Prensa
El neo-fujimorismo viene marchando
Fuente: Perfil (Argentina)
Ricardo Lopez Göttig*
El 5 de abril de 1992, el entonces presidente del Perú, Alberto Fujimori, disolvió el Congreso en un autogolpe que despertó la genuina indignación de los demócratas del continente americano, pero que le brindó gran popularidad en su país. En el siglo XXI se ha puesto de moda el neofujimorismo: los presidentes neopopulistas que están surgiendo por las urnas están recurriendo en forma abierta o solapada a disposiciones para reducir o eliminar a los Congresos de sus respectivos países, acallando a quienes tienen como uno de sus roles fundamentales el control de las acciones del Poder Ejecutivo. Los neofujimoristas tienen el mismo discurso de "limpieza" que su mentor: descreen del sistema de partidos políticos, del Parlamento, del debate democrático y proponen soluciones rápidas, simples y efectistas.
El neofujimorismo viene encarnado por la oleada de nuevos presidentes que dicen ser de izquierda, pero que no sólo no logran definir qué entienden por socialismo, sino que además tienen un tufillo que recuerda al histriónico estilo de Benito Mussolini. El venezolano Hugo Chávez tiene la potestad de legislar por un año y medio, tras la delegación que le hizo el Congreso. El ecuatoriano Rafael Correa ha logrado la destitución de parlamentarios opositores. El nicaragüense Daniel Ortega también acaricia el proyecto de cambio del texto constitucional contemplando la creación de "asambleas del poder popular" que disminuirían las atribuciones del Parlamento.
La fantasía del "hombre fuerte", del "líder providencial", sigue cautivando a muchos latinoamericanos, como si las experiencias pasadas no hubieran acabado en fracaso. La fragilidad institucional, la inseguridad jurídica y la concentración del poder presidencial son los síntomas de sociedades en las que predomina una lógica plebiscitaria del "sí" o el "no" en términos absolutos, que anula el pluralismo. Y esto, en medida considerable, es resultado de la baja calidad de los liderazgos democráticos en la región, no sólo fallidos en la gestión sino que tampoco se han preocupado en transmitir los valores republicanos a los sectores sociales más receptivos al discurso paternalista autoritario.
*Director de la carrera de Ciencia Política de la Universidad de Belgrano e Investigador Asociado de CADAL
Fuente: Diario Parfil, domingo 29 de abril de 2007.
http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0174/articulo.php?art=922&ed=0174
Perfil (Argentina)
Ricardo Lopez Göttig*
El 5 de abril de 1992, el entonces presidente del Perú, Alberto Fujimori, disolvió el Congreso en un autogolpe que despertó la genuina indignación de los demócratas del continente americano, pero que le brindó gran popularidad en su país. En el siglo XXI se ha puesto de moda el neofujimorismo: los presidentes neopopulistas que están surgiendo por las urnas están recurriendo en forma abierta o solapada a disposiciones para reducir o eliminar a los Congresos de sus respectivos países, acallando a quienes tienen como uno de sus roles fundamentales el control de las acciones del Poder Ejecutivo. Los neofujimoristas tienen el mismo discurso de "limpieza" que su mentor: descreen del sistema de partidos políticos, del Parlamento, del debate democrático y proponen soluciones rápidas, simples y efectistas.
El neofujimorismo viene encarnado por la oleada de nuevos presidentes que dicen ser de izquierda, pero que no sólo no logran definir qué entienden por socialismo, sino que además tienen un tufillo que recuerda al histriónico estilo de Benito Mussolini. El venezolano Hugo Chávez tiene la potestad de legislar por un año y medio, tras la delegación que le hizo el Congreso. El ecuatoriano Rafael Correa ha logrado la destitución de parlamentarios opositores. El nicaragüense Daniel Ortega también acaricia el proyecto de cambio del texto constitucional contemplando la creación de "asambleas del poder popular" que disminuirían las atribuciones del Parlamento.
La fantasía del "hombre fuerte", del "líder providencial", sigue cautivando a muchos latinoamericanos, como si las experiencias pasadas no hubieran acabado en fracaso. La fragilidad institucional, la inseguridad jurídica y la concentración del poder presidencial son los síntomas de sociedades en las que predomina una lógica plebiscitaria del "sí" o el "no" en términos absolutos, que anula el pluralismo. Y esto, en medida considerable, es resultado de la baja calidad de los liderazgos democráticos en la región, no sólo fallidos en la gestión sino que tampoco se han preocupado en transmitir los valores republicanos a los sectores sociales más receptivos al discurso paternalista autoritario.
*Director de la carrera de Ciencia Política de la Universidad de Belgrano e Investigador Asociado de CADAL
Fuente: Diario Parfil, domingo 29 de abril de 2007.
http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0174/articulo.php?art=922&ed=0174