Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

Prensa

14-01-2004

MITOS Y VERDADES DEL MODELO SUECO

Fuente: La Prensa (Argentina)

Un experto explica que el modelo maximalista de Estado benefactor ha sido abandonado hace rato


Los ciudadanos ya no están atados a una escuela o un hospital determinado. El sistema del "cheque escolar" -tan vilipendiado en otras partes- permite combinar eficiencia con libertad de elección.      
  
Por Mauricio Rojas *

Suecia es internacionalmente conocida por su Estado benefactor, el más amplio y costoso que se haya conocido. Los niveles de gasto público, carga tributaria, transferencias de ingresos y monopolio estatal sobre la seguridad social y las áreas de servicios básicos (salud, educación, asistencia social, cuidado de niños y ancianos) no han sido nunca alcanzados por otro país democrático en tiempos de paz. Todo esto es conocido y representa para muchos un modelo de sociedad ejemplar que otros países deberían adoptar. Lo que se ignora es que la misma Suecia ya ha abandonado este modelo maximalista del Estado benefactor. Hace ya más de una decena de años que Suecia está abocada a una búsqueda profunda y prometedora de una alternativa a su viejo Estado benefactor, en la cual el Estado todavía cumple un rol importante pero sin excluir a una diversidad de actores sociales y económicos que, en su conjunto, puedan crear una sociedad del bienestar que le otorgue a los ciudadanos una sólida base de igualdad y seguridad social combinada con una real libertad de elección.
Para dar una idea concreta de la profundidad de los cambios puedo citar algunas experiencias personales. Cuando llegué a Suecia en 1974 era impensable que los ciudadanos pudiesen elegir la escuela para sus hijos o el centro médico en el cual ser atendidos en caso de enfermedad. Sólo una proporción muy pequeña y extremadamente rica de la población tenía ingresos netos -es decir, después de pagar una pesada carga tributaria- suficientes como para poder pagar privadamente por ese tipo de servicios. Como se decía en ese tiempo, uno pertenecía a un hospital público y los hijos de uno también pertenecían a una escuela pública determinada, aquella que se les había asignado de acuerdo al área donde residían. El Estado benefactor le aseguraba a todos los ciudadanos un nivel comparativamente alto de bienestar pero al precio de una casi total falta de libertad de elección. Esta situación permaneció inalterada -agravada en realidad ya que la carga tributaria se había hecho cada vez más pesada- hasta comienzos de la década de 1990.

REVOLUCION
Hoy en día las cosas son muy diferentes. Mi hijo va a una escuela independiente -propiedad de una sociedad anónima, Kunskapsskolan AB, que gestiona una veintena de escuelas- que yo he elegido con plena libertad y por la cual no debo pagar ni un centavo extra más allá del cheque escolar con que el Estado hace posible una libertad de elección real e igualitaria (la misma libertad de elección existe entre las escuelas directamente gestionadas por el sector público). Lo interesante es que mi hijo no es una excepción. En este país donde en 1990 las escuelas que no eran parte del monopolio estatal eran muy escasas existen hoy más de 700 escuelas básicas y secundarias independientes, que le dan educación a unos 80.000 niños y jóvenes dentro de un sistema pluralista de colaboración público-privada que crece año tras año.
No sólo la situación de las escuelas ha cambiado radicalmente. Si yo me enfermase hoy recurriría con toda seguridad a la clínica más cercana, Nacka NŠrsjukhus, que es gestionada como tantas otras en la provincia de Estocolmo por una sociedad comercial por acciones. Mi elección sería además completamente libre y sin que mi decisión me costase ni un peso más que si eligiese una clínica pública. Más aún, si mi dolencia fuese un poco más seria seguramente me dirigiría al hospital S:t Göran, que es el hospital privado más grande que existe en Europa Occidental y que también forma parte de la red de colaboración público-privada que abarca hoy cerca de tres mil productores privados de servicios de salud.
Y así podríamos continuar con los ejemplos. Los ciudadanos de Suecia pueden hoy, con creciente libertad, elegir a quien entregar el cuidado de sus niños o de sus ancianos, a quien comprar electricidad o servicios de telecomunicación, en que fondos depositar una parte de sus ahorros para la jubilación, que canal de televisión mirar o que radioemisora escuchar. Incluso monopolios tan tradicionales como los de la provisión de empleos o de viviendas de alquiler o de los ferrocarriles o del correo han sido abolidos. Todo esto era impensable en la Suecia de 1990 y solamente los lunáticos o los soñadores de entonces se hubiesen podido imaginar semejantes cambios.
Esto es muy importante en un contexto internacional, donde muchos siguen todavía proponiendo un modelo de Estado benefactor que su propio creador, el pueblo de Suecia, ya ha abandonado.

