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Monitoreo de la gobernabilidad democrática
Tendencias Latinoamericanas
Los hechos principales son, a nuestro juicio, los siguientes: a) Una desaceleración moderada del crecimiento económico de las principales naciones, motivada por el descenso de la demanda y de los precios de las principales materias primas que exporta la región. Esto ha frenado la revalorización de algunas monedas, dentro de un marco general de bastante estabilidad. B) Una convergencia de las políticas económicas de casi todos los países que van acercándose hacia posiciones más sensatas, con dos conspicuas excepciones: Venezuela y Argentina.Por Carlos Sabino
No ha sido este un semestre de grandes cambios, a decir verdad, en el panorama general de América Latina, ni se destacan en el período nuevas tendencias que apunten en un sentido definido. Los hechos principales son, a nuestro juicio, los siguientes: a) Una desaceleración moderada del crecimiento económico de las principales naciones, motivada por el descenso de la demanda y de los precios de las principales materias primas que exporta la región. Esto ha frenado la revalorización de algunas monedas, dentro de un marco general de bastante estabilidad. B) Una convergencia de las políticas económicas de casi todos los países que van acercándose hacia posiciones más sensatas, con dos conspicuas excepciones: Venezuela y Argentina. A segundo de estos dos países dedicaremos un análisis más completo en este número, que complementaremos con la reseña de algunas otras noticias de interés, de los procesos electorales efectuados o próximos a realizarse y de una reflexión final sobre el tema de las reelecciones presidenciales.
I. Noticias económicas y políticas
Dentro de la convergencia apuntada merece señalarse que varios países del grupo del ALBA, que en su momento promoviera y creara el venezolano Hugo Chávez, se han alejado del socialismo y de los peores excesos demagógicos de otros tiempos. Entre ellos cabe mencionar los casos de Ecuador, Bolivia y Nicaragua, donde se manejan con cierta seriedad las cuentas fiscales y se trata de atraer ahora inversiones extranjeras, en algunos casos todavía con fuertes restricciones, pero en general apartándose de la retórica antiimperialista del pasado. No ha acabado allí el populismo, es cierto, pero a nuestro juicio parece quedar acotado –al menos por ahora- por límites algo más razonables.
Caso especial dentro de esta especie de normalización lo constituye Cuba, que sigue implementando algunas reformas de importancia, aunque con serios retrocesos que todavía les restan credibilidad. El gobierno cubano ha creado una Zona Especial de Desarrollo en el puerto de Mariel -cuya normativa ya ha sido aprobada y ha entrado en vigor- con un área de 465 km2. Capitales de Brasil están financiando en parte la iniciativa. La idea es atraer inversiones extranjeras con políticas tributarias y aduaneras favorables a la entrada de capitales, lo que recuerda los primeros pasos que diera China, hacia 1978, cuando Deng Xiaoping inició el actual camino hacia el predominio de los mercados. Otra reforma de importancia la constituye la puesta en marcha del proyecto de unificación de las dos monedas que actualmente se utilizan en Cuba y que crean en el país una situación realmente insólita. En efecto, existen allí el peso cubano (CUP), en el que la gran mayoría de la población recibe sus salarios y paga por algunos productos y servicios básicos, y el peso convertible (CUC), que tiene paridad con el dólar de los Estados Unidos. Actualmente la tasa de cambio entre esas dos monedas fluctúa alrededor de 25 por 1, creando una dualidad que afecta muy negativamente a la mayoría de los cubanos, que reciben así sueldos inferiores a los 40 dólares mensuales cuando se los convierte a CUC. Pero estas medidas de apertura, positivas sin duda, contrastan con otras, como la que ha impuesto recientemente el cierre de los “cines” privados, los locales de juegos electrónicos y algunas tiendas de ventas de ropa. Los cubanos se encuentran, de este modo, sujetos a los caprichos de la dinastía de los Castro, que temen que la liberalización vaya a afectar su permanencia en el poder. Cuba se encuentra así recorriendo un camino tortuoso y complicado, que no augura por los momentos cambios radicales en su economía, todavía fuertemente deficitaria y dependiente del apoyo financiero de Venezuela.
