Prensa
El IV Foro Atlántico / Nota III de IV
Europa y los nuevos desafíos que plantea la inmigración
Fuente: La Nación (Argentina)
La falta de integración suele derivar en conflictos e incluso hechos de violencia
MADRID.- Cuando lo observé antes de las presentaciones, pensé que podía ser un porteño de Caballito o un bonaerense de Morón, sin ir más lejos; o un vecino de Río Gallegos, tal vez, para no ser menos que nadie, o de una localidad del Norte, vaya a saberse cuál. No, nada de eso. Era un miembro del Parlamento de Suecia, elegido por el Partido Liberal.
Se llama Mauricio Rojas y, como muchos Rojas, chileno de nacimiento. Habló en el IV Foro Atlántico sobre democracia y libertad a propósito del gran fenómeno inmigratorio contemporáneo y de la Europa multiétnica. Se llevó, al concluir, algunos de los aplausos más sonoros del encuentro. A ningún orador saludó después con más entusiasmo Mario Vargas Llosa, presidente de la Fundación Internacional para la Libertad, que organizó este diálogo entre políticos, intelectuales, empresarios y periodistas de Europa y América.
Rojas se exilió en Europa a raíz de la dictadura de Pinochet. Ha escrito más de una docena de libros sobre desarrollo económico, inmigración e integración, traducidos a varios idiomas. Se han editado en español por lo menos varios de ellos, con los sellos CADAL y Distal. Es decir, en Buenos Aires, con la que algo tenía que ver, al fin, y con la Argentina, como que ha estudiado la crisis de comienzos del siglo XXI en un trabajo reconocido en ámbitos académicos europeos.
La inmigración está cambiando a Europa, pero la globalización está cambiando los datos de la inmigración, advierte Rojas. Esa inmigración ha profundizado los desafíos de la modernidad y ha llevado, dice, a la distopía de una sociedad sin comunidad y a diásporas y comunidades sin sociedad.
¿Qué significa para el lector todo eso? Uno de los abuelos de Rojas, valenciano, dejó un día España para emigrar a Chile. Enfaticemos con él: dejó España. ¿Pero acaso han "dejado" Irán los iraníes que viven en Suecia? ¿Cómo podría decirse que esos inmigrantes han cerrado un pasado de igual modo como lo hicieron los europeos que se trasladaron a América, como nuestros abuelos y bisabuelos? ¿Cómo podría decirse que aquellos otros inmigrantes participan de un proceso equivalente cuando prescinden, por ejemplo, de cualquier imagen y voz de un canal en sueco o en otras lenguas dominantes en Europa y sólo tienen ojos y oídos, durante horas y horas por día, para las frecuencias que llegan desde Teherán?
Iraníes, pero como punto de referencia de un nuevo fenómeno, porque podría hablarse en la Europa actual de una situación similar en relación con los miembros de corrientes inmigratorias de otras nacionalidades. Así no hay asimilación posible, dice Rojas; así no se construyeron los Estados Unidos, decimos por nuestra parte, del que se ha hecho notar que fue en su tiempo un verdadero cementerio de toda lengua fuera del inglés.
He ahí un nuevo gran problema para Europa, porque así no sólo no hay asimilación, sino tampoco multiculturalismo, en el sentido de una convivencia enriquecida por la diversidad compartida de conocimientos, de sensibilidades, de valores. Es lo que explica Rojas. Por el contrario, de aquella manera asoma el conflicto, que de pronto estalla en calles, escuelas.
Rojas apela a una idea gastronómica, propia de una inmigración notable en países como los Estados Unidos y la Argentina: la de los italianos. Es la idea redonda de la pizza. La pizza tiene un componente básico, que es la masa, y una diversidad ulterior, según lo que se tenga más a mano: queso, tomate, aceitunas, aceite, anchoas Rojas propone comenzar por la base común en cualquier sociedad: el conocimiento de las leyes, primero; adentrarse en su espíritu, después; seguir con el idioma y la historia
Estamos, en realidad, en los albores de una nueva etapa: la de la renovada irrupción del islam en Europa sin que nadie sepa decirnos cómo ha de concluir esto, precisamente porque se está en un período de transición y por entero novedoso.
