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Elecciones presidenciales en guatemala: todos contra el FRG
''Yo soy Guatemala'', reza impune el slogan del General Efraín Ríos Montt, desde hace unos días confirmado como candidato presidencial del partido oficialista Frente Republicano Guatemalteco (FRG) por un controvertido fallo de la Corte de Constitucionalidad de ese país. Cuando tan sólo faltan tres meses para la primera vuelta electoral presidencial, prevista para el 9 de noviembre próximo, la oposición –que hoy aglutina a la mayoría de los partidos políticos, representantes de grupos de derechos humanos y de movimientos sociales, sector empresarial, y ciudadanos– se ha unido en rechazo a la inscripción del ex presidente de facto.
Por Andrea Kobilsky
"Llegar a la Presidencia es como llegar a la Isla del Tesoro. Aunque te expulsen de la isla, nunca dejarás de añorarla. Quieres volver a ella, aunque todos, incluyéndote a ti mismo, te digan que no", de La Silla del Aguila, Carlos Fuentes.
"Yo soy Guatemala", reza impune el slogan del General Efraín Ríos Montt, desde hace unos días confirmado como candidato presidencial del partido oficialista Frente Republicano Guatemalteco (FRG) por un controvertido fallo de la Corte de Constitucionalidad de ese país. Cuando tan sólo faltan tres meses para la primera vuelta electoral presidencial, prevista para el 9 de noviembre próximo, la oposición -que hoy aglutina a la mayoría de los partidos políticos, representantes de grupos de derechos humanos y de movimientos sociales, sector empresarial, y ciudadanos- se ha unido en rechazo a la inscripción del ex presidente de facto. El Frente Cívico por la Democracia -tal es el nombre que han elegido para defender el estado de Derecho y garantizar la transparencia del proceso electoral -le responde desafiante a Ríos Montt, "Guatemala somos todos".
El artículo 186 de la Constitución Nacional, que desde 1990 se interpone como principal obstáculo a las repetidas ambiciones presidenciales de Ríos Montt, establece que "no podrán optar al cargo de presidente o vicepresidente... el caudillo ni los jefes de un golpe de estado, revolución armada o movimiento similar, que haya alterado el orden constitucional, ni quienes como consecuencia de tales hechos asuman la jefatura de gobierno".
La inhibición constitucional que pesa sobre Ríos Montt se remonta a su participación en el golpe de estado que el 23 de marzo de 1982 derrocó al gobierno militar del General Romeo Lucas García. Ríos Montt gobernó el país como presidente de facto durante un año y medio, hasta que fue destituido por otro golpe interno en agosto de 1983, cuando se hicieron evidentes la pérdida de control del ejército en el campo y las ambiciones personales del General de perpetuarse en el cargo.
Durante su breve paso por el poder, Ríos Montt lideró la campaña contrainsurgente de pacificación, un plan estratégico que decidió emprender el ejército con el objetivo de recuperar a la población indígena de la influencia de la guerrilla. El plan, calificado por el General con el nombre Fusiles y Frijoles y posteriormente rebautizado como Techo, Trabajo y Tortilla, simbolizaba la implantación de la estrategia del 30/70. Esto es, el 30 por ciento del esfuerzo del Estado debía estar orientado a matar a los rebeldes, y el 70 por ciento del esfuerzo restante debía concentrarse en suministrar comida y techo a los sobrevivientes. "Se atrapan más moscas con miel que con hiel", justificaría años después un Coronel partícipe de aquel gobierno en defensa de la estrategia elegida.
Esta convivencia planificada entre tortura y matanzas sistemáticas por un lado, con acción cívica y operaciones psicológicas por el otro, fue el rasgo distintivo del régimen de Ríos Montt. En sus sermones dominicales televisivos, el General predicador -miembro de la Iglesia evangélica del Verbo- arengaba a favor de "la extirpación quirúrgica del mal existente en Guatemala".
Desde el retorno a la democracia en 1986, Ríos Montt apeló a la justicia en repetidas ocasiones con el objetivo de sortear las trabas constitucionales que le impedían competir como candidato presidencial en elecciones libres y competitivas. En 1990, luego de una batalla legal que hizo peligrar la estabilidad política e institucional de Guatemala en plena campaña electoral, la Corte de Constitucionalidad finalmente denegó su postulación. Ríos Montt, que lideraba las encuestas por ese entonces, llamó a la ciudadanía a votar por él de todas maneras, y amenazó con declarar fraude si no ganaba los comicios.