Una sorprendente noticia surgió durante el semestre: el 17 de agosto de este año una organización armada, el Ejército del Pueblo Paraguayo, de orientación marxista y muy posiblemente ligado a las FARC colombianas, atacó una finca en el departamento de San Pedro -400 km al norte de Asunción- y mató a 5 personas. Si bien se considera que esta organización es un grupo pequeño, que solo opera en regiones remotas, su presencia arroja sombras sobre el veloz crecimiento que últimamente ha tenido la economía del Paraguay, que está creciendo a tasas superiores al 10% anual desde que se destituyera al presidente Fernando Lugo, un obispo de claras inclinaciones populistas.
Han proseguido, entretanto, las conversaciones entre las FARC y el gobierno de Colombia, a pesar de algunas ofensivas parciales y de los secuestros que todavía ejecuta esa organización terrorista. Las acciones bélicas prosiguen, aunque en realidad en una escala bastante limitada, mientras que ya se han alcanzado dos acuerdos entre las partes: el relativo a la tierra y, en este semestre, el que se refiere a la participación política. Ahora las conversaciones están abordando ya el tema del narcotráfico –tercer punto de la agenda- aunque no está claro todavía si se podrá firmar un acuerdo de paz aceptable para la mayoría. Uno de los negociadores de la guerrilla ha manifestado, con sinceridad, que no tendría mucho sentido firmar la paz para salir, de la mesa de negociaciones, directamente rumbo hacia la cárcel. Quien escribe estas líneas quisiera recordar que eso, precisamente, es lo que ha sucedido en muchas partes, pero no con los guerrilleros sino con los militares que los combatieron. Ese es un contrasentido que, surgido de una doble moral, pone una nota amarga en las conversaciones actuales y en el proceso de reconciliación que ansían todas las sociedades de América Latina. Por eso valoramos que el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina haya hecho, al cierre de esta edición, un llamado para que se ponga en práctica una verdadera amnistía que deje atrás los viejos rencores y resulte capaz de ir cerrando las heridas del pasado.
En México el presidente Peña Nieto ha logrado ya aprobar una buena parte de su plan de reformas: la educativa, la de telecomunicaciones y la fiscal han pasado la prueba, y hace poco también se ha concretado una reforma energética que permitirá flexibilizar gradualmente la estatista legislación que existía sobre la materia y suavizar en parte el rígido monopolio que la empresa pública PEMEX tiene sobre el sector. La apertura de PEMEX augura un mejor futuro económico para México, aunque sus efectos prácticos solo podrán apreciarse claramente dentro de dos o tres años. Un pasivo importante para el país, sin embargo, lo constituye la terrible “guerra contra las drogas”, que ya lleva la impresionante cifra de 77,000 muertos desde que comenzó en 2006. Signos de la impotencia gubernamental para ganar esta guerra, o al menos controlarla, ha sido la emergencia de grupos de autodefensa civiles que han comenzado ya a organizarse en varios estados, principalmente en Michoacán. No hay crecimiento económico de importancia que pueda conseguirse –pensamos- en el entorno que crea esta guerra que, como dijimos en números anteriores, resulta de hecho imposible de ganar.
Uruguay ha afirmado su independencia frente a las presiones internacionales y dado una muestra de creatividad y de sentido común al legalizar el consumo de marihuana. El país rioplatense se ha atrevido a hacer lo que el resto de la región todavía ve con temores y recelos, abriendo a nuestro juicio un camino que –en el mediano plazo- recorrerán casi de seguro varios otros países de Latinoamérica. Su presidente, José Mujica, es reconocido hoy mundialmente por su sencillez, su austeridad y su modo de gobernar, directo y franco.
La estadística comercial global, por último, muestra un hecho de suma importancia: el intercambio comercial entre Latinoamérica y China se ha multiplicado por 21 en los últimos 12 años, al pasar de 12.000 millones de dólares en el año 2000 a 250.000 millones de dólares en el año 2012. Este rápido crecimiento puede implicar -en los próximos años- un cambio radical en la orientación de nuestro continente, pues ya no serán los Estados Unidos el principal socio comercial de la región. Cabe recordar que la historia muestra un viraje semejante, aunque más gradual, entre el predominio comercial que tuvo la Gran Bretaña en el siglo XIX y los Estados Unidos, cambio que comenzó en las décadas finales de ese siglo y se consolidó por completo en la mitad del siglo XX. Ahora es China la potencia emergente, en un cambio que –de seguro- tendrá también importantes repercusiones políticas y diplomáticas.
