Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

Prensa

30-06-2003

ENTREVISTA A GABRIEL SALVIA

Fuente: Encuentro en la red (España)

Internacional

Una jugada electoralista
 
Gabriel Salvia, director del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), evalúa la política argentina hacia La Habana, entre otros asuntos.
 
por MICHEL SUAREZ, Valencia
 
Al fundarse en febrero de este año, en Buenos Aires, el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina, asumía entre sus objetivos "observar y promover el respeto a las libertades civiles, políticas y económicas en los países de Latinoamérica, con especial prioridad para el apoyo a la causa democrática en Cuba". CADAL respalda, principalmente, el Proyecto Varela y el periodismo independiente en la Isla.
 
La visita de Fidel Castro a Argentina, la nueva postura de ese país ante la Comisión de Derechos Humanos y el entorno político latinoamericano, son temáticas abordadas por el periodista y escritor argentino Gabriel Salvia, director de esa institución.

Algunos no han dudado en calificar de electoralista la abstención argentina en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra, con respecto al tema cubano. ¿Es posible que así sea?
Sí, efectivamente. Fue una jugada electoralista, porque el mismo Gobierno de Eduardo Duhalde fue el que votó a favor de la resolución que condenaba a Cuba el año anterior. Y para todos es conocido que la violación de los derechos humanos en Cuba no sólo se ha mantenido, sino que se ha incrementado con las detenciones masivas y los fusilamientos, porque otro tipo de detenciones ha habido todo el tiempo. La jugada fue electoral porque el candidato oficial, Néstor Kirchner, estaba respaldado por Duhalde. Y que el Gobierno argentino cambiara su voto, implicaba que un sector del electorado de izquierda votaría a su favor. Eso es algo muy criticable, porque significa someter la política exterior a unas elecciones, lo cual es de muy bajo nivel político.

¿Cómo puede interpretarse la actuación del presidente regional, Aníbal Ibarra, al entregarle a Fidel Castro la Medalla de Buenos Aires?
El jefe de gobierno de Buenos Aires quizás sea el personaje que merezca las mayores críticas. Antes de dedicarse a la política, era un hombre de la justicia. Fue fiscal, profesor de derecho penal y era una persona que enseñaba las garantías constitucionales y procesales en las universidades. Nos consta que recibió la petición fiscal de los juicios sumarios a los disidentes y periodistas independientes. Es uno de los que menores dudas debía tener sobre la violación de los derechos humanos en Cuba. Nosotros se la entregamos en la Feria del Libro en abril. Ibarra es un penalista que fue muy crítico con la dictadura militar argentina. A su vez la dictadura argentina no era condenada en Naciones Unidas, porque a eso se oponía la dictadura de Fidel Castro por orientaciones de la Unión Soviética, que tenía intereses comerciales con Argentina. La izquierda argentina es muy hipócrita.

Hubo muchos agasajos y escasas protestas…
No hubo protestas masivas. Un senador le entregó a Castro una copia del Proyecto Varela en presencia de los presidentes Jorge Battle y Ricardo Lagos. Por eso, algunos diarios tomaron nota y titularon que Castro no iba a volver a Cuba con las manos vacías.

En su opinión, ¿cómo evalúa el ciudadano común argentino al régimen cubano?
En el pueblo argentino hay un sector que simpatiza con la revolución cubana y con el castrismo. De hecho, los candidatos que admiran a Castro sacaron alrededor de un 4,5 por ciento de los votos, algo así como 850.000 votos. Son una minoría, pero son muy activos. Después está el resto de la población que, por supuesto, es totalmente crítica y condena el régimen cubano. Quizás la visita de Castro sirvió para eso: se han expresado en contra muchas más personas que las que nunca lo habían hecho. Yo creo que antes de la visita de Castro, el tema Cuba para Argentina no era doméstico. Y a partir de ahora ha pasado a serlo. Por otro lado, en el Parlamento también ha habido replanteos de algunos sectores que antes no seguían el tema ni eran conscientes de la solidaridad internacional que debían tener con los demócratas cubanos. Argentina dio una imagen negativa al mundo y creo que va a pagar las consecuencias, porque una democracia terminó festejando a una dictadura.

¿Cabe la posibilidad de que ambas diplomacias hubiesen pactado antes del viaje un acuerdo de "no agresión"?
Probablemente. Lo que a quienes somos críticos de la dictadura nos tomó por sorpresa, fue el viaje. No obstante, nosotros ya veníamos trabajando al margen de la visita. Hicimos un documento que firmaron 20 legisladores en el que se le pedía al presidente que adoptara una actitud similar a otros países de Latinoamérica y Europa a favor de la libertad de los disidentes detenidos. Estas son noticias que trascienden, pero no tanto como las ovaciones al dictador frente a las puertas del hotel o en un acto.

