Prensa
Entrevista a Hilda Molina: “No quise irritar a las Madres de Plaza de Mayo”
Fuente: Perfil (Argentina)
La neurocirujana cubana, que tras 15 años de lucha obtuvo el permiso para viajar fuera de su país, repasa desde su propia experiencia personal la medicina en Cuba, la Revolución, las costumbres y la economía de su país, la comparación de la experiencia castrista con las de la ex URSS y China, sus contactos directos con Fidel Castro, el salir del país ilegalmente y hasta la prostitución y el turismo extranjero en Cuba.
Por Jorge Fontevecchia
—¿Cómo está la medicina cubana en relación con el resto del mundo?
—En algunos países de Europa hay una medicina pública de excelencia, y en países como Chile, una medicina de primera línea. Ni hablar de países desarrollados. Cuando mi madre se enferma de gravedad en la Argentina, mi hijo me dice: “Tengo a la abuela en un hospital público”, y yo me caí muerta. Pensé: ¿en un hospital público?, con la propaganda que hace el gobierno cubano, que ellos son los únicos que dan medicina… Y mi hijo me dijo: “Mamá, es de excelencia, si vieras la calificación de todo el personal, la higiene”. Ahí me quedé tranquila porque mi hijo es médico y es muy exigente, y no sabían que era la famosa señora Morejón, una infeliz viejita que hicieron famosa porque no la dejaron ir a ver a su familia. Cuando llegué, la limpieza, el equipamiento era adecuado; así como la calidad de los enfermeros, los médicos, el personal auxiliar. Pero también la excelencia en el amor que le brindan a los enfermos, como le decía ayer mi hijo a la Presidenta: “Yo veía anoche a aquellos profesionales dar la vida por salvar a esos viejitos, igual que a mi abuela, que nunca preguntaron quiénes eran ni de dónde venían”. Aprovecho que estoy hablando con usted para felicitar a esa institución y a los que tengan que ver con que eso esté sucediendo. Se llama Hospital Tornú.
—En su carta a la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas denuncia que las autoridades de su país le niegan su permiso de viaje al exterior porque “su cerebro es patrimonio del país”. ¿Ese argumento es común a todos los cerebros destacados en Cuba?
—Cuando me viene la posibilidad de venir a la Argentina a ver nacer a mi primer nieto, que va a cumplir 14 años el domingo 28, le escribí primero al gobierno, pero no me citaron para responderme cuando mi nieto daba sus primeros pasos. Un oficial de inmigración fue el que me dijo eso. Le dije: “¿De qué está hablando? Dios crea al ser humano, único e irrepetible, cada cual es dueño de su cerebro, pero además, yo no voy a volver a trabajar para ustedes porque no estoy de acuerdo con la política que ustedes siguen, entonces, ¿para qué quieren un cerebro cautivo aquí?”. “Es una orden”, me dijo. El hombre no podía decir otra cosa porque me di cuenta de que estaba repitiendo lo que le habían dicho que dijera.
—¿Se podría decir que al ser Cuba poco productiva en muchos aspectos se especializó en acrecentar el capital humano, y que su “materia prima” es la gente?
—El señor Fidel Castro, que, dicho sea de paso, es muy inteligente, posiblemente se dio cuenta de la riqueza de la población cubana, de su riqueza sentimental, su inteligencia. No sé si lo hicieron planificadamente, pero es así. Hay muy buenos profesionales en distintas esferas en el país, como hay graduados en la universidad que no saben ni escribir porque depende del momento, de la masividad con la que se han graduado.
—Leí declaraciones suyas donde decía que era “consciente de nuestras lógicas limitaciones y de la muy reducida experiencia histórica cubana en las neurociencias experimentales”. ¿Por qué iban los extranjeros a tratarse a Cuba?
—Por la propaganda demencial. Por la cantidad de voceros que tiene el gobierno cubano donde quiera.
—Al centro médico que usted fundó, ¿qué lo hacía diferente y por qué los extranjeros iban a atenderse allí?
—También iban a otros. Yo propuse crear ese centro pensando en los cubanos. ¿Qué tenía? Nada que se haya inventado en Cuba. La restauración neurológica es una rama de la neurociencia que surge en el mundo desarrollado para tratar enfermedades incurables del sistema nervioso y darles calidad de vida a los enfermos mediante tratamientos que van desde medicamentos hasta operaciones de mínimo acceso. Hay aspectos que se estaban desarrollando en Japón, otros en Estados Unidos, otros en Canadá y otros en España. ¿Qué hice yo? Estudiando, me doy cuenta de todo esto que está surgiendo y, sin ser nadie, por mi cuenta, les escribí a los científicos que me empezaron a responder y me permitieron armar una bibliografía. Lo que se podía hacer con todo eso era tremendo. Yo era subdirectora del Instituto Neurológico en ese momento; hablé con el director y le dije que iba a hacer un proyecto. Lo hice y lo presenté en el Ministerio. Sin recursos comenzamos en el instituto a desarrollar algunos aspectos junto al director, que era el mejor neurólogo del país. Como los resultados fueron buenos, la prensa comenzó a publicar nuestras investigaciones. Y en ese momento es cuando el señor Fidel Castro se entera de que yo existo. Un día me mandó a buscar para que le contara de qué se trataba todo esto. Y bueno, a partir de ahí el proyecto se aprobó y se hizo el centro. Pero se hizo con el concurso de todos estos científicos que ya eran mis amigos y que viajaron a Cuba gratuitamente para dar su asesoría. Además hicieron donativos de instrumentos y, lo que es más importante, dieron becas para formar en distintas áreas a los jóvenes que iban a trabajar en esto.
—En un reportaje médico reflexionó sobre el hecho de que el pueblo cubano carece de derechos a establecer demandas, incluso hasta contra instituciones médicas. ¿Pudo esta situación permitir el desarrollo de técnicas experimentales con menor costo?
—Hasta donde yo sé, en la medicina cubana no se han realizado experimentos. Incluso existen instituciones que validan las prácticas, y se han realizado en protocolos con las normas internacionales.
—Hay varias denuncias sobre clínicas abortivas en Cuba hechas por la ONG Life Dymanics, que cita “The National Institutes for Health”, y el Laboratory for Embryology, en la University of Washington, en Seattle. Se dice que Cuba no sólo vendía fetos para estudios médicos, sino que los mantenía con vida vegetativa como una práctica habitual. ¿La existencia de ese tipo de experimentos que colisionaban con su fe católica también la empujó a romper con su gobierno?
—Entre las ramas de la restauración neurológica surge en Suecia lo que se llama el autotransplante para restaurar, por ejemplo, la enfermedad de Parkinson. O sea que se sacaba el tejido de la médula por la dopamina. Pero los suecos hacen experimentos con animales hasta llegar a los humanos. Y después lo hacen los norteamericanos y los ingleses. Existía un protocolo internacional ideado por los suecos y todos los años, los adscriptos a ese programa nos reuníamos para ver qué estaba sucediendo. Y lo hacíamos dentro de la mayor legalidad médica. Se lo digo yo que participé de estos estudios en mi centro. En el mundo se fueron haciendo pocos casos escogidos. Y eran abortos en países en los que es legal, como en Cuba. En Cuba, más que legal, yo diría que es masivo porque hay muchos embarazos no deseados. Pero se hace en instituciones. Y tampoco es cierto que en Cuba se obliga a las mujeres a hacer abortos ni que se les paga. Van solas a los hospitales ginecológicos, que no son clínicas abortivas, sino hospitales para los partos. Entonces, ese tejido, procedente de un aborto legal, que iba a tener un camino desconocido, era utilizado, en estos países que les menciono, para nuestros estudios. Obviamente, las personas que han querido criticar al gobierno cubano no se han preocupado por saber si los suecos o los norteamericanos siguen haciendo esto o no. Yo procedo de una familia católica, pero me separé de la religión durante muchos años. Y esto le dio un gran sufrimiento a mi madre. Yo tengo un artículo en mi blog que se titula “Retorno a Dios de la mano de un ángel”. Lo escribí llorando porque fue conmovedor lo que mi madre hizo conmigo para que recuperase la fe. En el fondo, creo que nunca la perdí. Mi mamá me acompañaba a misa y un día me dice: “Mi hijita, ¿usted sabe lo que es el Movimiento Pro-vida”. “No mamá”, le contesto. Y ahí ella empieza a hablar y me pone la radio católica mundial que se transmite desde Estados Unidos. Y yo oí. Ella, dulcemente, me estaba evangelizando.
—Ella estaba en contra del uso de fetos.
—Sabía que ahí todo se hacía bien, pero quería otra cosa. Y yo estaba preocupada porque los pacientes mejoraban, pero había problemas por tratarse de tejidos ajenos. Vi que en Japón se hacía la neurocirugía funcional con mapeo y registro intracerebral y por control computarizado. Y los resultados de estas técnicas que no llevaban los trasplantes de tejidos eran mejores, sin todos los problemas que le preocupaban a mi mamá y sin el problema de la inmunosupresión desde el punto de vista médico. Entonces exploré, logré becas y se introdujo la técnica en Cuba.
—Para abandonar esta otra.
—Para complacer a mi mamá. Y para los pacientes significaba ciertos beneficios porque los medicamentos no llevaban inmunosupresores. Una vez me entrevistaron desde Miami y me preguntaron si me constaba que en Cuba obligaban a las mujeres a hacerse abortos. Yo les dije que a mí no me constaba, y la periodista me dijo que yo no se lo decía porque tenía miedo. ¿Qué miedo voy a tener yo?
—¿Es correcto decir que para esas técnicas a los fetos se los mantenía con el corazón latiendo?
—No es cierto ni en Cuba ni en otros países. Quiero que quede claro que todos estos científicos son personas muy buenas y hasta donde yo sé en Cuba nunca se ha negociado con fetos ni se ha obligado a mujeres a realizarse abortos.
—A principio del siglo pasado, la mayoría de la gente moría a los 45 años de infecciones o traumatismos, y sólo el 20% de las enfermedades eran crónicas. En la medida en que la medicina y las condiciones de vida permitieron que las personas vivieran 70 años, hoy el 80% de las enfermedades son crónicas y sólo el 20% agudas. ¿La ventaja de la medicina cubana es absorber a los pacientes que dejaron de ser agudos para pasar a ser crónicos?
—Es verdad, pero en Cuba también se tratan las enfermedades agudas. Además, la Organización Mundial de la Salud tiene muchos programas que están a disposición de todos los países. El gobierno cubano fue muy inteligente, los utilizó y, rápidamente, fueron eliminándose estos problemas.
—¿La medicina de los países desarrollados está más focalizada en tratar a los pacientes agudos, que se curan o se mueren, mientras que la cubana se vale de la dedicación y la paciencia de su recurso humano para tratar enfermedades crónicas, donde la atención personalizada es fundamental? ¿El factor humano es tan importante como el científico?
—Una de las ramas terapéuticas de la restauración neurológica es la rehabilitación. Están los fármacos de última generación, los métodos de estimulación biofísicos, la neurocirugía no invasiva, pero hay una rehabilitación muy diferente a la que se venía haciendo. Cada paciente lleva un programa especial de acuerdo a sus características, que además es multifactorial e intensivo. No es llegar a un lugar y que te hagan hacer ejercicios durante dos horas. Es estar con el equipo ocho o diez horas. Pero este no es un invento de Cuba. Cuba lo ha aplicado.
—Lo que me decían es que la ventaja competitiva es una muy buena mano de obra con un costo muy bajo. En Estados Unidos esas ocho horas costarían cien veces más.
—Sí, eso es verdad.
—Recursos humanos con bajos costos también es aplicable a otros países del Tercer Mundo. India es el segundo mayor productor de medicamentos por lo mismo.
—No hay necesidad de que sea por el bajo costo. Y que me perdone algún gobierno si se siente aludido. Si robaran menos para vivir tan bien ellos y sus familias, tendrían más dinero para el presupuesto médico y para pagarles mejores salarios a estos sacrificados profesionales.
—Así como el clima de montaña hizo famosas a las clínicas suizas del siglo XIX, ¿es probable que también el clima cubano resulte terapéutico para pacientes con determinadas enfermedades, como por ejemplo los enfermos de soriasis, que mejoran con el sol y empeoran con el frío?
—Sí. Por ejemplo, la terapia de mi centro en lugar de ser cerrada y oscura, se realiza al lado de un invernadero. El ser humano es un ser psicosocial, por lo que el estado de la psiquis ayuda en la evolución física.
—La belleza de la naturaleza mejora el espíritu y aumenta las ganas de vivir.
—Exacto. Es importante el aporte que la naturaleza da a la salud.
—El documentalista norteamericano Michael Moore, haciendo una sátira contra las deficiencias del sistema médico norteamericano, se embarcó en una balsa en Miami hacia La Habana pidiendo ser atendido médicamente de forma gratuita en Cuba.
—Eso fue una demagogia de ese señor. Si Michael Moore quería tener una información fidedigna sobre el sistema de salud cubano, ¿por qué no buscó otra clase de información? ¿Por qué no buscó información extragubernamental? Me parece que de alguna manera él formaba parte de este movimiento de corriente antinorteamericana.
—Pese a todos sus conocimientos, que le valieron reconocimientos internacionales, ¿usted no puede pisar una institución de salud cubana?
—A los cubanos, cuando decidimos pensar con cerebro propio, el gobierno nos convierte en una no persona. Y yo tengo muchas personas que me quieren, pero que tienen miedo de hablar conmigo. Y yo prefiero que no me hablen. Por eso evito ir a las instituciones de salud cubanas.
—¿Estos 15 años de inactividad hospitalaria la desactualizaron?
—No creo que vuelva a operar, porque tuve una fractura de muñeca y tengo la mano casi invalidada, pero no estoy desactualizada. Continué leyendo y estudiando muchísimo todos estos años.
—¿Es cierto que no la dejaban salir porque de hacerlo Cuba perdía los derechos de patente sobre el tratamiento quirúrgico contra el Parkinson que usted había desarrollado?
—Yo no había inventado nada. Lo que hice fue asimilar todo lo que había en el mundo desarrollado. Por lo tanto, ni me pertenecía a mí ni al gobierno cubano. Ese saber pertenece al mundo. Creo que eso lo dijo un enfermero que pidió aquí refugio político. Pero yo no sé quién es ese señor ni por qué dijo semejante cosa.
—Fiel al criterio de “cerebros patrimonio del país”, Cuba exporta el trabajo de sus médicos al exterior, pero en varios casos estos médicos piden asilo. Recientemente, el gobierno de Evo Morales les impidió a médicos cubanos tomar un avión a Perú, porque iban a pedir asilo, y la Argentina, directamente, le concedió asilo al paramédico Roberto Cruz Cruz el 3 de mayo pasado. Roberto Cruz Cruz contó a PERFIL que como es habitual que los profesionales cubanos de la salud en misión al exterior pidan asilo, sus pasaportes tienen, a propósito, un número diferente en la tapa que en las hojas posteriores del documento, para que cuando pidan asilo en el exterior las autoridades locales duden de la validez del documento.
—Cuando yo ejercía y viajaba al exterior por los congresos eso no pasaba. No sé si pasa ahora. Es posible. Pero antes no existía.
—La Argentina concedió asilo a Cruz Cruz poco más de un mes antes de que a usted se le concediera el permiso de viaje. ¿Cree que el caso de Cruz Cruz fue una presión del Gobierno argentino al cubano para forzarlo?
—No lo relaciono. Es común que muchos cubanos intenten adquirir la condición de refugiados…
—¿De victimizarse?
—Exactamente. Tampoco quiero decir que éste sea el caso.