II. Las elecciones del semestre
Se realizaron en Argentina, a fines de octubre, elecciones para renovar totalmente la Cámara de Diputados y un tercio del Senado. Los resultados, en sí poco espectaculares, resultaron en una derrota para los partidarios de la presidente, pues aunque el Frente para la Victoria (FPV) logró la primera minoría, con un 33% de los votos, perdió en su bastión de la provincia de Buenos Aires y se mostró muy débil ante sus adversarios: el peronismo no kirchnerista y la centroizquierda, que alcanzaron cada uno un 25%, el PRO de Mauricio Macri -de centroderecha- con un 8%, y la izquierda radical con un 6%. El resultado contrasta con la aplastante votación que había obtenido Cristina Fernández de Kirchner en 2011, cuando se alzó con la presidencia con un 54% de los votos. A pesar de que el FPV ha retenido la mayoría en ambas cámaras esta no le alcanza para llegar a la mayoría calificada que lo habilitaría para reformar la constitución y permitir la segunda reelección de Cristina Fernández. Sin un claro heredero para las políticas de corte populista y personalista que implantaron los Kirchner desde 2003 se ha abierto entonces la carrera para la sucesión presidencial, que se definirá recién en 2015. La situación se ha complicado por los quebrantos de salud de Cristina y por los serios problemas que presenta la economía del país sureño.
La presidenta se había tenido que someter a una operación cerebral días antes de las elecciones y fue reemplazada durante su recuperación por el vicepresidente Amado Boudou, un hombre cuyo prestigio está muy mermado debido a serias acusaciones de corrupción.
Argentina ha establecido un control de cambios que refleja tanto la debilidad de sus posiciones en dólares como la mentalidad abiertamente estatista que tiene su conducción. Las reservas internacionales han bajado sustancialmente, los pagos de la deuda son cuantiosos y la inflación persiste. El gobierno trata de demorar el necesario ajuste que tendrá que producirse -reduciendo el cuantioso gasto público y unificando el cambio de la moneda- porque sabe que, de hacerlo, se creará una situación crítica que le hará perder el escaso apoyo que retiene. Por ahora no es posible saber si podrá eludir el inevitable reajuste de la economía, aunque es difícil imaginar que el gobierno –en el entorno internacional actual, que tiende a ser recesivo- pueda mantener las políticas actuales hasta 2015.
La mayoría del FPV en las cámaras es, en todo caso, bastante frágil: se prevé que muchos parlamentarios vayan abandonando sus filas, sobre todo en la medida en que se perfile más claramente el posible sucesor de la era kirchnerista. Por ahora el principal aspirante a la presidencia es Sergio Massa, el triunfador de las legislativas en la provincia de Buenos Aires, un hombre joven que ha pertenecido al partido gobernante pero que enarbola ahora un discurso conciliador y de renovada sensatez. También aspira a la presidencia el socialista moderado Hermes Binner, fuerte en su bastión de Santa Fe, que tendría el apoyo del tradicional Partido Radical, aunque todavía es muy temprano para descartar a Mauricio Macri, del PRO, o a alguno de los peronistas opuestos al FPV que tienen sólidas bases provinciales de apoyo. La contienda está abierta y es muy difícil predecir por ahora cómo se desarrollará, aunque es previsible que la Argentina abandone, por fin, la política económica fuertemente estatista que ha seguido hasta ahora y que ha perjudicado tan seriamente su economía.
Esto último se ha evidenciado en el mes de diciembre, cuando una ola de calor hizo palpables las limitaciones de la política energética que aplica el país, que incluye enormes subsidios y una intervención estatal que ha impedido que se realicen las necesarias inversiones en el sector. La crisis energética se ha expresado en amplios y prolongados cortes de electricidad, particularmente devastadores en el clima extremo que ha soportado el país. Si a esto agregamos la ola de saqueos que se produjeron en varias provincias se comprenderá que el país sureño enfrenta, en el corto plazo, decisiones duras y difíciles en un ambiente de crisis y de tensión.
