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Instituto Václav Havel
Václav Havel, símbolo de libertad
El más notable de sus ensayos, «El poder de los sin poder», retrata la «vida en la mentira» cotidiana en el socialismo real, y postula la necesidad de la vida en la verdad para llegar a una revolución existencial, sin maquinarias burocráticas asfixiantes que aniquilan la dimensión humana. Siendo uno de los primeros voceros de la Carta 77, que nació para defender los derechos humanos en su país, se fue proyectando como la figura que aglutinaba a los más diversos sectores de la disidencia por su renombre internacional. Por Ricardo López Göttig
Václav Havel, el creativo dramaturgo, reflexivo ensayista e inusual estadista checo nació el 5 de octubre de 1936 en una República Checoslovaca asediada por las presiones totalitarias e irredentistas de sus vecinos. El mundo de su infancia transcurrió entre el ocaso de esa primera república que aún mantenía la fuerte impronta humanista del expresidente T. G. Masaryk, la ocupación alemana, la segunda guerra mundial y el breve período entre la recuperación de la independencia y el establecimiento en 1948 del régimen comunista de neto corte stalinista. El joven Václav Havel, que nació en el seno de una familia de próspero espíritu empresarial, vivió alejado de la guerra en un ambiente rural, pero ya no pudo escapar del sistema totalitario implantado por la fuerza soviética, que le vedó el acceso a la educación universitaria por su ascendencia burguesa.
Con las puertas cerradas a su formación universitaria, no por ello dejó de educarse de un modo no sistemático y lejos del estrecho marxismo-leninismo que todo lo perneaba, desde las artes a la biología. Así fue como se aproximó a la filosofía, la literatura, las artes dramáticas y la música, entablando un diálogo fecundo con autores y artistas, adentrándose en el laberinto de la dramaturgia. Se mezcló y creció intelectualmente en un mundo de diálogos con intelectuales desplazados por la ortodoxia filosoviética, conversó con mentes brillantes y profundas, escribió sus obras teatrales mientras trabajaba en el mundo de la dramaturgia de Praga. Su obra no tardó mucho en pasar las fronteras y en ser representada en la República Federal Alemana, Austria y Estados Unidos.
No por ello fue ajeno a los avatares políticos de su tiempo, y es que la intelectualidad checa siempre formó parte activa de los debates y acciones del escenario cívico, un espacio clausurado a lo que no respondiera directamente al Partido Comunista. Como muchos de sus contemporáneos, se sintió atraído por el socialismo en tanto concepción de aspiraciones generales de mejora social, pero no en la letal y agria versión stalinista impuesta por la Unión Soviética. Como muchos de sus compatriotas, se sintió entusiasmado con el clima inusual de libertad que irrumpió en la “primavera de Praga”, cuando el secretario general del PC checoslovaco Alexander Dubček experimentó brevemente con el “socialismo con rostro humano”, aplastado en agosto de 1968 por los tanques del Pacto de Varsovia.
A partir de esta irrupción violenta de los supuestos “aliados” de Checoslovaquia, Havel se involucró crecientemente en la vida política de la disidencia, a la par que siguió escribiendo obras y ensayos. La hondura de su pensamiento lo llevó a reflexionar sobre la maquinaria totalitaria y la “vida en la mentira” que la sustentaba, en la búsqueda de la responsabilidad y la necesidad de retornar a los valores del humanismo en plena guerra fría. El más notable de sus ensayos, “El poder de los sin poder”, retrata la “vida en la mentira” cotidiana en el socialismo real, y postula la necesidad de la vida en la verdad para llegar a una revolución existencial, sin maquinarias burocráticas asfixiantes que aniquilan la dimensión humana. Siendo uno de los primeros voceros de la Carta 77, que nació para defender los derechos humanos en su país, se fue proyectando como la figura que aglutinaba a los más diversos sectores de la disidencia por su renombre internacional. Esto le significó la prisión y sucesivas detenciones, siempre monitoreado por la policía de seguridad checoslovaca, la StB, infiltrada en las agrupaciones de la disidencia.