—¿No cree que su permiso de viaje a quince días de las elecciones en la Argentina haya podido obedecer a un pedido de Chávez a Castro para favorecer electoralmente a los Kirchner?
—No sé si Chávez hizo algo o no. Me parece que hay muchos factores que entraron en juego. El gobierno del ex presidente Kirchner fue el primero que toma en sus manos el caso de mi familia y lo continúa el gobierno de su esposa. Como me decía ella ayer, utilizaron los métodos que pensaron que debían utilizar. Pero además ha habido durante todo este tiempo importantes gestiones de organizaciones y personas que no lo han dicho, gestiones anónimas. En la Argentina también está el caso del diputado Julián Obligio, que presentó un proyecto para que se me diera la nacionalidad argentina. Hay peticiones de otros gobiernos y de la Iglesia Católica, a cuya comunidad mi madre pertenece y en la que es muy querida. Hay cadenas de oraciones por mi madre en el mundo entero. Y esto es importante. Porque al final quien decide es Dios. Está también la labor de mi hijo y de mi nuera. Una labor incansable durante 15 años.
—¿Lo débil que perdura se hace fuerte?
—Era emocionante: 15 años sin parar. Los padres de mi nuera, Teresa y Carlos, no tienen imagen pública, pero han sido incansables en esto. Todavía debe haber monjitas cantando por nuestra familia. Yo le hice una carta a mi madre cuando se estaba muriendo y puse mi corazón en eso. Le dije: “Dios te quiere”. Volví a la religión antes de renunciar y me sorprendí por lo que era esa religión católica que había abandonado. Al sacerdote con el que me iba a confesar, yo estaba avergonzada, le dije: “Padre, yo no sé si usted me podrá oír”. Y él me dijo: “Yo no te voy a oír. Te va a oír Dios”. Y hablé de todos estos experimentos y de todo lo del tejido nervioso.
—¿Por qué cuando le saqué el tema de los experimentos con fetos se puso tensa?
—Porque a mí me han hecho mucho daño con esto. Yo pensaba en escribir en mi blog sobre esto cuando lo estime conveniente, porque el pueblo cubano no se va a beneficiar ahora. Pero me alegra que usted lo trate acá. Yo le dije al general Raúl que me llevaran a una iglesia y que con la Iglesia Católica de por medio iba a jurar que cuando cerrara los ojos de mi madre iba a volver. Y bueno, él es alguien que quiere a la familia. Todo esto se unió. Además, ¿cómo iba a entender la humanidad que una anciana se muera sin poder ver a su hija porque un gobierno no lo desea?
—¿Conoce la historia de las Madres de Plaza de Mayo?
—Sí.
—Su lucha, aunque indirectamente, tiene puntos de contacto con la de ellas, porque usted, esencialmente, defiende los derechos de las familias a estar juntas. ¿Alguna vez se le ocurrió entrar en contacto con ellas para pedirles que intercedieran ante los gobiernos cubano o argentino?
—No. Ellas sufrieron la persecución de una dictadura, y sin embargo reverencian otras dictaduras, como la que hay en Cuba, que es una dictadura de izquierda, mientras que la que hubo acá fue de derecha. Sé que no iban a hacer nada porque el que reverencia tanto a aquella dictadura demoniza a quienes pensamos diferente. Las Madres han sufrido mucho, han luchado por sus familias y eso merece el mayor respeto. No las quise irritar, y por eso no recurrí a ellas.
—Usted dijo: “Fidel Castro, que ha sido el verdugo de mi familia...”.
—Sí, lo dije en Cuba.
—También se dijo que tuvo con Fidel Castro una relación afectiva y que aspectos emocionales son los que los distanciaron. ¿Cuál fue la relación que tuvo con Castro?
—Le dije que el señor Fidel Castro me manda a buscar mientras yo realizaba mis investigaciones en el instituto. El se impresionó mucho y me preguntó quiénes eran los dueños de eso, y yo le dije que la comunidad internacional. Entonces él me pregunta dónde estaba yo, por qué no me había conocido. Y yo le dije que había estado trabajando en la neurocirugía. Fue así como se autorizó el centro. Mi nexo con Fidel Castro se realizó allí. Nunca fui amiga personal de él. Fidel Castro iba muchísimo, me conocía y sabía que la forma de castigarme era separándome de mi hijo porque me vio trabajando con él en el centro y vio el vínculo que teníamos. Pero bueno, de ahí no pasó nuestra relación.
—Quizás los argentinos estemos muy mal informados sobre Cuba, pero nos cuesta imaginar que alguien acuse públicamente a Fidel Castro de “verdugo” y de “torturar psicológicamente a mi anciana madre moribunda, y a mis inocentes nietecitos”, sin que esto le genere consecuencias.
—¿Cómo que no?
—Me refiero a que no vaya presa.
—Hay gente que está presa por expresarse. Pero hay gente que se expresa y está como yo. El gobierno no puede seguir llenando las cárceles.
—Hay 200 presos políticos en su país por denunciar que su país no respeta los derechos humanos.
—Es un gobierno muy inteligente para las condenas. Ellos saben que si me hubieran fusilado me habrían hecho un favor. Me hicieron lo peor que me pudieron hacer, que fue separarme de mi hijo y no dejarme ver nacer a mi nieto. Posiblemente elijan las condenas. Habría sido un escándalo que pongan a una mujer científica detrás de las rejas. Mejor dejarme encerrada y que no pueda ver a mi hijo.
—Cuando en 1994 renunció como diputada del Parlamento al “considerar inaceptable la política oficial dirigida a dolarizar la institución médica-neurocientífica fundada por mí y la consiguiente discriminación de mis compatriotas afectados por enfermedades neurológicas graves”, ¿no era obvio que un gobierno como el de Castro iba luego a tomar represalias contra usted? ¿Por qué no pensó en exiliarse?
—Uno a veces es medio quijote en la vida. Denuncié millones de problemas dentro de un sistema en el que no se puede hablar por cuenta propia. Viajé en el medio de aquel conflicto a Estados Unidos y me ofrecieron contratos en distintos países, pero los rechacé. Yo quería defender los derechos de los cubanos de frente. Pero sí tomé recaudos con respecto a mi hijo, que tenía una beca en Japón para un posgrado corto y no quería ir, pero yo le dije que fuera.
—¿Usted no se exilió para no dejar a su madre sola?
—No es eso. Porque de alguna manera hubiéramos sacado a mi madre de Cuba. Aunque hubiera sido en aquellos yates de millonarios que hay ahí y que me ofrecieron a mí misma sacarme. Es más: me pude escapar de Cuba hace un año porque me lo ofrecieron. Pero me gusta hacer las cosas de frente.
—¿Cualquier persona que no tenga una enemistad especial con el gobierno puede salir de Cuba siempre y cuando su familia tenga dinero?
—Sí, los sacan. Por ejemplo, están vendiendo cartas de invitación hasta en Rusia. Entonces los sacan por ahí.
—¿Se podría decir que la caída de la URSS marcó un punto de inflexión en Cuba, porque al desaparecer los subsidios rusos mostraron que el régimen estaba más consolidado de lo que muchos creían?
—Siempre pensé que estaba consolidado. Cuando renuncié, en Cuba se decía que me iba a ir con los Derechos Humanos, porque en Cuba unirse a los Derechos Humanos es unirse con la disidencia. Hablé con la persona paradigmática de la disidencia en ese momento, que era el presidente del Comité Cubano por los Derechos Humanos, y me dijo que iba en el mismo coche con Fidel Castro cuando se dio cuenta de que no quería ser comunista. Me dijo que a este sistema le quedaba poco, y yo le dije que estaba equivocado, que al sistema le quedaba muchísimo.
—Pero hubo un punto de inflexión con la caída de la URSS al desaparecer los subsidios.
—Sí, pero rápidamente el gobierno cubano adoptó una serie de medidas. Despenaliza el dólar, porque mucha gente tenía dólares escondidos. El gobierno trata de compensar esta debacle económica abriendo las puertas a esa comunidad cubana que está en el exterior y a sus dólares. Además se abre al turismo. Y ahí es donde se produce un cambio.
—Me quedé con su respuesta anterior cuando dijo que no iba a salir en el barco de un millonario, que quería salir por el aeropuerto con su pasaporte y autorización. Y al mismo tiempo usted decía que no se entiende en el caso de Fidel Castro el encono contra usted. La composición que me hago es que era el choque de dos personalidades muy, muy fuertes.
—Puede ser…, pero bueno, nadie ha querido analizar eso.
—Su actitud indoblegable desafiaba más aún a Castro.
—El me conocía perfectamente. Puede ser. Además, yo había llegado a una posición científica importante, disputada por el mecanismo de por fuera que existe en el país.Muchas personas intercedieron directamente con él, lo que le molestó muchísimo, como lo de las condecoraciones que entregué. Yo hice una carta diciendo que no quiero condecoraciones de un sistema que frustró mis sueños de adolescente y que discrimina a los enfermos cubanos. O sea que usted tiene razón. Yo decía: pero cómo es posible, si yo soy una mujer, qué es lo que estoy pidiendo.
—Eso mismo lo debía irritar. “Yo he podido vencer a hombres de dos metros, cómo no puedo vencer a esta mujer”, debía decirse.
—El vio que mi personalidad era ésa también a la hora de entregarme totalmente a aquellos enfermos cubanos. ¿Cómo pudo olvidar cuando él llegaba de madrugada y me veía exhausta? Cómo lo pudo olvidar a la hora de tener un poco de compasión.
—Ese placer que él veía que a usted le producía su trabajo, como el que le producía la maternidad, lo llevó a que impedírselos fuera su castigo.
—Desproporcionado totalmente.
—¿Esa desproporción lleva a las especulaciones sobre si Castro y Ud. eran amantes?
—Y yo no me molesto porque digo que tienen derecho a pensar lo que les parezca porque es tan absurdo. Además, es dañino para el sistema, para su gobierno porque, ¿cómo se ve en el mundo? Si a mí me dejaban ver nacer a mi nieto, hubieran trascendido mis críticas, pero no este tema.
—Usted no habría sido un personaje público.
—Claro que no.
—¿El caso de los 10 mil dólares de César Jaroslavsky que usted repartió entre los miembros del CIREN en contra de la voluntad del Partido Comunista de su país fue total o parcialmente causa de su ruptura con el gobierno cubano?
—Lo que estábamos discutiendo era otra cosa. Yo me pude haber quedado con aquel regalo de César, que me decía “póngaselo en la cartera, en la bolsa”. Le dije: “No”. Qué felices estaban los trabajadores con aquellas bolsas, y que venga aquel partido de arriba a decirme que yo estaba estimulando con métodos capitalistas inadmisibles. Pero digo: dales jabón para que se bañen, un poquito de ropa. La discusión fue dura. No sé qué pensó Fidel Castro de ello, pero Fidel Castro es un hombre inteligente. Lo que yo tenía delante de mí no eran personas inteligentes que me decían que tendría que habérselo dado al partido. Pero, ¿por qué?
—Si Ud. se hubiese quedado con el dinero sin que trascendiera, no le generaba al partido ninguna contradicción. El problema fue que hiciera pública la recepción de ese dinero y su distribución por fuera del régimen.
—Yo decía: “Tengo delante seres humanos racionales que me están insultando, casi degollándome por lo que yo no hice”. Métodos inadmisibles de estimulación capitalista... ¡Por favor!
—Usted dijo que “Fidel Castro y el gobierno saben que a mí nunca me ha interesado ser capitalista”, pero en Cuba la acusaban de egoísmo y prácticas capitalistas.
—Porque él, cuando sale mi mamá parece que se molestó, y escribió una de esas cosas que él escribe en el prólogo de un libro que no venía al caso. Entonces digo que era de mí de quien estaba hablando, obviamente. Que yo parece que estaba esperando que se cayera el comunismo en Cuba para convertirme en propietaria. Sabe perfectamente que si yo hubiera querido ser propietaria de algo no tenía que esperar que se caiga el comunismo en Cuba: me hubiera quedado en un viaje. A mí no me importa el capitalismo o el socialismo, ése no es mi problema.
—Usted quiere ser médica.
—Yo quería ser médica y que me dejaran tranquila. Mire, varias veces le dijeron..., porque me ponía fuerte con los dirigentes. “Yo necesito esto urgente, porque no hay de esto para los pacientes”. Entonces me decían: “Tú te crees que esto es tuyo”. Y yo les decía sí, que en el mejor sentido de la palabra me lo creo. La excelencia molesta.
—Ese defecto no es patrimonio sólo del comunismo.
—Me perdí momentos irrepetibles de la vida de mi hijo de tanto trabajar cuando era niño y adolescente. Ya después de adulto me lo pegué a mí, estudió medicina con excelente expediente y se hizo de mi misma especialidad. Tenía a mi hijo y a mi medicina, pero el supremo momento de mi vida no fue cuando yo operé y él me ayudó, sino cuando él operó y yo lo ayudé. Fue un aventajado discípulo de uno de los mejores profesores japoneses en neurocirugía.
—Castro dijo, además, que Roberto Quiñones, su hijo, que emigró tras casarse con la argentina Verónica Scarpatti, era un profesional “nada brillante” que violó “normas éticas” que prohíben “relaciones sexuales con pacientes o acompañantes”, porque el padre de Verónica…
—No el padre, el hermano.
—¿Pero existen esas prohibiciones éticas con los acompañantes?
—No. Y ella no era acompañante. En primer lugar, mi hijo fue uno de los más destacados graduados de su curso. O sea, garrafal mentira. En segundo lugar, mi nuera Verónica tiene un hermano que, desgraciadamente, tiene una discapacidad producto de una vacuna. Cuando se conoce la existencia del centro, lo llevan en un estado bastante mal, acompañado de los padres. Entonces, en unas vacaciones, Verónica viaja desde la Argentina a ver a su hermano, y ahí se conoce con mi hijo, se enamora… No son relaciones sexuales: es amor. Y después mi hijo tuvo que pedirle permiso a medio mundo, porque en Cuba..., ya no porque necesitan que las señoras se casen con los extranjeros, en aquellos años cuando un cubano se iba a casar con un extranjero tenía que pedirle permiso a medio mundo. Al partido mismo le pidió permiso, y se lo dieron. Y legalmente se casó en Cuba.
—¿Cuando un hombre se casaba con una mujer?
—Cualquiera de los dos. Un cubano con un extranjero. El hizo todo. Se casaron en Cuba. Legalmente. Vivieron en Cuba. En aquel momento le respondo a la prensa extranjera porque lo que más me dolió es que mi nuera, una mujer íntegra, me pregunta cómo el señor Fidel Castro, que tanto ha criticado el uso del insulto personal en las campañas electorales norteamericanas, insulta personalmente a una dama. Y dije en aquel momento y lo repito ahora: parece que el señor Fidel Castro necesita un exorcismo. Pues que lo haga, si ese exorcismo lo va a ayudar a estar en paz y sobre todo si va a llevar la paz a Cuba.
—¿Qué otro caso de animosidad manifiesta es comparable?
—Huber Matos, uno de los más valientes comandantes de la sierra, que lo que hizo fue no querer ser comunista. Es un ancianito enfermo y todavía está la campaña para desacreditarlo.
—Si Fidel Castro siguiese al frente del gobierno de Cuba, ¿usted hoy no hubiera tenido el permiso de viaje?
—Este permiso de viaje tuvo que ver con Fidel Castro también. Creo que el general Raúl Castro esta determinación no la iba a tomar si no lo consultaba con él.
—¿Y qué pudo haber motivado este cambio de actitud? ¿Que políticamente hubiera sido peor para él?
