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Análisis Sínico
China, el silencioso aliado que protege el poder de Maduro
Hay pocas dudas de que China prefiere que Maduro continúe en el poder, sobre todo porque ello le aseguraría el mantenimiento de un aliado incondicional en medio de una disputa geopolítica mucho más grande e importante con Estados Unidos, tanto en el continente americano como en el espacio asiático.Por Carlos Eduardo Piña
Siempre se ha creído que el gobierno venezolano ha podido mantenerse en el poder gracias al apoyo de Cuba, Rusia o Irán. Aunque dichos gobiernos han sido clave para proporcionar apoyo político, diplomático y militar al régimen venezolano, ninguno de ellos ha sido tan determinante como China para asegurar la continuidad de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en el poder.
Pekín no sólo ha brindado apoyo económico durante el último cuarto de siglo, sino que también ha ofrecido respaldo político-diplomático cuando la supervivencia de la llamada Revolución Bolivariana se ha visto amenazada. A pocos días de las elecciones presidenciales en Venezuela, China vuelve a ser el aliado en el que el oficialismo venezolano se apoya para intentar mantener la vigencia de su proyecto político.
El inicio de una relación estratégica en el marco del siglo XXI: el gobierno de Hugo Chávez
¿Cuál es el entramado de relaciones e intereses que dan forma a la relación estratégica entre Caracas y Pekín? La actual relación bilateral comenzó a forjarse en 1999, al ser Hugo Chávez elegido presidente, quien da un giro a la política exterior venezolana. El exmandatario planteó avanzar hacia la construcción de un mundo multipolar y multicéntrico, priorizando para ello la construcción de bloques alternativos a los “tradicionales” centros de poder.
Guiado por esta premisa, Chávez realizó sendas visitas oficiales a Pekín al poco de llegar al poder, en 1999, y en 2001. Y, con la visita del expresidente chino, Jiang Zemin, a Caracas en abril de 2001, se creó la Comisión Mixta de Alto Nivel China-Venezuela, se firmó un Acuerdo de Cooperación Energética Decenal (2001-2011) y se elevó la relación diplomática a Asociación Estratégica para el Desarrollo Compartido. El esquema cambió: de priorizar los temas agrícolas y energéticos a estrechar los vínculos políticos, económicos, comerciales y culturales.
Los sucesivos hitos en la relación no fueron menos importantes. En 2004, luego de ganar un referendo revocatorio, Chávez visitó China en busca de nuevas inversiones que le colocaran en una posición óptima de cara a su próxima batalla: las elecciones presidenciales de 2006. Según el Ministerio de Exteriores de Venezuela, ese año ambas partes firmaron 55 acuerdos e instrumentos de cooperación en áreas como petróleo, agricultura, telecomunicaciones, seguridad, defensa o vivienda.
De igual forma, la apuesta china de Chávez se reforzó con las primeras conversaciones con el poderoso expresidente del Banco de Desarrollo de China, Chen Yuan, con quien se delineó la creación de lo que posteriormente sería conocido con el Fondo Conjunto Chino Venezolano (FCCV), un esquema de préstamos a cambio de petróleo que permitió a Venezuela hacer frente a las dificultades para financiarse internacionalmente.
El período 2006-2012 vio un masivo proceso de transferencia de capitales chinos hacia Venezuela. Aunque el mencionado FCCV fue el mecanismo de traspaso de recursos de mayor relevancia, también hubo un incremento de las inversiones en infraestructura, además de intercambios comerciales y otras inversiones directas. Además, en 2010 se ideó la creación de un nuevo fondo de financiamiento, llamado de Gran Volumen a Largo Plazo (FGVLP), a través del cual el gobierno de Hu Jintao se comprometía a transferir hasta 20.000 millones de dólares a las arcas venezolanas.
Fue en ese periodo que el modelo de relación bilateral comenzó a mostrar un fuerte componente económico-asistencialista por parte de China. El gigante asiático se convirtió en un prestamista clave para el gobierno venezolano en el afán de éste de conseguir liquidez monetaria para mantener vigente su modelo de programas sociales. El mecanismo de préstamos por petróleo implicó transferencias de 62.000 millones de dólares para las arcas venezolanas. Gracias a comprometer su producción petrolera futura pudo financiar proyectos que contaron con escaso o nulo encadenamiento productivo.
