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06-11-2012

Santos-Uribe: duelo entre dos grandes líderes

(Razón Pública) A mi modo de ver resulta positivo tener al presidente Uribe como jefe de la oposición. Parece que por fin Colombia va a empezar a tener un dialogo político basado en lo fundamental: el cómo y no el qué.
Por Marcela Prieto

Choque de trenes

El pasado 28 de octubre se llevó a cabo la Asamblea del Partido Social de Unidad Nacional o Partido de la U. Y todavía en el imaginario colectivo flota una duda: ¿la “U” se refiere a Uribe? ¿O se trata de un partido moderno, fundado por Juan Manuel Santos como una plataforma electoral alternativa a los partidos tradicionales, el Liberal y el Conservador?

En los discursos pronunciados por ambos líderes se lee entre líneas que el verdadero jefe del partido es Juan Manuel Santos. El expresidente Uribe hace ya tiempo demostró que se siente en el lugar equivocado mientras lo identifiquen como militante del partido de la U. Como lo haría cualquier político de su trayectoria y su talante, Uribe pretende capturar cuantos trásfugas pueda para encabezar una lista ganadora al Senado y, en un horizonte algo más lejano, recuperar el poder ejecutivo por interpuesta persona.

Queda claro también que estamos ante dos grandes políticos. Escuchar sus discursos, cada uno desde su óptica, con sus particulares intereses y énfasis, y descifrar los mensajes que querían transmitir a sus respectivos seguidores, es asistir a un verdadero duelo de palabras, que vale la pena analizar minuciosamente y -por qué no decirlo- con deleite.

El cómo pero no el qué

No debe perderse de vista que en Colombia hay más consenso que disenso sobre el modelo económico o político que el país necesita. No es tan cierto eso de que somos un país polarizado. Lo que tenemos son diferencias de matiz, en las formas más que en el fondo, en el talante político y en los estilos de liderazgo.

Los que realmente piensan distinto son unas minorías muy fácilmente identificables. La mayoría de los colombianos solo esperamos que las reglas de juego se cumplan, que no haya impunidad, que las instituciones funcionen y que no haya grupos económicos que gocen de privilegios injustificables. La mayoría quiere que haya paz, que los niveles de inequidad disminuyan de verdad y que las oportunidades se abran para quienes tengan los méritos suficientes. En otras palabras, que haya competencia sana en el mercado laboral.

Los principios liberales por excelencia no están en juego: la libre empresa, la iniciativa individual, la meritocracia o una economía basada en la competencia. Por el contrario, lo que casi todos queremos es que funcionen bien.

Lo que sí está en juego es cómo lograr dichos objetivos. En lo dicho por el presidente Santos y por el expresidente Uribe sí hay diferencias de fondo: vale la pena analizar las más sobresalientes.

La emoción y la razón

Primera observación: ambos discursos fueron muy duros, directos y sin contemplaciones cuando se trató de criticarse el uno al otro. Así mismo la acogida y reacciones de la concurrencia tuvieron diferencias interesantes:

  • Uribe — como siempre — impresionó con su verbo ágil y persuasivo. Sabe apelar más hábilmente a las emociones del público. No nos digamos mentiras: a la gente le gusta el drama y Uribe es un experto en enmarcar su discurso dentro de la lógica amigo – enemigo.
  • Lo malo de ese discurso es que se va desgastando. Tarde o temprano acaba por prevalecer aquél que apela a la razón, aunque resulte más aburrido. Por ello el discurso de Santos, aunque fue menos “aplaudido”, encajó mejor con el de un verdadero estadista.

Era de esperarse: Santos es el presidente en ejercicio, Uribe simplemente pretende reivindicar su legado a toda costa.

Una muestra clara del razonamiento actual del colombiano medio: sí quiere la paz, pero no a cualquier precio. Desea lo mejor del proceso y confía en la metodología planteada por el gobierno Santos. Pero no admitirá la impunidad y se mostrará reacio a votar en un tarjetón electoral, si en él figuran los líderes de las FARC en un futuro cercano.