—Para su país. Aparte, tanta gente intercediendo. Oiga, ¿cómo se puede entender? Mi mamá ha escrito a todo el mundo diciendo: “Mi última voluntad antes de morir es unir a mi familia”. Y lo único que decía desde que cayó en terapia es: “¿Y dónde está mi hija? ¿Y dónde está mi familia?”. Entonces, yo creo que, porque es hombre inteligente, en algún momento tenía que primar el sentido común sobre… no sé cómo llamar a estos sentimientos, a esta ira irracional que sentía hacia mi persona.
—¿Usted ve diferencias conceptuales entre Raúl y Fidel Castro?
—No en lo que al gobierno se refiere, porque es el mismo gobierno. Pero cada persona es diferente. Raúl es diferente a Fidel. No voy a decir si más malo o más bueno. Pienso que en el orden familiar valora lo que es la familia y quiere mucho a la vida. Y creo que es un hombre con los pies más en la tierra, hasta por un sentido de supervivencia, está pensando más en el país. Aunque no veo que se haya concretado nada importante. De una manera u otra, yo no tengo la menor duda de que Fidel Castro está gobernando en Cuba.
—¿Aquel Fidel Castro con el que tuvo buena relación cambió respecto del actual? ¿Es una persona a la que el poder a lo largo de los años fue modificando o esencialmente es el mismo?
—Creo que él es el mismo Fidel Castro. Tiene una personalidad muy difícil porque es un hombre muy inteligente que suele comportarse con falta de humanidad, sensibilidad.
—¿Narcisismo primario donde el otro no existe?
—Creo que este tipo de personas se creen iluminados, elegidos. El que vi en el centro delante de mis enfermos… A mí, que me quiera a mis enfermos y mi familia, me ganó. Llegaba y me hablaba mucho de cómo hablaban en el mundo de esto, de los científicos, de cuándo iba a venir éste, cuándo iba a ir el otro… Se aprendió el nombre de algunos pacientes: “¿Y cómo está Miguel, cómo está el otro, cómo están evolucionando?”. Y yo le decía: “Usted los quiere ver”. Y él: “Bueno”. Entonces, a los pacientes: “¡Pero qué manera de mejorar tan grande!”. Y me pareció que se emocionaba. Por eso digo, ¿cómo se le pudo olvidar?
—¿Fidel y la revolución son la misma cosa para usted?
—Sí, la misma cosa. Porque la revolución, por lo menos en la que yo creí, no fue revolución, y él fue su jefe. Esa revolución no es la revolución que se desarrolló en Cuba. Y en eso fue su líder.
—¿Cuál es su opinión sobre el Che Guevara?
—Cuando el Che Guevara salió de la escena cubana yo era muy jovencita, estaba en Ciego de Avila. Hay quienes lo convierten en un dios y hay quienes dicen horrores de él. Entonces, yo no tengo elementos personales para opinar sobre él.
—¿Cómo se imagina una Cuba sin los Castro?
—Independientemente de lo enferma que está la sociedad cubana, el ser humano fue creado por Dios para ser libre. El algún momento, no sé si dentro de veinte años o cinco, nuestro país va a tener que tomar un camino en el que los seres humanos conservemos los derechos con los cuales Dios nos creó.
—¿Más tarde o más temprano Cuba abandonará el comunismo?
—Yo espero que Dios nos ayude a eso, porque es imposible que los seres humanos vivan en una situación tan antinatural, como es la falta de libertad, más de medio siglo. Ojalá que eso sea pacíficamente y ojalá que no sea, como ha pasado en los antiguos países comunistas, donde había mafias ocultas robando dinero, que ahora son mafias peligrosas, que entonces los pobres siguen siendo pobres. El mismo partido era mafia ladrona. Siguen ellos de una manera u otra deprimiendo al pueblo. Le pido a Dios que no pase eso en Cuba. No es raro que pudiera pasar. No estoy de acuerdo con que se explote de esta manera, y yo no soy ni igualitarista ni combato a los millonarios ni nada de eso, pero mientras que hay personas que les sobra tanto el dinero, se muere la gente de hambre en el mundo.
—¿Los gobiernos escandinavos serían su paradigma?
—La Doctrina Social de la Iglesia Católica. Que no ha llegado a ser ni un gobierno…
—Pero si tuviera que elegir un gobierno de los países que usted conoce.
—En Suecia yo vi libertades. Además, hay buenos sistemas de salud.
—¿Cuál es la imagen del presidente Barack Obama que llega a la isla a partir de sus gestos y discursos a favor de un mayor entendimiento entre Washington y La Habana?
—Tengo una mejor opinión del presidente Obama, porque me parece tan normal. Y pienso que lo primero que tiene que ser un dirigente de cualquier país es ser una persona normal.
—Cuando dice que es normal, ¿quiere decir que no es fatuo, que no es como Castro?
—No. Normal quiere decir un ser humano que cuando habla no ofende, no insulta, que hace raciocinios mesurados, que no anda en confrontación con el mundo entero, como no solamente Fidel Castro hace. Que lo mismo se sienta a dialogar con uno que lo ha estado ofendiendo hasta el momento. Además, es inteligente. Me parece que si lo dejan, va a hacer mucho por su país. Y tal vez purificando la imagen que hay de Estados Unidos, se pueda hacer mucho por el resto del mundo. En Cuba es muy bien visto. Sobre todo por esto de que eliminó las restricciones que había de parte de Estados Unidos para las visitas familiares. El cubano piensa que Obama va a ayudar a que más cubanos se puedan ir.
—¿Y qué piensa del rechazo de Cuba de volver a la OEA?
—Que para volver a la OEA tiene que mediar un diálogo y que tienen que comprometerse, por ejemplo, con la carta democrática de la OEA. Aunque se han comprometido a varias cosas que no han cumplido. Pero bueno, creo que esto establecería un compromiso con sus propios gobiernos aliados. O a lo mejor ya quieren hacer una OEA que no tenga ni a los Estados Unidos ni a Canadá.
—¿Es posible imaginarla a usted liderando un movimiento de transición hacia la democracia en Cuba, tal y como lo hizo Nelson Mandela en Sudáfrica?
—Totalmente imposible. Rechazo la política con todas las potencialidades de mi existencia. Además, los médicos, tan médicos como yo me siento, carecemos de ese don de masa que tiene que tener un líder. Nada más me imagino viendo enfermos. Es más: si en mi país se produjera algún cambio ni siquiera quiero asesorar nada. No quiero saber nada que tenga que ver con la política. Yo le doy mis opiniones, pero no quiero colegiarme en nada.
—Cuando Ud. acusa y rompe con el gobierno de Cuba en 1994, muchas situaciones que denuncia ya se venían produciendo desde hacía más tiempo. ¿La que cambió fue Ud., no el gobierno?
—Lo que cambió, que me lleva a tomar la decisión definitiva, es este problema de los enfermos extranjeros y los enfermos cubanos. Yo denuncio básicamente por eso. Pero yo tenía en mi pensamiento una serie de cosas que no entendía y otras que no conocía. Porque una vez que me desvinculo del sistema me queda tiempo para explorar muchas realidades que yo desconocía y otras que ya había palpado, pero que, como le dije, me había concentrado en el mundo de la medicina.
—Perdone mi ligereza por emitir una opinión con tan poco conocimiento, pero de la misma forma que creo que la cuestión personal, el choque entre dos caracteres irreductibles que se cruzaron, explica la sobreactuación de Catro, creo que el cristianismo, la reevangelización, como usted lo llama, fue el punto crucial y no solamente su clínica porque sus denuncias de entonces exceden a la salud pública.
—No, yo digo que fue lo que me llama a romper. A decir: hasta aquí.
—Su clínica fue el catalizador pero la causa fue el catolicismo.
—Puede ser. Entonces, me senté en mi casa a escribir todos los pensamientos que me habían perturbado durante mucho tiempo. Y a explorar, y tuve conocimiento de cosas que hasta ese momento, como estaba tan absorta en mi trabajo, no conocía.
—Por su condición de polaco, el papa Juan Pablo II fue determinante para la caída del comunismo. En su visita a Cuba, él pidió que se le concediera el permiso de viaje. ¿Cómo se arreglaban y arreglan los católicos cubanos y usted misma para conciliar el catolicismo con el comunismo?
—Es imposible. Por eso le digo que a mí me costó volver. El comunismo es ateo. Y el que diga lo contrario es ateo. Lo que pasa es que cuando mi madre me toma de la mano para volver al catolicismo, antes de renunciar, todavía yo militaba en el partido; me sentía tan incómoda en el partido. Lo que pasa es que el partido de mi Centro se concentraba en el objetivo de todos los que estábamos ahí, que eran los enfermos. Nosotros no perdíamos mucho tiempo en hablar, aunque siempre venía el partido de nivel superior a perturbar.
—Su país era la medicina.
—Ahí había una mística de trabajo. Había gente muy buena, que todavía debe estar en Cuba, que estábamos ahí en el partido, que su problema eran también los enfermos.
—En la ex Unión Soviética, la incompatibilidad entre Iglesia y comunismo era tal que Stalin, literalmente, demolió la catedral.
—Allá no se llegó a eso porque Cuba es de profundas raíces católicas. Pero sí se persiguió. Yo lo viví en mi madre. Mi padre sufrió mucho porque le dijeron: “Tu esposa está ayudando a los curas, entonces te tienes que divorciar de ella”. Lo que pasa es que mi madre es una mujer tan excepcional.
—Una de las diferencias entre Castro y Stalin es que Castro toleró a la Iglesia.
—Y que en Cuba no hubo esas matanzas enormes que hizo Stalin, sino esta represión, este cuartel en que se vive. En Cuba se han hecho muchas ejecuciones morales. Cuando usted trata de degradar a un ser humano ante su pueblo, lo está ejecutando moralmente. A veces, es mejor hasta que te maten físicamente. Y con todo esto que él escribió no pretendía otra cosa que ejecutarme moralmente. Estoy hablando de mi caso. Las ejecuciones morales siguen y antecedieron al caso mío.
—El último acto público que tuvo Fidel Castro fuera de Cuba fue en la Cumbre del Mercosur que se realizó en Córdoba, Argentina, en julio de 2006. En ese encuentro, el presidente Néstor Kirchner le dio una carta para pedirle que la autorice a usted a viajar a Buenos Aires, pero él se molestó por ese pedido y entró en un cuadro grave de salud del que no pudo recuperarse. ¿Es probable que su molestia ante los reclamos sobre usted haya disparado algún efecto psicosomático sobre su salud?
—Ay, por favor, yo no quiero pensar eso. Dicen que tiene un problema intestinal. Además, no creo que sea el único disgusto que pueda tener en un país tan devastado y con tantos problemas.
—Las cuestiones personales tienen una importancia subjetiva.
—Ojalá no sea así, y se lo digo con la mano en el crucifijo, que yo le deseo al señor Fidel Castro que se ponga lo mejor posible de salud, que además adquiera una paz que todos los seres humanos necesitamos a cualquier edad, pero sobre todo a una edad avanzada como la que él tiene.
—Usted marcó que se quedará hasta que su madre cierre los ojos, que piensa volver. Su madre también vino con permiso de seis meses.
—Pero se lo renovaron, está legal aquí. Cuando se le venció el permiso, fue mi familia a la embajada cubana, porque mi madre dijo: “Que no me vayan a declarar quedada, porque yo no quiero”. Le dijeron que le podían ampliar el permiso y todos los meses tienen que pagar una cantidad de dinero en divisa. Creo que es como un impuesto.
—La escuché decir que se equivocó al dedicar tanto tiempo a la lectura y el trabajo y menos a su familia. Ahora que tiene a todos los suyos juntos en la Argentina, ¿quiere volver a Cuba sólo para cumplir con su promesa?
—No es por la promesa. Cuando me entregan los documentos, yo les digo: “Y dónde tengo que ir a hacer el juramento”. Y me dijeron: “No tiene que hacer ningún juramento”. Yo propongo hacer un juramento, ellos no me lo pidieron.
—No creen en Dios.
—Parece que no creen. No me lo pidieron o no lo creen necesario. O sencillamente dijeron: “Que se vaya, que se acabe de ella”. Siempre uno tiene algún pensamiento en el plano de la irracionalidad, y puede ser que este pensamiento mío esté en ese plano: pienso que a lo mejor puedo servir a mi patria escribiendo dentro de Cuba. Además, no me gusta hablar desde lejos. Incluso quiero que lean bien mi blog para que nadie vaya a decir: “Ahora ella está criticando más fuerte”. Porque Cuba tiene sus voceros donde quieras.
—Usted también dijo que aceptaría la ciudadanía argentina.
—Sí, cómo no.
—Y regresaría a Cuba con pasaporte argentino.
—El gobierno cubano no permite que nadie vaya a Cuba con un pasaporte que no sea cubano.
—Si usted volviese, ¿su hijo Roberto Quiñones podría ir a visitarla sin riesgo?
—No. Jamás haría que mi hijo fuera a Cuba. Si yo logré desprenderme de mi hijo para sacarlo del peligro…
—Entonces, ¿por qué volvería? ¿Para no verlo nunca más después de todo lo que luchó?
—Lo que quiero es que cuando mi familia pueda reunirse un ahorro, como una abuela que vive en un país diferente a sus nietos, haga lo que hacen otras abuelas en el mundo.
—¿Pero usted cree que le van a dar el permiso?
—No lo sé. Pero yo pienso que mi derecho es entrar. Mire, se lo pido a la Presidenta, además, porque estoy viendo sufrir a un por ciento elevado del pueblo de Cuba por esto.
—Es capaz, para que esto se modifique en representación de muchas otras personas que no tienen su trascendencia pública, de sacrificarse y no ver a su familia.
—Es lo que estoy pensando en este momento. No creo que lo mío vaya a ser determinante en el sentido de que ellos lo van a poder hacer. Lo hacen conmigo o sin mí. Estoy hablando de mi posición como persona. Lo que podía hacer lo hice con la señora Presidenta, y si puedo lo voy a seguir diciendo y lo voy a seguir escribiendo y con cuanta persona que me encuentre lo digo.
—Antes de que en 1995 le impidieran viajar al exterior, visitó varios países. ¿Cuáles?
—Francia, España. Suecia, Inglaterra, Italia. Fui invitada por la comunidad neurocientífica de esos países a congresos, a intercambios científicos. También fui a la URSS, Checoslovaquia, Bulgaria, Alemania comunista.
—Antes de la caída del Muro de Berlín, entonces.
—Sí, después no fui. Estuve en Argelia durante más de dos años cumpliendo lo que el gobierno cubano llama Misión Internacionalista. El gobierno argelino contrató mis servicios al gobierno cubano, y yo fui a prestar servicio como neurocirujano a Argelia.
—José Luis Borges decía que cuando se viajaba no sólo se lo hacía en el espacio sino también en el tiempo; en los lugares más retrasados se iba hacia el pasado, y en los más adelantados, hacia el futuro. ¿Tienen conciencia los cubanos de que cuando los extranjeros visitan su país sienten que viajan al pasado?
—No, porque Cuba ha sido un país muy cerrado, incluso se prohíben ahora canales de televisión de otros países, aunque hay antenas clandestinas. Esto hace que el pueblo no tenga información sobre nada. La prensa es toda del gobierno y dice lo que el gobierno decide que se diga. Ahora, el pueblo ha comenzado a hablar con los turistas y creo que percibe la diferencia entre un país y otro. Desgraciadamente, las generaciones más jóvenes los están percibiendo no como países donde se respetan las libertades, los derechos, sino donde las personas tienen celulares y bienes materiales que ellos no han tenido.