Así, el FGVLP se pensó como un instrumento de financiamiento que permitiese a Chávez pavimentar su reelección en las elecciones de 2012. Según las memorias de diferentes ministerios venezolanos, con este mecanismo se financió la compra de más de tres millones de electrodomésticos, miles de viviendas, cientos de autobuses, coches particulares, teléfonos móviles y computadoras portátiles. Dichos productos los repartió el gobierno chavista a precios subsidiados, llegando a ser considerados como “regalos” de campaña. Visto en perspectiva, es imposible negar la influencia de estos “regalos chinos” en la reelección del entonces presidente venezolano en 2012.
El ascenso de Nicolás Maduro y el rol estabilizador de China
Luego de convertirse en el líder del oficialismo, Nicolás Maduro se enfrentó a la elección presidencial de abril de 2013, la cual designaría al sucesor del fallecido Hugo Chávez. El resultado, aunque favorable, arrojó una diferencia estrecha entre él y el opositor Henrique Capriles. La oposición y sus aliados internacionales no aceptaron los resultados, alegando irregularidades en el conteo de votos. Por tanto, los meses siguientes fueron especialmente turbulentos para Maduro, cuya legitimidad de origen fue puesta en duda por muchos países.
En esta situación, el nuevo presidente Xi Jinping recibió en el plazo de cuatro meses al entonces presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, al vicepresidente Jorge Arreaza y al discutido presidente electo Nicolás Maduro. En 2014, además de elevar la relación bilateral a Asociación Estratégica Integral, Xi renovó en los siguientes dos años el FCCV, lo que proporcionó a Maduro otros 14.000 millones de dólares. Esta ayuda económica se mantuvo inalterable hasta que la crisis venezolana, fuertemente vinculada con la caída en la industria petrolera nacional, hizo que China se mostrase más escéptica a entregar nuevas ayudas económicas.
A pesar de la ralentización del financiamiento y la crisis interna que comenzaba a padecer el país suramericano, Pekín siguió respaldando políticamente al gobierno bolivariano. En 2016 China accedió a renegociar parte de la deuda bilateral, otorgando a Venezuela un período de gracia de dos años para poner en pausa el pago de capital e intereses. Este acuerdo permitió a Caracas maniobrar financieramente hasta que las sanciones estadounidenses de 2017 y 2019 dificultaron de nuevo la situación.
En las elecciones presidenciales de 2018 China decidió lanzar un nuevo salvavidas a su aliado. Maduro se reeligió alterando las normas democráticas del país, lo que llevó a que la oposición y buena parte de la comunidad internacional declarasen fraudulentos los comicios. No obstante, uno de los primeros países en felicitar a Maduro fue China, uniéndose a un reducido grupo de 14 países. Y, en 2019, cuando el entonces presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, lanzó un órdago al líder oficialista y se declaró presidente interino, China siguió reconociendo a Maduro; pese a que supuestamente hubo reuniones entre funcionarios chinos y el equipo de Guaidó.
De igual forma, Pekín hizo uso de su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para bloquear una resolución que reconocía a Guaidó como presidente legítimo de Venezuela. En marzo de 2019 China bloqueó la designación del economista Ricardo Haussman como representante venezolano ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) a propuesta de Guaidó.
En clave económica, China apoyó al gobierno venezolano a colocar su petróleo en el mercado chino entre 2020 y 2023, cuando estaba vigente el embargo petrolero decretado por EEUU contra Venezuela. Según fuentes periodísticas, la empresa China Aerospace Science and Industry Corp (CASIC) trasladó el petróleo venezolano a suelo chino. Con esta acción Pekín evitó que la empresa estatal China National Petroleum Corporation (CNPC), la inicialmente encargada de transportar el crudo venezolano, fuese sancionada por EEUU.
Por otro lado, en el contexto de la pandemia el apoyo político se expresó a través de la llamada “diplomacia médica”. El gobierno chino envió a Venezuela 110 toneladas de material médico, un millón de kits de pruebas PCR, ocho millones de máscaras y dos millones de guantes, además de vacunas y otras donaciones. Este apoyo coincidió con las repetidas solicitudes de la Administración Maduro para la liberación de fondos de la República retenidos por EEUU y otros países occidentales como medida de presión política en favor de Juan Guaidó.