Recientemente, el Secretario de Estado norteamericano Colin Powell ha expresado que EE UU podría adoptar una política común con Europa en el tema Cuba, aunque no mencionó el destino del embargo económico. En ese terreno, ¿quién debiera seguir a quién?
Personalmente creo que el embargo es un obstáculo que ofrece argumentos al régimen: el típico argumento latinoamericano de que sus propios problemas se deben a otros de fuera. La pregunta es qué va a pasar si algún día se levanta el embargo. Yo creo que al margen de la estrategia y política exterior de cada gobierno, lo más importante ahora es convencer a los países que todavía tienen dudas de que Cuba es una dictadura. Eso es un hecho objetivo: los presos están en las cárceles y si se lee el Código Penal y la Constitución de Cuba, uno puede darse cuenta de que se violan los derechos humanos.

Unos días después de la visita de Castro a Argentina, la revista Insight Magazine publicó que el gobernante había "perdido el conocimiento" durante una de sus actividades el 25 de mayo. ¿Se conoció algo en su país sobre ese supuesto desmayo?
La verdad es que no lo sé, yo no escuché nada de eso. Lo que sí a un médico le llamó la atención la posición de sus manos, que no las movía. Obviamente se le ve deteriorado. Acá no trascendió nada de eso, aunque muchas cosas no se publicaron. Por ejemplo, un periodista muy popular del programa de televisión Caiga quien caiga se acercó a Castro para preguntarle si era el dictador más simpático de América Latina, y tuvo que pasarse un día en el hospital. Le dieron una trompada y lo desmayaron. No sabemos si fue la seguridad de Fidel o algunos simpatizantes, pero fue agredido por hacer una pregunta que les molestaba. En los medios no salió nada. Ni siquiera en su programa se refirieron al tema. No obstante, ese periodista, después de escuchar -en la conferencia que dimos la semana pasada- todo lo que le pasa a las personas en Cuba, nos dijo que se sentía mal, pero lo que le había pasado a él era insignificante en comparación con lo que le sucedía a las personas dentro de Cuba.

En virtud de su cargo, ¿cómo valora las transformaciones que se manifiestan actualmente en América Latina?
Hay muchas diferencias. Hugo Chávez es lo más parecido a un gobierno que surge con el voto de la gente y se va transformando en un gobierno ilimitado, que económicamente es un desastre y que comienza a atentar contra las libertades de las personas. En el caso de Brasil, el gobierno de Lula da señales bastante razonables. De hecho, todos los sectores de la izquierda más radical tienen como sus ídolos a Chávez y Castro, y no a Lula. Lo de Lula es un caso interesante… para seguir. El caso de Kirchner probablemente implique un regreso al nacionalismo económico con las consecuencias que eso genera. Es decir, menos libertades económicas para las personas, y por ende, menos desarrollo. Inicialmente está emprendiendo una tarea política quizás excesivamente fuerte, atacando a sectores que eran muy cuestionados por la sociedad. Quizás los métodos no sean los mejores, como la ofensiva contra la Corte de Justicia. Durante la época de Menem se incrementaban los números de jueces con tal de tener una justicia parcial. La pregunta sería si ahora no pasará lo mismo.
Las elecciones de Argentina han demostrado que el retroceso no es tanto. El electorado estuvo dividido en un 50 por ciento y una parte importante de la población votó a candidatos que se pueden denominar "promercado", después de años en que esas políticas fueron criticadas.

¿Cree usted que en la disyuntiva Menem-Kirchner venció la opción más viable para Argentina?
En realidad la gente estaba en contra de Menem por el desgaste que tuvo durante su período, sobre todo por la última imagen que quedó de los casos de corrupción, y el entorno negativo alrededor de él. Quizás, lo más interesante de las últimas elecciones fue el resultado que obtuvo López Murphy. Eso implica la aparición de una nueva fuerza política, digamos pro democracia y mercado, que puede ser una nueva alternativa para las próximas elecciones, si se consolida. López Murphy, de la nada, en sólo ocho meses, alcanzó muy buenos resultados.

¿Cuál pudiera ser el ejemplo a seguir en América Latina?
Claramente, el mejor ejemplo en Latinoamérica es Chile, que salió de una dictadura, hizo reformas de mercado y ha mantenido una política de reformas. Los gobiernos que vinieron mantuvieron un rumbo en la política económica y han cambiado permanentemente. No hay reelección en Chile, lo cual es muy importante para un país como los de la región. Chile demuestra hoy por qué es el país más serio de América Latina, y por qué los otros no lo son.
 
 
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