—Cuando hace 20 años cayó el Muro de Berlín y los primeros habitantes de la ex Unión Soviética pudieron viajar fuera de su país, se producían situaciones graciosas como que las mujeres se arreglaban con rodete, a la moda de las series norteamericanas de los años 60, porque creían que así era Occidente.
—En mi blog, uno de los artículos que escribí habla precisamente de ese tema. Cómo era la elegancia en Cuba antes, cuando mi madre tenía una casa de moda, y cómo se congeló con este sistema. Es posible que suceda, aunque los cubanos me dan la impresión de que somos un poquito más inteligentes.
—¿Vio la película “By, by, Lenin”, donde se narra la vida en la RDA después de la caída del Muro del Berlín?
—Debe hacer 40 años que no voy al cine. Hay bastante tiempo para ver videos en Cuba, y la gente los compra clandestinamente. Pero yo no tengo.
—En los primeros años posteriores a la desintegración de la ex Unión Soviética los rusos se ponían saco y corbata para ir a McDonald’s y sobredimensionaron todo lo que venía de los países desarrollados. ¿Existe ese riesgo en Cuba?
—Existió cuando el gobierno cubano abrió las puertas a lo peor del capitalismo en Cuba. Eran personas pervertidas que venían buscando a las jovencitas cubanas. Al principio, les daban una bolsa con algo de alimento y se conformaban. Ya no, incluso ellas están buscando, inteligentemente, un matrimonio, aunque sea con un anciano europeo que le permita abandonar el país. Se sobredimensionaba al extranjero, eran como dioses. Personas que no eran absolutamente nada en su país decían “ese país es un paraíso” porque lo trataban como a un rey por el solo hecho de ser extranjero. La población cubana es inteligente y ha ido comprendiendo que son seres humanos que han tenido un poco más de oportunidades. Yo no creo que esa posición ridícula se vaya a repetir en Cuba.
—Un cubano, muy importante en su país y en el nuestro porque fundó la televisión de Cuba y de Argentina, Goar Mestre, siempre me decía que los cubanos eran los argentinos del Caribe, porque tenían mucho éxito fuera de Cuba como también los argentinos en nuestros países vecinos.
—Aún ahora puede verlo: hay un mercado negro tremendo, hay un ánimo de progreso innato.
—Lo contrario al amor no es el odio, sino la indiferencia, los rusos también tenían un nacionalismo antinorteamericano que no era más que un mecanismo de defensa que solapaba su admiración por el mundo anglosajón.
—Publiqué en el blog, poco antes de salir, un artículo en el que toco el tema del sentimiento antinorteamericano. Hay causas que han generado resentimiento en las poblaciones pobres, injusticia social, tal vez la voracidad de algunas transnacionales. La injusticia social no es justo que exista. Hay gobiernos que utilizan este sentimiento como coartada para justificar su incapacidad y hasta su propia corrupción. Es significativo que haya personas que se han enriquecido gobernando países pobres, que tienen a sus hijos estudiando en Europa y que ven como lo peor al capitalismo salvaje. Culpan de todas las cosas que suceden en sus propios países a los Estados Unidos. Ahí se unen una coartada y una hipocresía del individuo que pregona de una manera y vive de otra. Si usted critica tanto a los norteamericanos, usted debiera ser una persona muy humilde. Ahora, si usted vive como el más rico y millonario de los estadounidenses a expensas de su propio pueblo, usted es un hipócrita.
—Usted menciona su blog, Internet fue como una ventana para usted, a pesar de las pocas horas por día…
—No, por semana. Mis artículos se los paso a Cadal (Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina), ellos son mis amigos y me dejan entrar al blog. Me lo sitúan porque yo no sé nada, a veces no me alcanza el tiempo ni para transmitirles los artículos que llevo.
—Calificó de estupidez la reciente abolición de la prohibición de tener computadoras personales, dispuesta por Raúl Castro; pero antes de las computadoras está el teléfono. ¿Cuantos hogares en Cuba tienen teléfono?
—Mi percepción es que ha ido mejorando bastante en los últimos años con una empresa mixta, Etecsa, que es la empresa telefónica de Cuba asociada creo que con mexicanos e italianos. Ellos digitalizaron casi toda la isla. No se puede comparar con la situación de otros países, porque no todo el mundo tiene teléfono, pero de hace diez años a hoy, ha mejorado mucho.
—Cuba tiene un territorio de casi la mitad del tamaño de Uruguay, pero con el triple de habitantes: 11 millones. ¿Esto la condena a ser un país pobre, independientemente del sistema político que practique?
—Antes de la revolución, yo tenía 15 años, pero era una jovencita que pensaba y miraba. Había mucha pobreza en Cuba, pero no nos homologaban en la pobreza. Además, aquel gobierno no pregonaba que era el de la justicia social, como sucedió con este gobierno. Había pobreza y era inaceptable porque era un país con una naturaleza muy pródiga, sobre todo en algunos aspectos, porque no tiene petróleo (ahora se está descubriendo que algo tiene), pero había mucha corrupción gubernamental. Después, con este gobierno estalinistas, lo que pasa es que se ha homologado al país en la pobreza. También tengo en el blog un artículo en el que digo que existe como un estado de indigencia nacional, porque vivimos de regalos, de dádivas. Hay más de tres millones de cubanos viviendo fuera de Cuba que no permiten que los familiares que estamos en Cuba nos muramos de hambre. Es muy duro para una persona que trabaja… Gente que sigue siendo fiel al sistema, personas muy buenas, muy decentes, muy trabajadoras ahora tienen que vivir de lo que les mandan los familiares, los otrora detenidos, traidores. Eso es muy humillante para un pueblo tan creativo. En los niveles gubernamentales no viven así.
—¿Existe alguna posibilidad de que Cuba recorra un camino mixto similar al de China?
—Estoy casi segura. Viendo como está mi país y que este gobierno está bien enraizado, no creo que se vaya a terminar ni que este sistema vaya a cesar. Posiblemente, hagan algunos cambios y con la ayuda de todos esos países que los están ayudando traten de abrir un poco la economía y mantener la dictadura que es. Además, el pueblo cubano ha aprendido a vivir al límite.
—Por la baja de los precios de las materias primas que exporta Cuba y del turismo, su país anunció una reducción del 6% del presupuesto nacional. ¿Cómo viven la crisis económica mundial en Cuba?
—Es difícil delimitar porque se ha vivido en crisis 50 años. La apertura a partir de 1993 al turismo, a despenalizar las divisas fue por otra crisis. Había que despenalizarlo porque las personas las tenían escondidas. Si usted tiene una madre o un hijo que le está mandando dólares, ¿por qué no los va a poder utilizar si son legales? Antes se podía ir a la cárcel por tener dólares, pero entonces toda la gente empezó a sacarlos y a comprar en tiendas. Y a viajar a Cuba los cubanos que estaban afuera y traer dólares. Hubo una época en que se vivió mejor, y no por el gobierno, sino a expensas de esto que le estoy describiendo. La prensa cubana dice que hay problemas de liquidez debido a la crisis internacional, que el níquel bajó, etcétera; yo he leído que hay algún problema con el pago a los empresarios de empresas mixtas, que parece que algunos se han ido retirando, y parece que Cuba ha bajado sus compras en el exterior. Esto determina que las tiendas que venden en divisas estén más desabastecidas. Ese es el socorro de gran parte de la población que cuando consigue divisas va corriendo a comprar aceite, jabón de baño, papel sanitario, etcétera.
—Las medidas incluyen reducciones de granos y sal en la libreta de racionamiento y los servicios públicos de transporte, con recortes de horarios, rutas y frecuencias. ¿Qué significa eso en la vida cotidiana?
—Hay una libreta de racionamiento que tiene casi 50 años y que vende a cada cubano una serie de productos, pero a precio subsidiado. Al principio eran bastantes cosas y cada vez quedan menos. El resto hay que comprarlo con pesos cubanos normales y con pesos cubanos convertidos, porque ya no sirven más los dólares: si tiene dólares, tiene que cambiarlos por una moneda que se llama peso cubano convertible. Usted recibe 100 dólares, pero el gobierno cuando le cambia le da 80 y se queda con 20.
—¿Qué información tienen los cubanos sobre lo que sucedió con la ex URSS y China, y qué opinión se formaron?
—La que el gobierno da. En Cuba se vive en la supervivencia, con mucho miedo a tener problemas con el gobierno y tratando de resolver sus problemas individualmente. Los jóvenes, yéndose, por las vías que usted no se puede imaginar, porque la creatividad va sumando nuevas vías que ya no son cruzar a La Florida. Hay muchas variantes de esto que es tráfico humano, que es pago, y pagan los familiares que están en otros países, o casándose con ancianos. No creo que interese mucho lo que sucedió con la URSS o con China.
—Este año se cumplieron 50 años de la Revolución Cubana. Describa en retrospectiva las cosas que fueron buenas y las malas.
—Cuando un gobierno le da al pueblo un sistema de salud y educación no está haciendo nada del otro mundo, para eso están gobernando y es elemental. El gobierno cubano cumplió con su deber en ese sentido y lo ha utilizado como una alucinante propaganda. Que otros países no lo hagan, no significa que si uno lo hace sea algo excepcional. El sistema de salud, en las décadas de los 60 y 70, fue extraordinariamente bueno, universal, gratuito, pero se ha deteriorado con el tiempo, más que por los factores materiales, por los humanos. Cuando el ser humano vive tantos años sin libertad, se enferma; eso se refleja en todos los sectores de la sociedad. Posiblemente estas instituciones estén bien abastecidas, pero se roban el jabón, el paño para limpiar el piso, la medicina, las sábanas de las camas, y esa situación repercute en la atención. Además, el personal es llevado a otros países, masivamente, y hay un poco de falta de personal: usted puede llegar a un hospital que fue verdaderamente excelente y lo encuentra sucio, falto de mantenimiento. Lo más triste es que muchas veces el gobierno lo repara y al poco tiempo está igual porque, como le digo, el factor humano es indispensable. En este momento hay en Cuba tres planos en la atención en salud: el de los dirigentes, que siempre ha sido mejor que el del pueblo; el de los extranjeros, y lo otro es lo que está para la población. También ha surgido un sistema de salud privado clandestino que no está promovido por el gobierno, y parte del personal de salud le cobra a la población cuando llegan a las instituciones gubernamentales.
—¿Cuándo estuvo usted por última vez en la URSS?
—Sé a dónde va. Fue en los años 80. Estaba en el Instituto de Neurocirugía Burdenko y veía que alrededor de los quirófanos se acumulaba gente. Un día pregunté a un médico qué hacían allí y me contestó que estaban esperando a los neurocirujanos para pagarles. “¿Cómo para pagarles?”, le pregunté. “Bueno, doctora, nosotros tenemos que vivir también”, me contestó. En aquella época ya me sentía un poco defraudada, ¡pero que en la cuna del socialismo sucediera semejante cosa! Yo decía: “En Cuba jamás va a suceder”. Ya está sucediendo.
—Y no sólo se pagaba por las operaciones, con lo que se dispusiese –en las zonas no urbanas con una gallina, por ejemplo–, sino en casi todas las actividades: a los profesores de las facultades había que llevarles un regalo para que tomaran examen.
—También en Cuba es así. Yo no quiero que me lo discutan, porque quien está hablando viene de ahí adentro. La otra bandera del gobierno cubano es verdad: la educación. Es gratuita, usted puede estudiar cualquier carrera universitaria, libremente. Pero usted no tiene derecho de educar a sus hijos en los principios que usted quiera: se los educa marxista-leninistas. Además, somos alfabetizados, pero no podemos leer lo que queremos porque el gobierno decide lo que se puede leer. Lo positivo es que hay centros científicos importantes, que ojalá se puedan conservar si mi país evoluciona, porque son centros de muchísimo nivel con científicos de altísimo nivel y muchísima calidad como seres humanos.
—¿Cuándo y por qué usted abrazó el comunismo?
—Cuando triunfa la revolución, tenía 15 años. Soy de una familia católica, estaba educándome en un colegio de monjas, ya tenía una beca para estudiar en España o en Estados Unidos por las instituciones de mi diócesis que eran privadas, y siempre se le daba al más destacado. Mi familia paterna había luchado el 26 de julio en el movimiento de Fidel Castro en la clandestinidad urbana. Fidel da un discurso y la jovencita que yo era se quedaba fascinada, era como si hubiese estado predicando el Evangelio. Mi madre quería irse por el tema de la religión, que enseguida empezaron a perseguir, pero en los matrimonios de esa época los hombres decidían. Entonces, yo le creí ciegamente y en lugar de estudiar medicina con mi beca, estudié en Cuba. A mí me dieron, como se dice en Cuba, a la militancia del partido comunista muy joven porque eso se considera un estímulo al intelecto, un estímulo docente porque siempre he sido una trabajadora incansable. Ya desde el principio, había cosas incompatibles: el verbo de ellos con su acción. Pero uno siempre trata de defender y autoengañarse. Hubo un momento en la vida en que me dije: “Esto tiene que ser mi vida”. Porque aún las personas que nos destacábamos, que tratábamos de hacer lo mejor posible, sufrimos mucho. La visión internacionalista me abrió mucho los ojos. Me dije: no es verdad lo que están diciendo, no es un problema de error humano, aquí hay un problema de sistema. Pero con el sistema médico por encima de todo, dije: “Me voy a dedicar a mis enfermos y que a la política se dedique otro”.
—¿Qué piensan hoy los jóvenes sobre la revolución?
—La minoría cree en el sistema por influencia de los padres, y hay un porcentaje elevado a los que no les gusta mucho el sistema, pero no creo que valoren la falta de libertad, la confiscación de los derechos. Más bien están comparando la vida superflua de los jóvenes. Tienen cosas que ellos no tienen, y algo que es más común que el amor: la libertad de viajar. Las personas de más peso lo piden por la unión de las familias; los más jóvenes piensan en las familias también, pero quieren otros mundos.
—Ud. logró ser legisladora. ¿Cómo se trata a la mujer en la política de Cuba?
—Ellos fueron los que decidieron que fuera legisladora. Usted sabe que allá hay boxeadores, peloteros, músicos y científicos como yo, pero ahí todo lo decide el gobierno. La mujer no es discriminada en los trabajos, ellos tratan de que haya representación femenina y racial en el Parlamento, en el Estado, pero sí creo que hay violencia contra la mujer desde el poder.
—Usted atribuye el permiso que obtuvo para salir de Cuba en parte a la acción de los medios de comunicación. ¿Cómo percibe el contraste con un país como Argentina, donde existen decenas de medios y no pocos críticos al gobierno?
—En Cuba es espantoso. Uno está esperando cada día que lo agredan con las manos atadas y una cinta en la boca. El pueblo no tiene modo de expresarse que no sea utilizando un medio extranjero y si lo utiliza, le dicen mercenario. Es muy duro no tener cómo expresarse en su propio país, nada más que viviéndolo se sabe. Y saber que pesa sobre uno la posibilidad de que lo insulten públicamente, como hizo el señor Fidel Castro conmigo, sencillamente porque uno no piensa como el gobierno cubano.
—¿Y los medios argentinos?
—Yo los quiero mucho. En el momento en que mi madre necesitó ayuda, porque estábamos desamparados, nunca nos abandonaron, y no porque fuera su trabajo o porque ganaran dinero, porque yo percibí la sensibilidad con la que trataron el tema. Por lo tanto, ahora que ya no los necesito, no puedo ser una ingrata y decir que ya no hablo con los medios.
