrando aquello que parecía imposible en una región de tantas frustraciones y oportunidades perdidas. Pero Chile también divide.

Divide por la historia de su éxito, por el nacimiento violento de su salto hacia el progreso, por el precio terrible que pagó en términos de sangre, sudor y lágrimas para salir de sus desventuras. Chile divide también por sus altísimos niveles de desigualdad, que si bien no niegan el gran progreso de las amplias mayorías de su población crean un potencial de inestabilidad que no debe desestimarse, particularmente si el progreso económico sufriese una reducción prolongada. Esta mezcla de asombro y división, este sabor amargo que de alguna manera queda en la boca cuando se paladea el éxito chileno, es lo que tal vez explique el silencio con que en general se acogen las buenas nuevas provenientes de Chile. Este silencio es por cierto natural de parte de aquella izquierda que ni olvida ni aprende nada. Para esa izquierda el éxito de una economía de mercado abierta al mundo es anatema y la actitud de la izquierda chilena, renovada, democrática y pro mercado, una traición manifiesta. Pero este silencio es también compartido por otros, tanto dentro como fuera de América Latina, y es allí donde la ambivalencia que genera el caso de Chile se hace evidente.

¿Se puede amar al Chile de hoy sin reparos? ¿Se lo puede proponer como modelo o, al menos, como una fuente importante de inspiración? Sí, responde enfáticamente su presente y, más aún, su futuro previsible; no, responde sin duda la memoria de su concepción dolorosa. Chile no recuerda a Cenicienta convertida en princesa sino más bien a la madrastra odiosa, que termina saliéndose con su propósito y deslumbrando a todos. Todo esto es, por cierto, bastante irrelevante para el chileno medio actual, demasiado ocupado en progresar como para hacerse muchas preguntas sobre el origen de sus asombrosas posibilidades. Como todo país de éxito Chile está volcado hacia el futuro y no, como por ejemplo Argentina, hacia el pasado. Hasta ahora, no ha habido mucho tiempo para la nostalgia en ese país de “loca geografía” que algún día produjo poetas maravillosos pero también un subdesarrollo que condenaba una parte significativa de su población a una pobreza endémica.

Tal vez en el futuro, con los frutos del progreso ya maduros, vuelvan los chilenos su mirada hacia el pasado y traten de dar respuesta a los interrogantes de una historia que ya será tan lejana como para poder ser analizada fríamente. Para el resto de Latinoamérica esta espera no es posible. Se requieren urgentemente alternativas viables para una región compuesta por países que en su gran mayoría siguen debatiéndose entre la inestabilidad y la falta de desarrollo, con una pobreza persistente, sistemas políticos corruptos y estados de derecho que dejan mucho que desear. Olas devastadoras de populismo e insurgencia social dan testimonio de la debilidad de las instituciones latinoamericanas y de la incapacidad de la región de sumarse a los progresos de la globalización. En suma, hay demasiados fracasos y problemas como para seguir ignorando al único país que a pasos agigantados está dejando atrás los problemas endémicos de América Latina.

La experiencia chilena

Bastaría sólo con constatar los éxitos del Chile democrático en términos de reducción de la pobreza como para hacer de un serio examen de su desarrollo un deber primario de solidaridad para con los más de doscientos millones de pobres existentes en Latinoamérica.

Esta es la perspectiva en que se enmarcan las valiosas iniciativas de CADAL en torno al caso chileno. Su propósito ha sido analizar a Chile con la seriedad que se merece, sin ideologismos destructivos y con la ayuda de expertos de alto nivel. El presente libro es un excelente ejemplo de esta ambición de tomarse a Chile en serio. El lector que busque el elogio o la condena fáciles terminará sin duda decepcionado. A aquel que seriamente busque entender cómo se pueden vencer muchos de los males inveterados de América Latina lo espera, por el contrario, una generosa recompensa. Estocolmo, agosto de 2005

Mauricio Rojas Miembro del Parlamento de Suecia Profesor Adjunto en historia económica de la Universidad de Lund (Suecia).

Mauricio Rojas
Mauricio Rojas

Miembro del Parlamento de Suecia e historiador económico

 
 
 

 
 
 
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