En Honduras se llevaron a cabo elecciones generales el día 24 noviembre, quebrándose el tradicional bipartidismo que existía en esa nación. En efecto, los resultados mostraron la existencia de cuatro fuerzas de importancia: el Partido Nacional (PN), actualmente en el poder, que triunfó con un 37% de los votos para llevar a la presidencia a Juan Orlando Hernández, actual presidente del parlamento y obtener 48 escaños; el partido Libertad y Refundación (LIBRE) del derrocado presidente Manuel Zelaya, que quedó segundo con su candidata Xiomara Castro, su esposa, que recibió el apoyo del gobierno venezolano y de la izquierda y obtuvo un 29% del voto popular con 39 bancas en el parlamento; el Partido Liberal, el otro de los dos partidos tradicionales, que obtuvo un 20% de la votación y 25 curules, y el Partido Anticorrupción, que logró el apoyo del 14% del electorado y ganó 13 diputados. Xiomara Castro denunció, desde el primer momento, la existencia de un fraude electoral, aunque su posición no fue respaldada por la mayoría de los observadores internacionales, que consideraron limpia la elección. El PN trabaja actualmente en lograr alianzas que le permitan disponer de mayoría en el congreso. El “socialismo del siglo XXI” ha perdido, en Honduras, otra de sus batallas.
También en Chile se realizaron elecciones generales, en este caso en dos vueltas. En la primera Michelle Bachelet obtuvo el triunfo, aunque no la mayoría, pues consiguió el 46,7% de la votación. La candidata de la llamada Nueva Mayoría –que incluye a la Concertación y al Partido Comunista- enfrentó en la segunda vuelta a Evelyn Matthei, abanderada de la Alianza, de centro derecha, quien consiguió el 25,0% de las preferencias. Bachelet enarboló en la primera vuelta un discurso de izquierdas, promoviendo una mayor participación del estado sobre todo en la educación y la seguridad social, aunque luego moderó en algo sus posiciones. En ambas cámaras del congreso los miembros de la Nueva Mayoría retuvieron y ampliaron en algo su actual mayoría, aunque no alcanzaron la cifra suficiente como para convocar a una Asamblea Constituyente, otra de las promesas de campaña de Bachelet. En la segunda vuelta se impuso Bachelet, por un amplio margen, 62% a 38%, haciendo evidente el giro a la izquierda de un electorado que, ahora que Chile ha alcanzado ciertamente la prosperidad, desea que en el país se construya lo que llamamos un Estado de Bienestar, con amplias políticas públicas en toda el área social.
El panorama electoral de 2014 incluye varias elecciones de importancia: Costa Rica y El Salvador en febrero, Colombia y Panamá en mayo y Bolivia, Brasil y Uruguay en octubre. Costa Rica, ha ido abandonando el bipartidismo que lo caracterizara durante la segunda mitad del siglo XX: a esto contribuye ahora el desgaste del PSUC (Partido Unidad Social Cristiana), que vive una crisis interna profunda pues su candidato, Rodolfo Hernández, está enfrentado a un importante grupo de su partido. Otto Guevara, del Movimiento Libertario, podría beneficiarse de la nueva correlación de fuerzas, en la que los dos partidos tradicionales se encuentran en una situación de debilidad. En El Salvador también se desarrollará una elección a tres bandas, aunque puede preverse que ARENA, el tradicional partido de la centroderecha, regrese al poder luego de la segunda vuelta.
También se realizaron, durante este período, elecciones municipales en Venezuela. A ellas nos referiremos seguidamente, en el contexto de la grave crisis económica por la que atraviesa ese país.
III. Venezuela: rumbo a la catástrofe económica
Poco del panorama político de Venezuela cambió luego de las elecciones municipales del 8 de diciembre pasado: el gobierno proclamó su victoria, destacando que su partido, el PSUV, había obtenido el 48,7% de los votos mientras que el MUD -de la oposición- el 42,1%, quedando el restante 9,2% en manos de independientes. El MUD replicó que la mayor parte de esos independientes eran también opositores al gobierno, aunque no formasen parte de su coalición, y que por lo tanto era el gobierno el que había quedado en minoría perdiendo un cierto número de alcaldías, incluso la emblemática ciudad de Barinas, patria de Hugo Chávez. La elección, en todo caso, puso de relieve la continuada polarización política de ese país y el firme control que sobre él ejercen los herederos del fallecido caudillo, quienes parecen aceptar que opositores controlen algunos municipios y gobernaciones, pero que se aferran al poder central con todos los recursos de que disponen.