Fuente: http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0375/articulo.php?art=15230&ed=0375
Perfil (Argentina)
La neurocirujana cubana, que tras 15 años de lucha obtuvo el permiso para viajar fuera de su país, repasa desde su propia experiencia personal la medicina en Cuba, la Revolución, las costumbres y la economía de su país, la comparación de la experiencia castrista con las de la ex URSS y China, sus contactos directos con Fidel Castro, el salir del país ilegalmente y hasta la prostitución y el turismo extranjero en Cuba.
Por Jorge Fontevecchia
—¿Cómo está la medicina cubana en relación con el resto del mundo?
—En algunos países de Europa hay una medicina pública de excelencia, y en países como Chile, una medicina de primera línea. Ni hablar de países desarrollados. Cuando mi madre se enferma de gravedad en la Argentina, mi hijo me dice: “Tengo a la abuela en un hospital público”, y yo me caí muerta. Pensé: ¿en un hospital público?, con la propaganda que hace el gobierno cubano, que ellos son los únicos que dan medicina… Y mi hijo me dijo: “Mamá, es de excelencia, si vieras la calificación de todo el personal, la higiene”. Ahí me quedé tranquila porque mi hijo es médico y es muy exigente, y no sabían que era la famosa señora Morejón, una infeliz viejita que hicieron famosa porque no la dejaron ir a ver a su familia. Cuando llegué, la limpieza, el equipamiento era adecuado; así como la calidad de los enfermeros, los médicos, el personal auxiliar. Pero también la excelencia en el amor que le brindan a los enfermos, como le decía ayer mi hijo a la Presidenta: “Yo veía anoche a aquellos profesionales dar la vida por salvar a esos viejitos, igual que a mi abuela, que nunca preguntaron quiénes eran ni de dónde venían”. Aprovecho que estoy hablando con usted para felicitar a esa institución y a los que tengan que ver con que eso esté sucediendo. Se llama Hospital Tornú.
—En su carta a la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas denuncia que las autoridades de su país le niegan su permiso de viaje al exterior porque “su cerebro es patrimonio del país”. ¿Ese argumento es común a todos los cerebros destacados en Cuba?
—Cuando me viene la posibilidad de venir a la Argentina a ver nacer a mi primer nieto, que va a cumplir 14 años el domingo 28, le escribí primero al gobierno, pero no me citaron para responderme cuando mi nieto daba sus primeros pasos. Un oficial de inmigración fue el que me dijo eso. Le dije: “¿De qué está hablando? Dios crea al ser humano, único e irrepetible, cada cual es dueño de su cerebro, pero además, yo no voy a volver a trabajar para ustedes porque no estoy de acuerdo con la política que ustedes siguen, entonces, ¿para qué quieren un cerebro cautivo aquí?”. “Es una orden”, me dijo. El hombre no podía decir otra cosa porque me di cuenta de que estaba repitiendo lo que le habían dicho que dijera.
—¿Se podría decir que al ser Cuba poco productiva en muchos aspectos se especializó en acrecentar el capital humano, y que su “materia prima” es la gente?
—El señor Fidel Castro, que, dicho sea de paso, es muy inteligente, posiblemente se dio cuenta de la riqueza de la población cubana, de su riqueza sentimental, su inteligencia. No sé si lo hicieron planificadamente, pero es así. Hay muy buenos profesionales en distintas esferas en el país, como hay graduados en la universidad que no saben ni escribir porque depende del momento, de la masividad con la que se han graduado.
—Leí declaraciones suyas donde decía que era “consciente de nuestras lógicas limitaciones y de la muy reducida experiencia histórica cubana en las neurociencias experimentales”. ¿Por qué iban los extranjeros a tratarse a Cuba?
—Por la propaganda demencial. Por la cantidad de voceros que tiene el gobierno cubano donde quiera.
—Al centro médico que usted fundó, ¿qué lo hacía diferente y por qué los extranjeros iban a atenderse allí?
—También iban a otros. Yo propuse crear ese centro pensando en los cubanos. ¿Qué tenía? Nada que se haya inventado en Cuba. La restauración neurológica es una rama de la neurociencia que surge en el mundo desarrollado para tratar enfermedades incurables del sistema nervioso y darles calidad de vida a los enfermos mediante tratamientos que van desde medicamentos hasta operaciones de mínimo acceso. Hay aspectos que se estaban desarrollando en Japón, otros en Estados Unidos, otros en Canadá y otros en España. ¿Qué hice yo? Estudiando, me doy cuenta de todo esto que está surgiendo y, sin ser nadie, por mi cuenta, les escribí a los científicos que me empezaron a responder y me permitieron armar una bibliografía. Lo que se podía hacer con todo eso era tremendo. Yo era subdirectora del Instituto Neurológico en ese momento; hablé con el director y le dije que iba a hacer un proyecto. Lo hice y lo presenté en el Ministerio. Sin recursos comenzamos en el instituto a desarrollar algunos aspectos junto al director, que era el mejor neurólogo del país. Como los resultados fueron buenos, la prensa comenzó a publicar nuestras investigaciones. Y en ese momento es cuando el señor Fidel Castro se entera de que yo existo. Un día me mandó a buscar para que le contara de qué se trataba todo esto. Y bueno, a partir de ahí el proyecto se aprobó y se hizo el centro. Pero se hizo con el concurso de todos estos científicos que ya eran mis amigos y que viajaron a Cuba gratuitamente para dar su asesoría. Además hicieron donativos de instrumentos y, lo que es más importante, dieron becas para formar en distintas áreas a los jóvenes que iban a trabajar en esto.
—En un reportaje médico reflexionó sobre el hecho de que el pueblo cubano carece de derechos a establecer demandas, incluso hasta contra instituciones médicas. ¿Pudo esta situación permitir el desarrollo de técnicas experimentales con menor costo?
—Hasta donde yo sé, en la medicina cubana no se han realizado experimentos. Incluso existen instituciones que validan las prácticas, y se han realizado en protocolos con las normas internacionales.
—Hay varias denuncias sobre clínicas abortivas en Cuba hechas por la ONG Life Dymanics, que cita “The National Institutes for Health”, y el Laboratory for Embryology, en la University of Washington, en Seattle. Se dice que Cuba no sólo vendía fetos para estudios médicos, sino que los mantenía con vida vegetativa como una práctica habitual. ¿La existencia de ese tipo de experimentos que colisionaban con su fe católica también la empujó a romper con su gobierno?
—Entre las ramas de la restauración neurológica surge en Suecia lo que se llama el autotransplante para restaurar, por ejemplo, la enfermedad de Parkinson. O sea que se sacaba el tejido de la médula por la dopamina. Pero los suecos hacen experimentos con animales hasta llegar a los humanos. Y después lo hacen los norteamericanos y los ingleses. Existía un protocolo internacional ideado por los suecos y todos los años, los adscriptos a ese programa nos reuníamos para ver qué estaba sucediendo. Y lo hacíamos dentro de la mayor legalidad médica. Se lo digo yo que participé de estos estudios en mi centro. En el mundo se fueron haciendo pocos casos escogidos. Y eran abortos en países en los que es legal, como en Cuba. En Cuba, más que legal, yo diría que es masivo porque hay muchos embarazos no deseados. Pero se hace en instituciones. Y tampoco es cierto que en Cuba se obliga a las mujeres a hacer abortos ni que se les paga. Van solas a los hospitales ginecológicos, que no son clínicas abortivas, sino hospitales para los partos. Entonces, ese tejido, procedente de un aborto legal, que iba a tener un camino desconocido, era utilizado, en estos países que les menciono, para nuestros estudios. Obviamente, las personas que han querido criticar al gobierno cubano no se han preocupado por saber si los suecos o los norteamericanos siguen haciendo esto o no. Yo procedo de una familia católica, pero me separé de la religión durante muchos años. Y esto le dio un gran sufrimiento a mi madre. Yo tengo un artículo en mi blog que se titula “Retorno a Dios de la mano de un ángel”. Lo escribí llorando porque fue conmovedor lo que mi madre hizo conmigo para que recuperase la fe. En el fondo, creo que nunca la perdí. Mi mamá me acompañaba a misa y un día me dice: “Mi hijita, ¿usted sabe lo que es el Movimiento Pro-vida”. “No mamá”, le contesto. Y ahí ella empieza a hablar y me pone la radio católica mundial que se transmite desde Estados Unidos. Y yo oí. Ella, dulcemente, me estaba evangelizando.
—Ella estaba en contra del uso de fetos.
—Sabía que ahí todo se hacía bien, pero quería otra cosa. Y yo estaba preocupada porque los pacientes mejoraban, pero había problemas por tratarse de tejidos ajenos. Vi que en Japón se hacía la neurocirugía funcional con mapeo y registro intracerebral y por control computarizado. Y los resultados de estas técnicas que no llevaban los trasplantes de tejidos eran mejores, sin todos los problemas que le preocupaban a mi mamá y sin el problema de la inmunosupresión desde el punto de vista médico. Entonces exploré, logré becas y se introdujo la técnica en Cuba.
—Para abandonar esta otra.
—Para complacer a mi mamá. Y para los pacientes significaba ciertos beneficios porque los medicamentos no llevaban inmunosupresores. Una vez me entrevistaron desde Miami y me preguntaron si me constaba que en Cuba obligaban a las mujeres a hacerse abortos. Yo les dije que a mí no me constaba, y la periodista me dijo que yo no se lo decía porque tenía miedo. ¿Qué miedo voy a tener yo?
—¿Es correcto decir que para esas técnicas a los fetos se los mantenía con el corazón latiendo?
—No es cierto ni en Cuba ni en otros países. Quiero que quede claro que todos estos científicos son personas muy buenas y hasta donde yo sé en Cuba nunca se ha negociado con fetos ni se ha obligado a mujeres a realizarse abortos.
—A principio del siglo pasado, la mayoría de la gente moría a los 45 años de infecciones o traumatismos, y sólo el 20% de las enfermedades eran crónicas. En la medida en que la medicina y las condiciones de vida permitieron que las personas vivieran 70 años, hoy el 80% de las enfermedades son crónicas y sólo el 20% agudas. ¿La ventaja de la medicina cubana es absorber a los pacientes que dejaron de ser agudos para pasar a ser crónicos?
—Es verdad, pero en Cuba también se tratan las enfermedades agudas. Además, la Organización Mundial de la Salud tiene muchos programas que están a disposición de todos los países. El gobierno cubano fue muy inteligente, los utilizó y, rápidamente, fueron eliminándose estos problemas.
—¿La medicina de los países desarrollados está más focalizada en tratar a los pacientes agudos, que se curan o se mueren, mientras que la cubana se vale de la dedicación y la paciencia de su recurso humano para tratar enfermedades crónicas, donde la atención personalizada es fundamental? ¿El factor humano es tan importante como el científico?
—Una de las ramas terapéuticas de la restauración neurológica es la rehabilitación. Están los fármacos de última generación, los métodos de estimulación biofísicos, la neurocirugía no invasiva, pero hay una rehabilitación muy diferente a la que se venía haciendo. Cada paciente lleva un programa especial de acuerdo a sus características, que además es multifactorial e intensivo. No es llegar a un lugar y que te hagan hacer ejercicios durante dos horas. Es estar con el equipo ocho o diez horas. Pero este no es un invento de Cuba. Cuba lo ha aplicado.
—Lo que me decían es que la ventaja competitiva es una muy buena mano de obra con un costo muy bajo. En Estados Unidos esas ocho horas costarían cien veces más.
—Sí, eso es verdad.
—Recursos humanos con bajos costos también es aplicable a otros países del Tercer Mundo. India es el segundo mayor productor de medicamentos por lo mismo.
—No hay necesidad de que sea por el bajo costo. Y que me perdone algún gobierno si se siente aludido. Si robaran menos para vivir tan bien ellos y sus familias, tendrían más dinero para el presupuesto médico y para pagarles mejores salarios a estos sacrificados profesionales.
—Así como el clima de montaña hizo famosas a las clínicas suizas del siglo XIX, ¿es probable que también el clima cubano resulte terapéutico para pacientes con determinadas enfermedades, como por ejemplo los enfermos de soriasis, que mejoran con el sol y empeoran con el frío?
—Sí. Por ejemplo, la terapia de mi centro en lugar de ser cerrada y oscura, se realiza al lado de un invernadero. El ser humano es un ser psicosocial, por lo que el estado de la psiquis ayuda en la evolución física.
—La belleza de la naturaleza mejora el espíritu y aumenta las ganas de vivir.
—Exacto. Es importante el aporte que la naturaleza da a la salud.
—El documentalista norteamericano Michael Moore, haciendo una sátira contra las deficiencias del sistema médico norteamericano, se embarcó en una balsa en Miami hacia La Habana pidiendo ser atendido médicamente de forma gratuita en Cuba.
—Eso fue una demagogia de ese señor. Si Michael Moore quería tener una información fidedigna sobre el sistema de salud cubano, ¿por qué no buscó otra clase de información? ¿Por qué no buscó información extragubernamental? Me parece que de alguna manera él formaba parte de este movimiento de corriente antinorteamericana.
—Pese a todos sus conocimientos, que le valieron reconocimientos internacionales, ¿usted no puede pisar una institución de salud cubana?
—A los cubanos, cuando decidimos pensar con cerebro propio, el gobierno nos convierte en una no persona. Y yo tengo muchas personas que me quieren, pero que tienen miedo de hablar conmigo. Y yo prefiero que no me hablen. Por eso evito ir a las instituciones de salud cubanas.
—¿Estos 15 años de inactividad hospitalaria la desactualizaron?
—No creo que vuelva a operar, porque tuve una fractura de muñeca y tengo la mano casi invalidada, pero no estoy desactualizada. Continué leyendo y estudiando muchísimo todos estos años.
—¿Es cierto que no la dejaban salir porque de hacerlo Cuba perdía los derechos de patente sobre el tratamiento quirúrgico contra el Parkinson que usted había desarrollado?
—Yo no había inventado nada. Lo que hice fue asimilar todo lo que había en el mundo desarrollado. Por lo tanto, ni me pertenecía a mí ni al gobierno cubano. Ese saber pertenece al mundo. Creo que eso lo dijo un enfermero que pidió aquí refugio político. Pero yo no sé quién es ese señor ni por qué dijo semejante cosa.
—Fiel al criterio de “cerebros patrimonio del país”, Cuba exporta el trabajo de sus médicos al exterior, pero en varios casos estos médicos piden asilo. Recientemente, el gobierno de Evo Morales les impidió a médicos cubanos tomar un avión a Perú, porque iban a pedir asilo, y la Argentina, directamente, le concedió asilo al paramédico Roberto Cruz Cruz el 3 de mayo pasado. Roberto Cruz Cruz contó a PERFIL que como es habitual que los profesionales cubanos de la salud en misión al exterior pidan asilo, sus pasaportes tienen, a propósito, un número diferente en la tapa que en las hojas posteriores del documento, para que cuando pidan asilo en el exterior las autoridades locales duden de la validez del documento.
—Cuando yo ejercía y viajaba al exterior por los congresos eso no pasaba. No sé si pasa ahora. Es posible. Pero antes no existía.
—La Argentina concedió asilo a Cruz Cruz poco más de un mes antes de que a usted se le concediera el permiso de viaje. ¿Cree que el caso de Cruz Cruz fue una presión del Gobierno argentino al cubano para forzarlo?
—No lo relaciono. Es común que muchos cubanos intenten adquirir la condición de refugiados…
—¿De victimizarse?
—Exactamente. Tampoco quiero decir que éste sea el caso.