En 1995, cuando su candidatura volvió a ser rechazada, el General designó a Alfonso Portillo como candidato presidencial del FRG, el partido que Ríos Montt había formado para competir en los anteriores comicios cinco años antes. Si bien Portillo obtuvo el 22 por ciento de los votos en la primera vuelta, ese porcentaje le alcanzó para quedar en segundo lugar, y acceder a la segunda vuelta electoral. Álvaro Arzú, el candidato del Partido de Avanzada Nacional (PAN) fue electo presidente el 7 de enero de 1996, imponiéndose a Portillo con el 51,2 por ciento de los votos. Cuatro años más tarde, Portillo se presentó nuevamente como candidato presidencial del FRG, alzándose con la victoria en la segunda vuelta electoral con el 68,3 por ciento de los votos. Los eferregistas recuperaron también la mayoría en las elecciones legislativas de ese año, y Ríos Montt volvió a ocupar la presidencia del Congreso.
La presidencia de Alfonso Portillo ha sido la más cuestionada de los últimos diecisiete años en Guatemala, desde la restauración democrática. Según los datos de las últimas encuestas realizadas a nivel nacional, la imagen positiva de la gestión presidencial no supera hoy el 25 por ciento, mientras que el número de guatemaltecos que opinan que Portillo está haciendo las cosas mal o muy mal asciende al 80 por ciento. Los ciudadanos sienten que el actual gobierno no tiene un rumbo fijo, y le critican a Portillo el incumplimiento de las promesas electorales. La falta de seguridad, el alto costo de vida emparentado con desempleo y bajos salarios, y una corrupción que asciende a niveles alarmantes, son subrayados por los guatemaltecos como los principales problemas del país. En este contexto, Ríos Montt sigue siendo considerado como el verdadero artífice del poder en Guatemala detrás de un Portillo percibido como débil. Ambos líderes son hoy las figuras políticas peor evaluadas por los ciudadanos, con un 70 por ciento de opiniones negativas cada uno.
De ahí que el polémico fallo que la Corte de Constitucionalidad emitió el pasado 30 de julio a favor de Ríos Montt, que exige al Tribunal Supremo Electoral la inscripción del líder del FRG como candidato presidencial, haya desatado una gran polémica en el país. El repudio a la candidatura del General ha sido generalizado, y las principales fuerzas y figuras opositoras del país preparan unos meses de intensa campaña para combatir el abstencionismo y garantizar la transparencia de los comicios.
El temor de los candidatos, las organizaciones civiles y la comunidad internacional es que la estrategia de Ríos Montt sea incentivar la violencia para sembrar miedo en el electorado y así evitar la concurrencia masiva a las urnas el 9 de noviembre. Las manifestaciones de encapuchados partidarios del General que paralizaron a la capital el 28 y 29 de julio pasados -jornadas bautizadas por los medios como "jueves negro" y "viernes de luto" porque dejaron como saldo un periodista muerto-, son un ejemplo de este tipo de acciones atemorizantes.
Los partidarios de Ríos Montt saben que las circunstancias hoy son adversas para el General. Su intención de voto se mantiene en el 10 por ciento, y se ubica en el tercer lugar por debajo de Oscar Berger -candidato de la Alianza GANA y líder en todas las encuestas con una intención de voto de más de 40 puntos- y de Álvaro Colom -candidato de la UNE, y segundo favorito en los sondeos. El candidato del partido en el gobierno, que cuenta con importantes ventajas en materia de recursos y transportes para movilizar a los votantes a los centros de votación, sabe que se verá favorecido en las urnas si el abstencionismo es alto el día de los comicios.
El desafío para los líderes de la oposición es doble. Por un lado, deben alentar a los guatemaltecos a ejercer su derecho a votar masivamente y sin temor, enfatizando -principalmente entre mujeres, jóvenes e indígenas, los segmentos en los que tradicionalmente se registra el mayor abstencionismo -que cada voto pesa, y mucho, en esta elección. Por otro lado, deben estar preparados para controlar los votos el día de los comicios y vencer al fantasma del fraude que amenaza esta votación crucial en Guatemala. Nada más acertado que volver a Carlos Fuentes para tomar prestado el mensaje que la mayoría de los guatemaltecos le dedican por estos días a Ríos Montt. "Pues bien, señor ex presidente, ha llegado el momento de abandonar la Isla del Tesoro".
