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Energía nuclear en América Latina: ¿oportunidad de desarrollo o riesgo a la seguridad regional?
(Revista Perspectiva) En definitiva, si bien la expansión nuclear en América Latina podría traer beneficios en materia social, económica y política para los países que la desarrollen, en la región se presentan una serie de factores, como las amenazas regionales, la inseguridad doméstica, y las divergencias de las economías internas, que dificultarían la posibilidad de desarrollarse nuclearmente. Por Sebastián Castaño
(Revista Perspectiva) La energía nuclear es un tema que aún se mantiene en el imaginario colectivo en función de su estrecha relación con el contexto bipolar de la Guerra Fría. No obstante, poco o nada queda de ese escenario donde el poder se manifestaba a través de la capacidad disuasoria – en materia militar y nuclear – de un Estado sobre otros. Hoy en día, la energía nuclear es utilizada por algunos países, no solo para generar electricidad de manera más limpia, sino además, para lograr que un Estado figure como actor fuerte dentro del escenario global.
En América Latina, países como Brasil, México y Argentina han optado por la elaboración de programas nucleares; dos reactores en cada país que proporcionan el 4% de la electricidad en cada uno de ellos. Las plantas de generación nuclear pueden operar por largos periodos de tiempo -más de 60 años- además de representar una forma más limpia y económica, si se le compara con otras fuentes como la hidroeléctrica y la generada por combustibles fósiles - mecanismos utilizados en la mayor parte de la región -, motivo que ha llevado a algunos países latinoamericanos a internarse en el mercado de uranio para la construcción de reactores nucleares, partiendo de la necesidad de brindar energía a una población mundial cada vez más creciente, y al interés particular de cada Estado por un fortalecimiento a nivel energético.
Según la OIEA, 10 países de la región, los llamados newcomers o “recién llegados”: Bolivia, Chile, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Haití, Jamaica, Perú, Uruguay y Venezuela, han solicitado el apoyo del Organismo para iniciar actividades nucleares, dirigidas a la futura generación de energía, advirtiendo en ese sentido, una posible expansión nuclear dentro de la región.
Los beneficios generados por los programas nucleares a nivel doméstico resultan bastante atractivos para países como los newcomers, que están en búsqueda de un mayor reconocimiento a nivel internacional. Sin embargo, en caso de un accidente nuclear, ya sea por error humano o a causa de un fenómeno natural, las consecuencias para una región como la latinoamericana serían devastadoras.
Por otra parte, la región es enormemente heterogénea; se encuentra fragmentada ideológicamente, y no todos los gobiernos convergen en sus dinámicas de seguridad. La construcción y elaboración de los programas nuclearles en América Latina se sobrevaloran en la mayoría de los casos por un beneficio particular de cada Estado, asumiendo él mismo la responsabilidad en materia de seguridad para la construcción del reactor y de su funcionamiento; no obstante, en el caso de un posible accidente los efectos no solo serían a nivel local. La expansión de la radiación no respetaría las fronteras compartidas con los países colindantes, convirtiéndose en un asunto de carácter regional y no doméstico.
En términos menos tremendistas, la construcción de reactores nucleares comprende un alto costo para los países latinoamericanos. Si bien la producción de
energía implica menos costos utilizando un programa nuclear, la construcción del reactor representa el triple que la construcción de una planta por combustibles fósiles, cantidad que no todos los países están dispuestos a asumir. De igual manera, no considero que todos los newcomers tengan los mecanismos de seguridad suficientes para que el material nuclear no caiga en manos equivocadas, teniendo en cuenta la presencia de grupos subversivos y organizaciones criminales al interior de la región, para quienes el negocio nuclear sugeriría numerosos estímulos para sus empresas delictivas.
En definitiva, si bien la expansión nuclear en América Latina podría traer beneficios en materia social, económica y política para los países que la desarrollen, en la región se presentan una serie de factores, como las amenazas regionales, la inseguridad doméstica, y las divergencias de las economías internas, que dificultarían la posibilidad de desarrollarse nuclearmente. Así mismo, habría que recordar lo que la historia nos ha enseñado: no subestimar la fuerza de la naturaleza (Fukushima, 2011), como tampoco pensar que el margen de error humano es igual a 0 (Chernobyl, 1979).