El apoyo político y económico de China al gobierno de Maduro fue correspondido por Caracas en todos los ámbitos posibles. La Cancillería de Maduro apoyó sin titubear todas y cada una de las causas relevantes de política exterior de China; entre ellas, el principio de «Una Sola China», que reconoce a Taiwán como parte inalienable de China; la Ley de Seguridad de Hong Kong; las disputas territoriales en el Mar del Sur de China; o las críticas desde EEUU por los abusos de derechos humanos en Xinjiang y contra la comunidad uigur. El incondicional apoyo de Maduro y la protección coyuntural de China demuestra que la base de la relación entre ambos responde a un cálculo político mutuo, basado en los intereses estratégicos de cada parte.
Maduro, China y las elecciones presidenciales 2024
En la actual campaña presidencial de Venezuela, China ha vuelto a ser un jugador clave en la estrategia de Maduro en su pretensión de continuar seis años más en el poder. En la reciente visita de Maduro a Pekín, en 2023, Pekín decidió profundizar una vez más la relación bilateral, elevándola al rango de Asociación Estratégica a Todo Tiempo. Con ello, el modelo de cooperación sino-venezolano incorpora una nueva dinámica basada en acuerdos comerciales en rubros distintos al petróleo y dando protagonismo a actores subnacionales (alcaldes o gobernadores) y ministeriales.
Maduro defiende así su idea de acabar con el modelo rentista petrolero que ha predominado a lo largo del último siglo en Venezuela, en especial durante los 25 años de gobiernos bolivarianos. De acuerdo con los discursos del hijo del presidente, Nicolás Maduro Guerra, actual presidente del Grupo de Amistad Parlamentario China-Venezuela, el objetivo es emular a China y tomar como ejemplo el modelo chino para avanzar hacia una nueva etapa de desarrollo económico. Esta intención del oficialismo se encauzaría a través de la promoción de las hasta ahora fallidas Zonas Económicas Especiales.
En campaña, Maduro ha reiterado en diversas ocasiones la importancia del apoyo chino para su gestión en 2024-2030. Ha prometido la construcción de plantas eléctricas y otras obras con capital chino, pero también ha mencionado a China como uno de los países aliados para garantizar su seguridad en caso de que se desate un conflicto social con la oposición. También ha mencionado que su gobierno aspira a ser miembro pleno de los BRICS, el grupo de países emergentes entre los que China es el más poderoso. El recurso de los BRICS como estrategia electoral ya fue utilizado, fallidamente, por el expresidente argentino Alberto Fernández, quien pensó que esto ayudaría a la candidatura de su delfín Sergio Massa.
Desde el lado chino, los deseos y las acciones de Maduro han sido plenamente correspondidos. A mediados del mes de marzo, cuando planeaba la posibilidad de que Maduro, con ayuda del Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE), bloqueara la candidatura de la opositora Plataforma Unitaria, Pekín salió a respaldar al sistema electoral venezolano. Y no sólo eso: también pidió al gobierno de Estados Unidos que “evitara la interferencia” en los asuntos venezolanos. En junio, el portavoz de la Cancillería china cuestionó el “despojo” al que estaba siendo sometido Venezuela por parte de EEUU, a raíz de la “incautación” de la filial de PDVSA, CITGO Corp. Alocuciones ambas que evidenciaron un mensaje más directo de apoyo a Venezuela.
Desmontando el mito de la potencia neutral
La China actual se posiciona ante la comunidad internacional como una potencia neutral, abrazando el principio de no injerencia en los asuntos internos de terceros Estados. No obstante, este razonamiento puede cuestionarse en base a su relación con la Venezuela Chavista-Madurista. En general, el incondicional apoyo político, diplomático y económico ofrecido por Pekín ha sido clave para mantener en el poder a un régimen que, dicho sea de paso, no comparte los principios de la democracia liberal representativa y que ensalza las bondades del modelo de desarrollo chino.