Más regiones en problemas
Pero no es Europa la única región en problemas, dirá más tarde Miguel Angel Cortés, que ha sido secretario de Estado de Cultura y secretario de Estado para la Cooperación Internacional y para América latina. Observa que con sólo dos lenguas verdaderamente dominantes en su inmensa geografía, ese mundo está sin comunicación terrestre en alguna entre Colombia y Panamá; con las dificultades que son notorias en el Mercosur, desde la incorporación discutible de Venezuela y con Castro como testigo, y con la controversia inverosímil en el Río de la Plata por las papeleras sobre las cuales dos gobiernos han demostrado incapacidad para diseñar políticas comunes.
No es que Europa sea ajena a las dolencias de América latina. El señor Cortés se queja de que la mitad del Parlamento europeo -"mitad que no se dejaría gobernar por alguien como Evo Morales"- ha recibido con simpatías al presidente de Bolivia. Y se queja de que el presidente de Colombia, Alvaro Uribe, que ha contribuido como el que más entre sus antecesores a mantener la democracia en su país a pesar de cuarenta años de guerrillas, deba sufrir humillaciones por parte de Europa y de los Estados Unidos.
En tren de protestas, Cortés no suelta presa ni con los correligionarios de la derecha democrática que acaba de llegar al poder en Francia. Porque ha sido llegar al Elíseo y porfiar el gobierno de Sarkozy en una política agraria de subsidios que daña, afirma, a los consumidores, contribuyentes y productores europeos, arruina al campo de los países en desarrollo y satisface, justamente, "a los sectores más reaccionarios de los Estados Unidos, que son los sindicatos".
Sin embargo, no hay, en el término justo de la palabra, una "opinión europea" que se ocupe de estas cuestiones. Hay una suma de opiniones nacionales dentro de la Unión Europea y acaso esto sea lo mejor. Cortés comparte ese punto de vista: la movilización de una opinión nacional es, todavía, la vía más apta para evitar susceptibilidades en la introducción de reformas necesarias sobre monopolios, sobre lo que fuere.
Para hablar de problemas europeos pocos oradores más dramáticos que los italianos, como Alberto Mingardi, director del Instituto Bruno Leoni. Anotemos lo que dijo: a este paso, si Europa no aumenta su tasa de natalidad, en 2057 habrá disminuido su población en 50 millones de habitantes. O, si se prefiere hablar de envejecimiento, en 2050, el 61 por ciento de la población activa de Europa tendrá más de 65 años de edad, con lo cual los nativos deberán alistarse para jubilaciones bastante más tardías.
Sobre la cuestión demográfica volvería a su turno el ex ministro de Defensa de Italia y ex presidente de la Sociedad Mont Pelerin, un templo académico consagrado a las libertades económicas. Previno sobre lo siguiente: "Treinta países europeos, con sus tasas de nacimiento del 1,5 por ciento, se están muriendo. Calculen ustedes la situación de Italia, cuya tasa es del 1,28 por ciento".
Martino no olvidó su especialización en temas de defensa. Dentro de trece años, en 2020, habrá en el mundo 1000 millones de hombres con 20 años de edad y en condiciones de combatir. Sólo 65 millones serán europeos. Este ex ministro de Silvio Berlusconi abogó por una política en la que cada país asuma su propio papel en materia de defensa, porque la libertad no significa nada sin paz. ¿Qué hacer con el terrorismo? "Sí, ya sé. Dicen que el terrorismo no puede definirse -se atajó Martino-. A eso contesto que también puede ser difícil definir un elefante, y sin embargo lo vemos, como vemos al terrorismo".
