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Ver a la Argentina desde afuera hace ruido interior
La polémica sobre si es el mundo el que se le ha caído encima al país o si hay responsabilidad sólo interna o aún culpas concurrentes parece irrelevante cuando se pretende decodificar el cuadro que se vé desde el exterior.Por Hugo E. Grimaldi
(Agencia Diarios y Noticias) Como la mosca que se aleja del cuadro, la toma de distancia promueve visiones más abarcativas. Lo saben fotógrafos y pintores, pero no parece tenerlo en cuenta la clase dirigente en la Argentina y menos aquellos a los que les gusta el día a día como estilo de gobierno.
Después de haber sobrevolado como simple turista y en plena crisis regional algunos lugares de Europa de diferentes grados de madurez socioeconómica, no resulta aventurado intentar transmitir desde la distancia una visión de la Argentina, aún considerando las anteojeras que impone siempre el microclima turístico aunque, por suerte, con el contrapeso positivo que supone la gimnasia de observación y preguntas que desarrollan los periodistas.
La polémica sobre si es el mundo el que se le ha caído encima al país o si hay responsabilidad sólo interna o aún culpas concurrentes parece irrelevante cuando se pretende decodificar el cuadro que se vé desde el exterior.
No como diagnóstico, sino como simple punto de vista, lo primero que parece quedarle claro a quien mira hacia este lado del mundo desde afuera es la gravedad conceptual que abarca a la sociedad en su conjunto. El panorama que se observa es de pasividad general, casi de resignación y el de una valiosa pérdida de tiempo de la dirigencia en su conjunto, situación que genera en primera instancia una lógica preocupación y, por qué no decirlo, tristeza.
Aunque el uso del término parece que remite a inyectar desánimo”, lo cierto es que ver a la Argentina desde afuera hace ruido interior, porque se evalúa todo lo que no se hace y se lamenta lo mucho mejor que le podría ir al gobierno nacional (y a los ciudadanos) si apenas se tomaran, aún de los vecinos, algunos ejemplos básicos de reglas universales.
En tiempos de Juegos Olímpicos, con muchas disciplinas deportivas como ejemplo, lo que se registra mirando desde lejos es que mientras algunas naciones avanzan como flechas y superan la línea de la Argentina y otras se desgañitan discutiendo entre todos los sectores internos las formas para mejorar y salir de sus propias miserias, al país se lo observa ensimismado, detenido en la pista de competición, girando sobre sí mismo como un perro que intenta atrapar su propia cola, mientras políticos, empresarios y sindicalistas miran el espectáculo, unos aplaudiendo logros gaseosos (el oficialismo) y otros de brazos cruzados (la oposición) esperando un fin que nunca llega.
En tanto, en su confusión, la sociedad parece anestesiada, algunos de sus miembros gustosos por estar cobijados por un populismo tal como casi no existe en otros lugares del mundo que importan, otros por una cuestión ideológica, otros porque ganan dinero con el modelo y otro grupo importante porque no encuentra referentes alternativos. Adentro de la Argentina, todo lo que se diga o se haga en materia de gobierno, pese a la baja en las encuestas de la imagen presidencial, parece que le resbala a la población.
Hugo E. Grimaldi
(Agencia Diarios y Noticias) Como la mosca que se aleja del cuadro, la toma de distancia promueve visiones más abarcativas. Lo saben fotógrafos y pintores, pero no parece tenerlo en cuenta la clase dirigente en la Argentina y menos aquellos a los que les gusta el día a día como estilo de gobierno.
Después de haber sobrevolado como simple turista y en plena crisis regional algunos lugares de Europa de diferentes grados de madurez socioeconómica, no resulta aventurado intentar transmitir desde la distancia una visión de la Argentina, aún considerando las anteojeras que impone siempre el microclima turístico aunque, por suerte, con el contrapeso positivo que supone la gimnasia de observación y preguntas que desarrollan los periodistas.
La polémica sobre si es el mundo el que se le ha caído encima al país o si hay responsabilidad sólo interna o aún culpas concurrentes parece irrelevante cuando se pretende decodificar el cuadro que se vé desde el exterior.
No como diagnóstico, sino como simple punto de vista, lo primero que parece quedarle claro a quien mira hacia este lado del mundo desde afuera es la gravedad conceptual que abarca a la sociedad en su conjunto. El panorama que se observa es de pasividad general, casi de resignación y el de una valiosa pérdida de tiempo de la dirigencia en su conjunto, situación que genera en primera instancia una lógica preocupación y, por qué no decirlo, tristeza.
Aunque el uso del término parece que remite a inyectar desánimo”, lo cierto es que ver a la Argentina desde afuera hace ruido interior, porque se evalúa todo lo que no se hace y se lamenta lo mucho mejor que le podría ir al gobierno nacional (y a los ciudadanos) si apenas se tomaran, aún de los vecinos, algunos ejemplos básicos de reglas universales.
En tiempos de Juegos Olímpicos, con muchas disciplinas deportivas como ejemplo, lo que se registra mirando desde lejos es que mientras algunas naciones avanzan como flechas y superan la línea de la Argentina y otras se desgañitan discutiendo entre todos los sectores internos las formas para mejorar y salir de sus propias miserias, al país se lo observa ensimismado, detenido en la pista de competición, girando sobre sí mismo como un perro que intenta atrapar su propia cola, mientras políticos, empresarios y sindicalistas miran el espectáculo, unos aplaudiendo logros gaseosos (el oficialismo) y otros de brazos cruzados (la oposición) esperando un fin que nunca llega.
En tanto, en su confusión, la sociedad parece anestesiada, algunos de sus miembros gustosos por estar cobijados por un populismo tal como casi no existe en otros lugares del mundo que importan, otros por una cuestión ideológica, otros porque ganan dinero con el modelo y otro grupo importante porque no encuentra referentes alternativos. Adentro de la Argentina, todo lo que se diga o se haga en materia de gobierno, pese a la baja en las encuestas de la imagen presidencial, parece que le resbala a la población.
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