Pero no es política sino económica la principal preocupación de los venezolanos, tanto de los simples ciudadanos como de los gobernantes que controlan el país desde 1999. Tres datos básicos muestran a dónde ha conducido a Venezuela la política socializante y populista que ha desarrollado el chavismo: a) la inflación anualizada a octubre, según datos oficiales, ha sido de un 54,3%; el Banco Central no ha dado cifras para noviembre aunque un estimado conservador es que mostrará cifras cercanas al 60% para el cierre de 2013; b) se estima que el déficit fiscal, no exactamente calculado todavía por las fuentes oficiales, ronda el 14% del producto bruto del país; c) es prácticamente imposible conseguir dólares a la tasa oficial de 6,3 bolívares fuertes, lo que contrasta brutalmente con el precio que la moneda estadounidense adquiere en transacciones privadas, donde llega a cotizarse al precio de 64 bolívares. Esto último sucede, en buena medida, por la disminución acelerada de las reservas internacionales, que han descendido de unos 29 mil millones de dólares a apenas 21 mil millones en el curso de 2013. Para poner en contexto la cifra conviene recordar que este monto es muy inferior al que poseen países del tamaño de Venezuela y que la cifra anual de importaciones ronda los 60.000 millones anuales; en otras palabras que el monto de las divisas que posee el país alcanzaría hoy para menos de cuatro meses de importaciones. A los datos anteriores debemos agregar que la inflación real, la que de hecho se observa para la mayoría de los productos, supera fácilmente el 150%, y que el índice oficial está muy sesgado hacia abajo por la inclusión de artículos que mantienen todavía sus precios –fijados por el gobierno- pero se consiguen muy escasamente en la realidad.
Ante esta situación, y los riesgos políticos que sin duda entraña, el gobierno de Maduro ha recurrido a medidas efectistas, pero muy poco efectivas. En noviembre se lanzó una campaña que impuso rebajas obligatorias a la venta de muchos artículos, en especial para la línea de productos electrónicos y bienes electrodomésticos. Enorme cantidad de compradores asistió a las tiendas, produciendo escenas muy similares a las que son usuales en los saqueos, para llevarse refrigeradoras, televisores y computadoras con rebajas que llegaron hasta el 70%. Muchos comercios fueron intervenidos de hecho y el gobierno alardeó de que así lograba detener la inflación. Lo que pasó, sin embargo, fue algo muy diferente: los comerciantes tuvieron que aceptar las rebajas forzadas y dejaron que se vaciaran sus tiendas, pero luego de pasada la euforia del momento volvieron a colocar mercaderías a los precios elevados que implica la conversión al dólar paralelo y que hoy son los únicos que se encuentran. Las acciones del gobierno, en todo caso, parecen haber traído algunos beneficios electorales al PSUV que, como decíamos, alcanzó un buen desempeño electoral.
Se habla insistentemente en Venezuela acerca de una disimulada devaluación que ocurriría a partir de enero: el dólar para turistas, estudiantes y remesas al exterior pasaría a un valor de alrededor de 11 bolívares, duplicando casi la cifra actual de 6,3. Pero esta medida no cambiará en nada la situación estructural que describimos: con ingresos petroleros estancados y una empresa privada siempre amenazada y en retroceso, Venezuela no tiene los medios para satisfacer su demanda de bienes y servicios. Si, como es previsible, el gobierno se niega a hacer el ajuste que se necesita para sincerar las cuentas del país (deteniendo la emisión monetaria, reduciendo los subsidios y liberando el mercado cambiario) se presentarán próximamente dos escenarios casi catastróficos: o una hiperinflación que reducirá aún más el poder adquisitivo de los consumidores, ya afectados seriamente por la situación actual, o un paulatino cierre de la economía al más puro estilo de los sistemas comunistas, con escasez aguda de bienes de consumo cotidiano y probablemente algún tipo de racionamiento. No es fácil prever, por todo lo dicho, hacia dónde se encaminará el país petrolero en los próximos meses, aunque de seguro aguardan al sufrido consumidor venezolano nuevas penurias y un panorama de pobreza y crecientes dificultades.
