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Mauricio Funes: De la CNN al FMLN
Jamás habrá imaginado Mauricio Funes que sería candidato por el FMLN. Tampoco habrá imaginado jamás la guerrilla que alguna vez postularía a un corresponsal de la CNN. Sucede que Funes no es ni ha sido marxista sino, a lo sumo, un socialdemócrata de mirada económica heterodoxa y convicción política liberal.
Por Claudio Fantini
Con un golpe rotundo de machete partía una sandía y extendía los brazos hacia arriba con una mitad en cada mano, exclamando que “así son los democristianos, verdes por fuera y rojos por dentro”.
De ese modo abría sus actos públicos el mayor Roberto D’Aubisson. Sus discursos se ensañaban más con el presidente José Napoleón Duarte y el Partido Demócrata Cristiano, que con los guerrilleros dispersos por sierras y montañas de El Salvador. Despreciaba a los gobiernos democráticos y a la iglesia, porque los consideraba obstáculos para aniquilar la insurgencia.
Ese militar demagogo y extremista fundó la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA). Pero antes había creado los escuadrones de la muerte que secuestraban y asesinaban a sindicalistas, defensores de derechos humanos, militantes de izquierda y lo que fuere que consideraran un obstáculo para el exterminio de las guerrillas.
Monseñor Arnulfo Romero estaba con las manos extendidas, pero no mostrando dos trozos de sandía sino invocando la bendición, cuando una ráfaga de metralla lo acribilló ante la estupefacción de los Feligreses. En su homilía había vuelto a condenar los excesos del ejército en su guerra sucia. Por eso, en el mismísimo altar de la catedral y en plena misa, fue ejecutado el arzobispo de San Salvador.
Sus verdugos eran seguidores de D’Aubuisson. También eran seguidores suyos quienes secuestraron a la hija del presidente Napoleón Duarte. El modelo de D’Aubuisson era el general Efraín Ríos Mont, dictador guatemalteco que ocultó en su brutal ofensiva contra-insurgente una limpieza étnica que borró del mapa a miles de descendientes de los mayas.
En esas marismas del odio visceral nació ARENA, el partido de ultraderecha que gobernó El Salvador durante dos largas décadas y ahora ha sido vencido en las urnas por el frente Farabundo Martí de Liberación Nacional.
El nombre lo tomó de un combatiente fusilado en 1932 por el general Maximiliano Hernández. Se llamaba Agustín Farabundo Martí, fue delgado de Socorro Rojo Internacional, luchó junto a Sandino en Nicaragua y, de regreso a El Salvador, organizó las revueltas campesinas que lo convirtieron en secretario general del Partido Comunista. Desde allí impulsó la insurrección contra la dictadura instalada en 1931, razón por la que fue ejecutado al año siguiente.
Desde aquel régimen hasta 1980, las guerrillas se multiplicaron en la selva y las montañas. Pero ese año se unieron el Frente Popular de Liberación, el Ejército Revolucionario del Pueblo, el Partido Comunista Salvadoreño, el Partido Revolucionario de los Trabajadores y Resistencia Nacional. La coalición insurgente se bautizó Farabundo Martí de Liberación Nacional y luchó con las armas que le mandaban Cuba y el régimen sandinista nicaragüense.
Había muchos comandantes, pero los principales estrategas siempre fueron Shafik Handal y Joaquín Villalobos. Ellos diseñaron la ofensiva rebelde que marcó, en 1981, el resquebrajamiento de la dictadura y el paso a esa democracia escuálida cuyos gobiernos jamás pudieron controlar al ejército ni generar el equilibrio social que el gobernante Partido Demócrata Cristiano sabía indispensable para eliminar las causas de la guerra civil.
Ocho años después de haber imitado con éxito la escalada del vietcong conocida como la Ofensiva del Tet, el FMLN impulsó otra ofensiva en gran escala pero, esta vez, mordió el polvo de la derrota. Por eso llegó al poder ARENA. Sin embargo, el gobierno ultra-derechista logró lo que no habían logrado los democristianos: poner fin a la guerra civil en una mesa de negociaciones.