La relación China-Venezuela arroja conclusiones claras. Primero, ambas partes consideran su relación como una prioridad estratégica, en especial Venezuela, que ve en China a un aliado con el que confrontar a EEUU. Segundo, el vínculo bilateral se ha manifestado en diferentes ámbitos (económico, diplomático, cultural, militar, etc.), pero es fundamentalmente político. Tercero, Pekín ha sido clave en las victorias electorales del oficialismo, tanto en las ayudas económicas ofrecidas a Chávez como en el apoyo dado en momentos en que la legitimidad de Maduro fue puesta en duda.
Por tanto, hay pocas dudas de que China prefiere que Maduro continúe en el poder, sobre todo porque ello le aseguraría el mantenimiento de un aliado incondicional en medio de una disputa geopolítica mucho más grande e importante con Estados Unidos, tanto en el continente americano como en el espacio asiático.
Lo anterior no excluye que el gobierno chino pueda, llegado el caso, desarrollar relaciones normales con un gobierno de la oposición venezolana, hoy encabezada por Edmundo González Urrutia y María Corina Machado. Las experiencias de Brasil con Bolsonaro o Argentina con Milei han mostrado como Pekín puede, efectivamente, mantener su presencia e influencia en países donde se ha producido un giro político hacia la derecha ideológica. Pero desde el inicio del nuevo milenio, han sido los gobiernos de la izquierda autoritaria los que han favorecido su avance para alcanzar sus intereses estratégicos.
Yan Xuetong, académico chino, explicaba que los hacedores de política de la República Popular actúan en política exterior de acuerdo con una escala de preferencias estratégicas. Vistos los últimos 25 años en Venezuela, podemos intuir que, para China, la continuidad de Nicolás Maduro al frente del gobierno se encuentra a una escala superior de preferencias a que sea Edmundo González Urrutia el que llegue al poder e inicie una transición política. Es por todo ello que es preciso desmentir la idea de una China neutral en los asuntos venezolanos; y, al contrario, saber que este país asiático procurará ampliar tanto como sea posible sus espacios de influencia.
Carlos Eduardo PiñaPolitólogo con posgrado en Política y Comercio Petrolero Internacional por la Universidad Central de Venezuela (UCV). En la actualidad, es maestrante del programa de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Trabajó como investigador en la Unidad de Análisis Económico del Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela (BANDES) entre 2016 y 2018, espacio desde el que inició su formación como experto en las relaciones entre China y Venezuela. Ha escrito una serie de artículos de análisis/opinión, papers y trabajos de investigación relacionados con el estudio de la influencia china en la región latinoamericana. Es colaborador del proyecto "Análisis Sínico" de CADAL.
Siempre se ha creído que el gobierno venezolano ha podido mantenerse en el poder gracias al apoyo de Cuba, Rusia o Irán. Aunque dichos gobiernos han sido clave para proporcionar apoyo político, diplomático y militar al régimen venezolano, ninguno de ellos ha sido tan determinante como China para asegurar la continuidad de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en el poder.
Pekín no sólo ha brindado apoyo económico durante el último cuarto de siglo, sino que también ha ofrecido respaldo político-diplomático cuando la supervivencia de la llamada Revolución Bolivariana se ha visto amenazada. A pocos días de las elecciones presidenciales en Venezuela, China vuelve a ser el aliado en el que el oficialismo venezolano se apoya para intentar mantener la vigencia de su proyecto político.
El inicio de una relación estratégica en el marco del siglo XXI: el gobierno de Hugo Chávez
¿Cuál es el entramado de relaciones e intereses que dan forma a la relación estratégica entre Caracas y Pekín? La actual relación bilateral comenzó a forjarse en 1999, al ser Hugo Chávez elegido presidente, quien da un giro a la política exterior venezolana. El exmandatario planteó avanzar hacia la construcción de un mundo multipolar y multicéntrico, priorizando para ello la construcción de bloques alternativos a los “tradicionales” centros de poder.
Guiado por esta premisa, Chávez realizó sendas visitas oficiales a Pekín al poco de llegar al poder, en 1999, y en 2001. Y, con la visita del expresidente chino, Jiang Zemin, a Caracas en abril de 2001, se creó la Comisión Mixta de Alto Nivel China-Venezuela, se firmó un Acuerdo de Cooperación Energética Decenal (2001-2011) y se elevó la relación diplomática a Asociación Estratégica para el Desarrollo Compartido. El esquema cambió: de priorizar los temas agrícolas y energéticos a estrechar los vínculos políticos, económicos, comerciales y culturales.