1989 fue el año inesperado, cuando los regímenes comunistas comenzaron a derrumbarse en Europa Oriental. La manifestación pacífica de estudiantes del 17 de noviembre de 1989 fue severamente reprimida por la policía, desnudando la violencia cruda del régimen. Dos días después, los movimientos disidentes y los estudiantes organizaron el Foro Cívico, en el que la figura descollante fue Václav Havel y que impulsó la incruenta revolución de terciopelo. Cientos de miles de compatriotas salieron a las plazas a apoyar las demandas del Foro Cívico y su gemelo eslovaco, la Opinión Pública Contra la Violencia. Así creció en una dimensión política que le resultaba desconocida, llegando a negociar la transición pacífica con el Partido Comunista en el poder. El 25 de diciembre de ese año asumió como el último presidente de la República Socialista Checoslovaca, elegido por un Parlamento mayoritariamente comunista. Havel era el garante, dentro y fuera del país, de que se iba en camino a elecciones libres y pluralistas después de varios decenios. Y si bien ahora vestía saco y corbata, no por ello dejaba de ser el bohemio que se reunía y departía con artistas, cineastas, dramaturgos o figuras mundiales del rock, como Frank Zappa y los Rolling Stones. Fue, luego, el único presidente de la República Federativa Checo-Eslovaca, entre 1990 y 1992, hasta que se produjo el “divorcio de terciopelo” que separó a checos y eslovacos.
Havel no fue ni podía ser hombre de partido, porque le fastidiaban la disciplina y el encasillamiento. A pesar de ello, fue elegido presidente de la República Checa por dos períodos consecutivos, entre 1993 y 2003, abriendo las puertas a la nación que recuperaba su lugar en el mundo. Václav Havel fue y es símbolo de libertad, vitalidad intelectual, espíritu humanista, diálogo y respeto a la diversidad.
El autor es historiador y profesor del Programa Good Bye Lenin que organiza el Instituto Václav Havel de CADAL.
Ricardo López GöttigDirector del Instituto Václav Havel
Profesor y Doctor en Historia, egresado de la Universidad de Belgrano y de la Universidad Karlova de Praga (República Checa), respectivamente. Doctorando en Ciencia Política. Es profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad de Belgrano, y profesor en las maestrías en Relaciones Internacionales de la UB y de la Universidad del Salvador. Fue profesor visitante en la Universidad Torcuato Di Tella, en la Universidad ORT Uruguay y en la Universidad de Pavía (Italia). Autor de los libros “Origen, mitos e influencias del antisemitismo en el mundo” (2019) y “Milada Horáková. Defensora de los derechos humanos y víctima de los totalitarismos” (2020), ambos publicados por CADAL y la Fundación Konrad Adenauer, entre otros. Fue Director de Museos y Preservación Patrimonial de la Provincia de Buenos Aires (2015-2019).
Václav Havel, el creativo dramaturgo, reflexivo ensayista e inusual estadista checo nació el 5 de octubre de 1936 en una República Checoslovaca asediada por las presiones totalitarias e irredentistas de sus vecinos. El mundo de su infancia transcurrió entre el ocaso de esa primera república que aún mantenía la fuerte impronta humanista del expresidente T. G. Masaryk, la ocupación alemana, la segunda guerra mundial y el breve período entre la recuperación de la independencia y el establecimiento en 1948 del régimen comunista de neto corte stalinista. El joven Václav Havel, que nació en el seno de una familia de próspero espíritu empresarial, vivió alejado de la guerra en un ambiente rural, pero ya no pudo escapar del sistema totalitario implantado por la fuerza soviética, que le vedó el acceso a la educación universitaria por su ascendencia burguesa.
Con las puertas cerradas a su formación universitaria, no por ello dejó de educarse de un modo no sistemático y lejos del estrecho marxismo-leninismo que todo lo perneaba, desde las artes a la biología. Así fue como se aproximó a la filosofía, la literatura, las artes dramáticas y la música, entablando un diálogo fecundo con autores y artistas, adentrándose en el laberinto de la dramaturgia. Se mezcló y creció intelectualmente en un mundo de diálogos con intelectuales desplazados por la ortodoxia filosoviética, conversó con mentes brillantes y profundas, escribió sus obras teatrales mientras trabajaba en el mundo de la dramaturgia de Praga. Su obra no tardó mucho en pasar las fronteras y en ser representada en la República Federal Alemana, Austria y Estados Unidos.