El presidente Alfredo Cristiani impulsó el proceso que desembocó en los Acuerdos de Chapultepec de 1992, un modelo a seguir en otros conflictos del mundo porque transformó la guerrilla en partido político y a muchos de sus insurgentes en miembros de una fuerza policial en la que antiguos enemigos pasaron a ser camaradas de armas.
Aquel histórico acuerdo firmado en México fue el máximo logro de los gobiernos derechistas. Otros logros fueron la estabilidad política y el desarrollo de un empresariado vigoroso. Pero el gran fracaso fue mantener a la mayoría de los salvadoreños en la pobreza. Sucede que ARENA está ideológicamente incapacitado para revertir el peor de los males de ese país: la desigualdad en niveles insultantes. Por eso venció el FMLN. Y también porque copió la estrategia que la derecha usó acertadamente en la anterior elección: postular una figura menos ideológica y más popular por su labor en los medios de comunicación. Mientras que la derecha usó la estrategia con la que el FMLN había fracasado en tres comicios presidenciales.
El momento más triste de su vida fue hace dos años, cuando su hijo Alejandro, que estudiaba fotografía en París, fue asesinado por un marroquí en las cercanías del Louvre. Y el momento más feliz fue el domingo que ganó la presidencia de El Salvador.
Jamás habrá imaginado Mauricio Funes que sería candidato por el FMLN. Lo suyo era el periodismo televisivo. Hizo desde coberturas parlamentarias hasta programas de entrevistas y conducción de noticieros. Tampoco habrá imaginado jamás la guerrilla que alguna vez postularía a un corresponsal de la CNN. Sucede que Funes no es ni ha sido marxista sino, a lo sumo, un socialdemócrata de mirada económica heterodoxa y convicción política liberal. Lo que lo acercó a la izquierda fue su vocación denunciante y su desconfianza hacia la derecha gobernante.
Su prestigio y credibilidad como periodista independiente crecieron tanto que, cuando lo despidieron de un canal por presiones gubernamentales, hubo manifestaciones de televidentes en las calles de San Salvador.
Fue un crítico insobornable de los gobiernos conservadores y lo probó en el 2001, al revelar la ineficiencia y la corrupción del gobierno en el manejo de la ayuda a las víctimas de los terremotos que ese año trágico asolaron al país centroamericano.
Esas fueron dos de las razones por las que perdió el oficialismo. Un gobierno corrupto que mostró eficacia para organizar las bases de la pujanza empresarial, pero evidenció una pasmosa inoperancia a la hora de generar instrumentos de equilibrio social.
La pobreza siempre jugó contra ARENA. Si la izquierda tardó tanto en ganar es porque los comandantes marxistas se empeñaban en ser candidatos, presentando al FMLN como una opción demasiado radical. El mejor de aquellos comandantes es Joaquín Villalobos, pero devino en lúcido intelectual de un centro-izquierda liberal, además de convertirse en prestigioso consultor internacional sobre mediación en conflictos armados. En cambio Shafik Handal y los demás comandantes se empantanaron en sus dogmas y encabezaron las listas que perdían inexorablemente las elecciones presidenciales.
La derecha, conciente del desgaste de tantos años con tan pocos logros, en el anterior comicio dejó de lado los discípulos de D’Aubuisson y postuló a un popular periodista deportivo. Pero la presidencia de Elías Saca fue mediocre y ARENA volvió a las postulaciones de los duros, cometiendo el error garrafal de elegir a Rodrigo Avila, el mismo que como jefe de la policía fracasó en la lucha contra las “maras”, esas pandillas mafiosas que El Salvador convirtió en producto de exportación regional.
El FMLN, en cambio, dejó de lado su manía de postular comandantes y se alineó tras un periodista prestigioso y respetado. Elegir a Mauricio Funes fue un paso hacia el centro. El periodista hizo campaña promoviendo como modelo a las centro-izquierdas de Chile y Brasil. Ni bien ganó dijo que el presidente que lo inspira es Lula, que buscará la equidad social respetando propiedad privada y mercado, y que encabeza su agenda consolidar el vínculo con Estados Unidos.
No obstante, su gobierno se debatirá entre el ala moderada de la ex guerrilla y los viejos comandantes, embelesados con Hugo Chávez y con el petróleo venezolano que riega a los gobiernos que rinden pleitesía al exuberante líder caribeño.