Los sucesivos hitos en la relación no fueron menos importantes. En 2004, luego de ganar un referendo revocatorio, Chávez visitó China en busca de nuevas inversiones que le colocaran en una posición óptima de cara a su próxima batalla: las elecciones presidenciales de 2006. Según el Ministerio de Exteriores de Venezuela, ese año ambas partes firmaron 55 acuerdos e instrumentos de cooperación en áreas como petróleo, agricultura, telecomunicaciones, seguridad, defensa o vivienda.
De igual forma, la apuesta china de Chávez se reforzó con las primeras conversaciones con el poderoso expresidente del Banco de Desarrollo de China, Chen Yuan, con quien se delineó la creación de lo que posteriormente sería conocido con el Fondo Conjunto Chino Venezolano (FCCV), un esquema de préstamos a cambio de petróleo que permitió a Venezuela hacer frente a las dificultades para financiarse internacionalmente.
El período 2006-2012 vio un masivo proceso de transferencia de capitales chinos hacia Venezuela. Aunque el mencionado FCCV fue el mecanismo de traspaso de recursos de mayor relevancia, también hubo un incremento de las inversiones en infraestructura, además de intercambios comerciales y otras inversiones directas. Además, en 2010 se ideó la creación de un nuevo fondo de financiamiento, llamado de Gran Volumen a Largo Plazo (FGVLP), a través del cual el gobierno de Hu Jintao se comprometía a transferir hasta 20.000 millones de dólares a las arcas venezolanas.
Fue en ese periodo que el modelo de relación bilateral comenzó a mostrar un fuerte componente económico-asistencialista por parte de China. El gigante asiático se convirtió en un prestamista clave para el gobierno venezolano en el afán de éste de conseguir liquidez monetaria para mantener vigente su modelo de programas sociales. El mecanismo de préstamos por petróleo implicó transferencias de 62.000 millones de dólares para las arcas venezolanas. Gracias a comprometer su producción petrolera futura pudo financiar proyectos que contaron con escaso o nulo encadenamiento productivo.
Así, el FGVLP se pensó como un instrumento de financiamiento que permitiese a Chávez pavimentar su reelección en las elecciones de 2012. Según las memorias de diferentes ministerios venezolanos, con este mecanismo se financió la compra de más de tres millones de electrodomésticos, miles de viviendas, cientos de autobuses, coches particulares, teléfonos móviles y computadoras portátiles. Dichos productos los repartió el gobierno chavista a precios subsidiados, llegando a ser considerados como “regalos” de campaña. Visto en perspectiva, es imposible negar la influencia de estos “regalos chinos” en la reelección del entonces presidente venezolano en 2012.
El ascenso de Nicolás Maduro y el rol estabilizador de China
Luego de convertirse en el líder del oficialismo, Nicolás Maduro se enfrentó a la elección presidencial de abril de 2013, la cual designaría al sucesor del fallecido Hugo Chávez. El resultado, aunque favorable, arrojó una diferencia estrecha entre él y el opositor Henrique Capriles. La oposición y sus aliados internacionales no aceptaron los resultados, alegando irregularidades en el conteo de votos. Por tanto, los meses siguientes fueron especialmente turbulentos para Maduro, cuya legitimidad de origen fue puesta en duda por muchos países.
En esta situación, el nuevo presidente Xi Jinping recibió en el plazo de cuatro meses al entonces presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, al vicepresidente Jorge Arreaza y al discutido presidente electo Nicolás Maduro. En 2014, además de elevar la relación bilateral a Asociación Estratégica Integral, Xi renovó en los siguientes dos años el FCCV, lo que proporcionó a Maduro otros 14.000 millones de dólares. Esta ayuda económica se mantuvo inalterable hasta que la crisis venezolana, fuertemente vinculada con la caída en la industria petrolera nacional, hizo que China se mostrase más escéptica a entregar nuevas ayudas económicas.
