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Monitoreo de la gobernabilidad democrática
Sirenita Cristina
La detenida lectura del discurso de la Presidenta evidencia muchísimas contradicciones y disparates. Tantos, que prácticamente habría que reproducirlo casi entero. Cuando termine su mandato, quedará solamente algo coherente de lo que dijo el 18 de junio de 2008 en Plaza de Mayo: “Tuvimos demasiados cantos de sirena y nos fue muy mal”.Por Gabriel C. Salvia
Luego de casi cien días de conflicto entre el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner con el campo, a raíz del aumento de las retenciones a la exportaciones, el martes 17 de junio de 2008 la Presidenta decidió poner las cosas en su lugar: convirtió una resolución en proyecto de ley que envió al Congreso para ser allí ratificado o no. Pero no contenta con haber perdido el tiempo, generar confrontaciones, caer en imagen pública y enfrentar divisiones en el seno de su partido, al día siguiente Cristina brindó un discurso en la Plaza de Mayo, como única oradora, en un acto de masas con olor a pasado.
La detenida lectura del discurso de la Presidenta evidencia muchísimas contradicciones y disparates. Tantos, que prácticamente habría que reproducirlo casi entero. Entre las incoherencias formuladas en su ya clásico discurso sobreactuado, acusó a los dirigentes del campo de prácticas con las cuales su gobierno es cómplice, como los cortes de ruta (donde todavía tolera el piquete en uno de los puentes que impide el libre tránsito con Uruguay); y también criticó la intolerancia y la violencia, algo muy habitual por parte de sus propios “cuadros”.
Más insólitas fueron las repetidas referencias a la calidad institucional, muy erosionada durante su corta gestión, como por la de su esposo, si es que tiene sentido diferenciarlas. Habló de la importancia del debate democrático, cuando ella no debatió en la campaña presidencial y con un Congreso –ámbito natural del debate político- con el menor protagonismo desde el retorno a la democracia. También alentó al diálogo, aunque al igual que pasó con su marido, ella ni siquiera ofrece conferencias de prensa y prácticamente no otorga entrevistas a los medios.
En cuanto al acto en la Plaza de Mayo, en sí mismo fue un disparate desde el punto de vista republicano, además de ser un recurso de comunicación política que no caracteriza precisamente a las democracias desarrolladas, sino más bien a los populismos y las dictaduras. En este caso puntual, al tradicional y penoso acarreo de la mayoría de los asistentes –incluyendo el del pobre joven tucumano que murió por la caída de una farola donde está prohibido colgar carteles- hay que agregarle los costos financiados con recursos públicos, aunque fue organizado oficialmente por el Consejo Nacional del Justicialismo -que preside Néstor Kirchner-, la Confederación General del Trabajo (CGT), intendentes y distintas organizaciones y movimientos sociales. Y no hay que olvidar otros costos, como por ejemplo, el del resto de la población que no participó del acto y que en muchos casos no pudieron cumplir con su jornada laboral, los trastornos que ocasionó al resto del sector productivo y, por supuesto, el de los funcionarios y empleados públicos que por este acto partidario tuvieron el día libre y por ende no atendieron a la comunidad.
Finalmente, como aislada mentalmente de lo que hacen países latinoamericanos con gobiernos progresistas como Chile, Brasil, Perú y Uruguay, en materia económica Cristina llegó a decir que “Los países desarrollados necesitan más de nosotros que nosotros de ellos”. Y siguiendo con sus referencias al “milagro económico kirchnerista”, en línea con las estadísticas del INDEC, afirmó que “millones de argentinos han vuelto a recuperar el trabajo, productores y empresarios su rentabilidad, comerciantes pudieron volver a abrir sus negocios, profesionales volver a trabajar, jóvenes volver a tener esperanzas”.
Cuando termine su mandato, quedará solamente algo coherente de lo que dijo Cristina el 18 de junio de 2008 en Plaza de Mayo: “Tuvimos demasiados cantos de sirena y nos fue muy mal”.
Gabriel C. Salvia es Presidente del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).