Por José Claudio Escribano
Enviado especial
Fuente: Diario La Nación (Buenos Aires)
La Nación (Argentina)
La falta de integración suele derivar en conflictos e incluso hechos de violencia
MADRID.- Cuando lo observé antes de las presentaciones, pensé que podía ser un porteño de Caballito o un bonaerense de Morón, sin ir más lejos; o un vecino de Río Gallegos, tal vez, para no ser menos que nadie, o de una localidad del Norte, vaya a saberse cuál. No, nada de eso. Era un miembro del Parlamento de Suecia, elegido por el Partido Liberal.
Se llama Mauricio Rojas y, como muchos Rojas, chileno de nacimiento. Habló en el IV Foro Atlántico sobre democracia y libertad a propósito del gran fenómeno inmigratorio contemporáneo y de la Europa multiétnica. Se llevó, al concluir, algunos de los aplausos más sonoros del encuentro. A ningún orador saludó después con más entusiasmo Mario Vargas Llosa, presidente de la Fundación Internacional para la Libertad, que organizó este diálogo entre políticos, intelectuales, empresarios y periodistas de Europa y América.
Rojas se exilió en Europa a raíz de la dictadura de Pinochet. Ha escrito más de una docena de libros sobre desarrollo económico, inmigración e integración, traducidos a varios idiomas. Se han editado en español por lo menos varios de ellos, con los sellos CADAL y Distal. Es decir, en Buenos Aires, con la que algo tenía que ver, al fin, y con la Argentina, como que ha estudiado la crisis de comienzos del siglo XXI en un trabajo reconocido en ámbitos académicos europeos.
La inmigración está cambiando a Europa, pero la globalización está cambiando los datos de la inmigración, advierte Rojas. Esa inmigración ha profundizado los desafíos de la modernidad y ha llevado, dice, a la distopía de una sociedad sin comunidad y a diásporas y comunidades sin sociedad.
¿Qué significa para el lector todo eso? Uno de los abuelos de Rojas, valenciano, dejó un día España para emigrar a Chile. Enfaticemos con él: dejó España. ¿Pero acaso han "dejado" Irán los iraníes que viven en Suecia? ¿Cómo podría decirse que esos inmigrantes han cerrado un pasado de igual modo como lo hicieron los europeos que se trasladaron a América, como nuestros abuelos y bisabuelos? ¿Cómo podría decirse que aquellos otros inmigrantes participan de un proceso equivalente cuando prescinden, por ejemplo, de cualquier imagen y voz de un canal en sueco o en otras lenguas dominantes en Europa y sólo tienen ojos y oídos, durante horas y horas por día, para las frecuencias que llegan desde Teherán?
Iraníes, pero como punto de referencia de un nuevo fenómeno, porque podría hablarse en la Europa actual de una situación similar en relación con los miembros de corrientes inmigratorias de otras nacionalidades. Así no hay asimilación posible, dice Rojas; así no se construyeron los Estados Unidos, decimos por nuestra parte, del que se ha hecho notar que fue en su tiempo un verdadero cementerio de toda lengua fuera del inglés.
He ahí un nuevo gran problema para Europa, porque así no sólo no hay asimilación, sino tampoco multiculturalismo, en el sentido de una convivencia enriquecida por la diversidad compartida de conocimientos, de sensibilidades, de valores. Es lo que explica Rojas. Por el contrario, de aquella manera asoma el conflicto, que de pronto estalla en calles, escuelas.
Rojas apela a una idea gastronómica, propia de una inmigración notable en países como los Estados Unidos y la Argentina: la de los italianos. Es la idea redonda de la pizza. La pizza tiene un componente básico, que es la masa, y una diversidad ulterior, según lo que se tenga más a mano: queso, tomate, aceitunas, aceite, anchoas Rojas propone comenzar por la base común en cualquier sociedad: el conocimiento de las leyes, primero; adentrarse en su espíritu, después; seguir con el idioma y la historia
Estamos, en realidad, en los albores de una nueva etapa: la de la renovada irrupción del islam en Europa sin que nadie sepa decirnos cómo ha de concluir esto, precisamente porque se está en un período de transición y por entero novedoso.