Andrea Kobilsky es Licenciada en Ciencias Políticas (Universidad de San Andrés, Argentina). Directora de proyectos de Felipe Noguera Consultores.
Andrea KobilskyLicenciada en Ciencias Políticas, Universidad de San Andrés. Directora de proyectos de Felipe Noguera Consultores.
"Llegar a la Presidencia es como llegar a la Isla del Tesoro. Aunque te expulsen de la isla, nunca dejarás de añorarla. Quieres volver a ella, aunque todos, incluyéndote a ti mismo, te digan que no", de La Silla del Aguila, Carlos Fuentes.
"Yo soy Guatemala", reza impune el slogan del General Efraín Ríos Montt, desde hace unos días confirmado como candidato presidencial del partido oficialista Frente Republicano Guatemalteco (FRG) por un controvertido fallo de la Corte de Constitucionalidad de ese país. Cuando tan sólo faltan tres meses para la primera vuelta electoral presidencial, prevista para el 9 de noviembre próximo, la oposición -que hoy aglutina a la mayoría de los partidos políticos, representantes de grupos de derechos humanos y de movimientos sociales, sector empresarial, y ciudadanos- se ha unido en rechazo a la inscripción del ex presidente de facto. El Frente Cívico por la Democracia -tal es el nombre que han elegido para defender el estado de Derecho y garantizar la transparencia del proceso electoral -le responde desafiante a Ríos Montt, "Guatemala somos todos".
El artículo 186 de la Constitución Nacional, que desde 1990 se interpone como principal obstáculo a las repetidas ambiciones presidenciales de Ríos Montt, establece que "no podrán optar al cargo de presidente o vicepresidente... el caudillo ni los jefes de un golpe de estado, revolución armada o movimiento similar, que haya alterado el orden constitucional, ni quienes como consecuencia de tales hechos asuman la jefatura de gobierno".
La inhibición constitucional que pesa sobre Ríos Montt se remonta a su participación en el golpe de estado que el 23 de marzo de 1982 derrocó al gobierno militar del General Romeo Lucas García. Ríos Montt gobernó el país como presidente de facto durante un año y medio, hasta que fue destituido por otro golpe interno en agosto de 1983, cuando se hicieron evidentes la pérdida de control del ejército en el campo y las ambiciones personales del General de perpetuarse en el cargo.
Durante su breve paso por el poder, Ríos Montt lideró la campaña contrainsurgente de pacificación, un plan estratégico que decidió emprender el ejército con el objetivo de recuperar a la población indígena de la influencia de la guerrilla. El plan, calificado por el General con el nombre Fusiles y Frijoles y posteriormente rebautizado como Techo, Trabajo y Tortilla, simbolizaba la implantación de la estrategia del 30/70. Esto es, el 30 por ciento del esfuerzo del Estado debía estar orientado a matar a los rebeldes, y el 70 por ciento del esfuerzo restante debía concentrarse en suministrar comida y techo a los sobrevivientes. "Se atrapan más moscas con miel que con hiel", justificaría años después un Coronel partícipe de aquel gobierno en defensa de la estrategia elegida.
Esta convivencia planificada entre tortura y matanzas sistemáticas por un lado, con acción cívica y operaciones psicológicas por el otro, fue el rasgo distintivo del régimen de Ríos Montt. En sus sermones dominicales televisivos, el General predicador -miembro de la Iglesia evangélica del Verbo- arengaba a favor de "la extirpación quirúrgica del mal existente en Guatemala".
Desde el retorno a la democracia en 1986, Ríos Montt apeló a la justicia en repetidas ocasiones con el objetivo de sortear las trabas constitucionales que le impedían competir como candidato presidencial en elecciones libres y competitivas. En 1990, luego de una batalla legal que hizo peligrar la estabilidad política e institucional de Guatemala en plena campaña electoral, la Corte de Constitucionalidad finalmente denegó su postulación. Ríos Montt, que lideraba las encuestas por ese entonces, llamó a la ciudadanía a votar por él de todas maneras, y amenazó con declarar fraude si no ganaba los comicios.