A pesar de la ralentización del financiamiento y la crisis interna que comenzaba a padecer el país suramericano, Pekín siguió respaldando políticamente al gobierno bolivariano. En 2016 China accedió a renegociar parte de la deuda bilateral, otorgando a Venezuela un período de gracia de dos años para poner en pausa el pago de capital e intereses. Este acuerdo permitió a Caracas maniobrar financieramente hasta que las sanciones estadounidenses de 2017 y 2019 dificultaron de nuevo la situación.
En las elecciones presidenciales de 2018 China decidió lanzar un nuevo salvavidas a su aliado. Maduro se reeligió alterando las normas democráticas del país, lo que llevó a que la oposición y buena parte de la comunidad internacional declarasen fraudulentos los comicios. No obstante, uno de los primeros países en felicitar a Maduro fue China, uniéndose a un reducido grupo de 14 países. Y, en 2019, cuando el entonces presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, lanzó un órdago al líder oficialista y se declaró presidente interino, China siguió reconociendo a Maduro; pese a que supuestamente hubo reuniones entre funcionarios chinos y el equipo de Guaidó.
De igual forma, Pekín hizo uso de su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para bloquear una resolución que reconocía a Guaidó como presidente legítimo de Venezuela. En marzo de 2019 China bloqueó la designación del economista Ricardo Haussman como representante venezolano ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) a propuesta de Guaidó.
En clave económica, China apoyó al gobierno venezolano a colocar su petróleo en el mercado chino entre 2020 y 2023, cuando estaba vigente el embargo petrolero decretado por EEUU contra Venezuela. Según fuentes periodísticas, la empresa China Aerospace Science and Industry Corp (CASIC) trasladó el petróleo venezolano a suelo chino. Con esta acción Pekín evitó que la empresa estatal China National Petroleum Corporation (CNPC), la inicialmente encargada de transportar el crudo venezolano, fuese sancionada por EEUU.
Por otro lado, en el contexto de la pandemia el apoyo político se expresó a través de la llamada “diplomacia médica”. El gobierno chino envió a Venezuela 110 toneladas de material médico, un millón de kits de pruebas PCR, ocho millones de máscaras y dos millones de guantes, además de vacunas y otras donaciones. Este apoyo coincidió con las repetidas solicitudes de la Administración Maduro para la liberación de fondos de la República retenidos por EEUU y otros países occidentales como medida de presión política en favor de Juan Guaidó.
El apoyo político y económico de China al gobierno de Maduro fue correspondido por Caracas en todos los ámbitos posibles. La Cancillería de Maduro apoyó sin titubear todas y cada una de las causas relevantes de política exterior de China; entre ellas, el principio de «Una Sola China», que reconoce a Taiwán como parte inalienable de China; la Ley de Seguridad de Hong Kong; las disputas territoriales en el Mar del Sur de China; o las críticas desde EEUU por los abusos de derechos humanos en Xinjiang y contra la comunidad uigur. El incondicional apoyo de Maduro y la protección coyuntural de China demuestra que la base de la relación entre ambos responde a un cálculo político mutuo, basado en los intereses estratégicos de cada parte.
Maduro, China y las elecciones presidenciales 2024
En la actual campaña presidencial de Venezuela, China ha vuelto a ser un jugador clave en la estrategia de Maduro en su pretensión de continuar seis años más en el poder. En la reciente visita de Maduro a Pekín, en 2023, Pekín decidió profundizar una vez más la relación bilateral, elevándola al rango de Asociación Estratégica a Todo Tiempo. Con ello, el modelo de cooperación sino-venezolano incorpora una nueva dinámica basada en acuerdos comerciales en rubros distintos al petróleo y dando protagonismo a actores subnacionales (alcaldes o gobernadores) y ministeriales.
Maduro defiende así su idea de acabar con el modelo rentista petrolero que ha predominado a lo largo del último siglo en Venezuela, en especial durante los 25 años de gobiernos bolivarianos. De acuerdo con los discursos del hijo del presidente, Nicolás Maduro Guerra, actual presidente del Grupo de Amistad Parlamentario China-Venezuela, el objetivo es emular a China y tomar como ejemplo el modelo chino para avanzar hacia una nueva etapa de desarrollo económico. Esta intención del oficialismo se encauzaría a través de la promoción de las hasta ahora fallidas Zonas Económicas Especiales.