Claudio Fantini es politólogo y periodista.
Fuente: Revista Noticias, Número 1682, 21 de Marzo de 2009.
Claudio FantiniClaudio Fantini es politólogo especialista en política internacional.
Con un golpe rotundo de machete partía una sandía y extendía los brazos hacia arriba con una mitad en cada mano, exclamando que “así son los democristianos, verdes por fuera y rojos por dentro”.
De ese modo abría sus actos públicos el mayor Roberto D’Aubisson. Sus discursos se ensañaban más con el presidente José Napoleón Duarte y el Partido Demócrata Cristiano, que con los guerrilleros dispersos por sierras y montañas de El Salvador. Despreciaba a los gobiernos democráticos y a la iglesia, porque los consideraba obstáculos para aniquilar la insurgencia.
Ese militar demagogo y extremista fundó la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA). Pero antes había creado los escuadrones de la muerte que secuestraban y asesinaban a sindicalistas, defensores de derechos humanos, militantes de izquierda y lo que fuere que consideraran un obstáculo para el exterminio de las guerrillas.
Monseñor Arnulfo Romero estaba con las manos extendidas, pero no mostrando dos trozos de sandía sino invocando la bendición, cuando una ráfaga de metralla lo acribilló ante la estupefacción de los Feligreses. En su homilía había vuelto a condenar los excesos del ejército en su guerra sucia. Por eso, en el mismísimo altar de la catedral y en plena misa, fue ejecutado el arzobispo de San Salvador.
Sus verdugos eran seguidores de D’Aubuisson. También eran seguidores suyos quienes secuestraron a la hija del presidente Napoleón Duarte. El modelo de D’Aubuisson era el general Efraín Ríos Mont, dictador guatemalteco que ocultó en su brutal ofensiva contra-insurgente una limpieza étnica que borró del mapa a miles de descendientes de los mayas.
En esas marismas del odio visceral nació ARENA, el partido de ultraderecha que gobernó El Salvador durante dos largas décadas y ahora ha sido vencido en las urnas por el frente Farabundo Martí de Liberación Nacional.
El nombre lo tomó de un combatiente fusilado en 1932 por el general Maximiliano Hernández. Se llamaba Agustín Farabundo Martí, fue delgado de Socorro Rojo Internacional, luchó junto a Sandino en Nicaragua y, de regreso a El Salvador, organizó las revueltas campesinas que lo convirtieron en secretario general del Partido Comunista. Desde allí impulsó la insurrección contra la dictadura instalada en 1931, razón por la que fue ejecutado al año siguiente.
Desde aquel régimen hasta 1980, las guerrillas se multiplicaron en la selva y las montañas. Pero ese año se unieron el Frente Popular de Liberación, el Ejército Revolucionario del Pueblo, el Partido Comunista Salvadoreño, el Partido Revolucionario de los Trabajadores y Resistencia Nacional. La coalición insurgente se bautizó Farabundo Martí de Liberación Nacional y luchó con las armas que le mandaban Cuba y el régimen sandinista nicaragüense.
Había muchos comandantes, pero los principales estrategas siempre fueron Shafik Handal y Joaquín Villalobos. Ellos diseñaron la ofensiva rebelde que marcó, en 1981, el resquebrajamiento de la dictadura y el paso a esa democracia escuálida cuyos gobiernos jamás pudieron controlar al ejército ni generar el equilibrio social que el gobernante Partido Demócrata Cristiano sabía indispensable para eliminar las causas de la guerra civil.
Ocho años después de haber imitado con éxito la escalada del vietcong conocida como la Ofensiva del Tet, el FMLN impulsó otra ofensiva en gran escala pero, esta vez, mordió el polvo de la derrota. Por eso llegó al poder ARENA. Sin embargo, el gobierno ultra-derechista logró lo que no habían logrado los democristianos: poner fin a la guerra civil en una mesa de negociaciones.
El presidente Alfredo Cristiani impulsó el proceso que desembocó en los Acuerdos de Chapultepec de 1992, un modelo a seguir en otros conflictos del mundo porque transformó la guerrilla en partido político y a muchos de sus insurgentes en miembros de una fuerza policial en la que antiguos enemigos pasaron a ser camaradas de armas.
