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Monitoreo de la gobernabilidad democrática
La oposición fragmentada en la Argentina
Como las fuerzas opositoras no han sido capaces de vertebrar partidos políticos genuinos, resulta comprensible que a pesar de la inflación, las denuncias de corrupción y la artillería verbal del gobierno hacia quienes disienten, una amplia porción de la ciudadanía argentina acompañe con su voto a la enigmática candidata del oficialismo.Por Ricardo López Göttig
Los sondeos vienen indicando, desde hace ya bastante tiempo atrás, que la senadora Cristina Fernández de Kirchner está encabezando la intención de voto para los comicios presidenciales del próximo 28 de octubre. La oposición se presenta extremadamente fragmentada, a tal punto que cada candidato presidencial presenta varias listas de candidatos a diputados, multiplicando la oferta y, también, la perplejidad de los ciudadanos.
El gran ausente de esta elección es el partido político. Ni el Partido Justicialista ni la Unión Cívica Radical, las dos fuerzas que fueron mayoritarias en los últimos sesenta años, participan con esas denominaciones en estos comicios en el ámbito nacional. El peronismo se halla difuso entre las candidaturas de Cristina Kirchner, Roberto Lavagna y Alberto Rodríguez Sáa, los tres afiliados al PJ. El radicalismo también se encuentra en las candidaturas a vicepresidente: Julio Cobos y Gerardo Morales, por el oficialismo y UNA, respectivamente. Elisa Carrió, que formó años atrás el ARI, renunció a su afiliación a esa formación política para encabezar la Coalición Cívica, aun cuando sigue digitando las listas de candidatos. Y, al mismo tiempo, es acompañada por dos listas de diputados en la Ciudad de Buenos Aires, en tanto que el ARI se fragmentó en varias partículas en algunos municipios de la provincia de Buenos Aires. Otro tanto ocurre con la alianza PRO, sigla monopolizada hoy por Mauricio Macri: el candidato López Murphy es apoyado por PRO en la Ciudad de Buenos Aires, pero no ocurre lo mismo en la Provincia de Buenos Aires, en donde no lleva candidato presidencial. A Roberto Lavagna lo acompañan dos candidatos a gobernador en la provincia de Buenos Aires y tres listas de diputados nacionales en la Ciudad de Buenos Aires.
Esta dispersión ahuyenta al votante, multiplica innecesariamente los mensajes y confunde al indeciso. Fenómenos similares hubo en elecciones anteriores, y todas acabaron en el fracaso en las urnas: el Frente Único en 1928, en donde conservadores y radicales antipersonalistas coincidían solamente en el binomio presidencial Melo-Gallo, pero que concurrían separados al Congreso. Se repitió con la Unión Democrática en febrero de 1946, que frente al coronel Juan Domingo Perón postulaba a la fórmula Tamborini-Mosca, pero que llevaba cuatro listas de electores y diputados en cada provincia.
Muchos argentinos tienen la percepción de que sólo el peronismo está en condiciones de gobernar y, ante la experiencia fallida de la Alianza entre 1999 y 2001, el ciudadano exige capacidad de gestión y decisión al primer mandatario, aun cuando esto implique un fortísimo deterioro de la calidad institucional y pérdida de protagonismo del Poder Legislativo. Si a esto se le agrega que las fuerzas opositoras no han sido capaces de vertebrar partidos políticos genuinos, con activa vida democrática interna y que logren trascender a sus líderes fundacionales, resulta comprensible que a pesar de la inflación, las denuncias de corrupción y la artillería verbal del gobierno hacia quienes disienten, una amplia porción de la ciudadanía argentina acompañe con su voto a la enigmática candidata del oficialismo.
El autor es Director de la Licenciatura en Ciencia Política de la Universidad de Belgrano e investigador asociado de CADAL.
