Artículos
Monitoreo de la gobernabilidad democrática
Los ''dueños'' de la democracia
Hasta los políticos que se proclaman ''nuevos'', son ''dueños'' que deciden a su antojo las alianzas electorales, las fórmulas presidenciales y las listas de diputados y senadores, cobijándose en un sistema proteccionista que ampara su oligopolio de la representación.Por Ricardo López Göttig
El Banco Hipotecario argentino lanzó una audaz y pegadiza campaña publicitaria para otorgar créditos, en el que enfatiza el sueño de muchos ciudadanos de convertirse en “dueños”. La posibilidad de que más argentinos sean propietarios democratiza aún más la sociedad, pero no es esto lo que ocurre en el interior de los partidos políticos.
Al repiqueteo de cacerolas, miles de argentinos se lanzaron a las calles a fines del 2001 reclamando por su derecho de propiedad vulnerado, a la par que reclamaban “que se fueran todos”. No sólo no se fueron los políticos tradicionales que fueron responsables de la debacle económica de ese año, sino que se afianzó un curioso derecho de propiedad que favoreció su permanencia en el escenario público: se transformaron en “dueños” de sus partidos. El afiliado, ese ciudadano al que en el decenio de los ochenta se invitaba a sufragar y participar internamente durante el retorno a la vida democrática, se convirtió en un mero espectador al que se lo llama para fiscalizar el día de los comicios generales, pero de ningún modo para ejercitar la democracia interna para elegir a sus candidatos.
Hasta los políticos que se proclaman “nuevos”, son “dueños” que deciden a su antojo las alianzas electorales, las fórmulas presidenciales y las listas de diputados y senadores, cobijándose en un sistema proteccionista que ampara su oligopolio de la representación. El ciudadano común no tiene elección, ya que hasta se derogó a hurtadillas y por consenso de varias fuerzas políticas con representación parlamentaria, el proceso de las “internas abiertas”. Estos “dueños” no tienen ninguna obligación de rendir cuentas a sus afiliados ni a la ciudadanía en general. Pueden cambiar el contenido de su discurso, las lealtades en sus alianzas, y hasta la pertenencia a una bancada legislativa. Y así es como se aleja aún más la necesidad de un cambio cívico desde el interior de los partidos, ya que dejan de canalizar las demandas de la sociedad e imposibilitan el surgimiento de nuevos liderazgos que fortalezcan la democracia. Sin embargo, estos “dueños” un buen día descubrirán que sus feudos están vacíos, que los partidos de los que se apropiaron nada valen y que en las urnas serán desplazados por genuinos demócratas que respetan y representan al Soberano.
Ricardo López Göttig es Director de la Licenciatura en Ciencia Política de la Universidad de Belgrano, e investigador asociado de CADAL y la Fundación Hayek.
Ricardo López GöttigDirector del Instituto Václav Havel
Profesor y Doctor en Historia, egresado de la Universidad de Belgrano y de la Universidad Karlova de Praga (República Checa), respectivamente. Doctorando en Ciencia Política. Es profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad de Belgrano, y profesor en las maestrías en Relaciones Internacionales de la UB y de la Universidad del Salvador. Fue profesor visitante en la Universidad Torcuato Di Tella, en la Universidad ORT Uruguay y en la Universidad de Pavía (Italia). Autor de los libros “Origen, mitos e influencias del antisemitismo en el mundo” (2019) y “Milada Horáková. Defensora de los derechos humanos y víctima de los totalitarismos” (2020), ambos publicados por CADAL y la Fundación Konrad Adenauer, entre otros. Fue Director de Museos y Preservación Patrimonial de la Provincia de Buenos Aires (2015-2019).
El Banco Hipotecario argentino lanzó una audaz y pegadiza campaña publicitaria para otorgar créditos, en el que enfatiza el sueño de muchos ciudadanos de convertirse en “dueños”. La posibilidad de que más argentinos sean propietarios democratiza aún más la sociedad, pero no es esto lo que ocurre en el interior de los partidos políticos.
Al repiqueteo de cacerolas, miles de argentinos se lanzaron a las calles a fines del 2001 reclamando por su derecho de propiedad vulnerado, a la par que reclamaban “que se fueran todos”. No sólo no se fueron los políticos tradicionales que fueron responsables de la debacle económica de ese año, sino que se afianzó un curioso derecho de propiedad que favoreció su permanencia en el escenario público: se transformaron en “dueños” de sus partidos. El afiliado, ese ciudadano al que en el decenio de los ochenta se invitaba a sufragar y participar internamente durante el retorno a la vida democrática, se convirtió en un mero espectador al que se lo llama para fiscalizar el día de los comicios generales, pero de ningún modo para ejercitar la democracia interna para elegir a sus candidatos.
Hasta los políticos que se proclaman “nuevos”, son “dueños” que deciden a su antojo las alianzas electorales, las fórmulas presidenciales y las listas de diputados y senadores, cobijándose en un sistema proteccionista que ampara su oligopolio de la representación. El ciudadano común no tiene elección, ya que hasta se derogó a hurtadillas y por consenso de varias fuerzas políticas con representación parlamentaria, el proceso de las “internas abiertas”. Estos “dueños” no tienen ninguna obligación de rendir cuentas a sus afiliados ni a la ciudadanía en general. Pueden cambiar el contenido de su discurso, las lealtades en sus alianzas, y hasta la pertenencia a una bancada legislativa. Y así es como se aleja aún más la necesidad de un cambio cívico desde el interior de los partidos, ya que dejan de canalizar las demandas de la sociedad e imposibilitan el surgimiento de nuevos liderazgos que fortalezcan la democracia. Sin embargo, estos “dueños” un buen día descubrirán que sus feudos están vacíos, que los partidos de los que se apropiaron nada valen y que en las urnas serán desplazados por genuinos demócratas que respetan y representan al Soberano.
Ricardo López Göttig es Director de la Licenciatura en Ciencia Política de la Universidad de Belgrano, e investigador asociado de CADAL y la Fundación Hayek.