Aquel histórico acuerdo firmado en México fue el máximo logro de los gobiernos derechistas. Otros logros fueron la estabilidad política y el desarrollo de un empresariado vigoroso. Pero el gran fracaso fue mantener a la mayoría de los salvadoreños en la pobreza. Sucede que ARENA está ideológicamente incapacitado para revertir el peor de los males de ese país: la desigualdad en niveles insultantes. Por eso venció el FMLN. Y también porque copió la estrategia que la derecha usó acertadamente en la anterior elección: postular una figura menos ideológica y más popular por su labor en los medios de comunicación. Mientras que la derecha usó la estrategia con la que el FMLN había fracasado en tres comicios presidenciales.
El momento más triste de su vida fue hace dos años, cuando su hijo Alejandro, que estudiaba fotografía en París, fue asesinado por un marroquí en las cercanías del Louvre. Y el momento más feliz fue el domingo que ganó la presidencia de El Salvador.
Jamás habrá imaginado Mauricio Funes que sería candidato por el FMLN. Lo suyo era el periodismo televisivo. Hizo desde coberturas parlamentarias hasta programas de entrevistas y conducción de noticieros. Tampoco habrá imaginado jamás la guerrilla que alguna vez postularía a un corresponsal de la CNN. Sucede que Funes no es ni ha sido marxista sino, a lo sumo, un socialdemócrata de mirada económica heterodoxa y convicción política liberal. Lo que lo acercó a la izquierda fue su vocación denunciante y su desconfianza hacia la derecha gobernante.
Su prestigio y credibilidad como periodista independiente crecieron tanto que, cuando lo despidieron de un canal por presiones gubernamentales, hubo manifestaciones de televidentes en las calles de San Salvador.
Fue un crítico insobornable de los gobiernos conservadores y lo probó en el 2001, al revelar la ineficiencia y la corrupción del gobierno en el manejo de la ayuda a las víctimas de los terremotos que ese año trágico asolaron al país centroamericano.
Esas fueron dos de las razones por las que perdió el oficialismo. Un gobierno corrupto que mostró eficacia para organizar las bases de la pujanza empresarial, pero evidenció una pasmosa inoperancia a la hora de generar instrumentos de equilibrio social.
La pobreza siempre jugó contra ARENA. Si la izquierda tardó tanto en ganar es porque los comandantes marxistas se empeñaban en ser candidatos, presentando al FMLN como una opción demasiado radical. El mejor de aquellos comandantes es Joaquín Villalobos, pero devino en lúcido intelectual de un centro-izquierda liberal, además de convertirse en prestigioso consultor internacional sobre mediación en conflictos armados. En cambio Shafik Handal y los demás comandantes se empantanaron en sus dogmas y encabezaron las listas que perdían inexorablemente las elecciones presidenciales.
La derecha, conciente del desgaste de tantos años con tan pocos logros, en el anterior comicio dejó de lado los discípulos de D’Aubuisson y postuló a un popular periodista deportivo. Pero la presidencia de Elías Saca fue mediocre y ARENA volvió a las postulaciones de los duros, cometiendo el error garrafal de elegir a Rodrigo Avila, el mismo que como jefe de la policía fracasó en la lucha contra las “maras”, esas pandillas mafiosas que El Salvador convirtió en producto de exportación regional.
El FMLN, en cambio, dejó de lado su manía de postular comandantes y se alineó tras un periodista prestigioso y respetado. Elegir a Mauricio Funes fue un paso hacia el centro. El periodista hizo campaña promoviendo como modelo a las centro-izquierdas de Chile y Brasil. Ni bien ganó dijo que el presidente que lo inspira es Lula, que buscará la equidad social respetando propiedad privada y mercado, y que encabeza su agenda consolidar el vínculo con Estados Unidos.
No obstante, su gobierno se debatirá entre el ala moderada de la ex guerrilla y los viejos comandantes, embelesados con Hugo Chávez y con el petróleo venezolano que riega a los gobiernos que rinden pleitesía al exuberante líder caribeño.
Claudio Fantini es politólogo y periodista.
Fuente: Revista Noticias, Número 1682, 21 de Marzo de 2009.
