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Moyano-CFK, en punto de no retorno
(InfoLatAm) En pocos días habrá dos centrales sindicales, cada una con sus respectivos líderes, y ambas reclamarán ser “la verdadera CGT”. Al kirchnerismo, que gobernó durante una década en alianza con un sindicalismo unificado, le tocará experimentar la fragmentación. Podría ser que, más allá de la retórica, ambos bloques sindicales coordinen sus posiciones y que la CGT moyanista mantenga un cierto diálogo con el gobierno. Pero también es posible que el sindicalismo se polarice, y que el sector ahora moyanista impulse negociaciones más duras y una mayor conflictidad laboral, con paros y movilizaciones. Por Julio Burdman
(InfoLatAm) Lo que se venía gestando, finalmente se expresó entre el martes y el miércoles de esta semana: Cristina Kirchner y el líder sindical peronista Hugo Moyano están en punto de no retorno. El discurso de la presidenta del día martes, por cadena nacional, y el paro y movilización de los camioneros de ayer, son demostraciones de que ambos actores están decididos a seguir adelante.
Es cierto que la idea de lo irreversible no entra en el pragmatismo de los herederos de Perón -competencia que se desató en estos días. Basta ver la reconfiguración de alianzas sindicales: hoy, Moyano está aliando con sus adversarios de ayer, y algo similar puede decirse de la Casa Rosada. El resultado es que a partir de hoy, el gobierno deberá lidiar con un sindicalismo peronista realmente dividido. Esto es algo nuevo en la etapa kirchnerista. Cuatro años atrás se había formado una central sindical paralela, la “CGT Azul y Blanca” liderada por Luis Barrionuevo, que se había alineado con el peronismo opositor. Pero era minoritaria y no estaba en condiciones de enfrentar al gobierno. Con la alianza que este sector realizó semanas atrás con Hugo Moyano, el sindicalismo opositor adquiere otro volumen. Y un liderazgo confrontacional.
El paro del Sindicato de Camioneros tiene un trasfondo económico, pero su raíz es política. El contexto es el conflicto por la sucesión de Moyano al frente de la Confederación General del Trabajo (CGT), en el congreso originalmente previsto para el 12 de julio. Se trata del proceso que llevará inexorablemente a la mencionada división de la central sindical. La Casa Rosada quiere reemplazar a Moyano, que cumple diez años en la jefatura y busca su continuidad, pero el camionero hace caso omiso a los deseos presidenciales y decide postularse otra vez.
Los grandes gremios, que en rigor tienen la mayoría de los congresales, no quieren entrar en choque con un gobierno pro-sindical, y deciden abandonar a Moyano, postulando un candidato alternativo. Confiados en sus mayorías descartan el triunfo, pero Moyano planteó unos cambios en el modo de selección que podían cambiar las cosas. Más precisamente, quiso incorporar sindicatos nuevos, de creación reciente, al congreso; estos lo apoyan y podían incllinar la balanza. Los grandes gremios responden con un pedido de anulación de la elección. El Ministerio de Trabajo lo avala y se dispone a intervenir el comicio. El resultado más probable, es que Moyano y sus aliados resistirán la intervención y llevarán adelante una elección con los congresales presentes, mientras los grandes gremios harán el propio, con reconocimiento legal, y ungirán a un candidato de consenso. En suma: en pocos días habrá dos centrales sindicales, cada una con sus respectivos líderes, y ambas reclamarán ser “la verdadera CGT”.
Al kirchnerismo, que gobernó durante una década en alianza con un sindicalismo unificado, le tocará experimentar la fragmentación. En el plano estrictamente gremial, el interrogante hacia adelante será el funcionamiento del conflicto. Podría ser que, más allá de la retórica, ambos bloques sindicales coordinen sus posiciones y que la CGT moyanista mantenga un cierto diálogo con el gobierno. Cristina
Kirchner, finalmente, es peronista. Pero también es posible que el sindicalismo se polarice, y que el sector ahora moyanista impulse negociaciones más duras y una mayor conflictidad laboral, con paros y movilizaciones.
Pero el desafío de Moyano tiene dimensión política. ¿Acaso él puede ser un factótum del nuevo peronismo disidente? Este último sector quedó descabezado tras la derrota de Duhalde en 2011, y en algún momento volverá a organizarse. Sin embargo, luce difícil que Moyano ocupe ese lugar. Como político, el líder camionero tiene límites. Su imagen pública no es buena, y carece de la “cintura” necesaria para moverse en este ámbito. Es posible que se haya especulado exageradamente sobre la relación entre Moyano y Scioli. Ambos tienen sus agendas políticas autónomas y algo en común: el kirchnerismo recela de ellos, y no les permite salirse de cauce. Esto genera una impensada solidaridad entre ambos. Pero sus situaciones son diferentes. De todos modos, se trata de un elemento nuevo que juega y crea un clima en el mundo peronista.