En campaña, Maduro ha reiterado en diversas ocasiones la importancia del apoyo chino para su gestión en 2024-2030. Ha prometido la construcción de plantas eléctricas y otras obras con capital chino, pero también ha mencionado a China como uno de los países aliados para garantizar su seguridad en caso de que se desate un conflicto social con la oposición. También ha mencionado que su gobierno aspira a ser miembro pleno de los BRICS, el grupo de países emergentes entre los que China es el más poderoso. El recurso de los BRICS como estrategia electoral ya fue utilizado, fallidamente, por el expresidente argentino Alberto Fernández, quien pensó que esto ayudaría a la candidatura de su delfín Sergio Massa.
Desde el lado chino, los deseos y las acciones de Maduro han sido plenamente correspondidos. A mediados del mes de marzo, cuando planeaba la posibilidad de que Maduro, con ayuda del Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE), bloqueara la candidatura de la opositora Plataforma Unitaria, Pekín salió a respaldar al sistema electoral venezolano. Y no sólo eso: también pidió al gobierno de Estados Unidos que “evitara la interferencia” en los asuntos venezolanos. En junio, el portavoz de la Cancillería china cuestionó el “despojo” al que estaba siendo sometido Venezuela por parte de EEUU, a raíz de la “incautación” de la filial de PDVSA, CITGO Corp. Alocuciones ambas que evidenciaron un mensaje más directo de apoyo a Venezuela.
Desmontando el mito de la potencia neutral
La China actual se posiciona ante la comunidad internacional como una potencia neutral, abrazando el principio de no injerencia en los asuntos internos de terceros Estados. No obstante, este razonamiento puede cuestionarse en base a su relación con la Venezuela Chavista-Madurista. En general, el incondicional apoyo político, diplomático y económico ofrecido por Pekín ha sido clave para mantener en el poder a un régimen que, dicho sea de paso, no comparte los principios de la democracia liberal representativa y que ensalza las bondades del modelo de desarrollo chino.
La relación China-Venezuela arroja conclusiones claras. Primero, ambas partes consideran su relación como una prioridad estratégica, en especial Venezuela, que ve en China a un aliado con el que confrontar a EEUU. Segundo, el vínculo bilateral se ha manifestado en diferentes ámbitos (económico, diplomático, cultural, militar, etc.), pero es fundamentalmente político. Tercero, Pekín ha sido clave en las victorias electorales del oficialismo, tanto en las ayudas económicas ofrecidas a Chávez como en el apoyo dado en momentos en que la legitimidad de Maduro fue puesta en duda.
Por tanto, hay pocas dudas de que China prefiere que Maduro continúe en el poder, sobre todo porque ello le aseguraría el mantenimiento de un aliado incondicional en medio de una disputa geopolítica mucho más grande e importante con Estados Unidos, tanto en el continente americano como en el espacio asiático.
Lo anterior no excluye que el gobierno chino pueda, llegado el caso, desarrollar relaciones normales con un gobierno de la oposición venezolana, hoy encabezada por Edmundo González Urrutia y María Corina Machado. Las experiencias de Brasil con Bolsonaro o Argentina con Milei han mostrado como Pekín puede, efectivamente, mantener su presencia e influencia en países donde se ha producido un giro político hacia la derecha ideológica. Pero desde el inicio del nuevo milenio, han sido los gobiernos de la izquierda autoritaria los que han favorecido su avance para alcanzar sus intereses estratégicos.
Yan Xuetong, académico chino, explicaba que los hacedores de política de la República Popular actúan en política exterior de acuerdo con una escala de preferencias estratégicas. Vistos los últimos 25 años en Venezuela, podemos intuir que, para China, la continuidad de Nicolás Maduro al frente del gobierno se encuentra a una escala superior de preferencias a que sea Edmundo González Urrutia el que llegue al poder e inicie una transición política. Es por todo ello que es preciso desmentir la idea de una China neutral en los asuntos venezolanos; y, al contrario, saber que este país asiático procurará ampliar tanto como sea posible sus espacios de influencia.