Las reelecciones presidenciales: un breve análisis
Hemos dejado para esta sección final otras dos noticias importantes del semestre: el anuncio del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, de que competirá por la reelección, y la reforma constitucional que está imponiendo el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, según la cual se aumentarían los poderes presidenciales, se permitiría la reelección indefinida -como en Venezuela- y el régimen electoral cambiaría al de una sola vuelta, con mayoría simple. Para esto los sandinistas necesitan cambiar 44 de los 202 artículos de la constitución, cosa que fácilmente lograrán en el congreso que hoy controlan.
A estas dos noticias debe agregarse la presión que está haciendo Evo Morales, en Bolivia, para conseguir también allí la reelección indefinida, y el anuncio de Nadine Humala, esposa del presidente del Perú, de que no va a presentarse a las elecciones de 2016; la señora Humala se vio obligada a hacer esa declaración en un ambiente en que muchos analistas daban por sentado que el presidente, a través de ella, intentaba perpetuarse en el poder.
Desde la segunda mitad del siglo XIX, cuando la mayoría de las repúblicas de América Latina se organizaron definitivamente, surgió en nuestros países el problema de la reelección presidencial, estrechamente ligado a la preocupación por evitar que el jefe del estado se convirtiese en un dictador a perpetuidad. La mayoría de las constituciones –con la notable excepción de la chilena- se inclinaron entonces por un período presidencial de 4 a 6 años con prohibición de reelección inmediata, si no absoluta. No casualmente, pensamos, Chile fue uno de los países que más estabilidad disfrutó durante casi cien años. En casi todas las otras naciones las constituciones fueron abierta o solapadamente violadas, lo que permitió las largas dictaduras de Porfirio Díaz en México, Manuel Estrada Cabrera en Guatemala, Juan Vicente Gómez en Venezuela y muchos otros gobernantes en otras naciones. Con el retorno a la democracia que se produjo durante la década de 1980 en muchos países se promulgaron nuevas constituciones, que prohibían la reelección de modo tan tajante como las del siglo XIX. Sin embargo, algo pasó.
Políticos que fueron exitosos en su momento, como Carlos Menem en Argentina, Fernando Henrique Cardoso en Brasil y Alberto Fujimori en Perú usaron su popularidad para cambiar los textos constitucionales y lograr la reelección. A esta ola de cambios, producida a finales del siglo XX, le ha seguido la de los populismos que, empezando con Hugo Chávez en Venezuela, siguieron el mismo derrotero, llegando incluso en ese país a aceptarse la reelección indefinida del gobernante. A Chávez le han seguido Correa en Ecuador, Morales en Bolivia, Uribe en Colombia y Ortega –como vimos- en Nicaragua. Lo curioso del caso es que tales cambios han sido aprobados, en casi todos los casos, con obvio apoyo popular y que los mandatarios que los lograron cubren prácticamente todo el espectro político, desde el populismo socialista de Chávez hasta la orientación de derecha de Uribe.
¿Por qué ha sucedido esto? Evidente es que las constituciones de nuestros tiempos pecaron de excesivamente limitantes del poder presidencial: prohibir la reelección absoluta después de solo 4 años resultó en una gestión siempre orientada por miras de corto plazo, en una especie de pre campaña electoral permanente y, posiblemente, en un debilitamiento de los partidos políticos. Creemos que, en esta materia como en muchas otras, se ha querido corregir un exceso sustituyéndolo por otro de sentido contrario. La tolerancia hacia las dictaduras y los golpes de estado se ha reemplazado por una visión que restringe el poder de modo exagerado y que, a la postre, no ha resultado efectiva: nuevamente, como en épocas pasadas, se han modificado las constituciones por motivos coyunturales, abriendo las puertas para que, en varios casos, se establezcan nuevas dictaduras. Falta en la región, creemos, un sentido de equilibrio, una ponderación que evite el caer en extremos contraproducentes, una visión institucional de largo plazo que, por ahora, solo es posible encontrar en muy pocos analistas y políticos.