SOCIEDAD DEL BIENESTAR
El proceso de desmantelamiento del Estado benefactor maximalista y la transformación de Suecia en una sociedad del bienestar fue iniciada por el gobierno Carl Bildt (1991-94) en medio de un desplome económico casi sin precedentes. Su corto gobierno fue señero en muchos aspectos, pero los cambios así iniciados no hubiesen sido sino un pequeño paréntesis histórico de no responder a problemas profundos de la sociedad sueca. Esto fue lo que claramente se pudo constatar cuando la socialdemocracia volvió al poder en septiembre de 1994. Prácticamente ninguna de las reformas importantes introducidas durante los años anteriores fue revertida, y algunas de ellas fueron incluso profundizadas por una socialdemocracia que había madurado durante los años en la oposición dejando tras de sí el dogmatismo socializante de la época de Olof Palme.
Los cambios más importantes han ido convirtiendo a Suecia en una sociedad del bienestar mucho más humana y libre, donde una multiplicidad de actores tanto públicos como privados participan como productores y el consumidor ha logrado una libertad de elección cada vez más amplia. En esta sociedad del bienestar el Estado sigue cumpliendo funciones muy importantes, pero no ya de aquella manera excluyente y paternalista propia del Estado benefactor de antaño. Ahora bien, mucho queda por hacer en todo esto y aún existen una serie de problemas importantes por resolver en esta transición del Estado benefactor a la sociedad del bienestar.

LOS GRANDES DILEMAS
Más allá de lo económico, el paso a una sociedad del bienestar caracterizada por una gran diversidad de estilos de vida y una amplia libertad ciudadana plantea una serie de dilemas que no son fáciles de resolver. Se trata en realidad del delicado balance entre diversas libertades, opciones y valores que pueden ser positivos y complementarse mutuamente pero que también pueden volverse antitéticos y destructivos de ser afirmados de manera unilateral. Este es un tema de largo aliento que en su esencia trata de las encrucijadas entre libertad e igualdad, diversidad y cohesión social e individualismo y comunidad que son fundamentales en toda sociedad abierta. La manifestación concreta de estas encrucijadas se presentan en tres debates hoy en curso en Suecia acerca del futuro de la sociedad del bienestar. El primero trata de los límites de la privatización y el fin de lucro, el segundo de los límites de la desigualdad socioeconómica y el tercero de los límites de la diversidad cultural.
Este tipo de dilemas ocupará de manera creciente a la Suecia del mañana. La organización futura de la sociedad del bienestar tendrá mucho que ver con la forma que se encuentre para resolver estos desafíos en un mundo cada vez más libre y globalizado. Lo que sí es seguro es que ya no hay vuelta atrás al Estado benefactor del pasado, aquel Estado paternalista que daba imponiendo e imponía dando. No era, como algunos quisieron creer, ni el fin de la historia ni la culminación del desarrollo humano. Como todo producto histórico terminó por hacerse incompatible con el desarrollo mismo de la sociedad que un día lo vio nacer y es por ello que ya hoy pertenece al mundo de los recuerdos y de los mitos.
* Miembro del parlamento de Suecia y Profesor Adjunto de historia económica de la Universidad de Lund. Este artículo es una síntesis de la presentación realizada por el autor en la sede del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina el pasado miércoles 7 de enero.


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