¿Para quienes van los mensajes?

Por mucho que disguste a algunos, el paso de Uribe por la presidencia marcó un punto de inflexión en la historia de Colombia. Sin duda el tema de la seguridad tuvo y seguirá teniendo una enorme importancia para la opinión pública y por consiguiente sigue presente en el discurso dominante.

Durante la larga administración Uribe, esta política consistió en fortalecer las Fuerzas Militares para debilitar al máximo a la guerrilla. Durante lo que lleva el gobierno Santos, se trata de poner fin a la existencia misma de las FARC, tal y como hoy las conocemos.

La agenda del actual presidente no habría podido diseñarse — ni mucho menos ponerse en práctica — de no haber sido por los logros de Uribe. Cabe señalar que Santos no dudó en resaltarlo más de una vez en su discurso, pues se trata de logros compartidos.

No se equivoca el otrora presidente al señalar hechos bien importantes: el crecimiento económico rápido y apalancado en altos flujos de inversión — tanto nacional como internacional — que reflejan por supuesto una mayor confianza en el país. Tanto así que “el caso colombiano” ya se estudia como un ejemplo de éxito más allá de nuestras fronteras.

Lo que ahora está en juego no es solo ese reconocimiento, sino hacer sostenible el cambio de entorno. En ese aspecto Santos lleva la delantera: un presidente que tiene claro el adecuado funcionamiento del Estado de Derecho y no de un brumoso “Estado de opinión”, el manejo de una economía liberal moderna, y la interconexión entre las estrategias y las diferentes políticas públicas.

Esos cambios de estilo y de visión de futuro explican el duro enfrentamiento entres estos dos líderes colombianos, que se plasmó en sus discursos del pasado 28 de octubre.

El expresidente Uribe se refirió de manera persistente a sus diferencias con el presidente Santos – política de paz, política de guerra, política agraria, política exterior –, pero el actual presidente limitó al mínimo los mensajes dirigidos a su antecesor y prefirió dedicar el grueso de su discurso a la importancia de fortalecer el Partido de la U y a la cada vez mayor participación del partido, no solo en el Congreso, sino en las Asambleas Departamentales y en los Concejos Municipales, en las Alcaldías y en las Gobernaciones.

De igual manera se ocupó de mostrar la coherencia entre el partido y su gobierno, resaltando los altos niveles de gobernabilidad, gracias a la cohesión de la bancada. Se cuidó al máximo de no atribuirse los éxitos de su gobierno, sino a la colectividad, hecho que sin duda contrastó con el “estilo Uribe”.

El arte de lo posible

A mi modo de ver resulta positivo tener al presidente Uribe como jefe de la oposición. Parece que por fin Colombia va a empezar a tener un dialogo político basado en lo fundamental: el cómo y no el qué.

Parece que por fin se vislumbra un camino donde tenderá a desaparecer la alternativa de una revolución armada, profundamente ideologizada y salpicada de sueños socialistas y de comunidades igualitarias.

Esperemos que el debate político se concentre en discusiones sobre lo posible: cómo abordar las políticas públicas con impacto social en democracia. Parece que será posible disminuir los niveles de pobreza y aumentar la equidad social sin necesidad de disparar una sola bala más.

La discusión política se está moviendo poco a poco hacia el centro y aquellos que viven del disenso, tanto desde la izquierda como desde la derecha, se están quedando solos y acéfalos.

Ahora solo hace falta que la izquierda en Colombia aprenda esta lección política, se reorganice, se unifique y decida elevar sus ideas a un debate coherente y en democracia.

Resulta una buena noticia que el debate político se dé en un ambiente similar al que se presentó durante la Asamblea de La U: es un signo de madurez política.

Fuente: (Razón Pública)


Marcela Prieto
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