No por ello fue ajeno a los avatares políticos de su tiempo, y es que la intelectualidad checa siempre formó parte activa de los debates y acciones del escenario cívico, un espacio clausurado a lo que no respondiera directamente al Partido Comunista. Como muchos de sus contemporáneos, se sintió atraído por el socialismo en tanto concepción de aspiraciones generales de mejora social, pero no en la letal y agria versión stalinista impuesta por la Unión Soviética. Como muchos de sus compatriotas, se sintió entusiasmado con el clima inusual de libertad que irrumpió en la “primavera de Praga”, cuando el secretario general del PC checoslovaco Alexander Dubček experimentó brevemente con el “socialismo con rostro humano”, aplastado en agosto de 1968 por los tanques del Pacto de Varsovia.
A partir de esta irrupción violenta de los supuestos “aliados” de Checoslovaquia, Havel se involucró crecientemente en la vida política de la disidencia, a la par que siguió escribiendo obras y ensayos. La hondura de su pensamiento lo llevó a reflexionar sobre la maquinaria totalitaria y la “vida en la mentira” que la sustentaba, en la búsqueda de la responsabilidad y la necesidad de retornar a los valores del humanismo en plena guerra fría. El más notable de sus ensayos, “El poder de los sin poder”, retrata la “vida en la mentira” cotidiana en el socialismo real, y postula la necesidad de la vida en la verdad para llegar a una revolución existencial, sin maquinarias burocráticas asfixiantes que aniquilan la dimensión humana. Siendo uno de los primeros voceros de la Carta 77, que nació para defender los derechos humanos en su país, se fue proyectando como la figura que aglutinaba a los más diversos sectores de la disidencia por su renombre internacional. Esto le significó la prisión y sucesivas detenciones, siempre monitoreado por la policía de seguridad checoslovaca, la StB, infiltrada en las agrupaciones de la disidencia.
1989 fue el año inesperado, cuando los regímenes comunistas comenzaron a derrumbarse en Europa Oriental. La manifestación pacífica de estudiantes del 17 de noviembre de 1989 fue severamente reprimida por la policía, desnudando la violencia cruda del régimen. Dos días después, los movimientos disidentes y los estudiantes organizaron el Foro Cívico, en el que la figura descollante fue Václav Havel y que impulsó la incruenta revolución de terciopelo. Cientos de miles de compatriotas salieron a las plazas a apoyar las demandas del Foro Cívico y su gemelo eslovaco, la Opinión Pública Contra la Violencia. Así creció en una dimensión política que le resultaba desconocida, llegando a negociar la transición pacífica con el Partido Comunista en el poder. El 25 de diciembre de ese año asumió como el último presidente de la República Socialista Checoslovaca, elegido por un Parlamento mayoritariamente comunista. Havel era el garante, dentro y fuera del país, de que se iba en camino a elecciones libres y pluralistas después de varios decenios. Y si bien ahora vestía saco y corbata, no por ello dejaba de ser el bohemio que se reunía y departía con artistas, cineastas, dramaturgos o figuras mundiales del rock, como Frank Zappa y los Rolling Stones. Fue, luego, el único presidente de la República Federativa Checo-Eslovaca, entre 1990 y 1992, hasta que se produjo el “divorcio de terciopelo” que separó a checos y eslovacos.
Havel no fue ni podía ser hombre de partido, porque le fastidiaban la disciplina y el encasillamiento. A pesar de ello, fue elegido presidente de la República Checa por dos períodos consecutivos, entre 1993 y 2003, abriendo las puertas a la nación que recuperaba su lugar en el mundo. Václav Havel fue y es símbolo de libertad, vitalidad intelectual, espíritu humanista, diálogo y respeto a la diversidad.
El autor es historiador y profesor del Programa Good Bye Lenin que organiza el Instituto Václav Havel de CADAL.