Julio BurdmanJulio Burdman es Politólogo (UBA). Director del Observatorio Electoral Latinoamericano.
(InfoLatAm) Lo que se venía gestando, finalmente se expresó entre el martes y el miércoles de esta semana: Cristina Kirchner y el líder sindical peronista Hugo Moyano están en punto de no retorno. El discurso de la presidenta del día martes, por cadena nacional, y el paro y movilización de los camioneros de ayer, son demostraciones de que ambos actores están decididos a seguir adelante.
Es cierto que la idea de lo irreversible no entra en el pragmatismo de los herederos de Perón -competencia que se desató en estos días. Basta ver la reconfiguración de alianzas sindicales: hoy, Moyano está aliando con sus adversarios de ayer, y algo similar puede decirse de la Casa Rosada. El resultado es que a partir de hoy, el gobierno deberá lidiar con un sindicalismo peronista realmente dividido. Esto es algo nuevo en la etapa kirchnerista. Cuatro años atrás se había formado una central sindical paralela, la “CGT Azul y Blanca” liderada por Luis Barrionuevo, que se había alineado con el peronismo opositor. Pero era minoritaria y no estaba en condiciones de enfrentar al gobierno. Con la alianza que este sector realizó semanas atrás con Hugo Moyano, el sindicalismo opositor adquiere otro volumen. Y un liderazgo confrontacional.
El paro del Sindicato de Camioneros tiene un trasfondo económico, pero su raíz es política. El contexto es el conflicto por la sucesión de Moyano al frente de la Confederación General del Trabajo (CGT), en el congreso originalmente previsto para el 12 de julio. Se trata del proceso que llevará inexorablemente a la mencionada división de la central sindical. La Casa Rosada quiere reemplazar a Moyano, que cumple diez años en la jefatura y busca su continuidad, pero el camionero hace caso omiso a los deseos presidenciales y decide postularse otra vez.
Los grandes gremios, que en rigor tienen la mayoría de los congresales, no quieren entrar en choque con un gobierno pro-sindical, y deciden abandonar a Moyano, postulando un candidato alternativo. Confiados en sus mayorías descartan el triunfo, pero Moyano planteó unos cambios en el modo de selección que podían cambiar las cosas. Más precisamente, quiso incorporar sindicatos nuevos, de creación reciente, al congreso; estos lo apoyan y podían incllinar la balanza. Los grandes gremios responden con un pedido de anulación de la elección. El Ministerio de Trabajo lo avala y se dispone a intervenir el comicio. El resultado más probable, es que Moyano y sus aliados resistirán la intervención y llevarán adelante una elección con los congresales presentes, mientras los grandes gremios harán el propio, con reconocimiento legal, y ungirán a un candidato de consenso. En suma: en pocos días habrá dos centrales sindicales, cada una con sus respectivos líderes, y ambas reclamarán ser “la verdadera CGT”.
Al kirchnerismo, que gobernó durante una década en alianza con un sindicalismo unificado, le tocará experimentar la fragmentación. En el plano estrictamente gremial, el interrogante hacia adelante será el funcionamiento del conflicto. Podría ser que, más allá de la retórica, ambos bloques sindicales coordinen sus posiciones y que la CGT moyanista mantenga un cierto diálogo con el gobierno. Cristina
Kirchner, finalmente, es peronista. Pero también es posible que el sindicalismo se polarice, y que el sector ahora moyanista impulse negociaciones más duras y una mayor conflictidad laboral, con paros y movilizaciones.
Pero el desafío de Moyano tiene dimensión política. ¿Acaso él puede ser un factótum del nuevo peronismo disidente? Este último sector quedó descabezado tras la derrota de Duhalde en 2011, y en algún momento volverá a organizarse. Sin embargo, luce difícil que Moyano ocupe ese lugar. Como político, el líder camionero tiene límites. Su imagen pública no es buena, y carece de la “cintura” necesaria para moverse en este ámbito. Es posible que se haya especulado exageradamente sobre la relación entre Moyano y Scioli. Ambos tienen sus agendas políticas autónomas y algo en común: el kirchnerismo recela de ellos, y no les permite salirse de cauce. Esto genera una impensada solidaridad entre ambos. Pero sus situaciones son diferentes. De todos modos, se trata de un elemento nuevo que juega y crea un clima en el mundo peronista.
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