—¿No cree que su permiso de viaje a quince días de las elecciones en la Argentina haya podido obedecer a un pedido de Chávez a Castro para favorecer electoralmente a los Kirchner?
—No sé si Chávez hizo algo o no. Me parece que hay muchos factores que entraron en juego. El gobierno del ex presidente Kirchner fue el primero que toma en sus manos el caso de mi familia y lo continúa el gobierno de su esposa. Como me decía ella ayer, utilizaron los métodos que pensaron que debían utilizar. Pero además ha habido durante todo este tiempo importantes gestiones de organizaciones y personas que no lo han dicho, gestiones anónimas. En la Argentina también está el caso del diputado Julián Obligio, que presentó un proyecto para que se me diera la nacionalidad argentina. Hay peticiones de otros gobiernos y de la Iglesia Católica, a cuya comunidad mi madre pertenece y en la que es muy querida. Hay cadenas de oraciones por mi madre en el mundo entero. Y esto es importante. Porque al final quien decide es Dios. Está también la labor de mi hijo y de mi nuera. Una labor incansable durante 15 años.
—¿Lo débil que perdura se hace fuerte?
—Era emocionante: 15 años sin parar. Los padres de mi nuera, Teresa y Carlos, no tienen imagen pública, pero han sido incansables en esto. Todavía debe haber monjitas cantando por nuestra familia. Yo le hice una carta a mi madre cuando se estaba muriendo y puse mi corazón en eso. Le dije: “Dios te quiere”. Volví a la religión antes de renunciar y me sorprendí por lo que era esa religión católica que había abandonado. Al sacerdote con el que me iba a confesar, yo estaba avergonzada, le dije: “Padre, yo no sé si usted me podrá oír”. Y él me dijo: “Yo no te voy a oír. Te va a oír Dios”. Y hablé de todos estos experimentos y de todo lo del tejido nervioso.
—¿Por qué cuando le saqué el tema de los experimentos con fetos se puso tensa?
—Porque a mí me han hecho mucho daño con esto. Yo pensaba en escribir en mi blog sobre esto cuando lo estime conveniente, porque el pueblo cubano no se va a beneficiar ahora. Pero me alegra que usted lo trate acá. Yo le dije al general Raúl que me llevaran a una iglesia y que con la Iglesia Católica de por medio iba a jurar que cuando cerrara los ojos de mi madre iba a volver. Y bueno, él es alguien que quiere a la familia. Todo esto se unió. Además, ¿cómo iba a entender la humanidad que una anciana se muera sin poder ver a su hija porque un gobierno no lo desea?
—¿Conoce la historia de las Madres de Plaza de Mayo?
—Sí.
—Su lucha, aunque indirectamente, tiene puntos de contacto con la de ellas, porque usted, esencialmente, defiende los derechos de las familias a estar juntas. ¿Alguna vez se le ocurrió entrar en contacto con ellas para pedirles que intercedieran ante los gobiernos cubano o argentino?
—No. Ellas sufrieron la persecución de una dictadura, y sin embargo reverencian otras dictaduras, como la que hay en Cuba, que es una dictadura de izquierda, mientras que la que hubo acá fue de derecha. Sé que no iban a hacer nada porque el que reverencia tanto a aquella dictadura demoniza a quienes pensamos diferente. Las Madres han sufrido mucho, han luchado por sus familias y eso merece el mayor respeto. No las quise irritar, y por eso no recurrí a ellas.
—Usted dijo: “Fidel Castro, que ha sido el verdugo de mi familia...”.
—Sí, lo dije en Cuba.
—También se dijo que tuvo con Fidel Castro una relación afectiva y que aspectos emocionales son los que los distanciaron. ¿Cuál fue la relación que tuvo con Castro?
—Le dije que el señor Fidel Castro me manda a buscar mientras yo realizaba mis investigaciones en el instituto. El se impresionó mucho y me preguntó quiénes eran los dueños de eso, y yo le dije que la comunidad internacional. Entonces él me pregunta dónde estaba yo, por qué no me había conocido. Y yo le dije que había estado trabajando en la neurocirugía. Fue así como se autorizó el centro. Mi nexo con Fidel Castro se realizó allí. Nunca fui amiga personal de él. Fidel Castro iba muchísimo, me conocía y sabía que la forma de castigarme era separándome de mi hijo porque me vio trabajando con él en el centro y vio el vínculo que teníamos. Pero bueno, de ahí no pasó nuestra relación.
—Quizás los argentinos estemos muy mal informados sobre Cuba, pero nos cuesta imaginar que alguien acuse públicamente a Fidel Castro de “verdugo” y de “torturar psicológicamente a mi anciana madre moribunda, y a mis inocentes nietecitos”, sin que esto le genere consecuencias.
—¿Cómo que no?
—Me refiero a que no vaya presa.
—Hay gente que está presa por expresarse. Pero hay gente que se expresa y está como yo. El gobierno no puede seguir llenando las cárceles.
—Hay 200 presos políticos en su país por denunciar que su país no respeta los derechos humanos.
—Es un gobierno muy inteligente para las condenas. Ellos saben que si me hubieran fusilado me habrían hecho un favor. Me hicieron lo peor que me pudieron hacer, que fue separarme de mi hijo y no dejarme ver nacer a mi nieto. Posiblemente elijan las condenas. Habría sido un escándalo que pongan a una mujer científica detrás de las rejas. Mejor dejarme encerrada y que no pueda ver a mi hijo.
—Cuando en 1994 renunció como diputada del Parlamento al “considerar inaceptable la política oficial dirigida a dolarizar la institución médica-neurocientífica fundada por mí y la consiguiente discriminación de mis compatriotas afectados por enfermedades neurológicas graves”, ¿no era obvio que un gobierno como el de Castro iba luego a tomar represalias contra usted? ¿Por qué no pensó en exiliarse?
—Uno a veces es medio quijote en la vida. Denuncié millones de problemas dentro de un sistema en el que no se puede hablar por cuenta propia. Viajé en el medio de aquel conflicto a Estados Unidos y me ofrecieron contratos en distintos países, pero los rechacé. Yo quería defender los derechos de los cubanos de frente. Pero sí tomé recaudos con respecto a mi hijo, que tenía una beca en Japón para un posgrado corto y no quería ir, pero yo le dije que fuera.
—¿Usted no se exilió para no dejar a su madre sola?
—No es eso. Porque de alguna manera hubiéramos sacado a mi madre de Cuba. Aunque hubiera sido en aquellos yates de millonarios que hay ahí y que me ofrecieron a mí misma sacarme. Es más: me pude escapar de Cuba hace un año porque me lo ofrecieron. Pero me gusta hacer las cosas de frente.
—¿Cualquier persona que no tenga una enemistad especial con el gobierno puede salir de Cuba siempre y cuando su familia tenga dinero?
—Sí, los sacan. Por ejemplo, están vendiendo cartas de invitación hasta en Rusia. Entonces los sacan por ahí.
—¿Se podría decir que la caída de la URSS marcó un punto de inflexión en Cuba, porque al desaparecer los subsidios rusos mostraron que el régimen estaba más consolidado de lo que muchos creían?
—Siempre pensé que estaba consolidado. Cuando renuncié, en Cuba se decía que me iba a ir con los Derechos Humanos, porque en Cuba unirse a los Derechos Humanos es unirse con la disidencia. Hablé con la persona paradigmática de la disidencia en ese momento, que era el presidente del Comité Cubano por los Derechos Humanos, y me dijo que iba en el mismo coche con Fidel Castro cuando se dio cuenta de que no quería ser comunista. Me dijo que a este sistema le quedaba poco, y yo le dije que estaba equivocado, que al sistema le quedaba muchísimo.
—Pero hubo un punto de inflexión con la caída de la URSS al desaparecer los subsidios.
—Sí, pero rápidamente el gobierno cubano adoptó una serie de medidas. Despenaliza el dólar, porque mucha gente tenía dólares escondidos. El gobierno trata de compensar esta debacle económica abriendo las puertas a esa comunidad cubana que está en el exterior y a sus dólares. Además se abre al turismo. Y ahí es donde se produce un cambio.
—Me quedé con su respuesta anterior cuando dijo que no iba a salir en el barco de un millonario, que quería salir por el aeropuerto con su pasaporte y autorización. Y al mismo tiempo usted decía que no se entiende en el caso de Fidel Castro el encono contra usted. La composición que me hago es que era el choque de dos personalidades muy, muy fuertes.
—Puede ser…, pero bueno, nadie ha querido analizar eso.
—Su actitud indoblegable desafiaba más aún a Castro.
—El me conocía perfectamente. Puede ser. Además, yo había llegado a una posición científica importante, disputada por el mecanismo de por fuera que existe en el país.Muchas personas intercedieron directamente con él, lo que le molestó muchísimo, como lo de las condecoraciones que entregué. Yo hice una carta diciendo que no quiero condecoraciones de un sistema que frustró mis sueños de adolescente y que discrimina a los enfermos cubanos. O sea que usted tiene razón. Yo decía: pero cómo es posible, si yo soy una mujer, qué es lo que estoy pidiendo.
—Eso mismo lo debía irritar. “Yo he podido vencer a hombres de dos metros, cómo no puedo vencer a esta mujer”, debía decirse.
—El vio que mi personalidad era ésa también a la hora de entregarme totalmente a aquellos enfermos cubanos. ¿Cómo pudo olvidar cuando él llegaba de madrugada y me veía exhausta? Cómo lo pudo olvidar a la hora de tener un poco de compasión.
—Ese placer que él veía que a usted le producía su trabajo, como el que le producía la maternidad, lo llevó a que impedírselos fuera su castigo.
—Desproporcionado totalmente.
—¿Esa desproporción lleva a las especulaciones sobre si Castro y Ud. eran amantes?
—Y yo no me molesto porque digo que tienen derecho a pensar lo que les parezca porque es tan absurdo. Además, es dañino para el sistema, para su gobierno porque, ¿cómo se ve en el mundo? Si a mí me dejaban ver nacer a mi nieto, hubieran trascendido mis críticas, pero no este tema.
—Usted no habría sido un personaje público.
—Claro que no.
—¿El caso de los 10 mil dólares de César Jaroslavsky que usted repartió entre los miembros del CIREN en contra de la voluntad del Partido Comunista de su país fue total o parcialmente causa de su ruptura con el gobierno cubano?
—Lo que estábamos discutiendo era otra cosa. Yo me pude haber quedado con aquel regalo de César, que me decía “póngaselo en la cartera, en la bolsa”. Le dije: “No”. Qué felices estaban los trabajadores con aquellas bolsas, y que venga aquel partido de arriba a decirme que yo estaba estimulando con métodos capitalistas inadmisibles. Pero digo: dales jabón para que se bañen, un poquito de ropa. La discusión fue dura. No sé qué pensó Fidel Castro de ello, pero Fidel Castro es un hombre inteligente. Lo que yo tenía delante de mí no eran personas inteligentes que me decían que tendría que habérselo dado al partido. Pero, ¿por qué?
—Si Ud. se hubiese quedado con el dinero sin que trascendiera, no le generaba al partido ninguna contradicción. El problema fue que hiciera pública la recepción de ese dinero y su distribución por fuera del régimen.
—Yo decía: “Tengo delante seres humanos racionales que me están insultando, casi degollándome por lo que yo no hice”. Métodos inadmisibles de estimulación capitalista... ¡Por favor!
—Usted dijo que “Fidel Castro y el gobierno saben que a mí nunca me ha interesado ser capitalista”, pero en Cuba la acusaban de egoísmo y prácticas capitalistas.
—Porque él, cuando sale mi mamá parece que se molestó, y escribió una de esas cosas que él escribe en el prólogo de un libro que no venía al caso. Entonces digo que era de mí de quien estaba hablando, obviamente. Que yo parece que estaba esperando que se cayera el comunismo en Cuba para convertirme en propietaria. Sabe perfectamente que si yo hubiera querido ser propietaria de algo no tenía que esperar que se caiga el comunismo en Cuba: me hubiera quedado en un viaje. A mí no me importa el capitalismo o el socialismo, ése no es mi problema.
—Usted quiere ser médica.
—Yo quería ser médica y que me dejaran tranquila. Mire, varias veces le dijeron..., porque me ponía fuerte con los dirigentes. “Yo necesito esto urgente, porque no hay de esto para los pacientes”. Entonces me decían: “Tú te crees que esto es tuyo”. Y yo les decía sí, que en el mejor sentido de la palabra me lo creo. La excelencia molesta.
—Ese defecto no es patrimonio sólo del comunismo.
—Me perdí momentos irrepetibles de la vida de mi hijo de tanto trabajar cuando era niño y adolescente. Ya después de adulto me lo pegué a mí, estudió medicina con excelente expediente y se hizo de mi misma especialidad. Tenía a mi hijo y a mi medicina, pero el supremo momento de mi vida no fue cuando yo operé y él me ayudó, sino cuando él operó y yo lo ayudé. Fue un aventajado discípulo de uno de los mejores profesores japoneses en neurocirugía.
—Castro dijo, además, que Roberto Quiñones, su hijo, que emigró tras casarse con la argentina Verónica Scarpatti, era un profesional “nada brillante” que violó “normas éticas” que prohíben “relaciones sexuales con pacientes o acompañantes”, porque el padre de Verónica…
—No el padre, el hermano.
—¿Pero existen esas prohibiciones éticas con los acompañantes?
—No. Y ella no era acompañante. En primer lugar, mi hijo fue uno de los más destacados graduados de su curso. O sea, garrafal mentira. En segundo lugar, mi nuera Verónica tiene un hermano que, desgraciadamente, tiene una discapacidad producto de una vacuna. Cuando se conoce la existencia del centro, lo llevan en un estado bastante mal, acompañado de los padres. Entonces, en unas vacaciones, Verónica viaja desde la Argentina a ver a su hermano, y ahí se conoce con mi hijo, se enamora… No son relaciones sexuales: es amor. Y después mi hijo tuvo que pedirle permiso a medio mundo, porque en Cuba..., ya no porque necesitan que las señoras se casen con los extranjeros, en aquellos años cuando un cubano se iba a casar con un extranjero tenía que pedirle permiso a medio mundo. Al partido mismo le pidió permiso, y se lo dieron. Y legalmente se casó en Cuba.
—¿Cuando un hombre se casaba con una mujer?
—Cualquiera de los dos. Un cubano con un extranjero. El hizo todo. Se casaron en Cuba. Legalmente. Vivieron en Cuba. En aquel momento le respondo a la prensa extranjera porque lo que más me dolió es que mi nuera, una mujer íntegra, me pregunta cómo el señor Fidel Castro, que tanto ha criticado el uso del insulto personal en las campañas electorales norteamericanas, insulta personalmente a una dama. Y dije en aquel momento y lo repito ahora: parece que el señor Fidel Castro necesita un exorcismo. Pues que lo haga, si ese exorcismo lo va a ayudar a estar en paz y sobre todo si va a llevar la paz a Cuba.
—¿Qué otro caso de animosidad manifiesta es comparable?
—Huber Matos, uno de los más valientes comandantes de la sierra, que lo que hizo fue no querer ser comunista. Es un ancianito enfermo y todavía está la campaña para desacreditarlo.
—Si Fidel Castro siguiese al frente del gobierno de Cuba, ¿usted hoy no hubiera tenido el permiso de viaje?
—Este permiso de viaje tuvo que ver con Fidel Castro también. Creo que el general Raúl Castro esta determinación no la iba a tomar si no lo consultaba con él.
—¿Y qué pudo haber motivado este cambio de actitud? ¿Que políticamente hubiera sido peor para él?