Más regiones en problemas
Pero no es Europa la única región en problemas, dirá más tarde Miguel Angel Cortés, que ha sido secretario de Estado de Cultura y secretario de Estado para la Cooperación Internacional y para América latina. Observa que con sólo dos lenguas verdaderamente dominantes en su inmensa geografía, ese mundo está sin comunicación terrestre en alguna entre Colombia y Panamá; con las dificultades que son notorias en el Mercosur, desde la incorporación discutible de Venezuela y con Castro como testigo, y con la controversia inverosímil en el Río de la Plata por las papeleras sobre las cuales dos gobiernos han demostrado incapacidad para diseñar políticas comunes.
No es que Europa sea ajena a las dolencias de América latina. El señor Cortés se queja de que la mitad del Parlamento europeo -"mitad que no se dejaría gobernar por alguien como Evo Morales"- ha recibido con simpatías al presidente de Bolivia. Y se queja de que el presidente de Colombia, Alvaro Uribe, que ha contribuido como el que más entre sus antecesores a mantener la democracia en su país a pesar de cuarenta años de guerrillas, deba sufrir humillaciones por parte de Europa y de los Estados Unidos.
En tren de protestas, Cortés no suelta presa ni con los correligionarios de la derecha democrática que acaba de llegar al poder en Francia. Porque ha sido llegar al Elíseo y porfiar el gobierno de Sarkozy en una política agraria de subsidios que daña, afirma, a los consumidores, contribuyentes y productores europeos, arruina al campo de los países en desarrollo y satisface, justamente, "a los sectores más reaccionarios de los Estados Unidos, que son los sindicatos".
Sin embargo, no hay, en el término justo de la palabra, una "opinión europea" que se ocupe de estas cuestiones. Hay una suma de opiniones nacionales dentro de la Unión Europea y acaso esto sea lo mejor. Cortés comparte ese punto de vista: la movilización de una opinión nacional es, todavía, la vía más apta para evitar susceptibilidades en la introducción de reformas necesarias sobre monopolios, sobre lo que fuere.
Para hablar de problemas europeos pocos oradores más dramáticos que los italianos, como Alberto Mingardi, director del Instituto Bruno Leoni. Anotemos lo que dijo: a este paso, si Europa no aumenta su tasa de natalidad, en 2057 habrá disminuido su población en 50 millones de habitantes. O, si se prefiere hablar de envejecimiento, en 2050, el 61 por ciento de la población activa de Europa tendrá más de 65 años de edad, con lo cual los nativos deberán alistarse para jubilaciones bastante más tardías.
Sobre la cuestión demográfica volvería a su turno el ex ministro de Defensa de Italia y ex presidente de la Sociedad Mont Pelerin, un templo académico consagrado a las libertades económicas. Previno sobre lo siguiente: "Treinta países europeos, con sus tasas de nacimiento del 1,5 por ciento, se están muriendo. Calculen ustedes la situación de Italia, cuya tasa es del 1,28 por ciento".
Martino no olvidó su especialización en temas de defensa. Dentro de trece años, en 2020, habrá en el mundo 1000 millones de hombres con 20 años de edad y en condiciones de combatir. Sólo 65 millones serán europeos. Este ex ministro de Silvio Berlusconi abogó por una política en la que cada país asuma su propio papel en materia de defensa, porque la libertad no significa nada sin paz. ¿Qué hacer con el terrorismo? "Sí, ya sé. Dicen que el terrorismo no puede definirse -se atajó Martino-. A eso contesto que también puede ser difícil definir un elefante, y sin embargo lo vemos, como vemos al terrorismo".
Por José Claudio Escribano
Enviado especial
Fuente: Diario La Nación (Buenos Aires)