Gabriel C. SalviaDirector GeneralActivista de derechos humanos enfocado en la solidaridad democrática internacional. En 2024 recibió el Premio Gratias Agit del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa. Es autor de los libros "Memoria, derechos humanos y solidaridad democrática internacional" (2024) y "Bailando por un espejismo: apuntes sobre política, economía y diplomacia en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner" (2017). Además, compiló varios libros, entre ellos "75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Miradas desde Cuba" (2023), "Los derechos humanos en las relaciones internacionales y la política exterior" (2021), "Desafíos para el fortalecimiento democrático en la Argentina" (2015), "Un balance político a 30 años del retorno a la democracia en Argentina" (2013) y "Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba" (2011), Sus columnas de opinión han sido publicadas en varios medios en español. Actualmente publica en Clarín, Perfil, Infobae y La Nación, de Argentina. Ha participado en eventos internacionales en América Latina, África, Asia, Europa, los Balcanes y en Estados Unidos. Desde 1992 se desempeña como director en Organizaciones de la Sociedad Civil y es miembro fundador de CADAL. Como periodista, trabajó entre 1992 y 1997 en gráfica, radio y TV especializado en temas parlamentarios, políticos y económicos, y posteriormente contribuyó con entrevistas en La Nación y Perfil.
Luego de casi cien días de conflicto entre el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner con el campo, a raíz del aumento de las retenciones a la exportaciones, el martes 17 de junio de 2008 la Presidenta decidió poner las cosas en su lugar: convirtió una resolución en proyecto de ley que envió al Congreso para ser allí ratificado o no. Pero no contenta con haber perdido el tiempo, generar confrontaciones, caer en imagen pública y enfrentar divisiones en el seno de su partido, al día siguiente Cristina brindó un discurso en la Plaza de Mayo, como única oradora, en un acto de masas con olor a pasado.
La detenida lectura del discurso de la Presidenta evidencia muchísimas contradicciones y disparates. Tantos, que prácticamente habría que reproducirlo casi entero. Entre las incoherencias formuladas en su ya clásico discurso sobreactuado, acusó a los dirigentes del campo de prácticas con las cuales su gobierno es cómplice, como los cortes de ruta (donde todavía tolera el piquete en uno de los puentes que impide el libre tránsito con Uruguay); y también criticó la intolerancia y la violencia, algo muy habitual por parte de sus propios “cuadros”.
Más insólitas fueron las repetidas referencias a la calidad institucional, muy erosionada durante su corta gestión, como por la de su esposo, si es que tiene sentido diferenciarlas. Habló de la importancia del debate democrático, cuando ella no debatió en la campaña presidencial y con un Congreso –ámbito natural del debate político- con el menor protagonismo desde el retorno a la democracia. También alentó al diálogo, aunque al igual que pasó con su marido, ella ni siquiera ofrece conferencias de prensa y prácticamente no otorga entrevistas a los medios.
En cuanto al acto en la Plaza de Mayo, en sí mismo fue un disparate desde el punto de vista republicano, además de ser un recurso de comunicación política que no caracteriza precisamente a las democracias desarrolladas, sino más bien a los populismos y las dictaduras. En este caso puntual, al tradicional y penoso acarreo de la mayoría de los asistentes –incluyendo el del pobre joven tucumano que murió por la caída de una farola donde está prohibido colgar carteles- hay que agregarle los costos financiados con recursos públicos, aunque fue organizado oficialmente por el Consejo Nacional del Justicialismo -que preside Néstor Kirchner-, la Confederación General del Trabajo (CGT), intendentes y distintas organizaciones y movimientos sociales. Y no hay que olvidar otros costos, como por ejemplo, el del resto de la población que no participó del acto y que en muchos casos no pudieron cumplir con su jornada laboral, los trastornos que ocasionó al resto del sector productivo y, por supuesto, el de los funcionarios y empleados públicos que por este acto partidario tuvieron el día libre y por ende no atendieron a la comunidad.
Finalmente, como aislada mentalmente de lo que hacen países latinoamericanos con gobiernos progresistas como Chile, Brasil, Perú y Uruguay, en materia económica Cristina llegó a decir que “Los países desarrollados necesitan más de nosotros que nosotros de ellos”. Y siguiendo con sus referencias al “milagro económico kirchnerista”, en línea con las estadísticas del INDEC, afirmó que “millones de argentinos han vuelto a recuperar el trabajo, productores y empresarios su rentabilidad, comerciantes pudieron volver a abrir sus negocios, profesionales volver a trabajar, jóvenes volver a tener esperanzas”.
Cuando termine su mandato, quedará solamente algo coherente de lo que dijo Cristina el 18 de junio de 2008 en Plaza de Mayo: “Tuvimos demasiados cantos de sirena y nos fue muy mal”.
Gabriel C. Salvia es Presidente del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).