—Para su país. Aparte, tanta gente intercediendo. Oiga, ¿cómo se puede entender? Mi mamá ha escrito a todo el mundo diciendo: “Mi última voluntad antes de morir es unir a mi familia”. Y lo único que decía desde que cayó en terapia es: “¿Y dónde está mi hija? ¿Y dónde está mi familia?”. Entonces, yo creo que, porque es hombre inteligente, en algún momento tenía que primar el sentido común sobre… no sé cómo llamar a estos sentimientos, a esta ira irracional que sentía hacia mi persona.
—¿Usted ve diferencias conceptuales entre Raúl y Fidel Castro?
—No en lo que al gobierno se refiere, porque es el mismo gobierno. Pero cada persona es diferente. Raúl es diferente a Fidel. No voy a decir si más malo o más bueno. Pienso que en el orden familiar valora lo que es la familia y quiere mucho a la vida. Y creo que es un hombre con los pies más en la tierra, hasta por un sentido de supervivencia, está pensando más en el país. Aunque no veo que se haya concretado nada importante. De una manera u otra, yo no tengo la menor duda de que Fidel Castro está gobernando en Cuba.
—¿Aquel Fidel Castro con el que tuvo buena relación cambió respecto del actual? ¿Es una persona a la que el poder a lo largo de los años fue modificando o esencialmente es el mismo?
—Creo que él es el mismo Fidel Castro. Tiene una personalidad muy difícil porque es un hombre muy inteligente que suele comportarse con falta de humanidad, sensibilidad.
—¿Narcisismo primario donde el otro no existe?
—Creo que este tipo de personas se creen iluminados, elegidos. El que vi en el centro delante de mis enfermos… A mí, que me quiera a mis enfermos y mi familia, me ganó. Llegaba y me hablaba mucho de cómo hablaban en el mundo de esto, de los científicos, de cuándo iba a venir éste, cuándo iba a ir el otro… Se aprendió el nombre de algunos pacientes: “¿Y cómo está Miguel, cómo está el otro, cómo están evolucionando?”. Y yo le decía: “Usted los quiere ver”. Y él: “Bueno”. Entonces, a los pacientes: “¡Pero qué manera de mejorar tan grande!”. Y me pareció que se emocionaba. Por eso digo, ¿cómo se le pudo olvidar?
—¿Fidel y la revolución son la misma cosa para usted?
—Sí, la misma cosa. Porque la revolución, por lo menos en la que yo creí, no fue revolución, y él fue su jefe. Esa revolución no es la revolución que se desarrolló en Cuba. Y en eso fue su líder.
—¿Cuál es su opinión sobre el Che Guevara?
—Cuando el Che Guevara salió de la escena cubana yo era muy jovencita, estaba en Ciego de Avila. Hay quienes lo convierten en un dios y hay quienes dicen horrores de él. Entonces, yo no tengo elementos personales para opinar sobre él.
—¿Cómo se imagina una Cuba sin los Castro?
—Independientemente de lo enferma que está la sociedad cubana, el ser humano fue creado por Dios para ser libre. El algún momento, no sé si dentro de veinte años o cinco, nuestro país va a tener que tomar un camino en el que los seres humanos conservemos los derechos con los cuales Dios nos creó.
—¿Más tarde o más temprano Cuba abandonará el comunismo?
—Yo espero que Dios nos ayude a eso, porque es imposible que los seres humanos vivan en una situación tan antinatural, como es la falta de libertad, más de medio siglo. Ojalá que eso sea pacíficamente y ojalá que no sea, como ha pasado en los antiguos países comunistas, donde había mafias ocultas robando dinero, que ahora son mafias peligrosas, que entonces los pobres siguen siendo pobres. El mismo partido era mafia ladrona. Siguen ellos de una manera u otra deprimiendo al pueblo. Le pido a Dios que no pase eso en Cuba. No es raro que pudiera pasar. No estoy de acuerdo con que se explote de esta manera, y yo no soy ni igualitarista ni combato a los millonarios ni nada de eso, pero mientras que hay personas que les sobra tanto el dinero, se muere la gente de hambre en el mundo.
—¿Los gobiernos escandinavos serían su paradigma?
—La Doctrina Social de la Iglesia Católica. Que no ha llegado a ser ni un gobierno…
—Pero si tuviera que elegir un gobierno de los países que usted conoce.
—En Suecia yo vi libertades. Además, hay buenos sistemas de salud.
—¿Cuál es la imagen del presidente Barack Obama que llega a la isla a partir de sus gestos y discursos a favor de un mayor entendimiento entre Washington y La Habana?
—Tengo una mejor opinión del presidente Obama, porque me parece tan normal. Y pienso que lo primero que tiene que ser un dirigente de cualquier país es ser una persona normal.
—Cuando dice que es normal, ¿quiere decir que no es fatuo, que no es como Castro?
—No. Normal quiere decir un ser humano que cuando habla no ofende, no insulta, que hace raciocinios mesurados, que no anda en confrontación con el mundo entero, como no solamente Fidel Castro hace. Que lo mismo se sienta a dialogar con uno que lo ha estado ofendiendo hasta el momento. Además, es inteligente. Me parece que si lo dejan, va a hacer mucho por su país. Y tal vez purificando la imagen que hay de Estados Unidos, se pueda hacer mucho por el resto del mundo. En Cuba es muy bien visto. Sobre todo por esto de que eliminó las restricciones que había de parte de Estados Unidos para las visitas familiares. El cubano piensa que Obama va a ayudar a que más cubanos se puedan ir.
—¿Y qué piensa del rechazo de Cuba de volver a la OEA?
—Que para volver a la OEA tiene que mediar un diálogo y que tienen que comprometerse, por ejemplo, con la carta democrática de la OEA. Aunque se han comprometido a varias cosas que no han cumplido. Pero bueno, creo que esto establecería un compromiso con sus propios gobiernos aliados. O a lo mejor ya quieren hacer una OEA que no tenga ni a los Estados Unidos ni a Canadá.
—¿Es posible imaginarla a usted liderando un movimiento de transición hacia la democracia en Cuba, tal y como lo hizo Nelson Mandela en Sudáfrica?
—Totalmente imposible. Rechazo la política con todas las potencialidades de mi existencia. Además, los médicos, tan médicos como yo me siento, carecemos de ese don de masa que tiene que tener un líder. Nada más me imagino viendo enfermos. Es más: si en mi país se produjera algún cambio ni siquiera quiero asesorar nada. No quiero saber nada que tenga que ver con la política. Yo le doy mis opiniones, pero no quiero colegiarme en nada.
—Cuando Ud. acusa y rompe con el gobierno de Cuba en 1994, muchas situaciones que denuncia ya se venían produciendo desde hacía más tiempo. ¿La que cambió fue Ud., no el gobierno?
—Lo que cambió, que me lleva a tomar la decisión definitiva, es este problema de los enfermos extranjeros y los enfermos cubanos. Yo denuncio básicamente por eso. Pero yo tenía en mi pensamiento una serie de cosas que no entendía y otras que no conocía. Porque una vez que me desvinculo del sistema me queda tiempo para explorar muchas realidades que yo desconocía y otras que ya había palpado, pero que, como le dije, me había concentrado en el mundo de la medicina.
—Perdone mi ligereza por emitir una opinión con tan poco conocimiento, pero de la misma forma que creo que la cuestión personal, el choque entre dos caracteres irreductibles que se cruzaron, explica la sobreactuación de Catro, creo que el cristianismo, la reevangelización, como usted lo llama, fue el punto crucial y no solamente su clínica porque sus denuncias de entonces exceden a la salud pública.
—No, yo digo que fue lo que me llama a romper. A decir: hasta aquí.
—Su clínica fue el catalizador pero la causa fue el catolicismo.
—Puede ser. Entonces, me senté en mi casa a escribir todos los pensamientos que me habían perturbado durante mucho tiempo. Y a explorar, y tuve conocimiento de cosas que hasta ese momento, como estaba tan absorta en mi trabajo, no conocía.
—Por su condición de polaco, el papa Juan Pablo II fue determinante para la caída del comunismo. En su visita a Cuba, él pidió que se le concediera el permiso de viaje. ¿Cómo se arreglaban y arreglan los católicos cubanos y usted misma para conciliar el catolicismo con el comunismo?
—Es imposible. Por eso le digo que a mí me costó volver. El comunismo es ateo. Y el que diga lo contrario es ateo. Lo que pasa es que cuando mi madre me toma de la mano para volver al catolicismo, antes de renunciar, todavía yo militaba en el partido; me sentía tan incómoda en el partido. Lo que pasa es que el partido de mi Centro se concentraba en el objetivo de todos los que estábamos ahí, que eran los enfermos. Nosotros no perdíamos mucho tiempo en hablar, aunque siempre venía el partido de nivel superior a perturbar.
—Su país era la medicina.
—Ahí había una mística de trabajo. Había gente muy buena, que todavía debe estar en Cuba, que estábamos ahí en el partido, que su problema eran también los enfermos.
—En la ex Unión Soviética, la incompatibilidad entre Iglesia y comunismo era tal que Stalin, literalmente, demolió la catedral.
—Allá no se llegó a eso porque Cuba es de profundas raíces católicas. Pero sí se persiguió. Yo lo viví en mi madre. Mi padre sufrió mucho porque le dijeron: “Tu esposa está ayudando a los curas, entonces te tienes que divorciar de ella”. Lo que pasa es que mi madre es una mujer tan excepcional.
—Una de las diferencias entre Castro y Stalin es que Castro toleró a la Iglesia.
—Y que en Cuba no hubo esas matanzas enormes que hizo Stalin, sino esta represión, este cuartel en que se vive. En Cuba se han hecho muchas ejecuciones morales. Cuando usted trata de degradar a un ser humano ante su pueblo, lo está ejecutando moralmente. A veces, es mejor hasta que te maten físicamente. Y con todo esto que él escribió no pretendía otra cosa que ejecutarme moralmente. Estoy hablando de mi caso. Las ejecuciones morales siguen y antecedieron al caso mío.
—El último acto público que tuvo Fidel Castro fuera de Cuba fue en la Cumbre del Mercosur que se realizó en Córdoba, Argentina, en julio de 2006. En ese encuentro, el presidente Néstor Kirchner le dio una carta para pedirle que la autorice a usted a viajar a Buenos Aires, pero él se molestó por ese pedido y entró en un cuadro grave de salud del que no pudo recuperarse. ¿Es probable que su molestia ante los reclamos sobre usted haya disparado algún efecto psicosomático sobre su salud?
—Ay, por favor, yo no quiero pensar eso. Dicen que tiene un problema intestinal. Además, no creo que sea el único disgusto que pueda tener en un país tan devastado y con tantos problemas.
—Las cuestiones personales tienen una importancia subjetiva.
—Ojalá no sea así, y se lo digo con la mano en el crucifijo, que yo le deseo al señor Fidel Castro que se ponga lo mejor posible de salud, que además adquiera una paz que todos los seres humanos necesitamos a cualquier edad, pero sobre todo a una edad avanzada como la que él tiene.
—Usted marcó que se quedará hasta que su madre cierre los ojos, que piensa volver. Su madre también vino con permiso de seis meses.
—Pero se lo renovaron, está legal aquí. Cuando se le venció el permiso, fue mi familia a la embajada cubana, porque mi madre dijo: “Que no me vayan a declarar quedada, porque yo no quiero”. Le dijeron que le podían ampliar el permiso y todos los meses tienen que pagar una cantidad de dinero en divisa. Creo que es como un impuesto.
—La escuché decir que se equivocó al dedicar tanto tiempo a la lectura y el trabajo y menos a su familia. Ahora que tiene a todos los suyos juntos en la Argentina, ¿quiere volver a Cuba sólo para cumplir con su promesa?
—No es por la promesa. Cuando me entregan los documentos, yo les digo: “Y dónde tengo que ir a hacer el juramento”. Y me dijeron: “No tiene que hacer ningún juramento”. Yo propongo hacer un juramento, ellos no me lo pidieron.
—No creen en Dios.
—Parece que no creen. No me lo pidieron o no lo creen necesario. O sencillamente dijeron: “Que se vaya, que se acabe de ella”. Siempre uno tiene algún pensamiento en el plano de la irracionalidad, y puede ser que este pensamiento mío esté en ese plano: pienso que a lo mejor puedo servir a mi patria escribiendo dentro de Cuba. Además, no me gusta hablar desde lejos. Incluso quiero que lean bien mi blog para que nadie vaya a decir: “Ahora ella está criticando más fuerte”. Porque Cuba tiene sus voceros donde quieras.
—Usted también dijo que aceptaría la ciudadanía argentina.
—Sí, cómo no.
—Y regresaría a Cuba con pasaporte argentino.
—El gobierno cubano no permite que nadie vaya a Cuba con un pasaporte que no sea cubano.
—Si usted volviese, ¿su hijo Roberto Quiñones podría ir a visitarla sin riesgo?
—No. Jamás haría que mi hijo fuera a Cuba. Si yo logré desprenderme de mi hijo para sacarlo del peligro…
—Entonces, ¿por qué volvería? ¿Para no verlo nunca más después de todo lo que luchó?
—Lo que quiero es que cuando mi familia pueda reunirse un ahorro, como una abuela que vive en un país diferente a sus nietos, haga lo que hacen otras abuelas en el mundo.
—¿Pero usted cree que le van a dar el permiso?
—No lo sé. Pero yo pienso que mi derecho es entrar. Mire, se lo pido a la Presidenta, además, porque estoy viendo sufrir a un por ciento elevado del pueblo de Cuba por esto.
—Es capaz, para que esto se modifique en representación de muchas otras personas que no tienen su trascendencia pública, de sacrificarse y no ver a su familia.
—Es lo que estoy pensando en este momento. No creo que lo mío vaya a ser determinante en el sentido de que ellos lo van a poder hacer. Lo hacen conmigo o sin mí. Estoy hablando de mi posición como persona. Lo que podía hacer lo hice con la señora Presidenta, y si puedo lo voy a seguir diciendo y lo voy a seguir escribiendo y con cuanta persona que me encuentre lo digo.
—Antes de que en 1995 le impidieran viajar al exterior, visitó varios países. ¿Cuáles?
—Francia, España. Suecia, Inglaterra, Italia. Fui invitada por la comunidad neurocientífica de esos países a congresos, a intercambios científicos. También fui a la URSS, Checoslovaquia, Bulgaria, Alemania comunista.
—Antes de la caída del Muro de Berlín, entonces.
—Sí, después no fui. Estuve en Argelia durante más de dos años cumpliendo lo que el gobierno cubano llama Misión Internacionalista. El gobierno argelino contrató mis servicios al gobierno cubano, y yo fui a prestar servicio como neurocirujano a Argelia.
—José Luis Borges decía que cuando se viajaba no sólo se lo hacía en el espacio sino también en el tiempo; en los lugares más retrasados se iba hacia el pasado, y en los más adelantados, hacia el futuro. ¿Tienen conciencia los cubanos de que cuando los extranjeros visitan su país sienten que viajan al pasado?
—No, porque Cuba ha sido un país muy cerrado, incluso se prohíben ahora canales de televisión de otros países, aunque hay antenas clandestinas. Esto hace que el pueblo no tenga información sobre nada. La prensa es toda del gobierno y dice lo que el gobierno decide que se diga. Ahora, el pueblo ha comenzado a hablar con los turistas y creo que percibe la diferencia entre un país y otro. Desgraciadamente, las generaciones más jóvenes los están percibiendo no como países donde se respetan las libertades, los derechos, sino donde las personas tienen celulares y bienes materiales que ellos no han tenido.