Ricardo López GöttigDirector del Instituto Václav Havel
Profesor y Doctor en Historia, egresado de la Universidad de Belgrano y de la Universidad Karlova de Praga (República Checa), respectivamente. Doctorando en Ciencia Política. Es profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad de Belgrano, y profesor en las maestrías en Relaciones Internacionales de la UB y de la Universidad del Salvador. Fue profesor visitante en la Universidad Torcuato Di Tella, en la Universidad ORT Uruguay y en la Universidad de Pavía (Italia). Autor de los libros “Origen, mitos e influencias del antisemitismo en el mundo” (2019) y “Milada Horáková. Defensora de los derechos humanos y víctima de los totalitarismos” (2020), ambos publicados por CADAL y la Fundación Konrad Adenauer, entre otros. Fue Director de Museos y Preservación Patrimonial de la Provincia de Buenos Aires (2015-2019).
Los sondeos vienen indicando, desde hace ya bastante tiempo atrás, que la senadora Cristina Fernández de Kirchner está encabezando la intención de voto para los comicios presidenciales del próximo 28 de octubre. La oposición se presenta extremadamente fragmentada, a tal punto que cada candidato presidencial presenta varias listas de candidatos a diputados, multiplicando la oferta y, también, la perplejidad de los ciudadanos.
El gran ausente de esta elección es el partido político. Ni el Partido Justicialista ni la Unión Cívica Radical, las dos fuerzas que fueron mayoritarias en los últimos sesenta años, participan con esas denominaciones en estos comicios en el ámbito nacional. El peronismo se halla difuso entre las candidaturas de Cristina Kirchner, Roberto Lavagna y Alberto Rodríguez Sáa, los tres afiliados al PJ. El radicalismo también se encuentra en las candidaturas a vicepresidente: Julio Cobos y Gerardo Morales, por el oficialismo y UNA, respectivamente. Elisa Carrió, que formó años atrás el ARI, renunció a su afiliación a esa formación política para encabezar la Coalición Cívica, aun cuando sigue digitando las listas de candidatos. Y, al mismo tiempo, es acompañada por dos listas de diputados en la Ciudad de Buenos Aires, en tanto que el ARI se fragmentó en varias partículas en algunos municipios de la provincia de Buenos Aires. Otro tanto ocurre con la alianza PRO, sigla monopolizada hoy por Mauricio Macri: el candidato López Murphy es apoyado por PRO en la Ciudad de Buenos Aires, pero no ocurre lo mismo en la Provincia de Buenos Aires, en donde no lleva candidato presidencial. A Roberto Lavagna lo acompañan dos candidatos a gobernador en la provincia de Buenos Aires y tres listas de diputados nacionales en la Ciudad de Buenos Aires.
Esta dispersión ahuyenta al votante, multiplica innecesariamente los mensajes y confunde al indeciso. Fenómenos similares hubo en elecciones anteriores, y todas acabaron en el fracaso en las urnas: el Frente Único en 1928, en donde conservadores y radicales antipersonalistas coincidían solamente en el binomio presidencial Melo-Gallo, pero que concurrían separados al Congreso. Se repitió con la Unión Democrática en febrero de 1946, que frente al coronel Juan Domingo Perón postulaba a la fórmula Tamborini-Mosca, pero que llevaba cuatro listas de electores y diputados en cada provincia.
Muchos argentinos tienen la percepción de que sólo el peronismo está en condiciones de gobernar y, ante la experiencia fallida de la Alianza entre 1999 y 2001, el ciudadano exige capacidad de gestión y decisión al primer mandatario, aun cuando esto implique un fortísimo deterioro de la calidad institucional y pérdida de protagonismo del Poder Legislativo. Si a esto se le agrega que las fuerzas opositoras no han sido capaces de vertebrar partidos políticos genuinos, con activa vida democrática interna y que logren trascender a sus líderes fundacionales, resulta comprensible que a pesar de la inflación, las denuncias de corrupción y la artillería verbal del gobierno hacia quienes disienten, una amplia porción de la ciudadanía argentina acompañe con su voto a la enigmática candidata del oficialismo.
El autor es Director de la Licenciatura en Ciencia Política de la Universidad de Belgrano e investigador asociado de CADAL.