Sebastián Castaño
(Revista Perspectiva) La energía nuclear es un tema que aún se mantiene en el imaginario colectivo en función de su estrecha relación con el contexto bipolar de la Guerra Fría. No obstante, poco o nada queda de ese escenario donde el poder se manifestaba a través de la capacidad disuasoria – en materia militar y nuclear – de un Estado sobre otros. Hoy en día, la energía nuclear es utilizada por algunos países, no solo para generar electricidad de manera más limpia, sino además, para lograr que un Estado figure como actor fuerte dentro del escenario global.
En América Latina, países como Brasil, México y Argentina han optado por la elaboración de programas nucleares; dos reactores en cada país que proporcionan el 4% de la electricidad en cada uno de ellos. Las plantas de generación nuclear pueden operar por largos periodos de tiempo -más de 60 años- además de representar una forma más limpia y económica, si se le compara con otras fuentes como la hidroeléctrica y la generada por combustibles fósiles - mecanismos utilizados en la mayor parte de la región -, motivo que ha llevado a algunos países latinoamericanos a internarse en el mercado de uranio para la construcción de reactores nucleares, partiendo de la necesidad de brindar energía a una población mundial cada vez más creciente, y al interés particular de cada Estado por un fortalecimiento a nivel energético.
Según la OIEA, 10 países de la región, los llamados newcomers o “recién llegados”: Bolivia, Chile, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Haití, Jamaica, Perú, Uruguay y Venezuela, han solicitado el apoyo del Organismo para iniciar actividades nucleares, dirigidas a la futura generación de energía, advirtiendo en ese sentido, una posible expansión nuclear dentro de la región.
Los beneficios generados por los programas nucleares a nivel doméstico resultan bastante atractivos para países como los newcomers, que están en búsqueda de un mayor reconocimiento a nivel internacional. Sin embargo, en caso de un accidente nuclear, ya sea por error humano o a causa de un fenómeno natural, las consecuencias para una región como la latinoamericana serían devastadoras.
Por otra parte, la región es enormemente heterogénea; se encuentra fragmentada ideológicamente, y no todos los gobiernos convergen en sus dinámicas de seguridad. La construcción y elaboración de los programas nuclearles en América Latina se sobrevaloran en la mayoría de los casos por un beneficio particular de cada Estado, asumiendo él mismo la responsabilidad en materia de seguridad para la construcción del reactor y de su funcionamiento; no obstante, en el caso de un posible accidente los efectos no solo serían a nivel local. La expansión de la radiación no respetaría las fronteras compartidas con los países colindantes, convirtiéndose en un asunto de carácter regional y no doméstico.
En términos menos tremendistas, la construcción de reactores nucleares comprende un alto costo para los países latinoamericanos. Si bien la producción de
energía implica menos costos utilizando un programa nuclear, la construcción del reactor representa el triple que la construcción de una planta por combustibles fósiles, cantidad que no todos los países están dispuestos a asumir. De igual manera, no considero que todos los newcomers tengan los mecanismos de seguridad suficientes para que el material nuclear no caiga en manos equivocadas, teniendo en cuenta la presencia de grupos subversivos y organizaciones criminales al interior de la región, para quienes el negocio nuclear sugeriría numerosos estímulos para sus empresas delictivas.
En definitiva, si bien la expansión nuclear en América Latina podría traer beneficios en materia social, económica y política para los países que la desarrollen, en la región se presentan una serie de factores, como las amenazas regionales, la inseguridad doméstica, y las divergencias de las economías internas, que dificultarían la posibilidad de desarrollarse nuclearmente. Así mismo, habría que recordar lo que la historia nos ha enseñado: no subestimar la fuerza de la naturaleza (Fukushima, 2011), como tampoco pensar que el margen de error humano es igual a 0 (Chernobyl, 1979).
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