En 1995, cuando su candidatura volvió a ser rechazada, el General designó a Alfonso Portillo como candidato presidencial del FRG, el partido que Ríos Montt había formado para competir en los anteriores comicios cinco años antes. Si bien Portillo obtuvo el 22 por ciento de los votos en la primera vuelta, ese porcentaje le alcanzó para quedar en segundo lugar, y acceder a la segunda vuelta electoral. Álvaro Arzú, el candidato del Partido de Avanzada Nacional (PAN) fue electo presidente el 7 de enero de 1996, imponiéndose a Portillo con el 51,2 por ciento de los votos. Cuatro años más tarde, Portillo se presentó nuevamente como candidato presidencial del FRG, alzándose con la victoria en la segunda vuelta electoral con el 68,3 por ciento de los votos. Los eferregistas recuperaron también la mayoría en las elecciones legislativas de ese año, y Ríos Montt volvió a ocupar la presidencia del Congreso.
La presidencia de Alfonso Portillo ha sido la más cuestionada de los últimos diecisiete años en Guatemala, desde la restauración democrática. Según los datos de las últimas encuestas realizadas a nivel nacional, la imagen positiva de la gestión presidencial no supera hoy el 25 por ciento, mientras que el número de guatemaltecos que opinan que Portillo está haciendo las cosas mal o muy mal asciende al 80 por ciento. Los ciudadanos sienten que el actual gobierno no tiene un rumbo fijo, y le critican a Portillo el incumplimiento de las promesas electorales. La falta de seguridad, el alto costo de vida emparentado con desempleo y bajos salarios, y una corrupción que asciende a niveles alarmantes, son subrayados por los guatemaltecos como los principales problemas del país. En este contexto, Ríos Montt sigue siendo considerado como el verdadero artífice del poder en Guatemala detrás de un Portillo percibido como débil. Ambos líderes son hoy las figuras políticas peor evaluadas por los ciudadanos, con un 70 por ciento de opiniones negativas cada uno.
De ahí que el polémico fallo que la Corte de Constitucionalidad emitió el pasado 30 de julio a favor de Ríos Montt, que exige al Tribunal Supremo Electoral la inscripción del líder del FRG como candidato presidencial, haya desatado una gran polémica en el país. El repudio a la candidatura del General ha sido generalizado, y las principales fuerzas y figuras opositoras del país preparan unos meses de intensa campaña para combatir el abstencionismo y garantizar la transparencia de los comicios.
El temor de los candidatos, las organizaciones civiles y la comunidad internacional es que la estrategia de Ríos Montt sea incentivar la violencia para sembrar miedo en el electorado y así evitar la concurrencia masiva a las urnas el 9 de noviembre. Las manifestaciones de encapuchados partidarios del General que paralizaron a la capital el 28 y 29 de julio pasados -jornadas bautizadas por los medios como "jueves negro" y "viernes de luto" porque dejaron como saldo un periodista muerto-, son un ejemplo de este tipo de acciones atemorizantes.
Los partidarios de Ríos Montt saben que las circunstancias hoy son adversas para el General. Su intención de voto se mantiene en el 10 por ciento, y se ubica en el tercer lugar por debajo de Oscar Berger -candidato de la Alianza GANA y líder en todas las encuestas con una intención de voto de más de 40 puntos- y de Álvaro Colom -candidato de la UNE, y segundo favorito en los sondeos. El candidato del partido en el gobierno, que cuenta con importantes ventajas en materia de recursos y transportes para movilizar a los votantes a los centros de votación, sabe que se verá favorecido en las urnas si el abstencionismo es alto el día de los comicios.
El desafío para los líderes de la oposición es doble. Por un lado, deben alentar a los guatemaltecos a ejercer su derecho a votar masivamente y sin temor, enfatizando -principalmente entre mujeres, jóvenes e indígenas, los segmentos en los que tradicionalmente se registra el mayor abstencionismo -que cada voto pesa, y mucho, en esta elección. Por otro lado, deben estar preparados para controlar los votos el día de los comicios y vencer al fantasma del fraude que amenaza esta votación crucial en Guatemala. Nada más acertado que volver a Carlos Fuentes para tomar prestado el mensaje que la mayoría de los guatemaltecos le dedican por estos días a Ríos Montt. "Pues bien, señor ex presidente, ha llegado el momento de abandonar la Isla del Tesoro".
Andrea Kobilsky es Licenciada en Ciencias Políticas (Universidad de San Andrés, Argentina). Directora de proyectos de Felipe Noguera Consultores.