—Cuando hace 20 años cayó el Muro de Berlín y los primeros habitantes de la ex Unión Soviética pudieron viajar fuera de su país, se producían situaciones graciosas como que las mujeres se arreglaban con rodete, a la moda de las series norteamericanas de los años 60, porque creían que así era Occidente.
—En mi blog, uno de los artículos que escribí habla precisamente de ese tema. Cómo era la elegancia en Cuba antes, cuando mi madre tenía una casa de moda, y cómo se congeló con este sistema. Es posible que suceda, aunque los cubanos me dan la impresión de que somos un poquito más inteligentes.
—¿Vio la película “By, by, Lenin”, donde se narra la vida en la RDA después de la caída del Muro del Berlín?
—Debe hacer 40 años que no voy al cine. Hay bastante tiempo para ver videos en Cuba, y la gente los compra clandestinamente. Pero yo no tengo.
—En los primeros años posteriores a la desintegración de la ex Unión Soviética los rusos se ponían saco y corbata para ir a McDonald’s y sobredimensionaron todo lo que venía de los países desarrollados. ¿Existe ese riesgo en Cuba?
—Existió cuando el gobierno cubano abrió las puertas a lo peor del capitalismo en Cuba. Eran personas pervertidas que venían buscando a las jovencitas cubanas. Al principio, les daban una bolsa con algo de alimento y se conformaban. Ya no, incluso ellas están buscando, inteligentemente, un matrimonio, aunque sea con un anciano europeo que le permita abandonar el país. Se sobredimensionaba al extranjero, eran como dioses. Personas que no eran absolutamente nada en su país decían “ese país es un paraíso” porque lo trataban como a un rey por el solo hecho de ser extranjero. La población cubana es inteligente y ha ido comprendiendo que son seres humanos que han tenido un poco más de oportunidades. Yo no creo que esa posición ridícula se vaya a repetir en Cuba.
—Un cubano, muy importante en su país y en el nuestro porque fundó la televisión de Cuba y de Argentina, Goar Mestre, siempre me decía que los cubanos eran los argentinos del Caribe, porque tenían mucho éxito fuera de Cuba como también los argentinos en nuestros países vecinos.
—Aún ahora puede verlo: hay un mercado negro tremendo, hay un ánimo de progreso innato.
—Lo contrario al amor no es el odio, sino la indiferencia, los rusos también tenían un nacionalismo antinorteamericano que no era más que un mecanismo de defensa que solapaba su admiración por el mundo anglosajón.
—Publiqué en el blog, poco antes de salir, un artículo en el que toco el tema del sentimiento antinorteamericano. Hay causas que han generado resentimiento en las poblaciones pobres, injusticia social, tal vez la voracidad de algunas transnacionales. La injusticia social no es justo que exista. Hay gobiernos que utilizan este sentimiento como coartada para justificar su incapacidad y hasta su propia corrupción. Es significativo que haya personas que se han enriquecido gobernando países pobres, que tienen a sus hijos estudiando en Europa y que ven como lo peor al capitalismo salvaje. Culpan de todas las cosas que suceden en sus propios países a los Estados Unidos. Ahí se unen una coartada y una hipocresía del individuo que pregona de una manera y vive de otra. Si usted critica tanto a los norteamericanos, usted debiera ser una persona muy humilde. Ahora, si usted vive como el más rico y millonario de los estadounidenses a expensas de su propio pueblo, usted es un hipócrita.
—Usted menciona su blog, Internet fue como una ventana para usted, a pesar de las pocas horas por día…
—No, por semana. Mis artículos se los paso a Cadal (Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina), ellos son mis amigos y me dejan entrar al blog. Me lo sitúan porque yo no sé nada, a veces no me alcanza el tiempo ni para transmitirles los artículos que llevo.
—Calificó de estupidez la reciente abolición de la prohibición de tener computadoras personales, dispuesta por Raúl Castro; pero antes de las computadoras está el teléfono. ¿Cuantos hogares en Cuba tienen teléfono?
—Mi percepción es que ha ido mejorando bastante en los últimos años con una empresa mixta, Etecsa, que es la empresa telefónica de Cuba asociada creo que con mexicanos e italianos. Ellos digitalizaron casi toda la isla. No se puede comparar con la situación de otros países, porque no todo el mundo tiene teléfono, pero de hace diez años a hoy, ha mejorado mucho.
—Cuba tiene un territorio de casi la mitad del tamaño de Uruguay, pero con el triple de habitantes: 11 millones. ¿Esto la condena a ser un país pobre, independientemente del sistema político que practique?
—Antes de la revolución, yo tenía 15 años, pero era una jovencita que pensaba y miraba. Había mucha pobreza en Cuba, pero no nos homologaban en la pobreza. Además, aquel gobierno no pregonaba que era el de la justicia social, como sucedió con este gobierno. Había pobreza y era inaceptable porque era un país con una naturaleza muy pródiga, sobre todo en algunos aspectos, porque no tiene petróleo (ahora se está descubriendo que algo tiene), pero había mucha corrupción gubernamental. Después, con este gobierno estalinistas, lo que pasa es que se ha homologado al país en la pobreza. También tengo en el blog un artículo en el que digo que existe como un estado de indigencia nacional, porque vivimos de regalos, de dádivas. Hay más de tres millones de cubanos viviendo fuera de Cuba que no permiten que los familiares que estamos en Cuba nos muramos de hambre. Es muy duro para una persona que trabaja… Gente que sigue siendo fiel al sistema, personas muy buenas, muy decentes, muy trabajadoras ahora tienen que vivir de lo que les mandan los familiares, los otrora detenidos, traidores. Eso es muy humillante para un pueblo tan creativo. En los niveles gubernamentales no viven así.
—¿Existe alguna posibilidad de que Cuba recorra un camino mixto similar al de China?
—Estoy casi segura. Viendo como está mi país y que este gobierno está bien enraizado, no creo que se vaya a terminar ni que este sistema vaya a cesar. Posiblemente, hagan algunos cambios y con la ayuda de todos esos países que los están ayudando traten de abrir un poco la economía y mantener la dictadura que es. Además, el pueblo cubano ha aprendido a vivir al límite.
—Por la baja de los precios de las materias primas que exporta Cuba y del turismo, su país anunció una reducción del 6% del presupuesto nacional. ¿Cómo viven la crisis económica mundial en Cuba?
—Es difícil delimitar porque se ha vivido en crisis 50 años. La apertura a partir de 1993 al turismo, a despenalizar las divisas fue por otra crisis. Había que despenalizarlo porque las personas las tenían escondidas. Si usted tiene una madre o un hijo que le está mandando dólares, ¿por qué no los va a poder utilizar si son legales? Antes se podía ir a la cárcel por tener dólares, pero entonces toda la gente empezó a sacarlos y a comprar en tiendas. Y a viajar a Cuba los cubanos que estaban afuera y traer dólares. Hubo una época en que se vivió mejor, y no por el gobierno, sino a expensas de esto que le estoy describiendo. La prensa cubana dice que hay problemas de liquidez debido a la crisis internacional, que el níquel bajó, etcétera; yo he leído que hay algún problema con el pago a los empresarios de empresas mixtas, que parece que algunos se han ido retirando, y parece que Cuba ha bajado sus compras en el exterior. Esto determina que las tiendas que venden en divisas estén más desabastecidas. Ese es el socorro de gran parte de la población que cuando consigue divisas va corriendo a comprar aceite, jabón de baño, papel sanitario, etcétera.
—Las medidas incluyen reducciones de granos y sal en la libreta de racionamiento y los servicios públicos de transporte, con recortes de horarios, rutas y frecuencias. ¿Qué significa eso en la vida cotidiana?
—Hay una libreta de racionamiento que tiene casi 50 años y que vende a cada cubano una serie de productos, pero a precio subsidiado. Al principio eran bastantes cosas y cada vez quedan menos. El resto hay que comprarlo con pesos cubanos normales y con pesos cubanos convertidos, porque ya no sirven más los dólares: si tiene dólares, tiene que cambiarlos por una moneda que se llama peso cubano convertible. Usted recibe 100 dólares, pero el gobierno cuando le cambia le da 80 y se queda con 20.
—¿Qué información tienen los cubanos sobre lo que sucedió con la ex URSS y China, y qué opinión se formaron?
—La que el gobierno da. En Cuba se vive en la supervivencia, con mucho miedo a tener problemas con el gobierno y tratando de resolver sus problemas individualmente. Los jóvenes, yéndose, por las vías que usted no se puede imaginar, porque la creatividad va sumando nuevas vías que ya no son cruzar a La Florida. Hay muchas variantes de esto que es tráfico humano, que es pago, y pagan los familiares que están en otros países, o casándose con ancianos. No creo que interese mucho lo que sucedió con la URSS o con China.
—Este año se cumplieron 50 años de la Revolución Cubana. Describa en retrospectiva las cosas que fueron buenas y las malas.
—Cuando un gobierno le da al pueblo un sistema de salud y educación no está haciendo nada del otro mundo, para eso están gobernando y es elemental. El gobierno cubano cumplió con su deber en ese sentido y lo ha utilizado como una alucinante propaganda. Que otros países no lo hagan, no significa que si uno lo hace sea algo excepcional. El sistema de salud, en las décadas de los 60 y 70, fue extraordinariamente bueno, universal, gratuito, pero se ha deteriorado con el tiempo, más que por los factores materiales, por los humanos. Cuando el ser humano vive tantos años sin libertad, se enferma; eso se refleja en todos los sectores de la sociedad. Posiblemente estas instituciones estén bien abastecidas, pero se roban el jabón, el paño para limpiar el piso, la medicina, las sábanas de las camas, y esa situación repercute en la atención. Además, el personal es llevado a otros países, masivamente, y hay un poco de falta de personal: usted puede llegar a un hospital que fue verdaderamente excelente y lo encuentra sucio, falto de mantenimiento. Lo más triste es que muchas veces el gobierno lo repara y al poco tiempo está igual porque, como le digo, el factor humano es indispensable. En este momento hay en Cuba tres planos en la atención en salud: el de los dirigentes, que siempre ha sido mejor que el del pueblo; el de los extranjeros, y lo otro es lo que está para la población. También ha surgido un sistema de salud privado clandestino que no está promovido por el gobierno, y parte del personal de salud le cobra a la población cuando llegan a las instituciones gubernamentales.
—¿Cuándo estuvo usted por última vez en la URSS?
—Sé a dónde va. Fue en los años 80. Estaba en el Instituto de Neurocirugía Burdenko y veía que alrededor de los quirófanos se acumulaba gente. Un día pregunté a un médico qué hacían allí y me contestó que estaban esperando a los neurocirujanos para pagarles. “¿Cómo para pagarles?”, le pregunté. “Bueno, doctora, nosotros tenemos que vivir también”, me contestó. En aquella época ya me sentía un poco defraudada, ¡pero que en la cuna del socialismo sucediera semejante cosa! Yo decía: “En Cuba jamás va a suceder”. Ya está sucediendo.
—Y no sólo se pagaba por las operaciones, con lo que se dispusiese –en las zonas no urbanas con una gallina, por ejemplo–, sino en casi todas las actividades: a los profesores de las facultades había que llevarles un regalo para que tomaran examen.
—También en Cuba es así. Yo no quiero que me lo discutan, porque quien está hablando viene de ahí adentro. La otra bandera del gobierno cubano es verdad: la educación. Es gratuita, usted puede estudiar cualquier carrera universitaria, libremente. Pero usted no tiene derecho de educar a sus hijos en los principios que usted quiera: se los educa marxista-leninistas. Además, somos alfabetizados, pero no podemos leer lo que queremos porque el gobierno decide lo que se puede leer. Lo positivo es que hay centros científicos importantes, que ojalá se puedan conservar si mi país evoluciona, porque son centros de muchísimo nivel con científicos de altísimo nivel y muchísima calidad como seres humanos.
—¿Cuándo y por qué usted abrazó el comunismo?
—Cuando triunfa la revolución, tenía 15 años. Soy de una familia católica, estaba educándome en un colegio de monjas, ya tenía una beca para estudiar en España o en Estados Unidos por las instituciones de mi diócesis que eran privadas, y siempre se le daba al más destacado. Mi familia paterna había luchado el 26 de julio en el movimiento de Fidel Castro en la clandestinidad urbana. Fidel da un discurso y la jovencita que yo era se quedaba fascinada, era como si hubiese estado predicando el Evangelio. Mi madre quería irse por el tema de la religión, que enseguida empezaron a perseguir, pero en los matrimonios de esa época los hombres decidían. Entonces, yo le creí ciegamente y en lugar de estudiar medicina con mi beca, estudié en Cuba. A mí me dieron, como se dice en Cuba, a la militancia del partido comunista muy joven porque eso se considera un estímulo al intelecto, un estímulo docente porque siempre he sido una trabajadora incansable. Ya desde el principio, había cosas incompatibles: el verbo de ellos con su acción. Pero uno siempre trata de defender y autoengañarse. Hubo un momento en la vida en que me dije: “Esto tiene que ser mi vida”. Porque aún las personas que nos destacábamos, que tratábamos de hacer lo mejor posible, sufrimos mucho. La visión internacionalista me abrió mucho los ojos. Me dije: no es verdad lo que están diciendo, no es un problema de error humano, aquí hay un problema de sistema. Pero con el sistema médico por encima de todo, dije: “Me voy a dedicar a mis enfermos y que a la política se dedique otro”.
—¿Qué piensan hoy los jóvenes sobre la revolución?
—La minoría cree en el sistema por influencia de los padres, y hay un porcentaje elevado a los que no les gusta mucho el sistema, pero no creo que valoren la falta de libertad, la confiscación de los derechos. Más bien están comparando la vida superflua de los jóvenes. Tienen cosas que ellos no tienen, y algo que es más común que el amor: la libertad de viajar. Las personas de más peso lo piden por la unión de las familias; los más jóvenes piensan en las familias también, pero quieren otros mundos.
—Ud. logró ser legisladora. ¿Cómo se trata a la mujer en la política de Cuba?
—Ellos fueron los que decidieron que fuera legisladora. Usted sabe que allá hay boxeadores, peloteros, músicos y científicos como yo, pero ahí todo lo decide el gobierno. La mujer no es discriminada en los trabajos, ellos tratan de que haya representación femenina y racial en el Parlamento, en el Estado, pero sí creo que hay violencia contra la mujer desde el poder.
—Usted atribuye el permiso que obtuvo para salir de Cuba en parte a la acción de los medios de comunicación. ¿Cómo percibe el contraste con un país como Argentina, donde existen decenas de medios y no pocos críticos al gobierno?
—En Cuba es espantoso. Uno está esperando cada día que lo agredan con las manos atadas y una cinta en la boca. El pueblo no tiene modo de expresarse que no sea utilizando un medio extranjero y si lo utiliza, le dicen mercenario. Es muy duro no tener cómo expresarse en su propio país, nada más que viviéndolo se sabe. Y saber que pesa sobre uno la posibilidad de que lo insulten públicamente, como hizo el señor Fidel Castro conmigo, sencillamente porque uno no piensa como el gobierno cubano.
—¿Y los medios argentinos?
—Yo los quiero mucho. En el momento en que mi madre necesitó ayuda, porque estábamos desamparados, nunca nos abandonaron, y no porque fuera su trabajo o porque ganaran dinero, porque yo percibí la sensibilidad con la que trataron el tema. Por lo tanto, ahora que ya no los necesito, no puedo ser una ingrata y decir que ya no hablo con los medios.
Fuente: http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0375/articulo.php?art=15230&ed=0375