Derechos Humanos y
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Monitoreo de la gobernabilidad democrática

27-07-2023

La penetración de la fabulación política

No se trata de una puja entre socialistas contra liberales, ni de socialdemócratas contra comunistas, ni de otras variantes ideológicas. No es un debate de ideas, sino que es una devaluación de la democracia con cierto avance de fabuladores de baja calidad, pero con aparente éxito en la difusión de disparates.
Por Nelson Fernández Salvidio

Un espectro recorre Latinoamérica; es el de la fabulación que se instala en discurso político de expresiones partidarias que incurren en la degradación de la democracia.

El contraste no es entre izquierda y derecha, ni tampoco entre corrientes ideológicas, sino que la irrupción de dirigentes o movimientos partidarios que confluyen en propuestas imposibles de aplicar - dañinas en su efecto, ya comprobado en la historia- obedecen a la ausencia de ideas, a la intención perversa de priorizar intereses particulares por encima del interés general, o también a una ignorancia absurda.

Son diversos operadores, pero de alguna manera muestran un común denominador: van contra la libertad política y de expresión, van contra el desarrollo económico, y van contra el crecimiento educativo y cultural.

Achatan, aplastan, vulgarizan, destruyen, generan confrontación permanente, dinamitan puentes de diálogo y de entendimiento, presionan al descenso intelectual, igualan hacia abajo, cortan los canales de movilidad social ascendente, devastan la iniciativa personal, amedrentan la interacción de mejora colectiva.

Hasta quieren imponer una forma de hablar, un estilo de expresión, obligar a utilizar determinados vocablos como si fueran verdad única, lo que implica una presión social inaceptable, producto de intolerancia burda.

¿Qué son estas gentes? ¿Populistas? Aunque esa descripción sea peyorativa, no explica el alcance de todo esto.

La caracterización de “populismo” es una reducción que puede confundir, porque en realidad no hay un movimiento homogéneo ni una ola política como pudo identificarse en otros tiempos, que tuviera un respaldo de ideología.

Hay ejemplos de gobiernos y también de movimientos de oposición, por lo que tampoco es posible identificar un punto común en centros de poder, sino que se trata de una mala praxis política que en unos casos es por desconocimiento, con gente que entra en política sin preparación adecuada, en otros es por los que ocupan espacios vacíos de trabajo partidario, y en otros. es por movimientos que vienen de tiempo lejano y que arrastran inspiración en corrientes inspiradas en Mussolini.

O sea, tres vertientes: (i) ineptitud y/o necedad, (ii) aprovechamiento, y (iii) concepción totalitaria.

Esta oleada antidemocrática se expande en la región en diversas modalidades.

Argentina se ha empobrecido en forma alarmante, con un poder político que refleja la demagogia en su sentido más puro, con un discurso que culpa a otros (el FMI por ejemplo) de sus desgraciados errores acumulados, que promete lo que no puede cumplir, que distrae con maniobras de comunicación, que expande una red de clientelismo que cohabita con organizaciones delictivas, que exalta el patoterismo y que explota los vínculos de dependencia barrial o provincial.

Brasil viene de vivir experiencias con sufrimiento por defraudación a izquierda y derecha: primero fue el baño de corrupción en el que cayó el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula Da Silva y luego fue la pesada versión mesiánica de un irrespetuoso de la democracia, un Bolsonaro con incontinencia verbal para escupir disparates y amenazar a las instituciones. Esa secuencia destruye expectativas que luego no son fáciles de reconstruir.

Chile venía de rotación partidaria en el gobierno, con coaliciones de centro-izquierda y centro-derecha, pero sufrió el levantamiento incendiario de grupos que son réplicas del movimiento español surgido como indignación. Esos españoles no son movimientos populares, y no defienden a los pobres, sino a ellos mismos y sus caprichos burgueses.

Muchas veces es indignación por sufrir problemas que pueden ser consecuencia de malas decisiones personales, que para evitar autocríticas que llevan a asumir errores, salen a echarle la culpa a otros, sean dirigentes de su país o a los “centros de poder mundial

El gobierno de Boric llegó con la misión de borrar las raíces políticas pinochetistas y paradójicamente terminó entregando el control de la futura Constitución a la corriente política con más vínculos con el régimen de Pinochet.

En el medio, hizo creer a una parte de la sociedad que podía mover el Coeficiente de Gini por decreto o por enmienda constitucional, un absurdo ejemplo de demagogia

Y por si fuera poco la serie de errores encadenados, algunos fundadores de este nuevo espacio político, demostró cómo se habían corrompido en el uso de dineros públicos destinados a beneficio partidario.

En Colombia, Gustavo Petro, llama al pueblo a provocar cambios con manifestaciones: “hagamos un compromiso; este gobierno, hasta la muerte, estará al servicio de ustedes, pero ustedes, por favor, no tengan pereza de salir a la calle. Llegó el momento de luchar, con la fuerza y con la dignidad”. El discurso no es el de un líder demócrata que resiste una dictadura, sino que es el de un presidente que no tiene apoyo parlamentario para aplicar sus medidas, y pretende generar clima de presión callejera.

Las “mañaneras” del presidente de México son la recurrente entonación demagógica de castigar a opositores y a medios de comunicación, de dedicar horas de gestión de gobierno al propósito de monopolizar espacio mediático y dar cátedra a los periodistas sobre cómo deben informar. Organizaciones defensoras de derechos humanos advierten sobre los riesgos que implica López Obrador para la democracia y la libertad de expresión.

Mientras, expresiones políticas de derecha antiliberal impulsan medidas de fijación de precios, de cierre de mercados a la competencia, de rechazo a incentivos a la inversión privada y de distorsión del libre funcionamiento de la economía, con banderas nacionalistas que se mezclan con un conjunto de creencias equivocadas.

No se trata de una puja entre socialistas contra liberales, ni de socialdemócratas contra comunistas, ni de otras variantes ideológicas. No es un debate de ideas, sino que es una devaluación de la democracia con cierto avance de fabuladores de baja calidad, pero con aparente éxito en la difusión de disparates.

Para combatirlas se precisa coraje y fundamento, así como también tomar conciencia de la permeabilidad que tiene la sociedad a enunciados que generan daño. Fundamentos en argumentación, coraje para enfrentar la acción patotera, y convicción democrática para no ceder espacio en el debate público y poder desenmascarar a ignorantes y sinvergüenzas.

Nelson Fernández Salvidio
Nelson Fernández Salvidio
Periodista, docente, escritor de libros de ensayos periodístico-político,; el último es “El Golpe de 1973” (Sudamericana, julio 2023) sobre lo ocurrido en Uruguay y en Latinoamérica en los años sesenta y setenta.
 
 
 

 
 
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