Prensa
Brasil: ¿potencia mundial?
Fuente: El Cronista (Argentina)
Gonzalo Bustamante Kuschel Miembro del Consejo Académico de CADAL
Desde un punto de vista geopolítico e histórico, más allá de lo “llamativo” que pueden ser las bravuconadas de Hugo Chávez, la experiencia indigenista de Evo Morales, el populismo de Rafael Correa o las andanzas del matrimonio Kirchner, lo verdaderamente nuevo, de relevancia futura en nuestro continente, es Brasil.
Desde que uno de los economistas principales de Golden Sachs, Jim O‘Neill, vaticinara que la economía mundial de modo creciente se encontrará determinada por la emergencia de cuatro naciones: China, India, Rusia y Brasil, las que bautizaría como el grupo BRIC, la nación lusitano-americana se ha transformado en un factor relevante al momento de pensar una nueva política mundial multipolar.
Brasil, primero gracias a Cardoso y luego de la mano de Lula, cumplió con las expectativas con un crecimiento económico y estabilidad política sin precedentes y, a la inversa de lo que fue su época de expansión en los años 70, en ésta ocasión en democracia.
Brasil, con justicia, es visto hasta el momento como la nación más auspiciosa del grupo BRIC (al cual próximamente se podría sumar Sudáfrica). No posee el autoritarismo ni los niveles de corrupción de Rusia, ni su régimen político es de tipo dictatorial como el chino. Tampoco tiene amenazas militares inmediatas, como es el caso de India con Pakistán. Si bien tiene problemas de gran complejidad, no alcanzan las dimensiones del caso indio donde la cultura, las creencias y estructuras ancestrales, siguen teniendo un papel preponderante en sus conflictos sociales.
Brasil ha avanzado en su institucionalidad y en la consolidación de un estado de derecho que se asemeje al de los países más desarrollados. Su democracia se ha fortalecido y Lula ha logrado combinar economía de mercado con inversión social. Es junto al caso chileno, en nuestra zona, la experiencia más exitosa al respecto. ¿Puede Brasil ser una potencia mundial? Sin duda, riquezas naturales posee en áreas sumamente estratégicas para el siglo XXI. Su desafío será avanzar en superar la corrupción, consolidar un sistema de partidos políticos que no descanse en personalismos, mejorar sus índices de calidad democrática y disminuir sus niveles de pobreza. Así como generar una educación de elite capaz de competir con los norteamericanos, europeos y asiáticos. Sumado al desarrollo de inteligencia y tecnología.
Algo que nos compete a todos los sudamericanos es saber qué tipo de potencia desea ser, Brasil. Tucídides, el gran pensador de la antigüedad sobre el poder, planteó los ciclos en la ambición de las naciones. A su juicio, después del éxito económico, con seguridad se seguirá el armamentismo y la expansión militar. No en vano, Condoleezza Rice y Henry Kissinger se encuentran entre los estudiosos contemporáneos del autor de la Guerra del Peloponeso. El círculo del Poder de Tucídides no es deseable para Sudamérica. Por ejemplo, nuestro continente se ha encontrado libre de armas nucleares y fuera de peligro de aventuras bélicas de gran envergadura. Fue una iniciativa brasileña el año 1962 la que hizo de antesala del Tratado de Tlatelolco en 1967 que transformó a Iberoamérica y el Caribe en la primera zona absolutamente desnuclearizada. Sin duda, la falta de “grandes potencias” en nuestro continente, favoreció ésta iniciativa.
Brasil es la única nación BRIC bélicamente no nuclear y es de esperar que lo siga siendo. Otro grave error sería si se viese invadido por aquel espíritu sudamericano de considerar que la afirmación propia pasa por el cultivo del anti-americanismo y anti-occidentalismo. El surgimiento de nuevas potencias no debe ser visto como una instancia “anti-occidental”. Estados Unidos y Europa, con todos sus defectos y gravísimos errores, de todas formas han sido fundamentales a la hora de expandir la Democracia y el Libre Mercado.
Sudamérica debe aspirar a sumar a ese proceso, aportando con su propia mirada. En eso un Brasil que logre consolidar una economía de mercado con equidad y una democracia sólida, puede ser un actor relevante. Por el contrario, creer que el nacimiento de una potencia sudamericana, implica, casi como una reivindicación histórica, una oposición a Estados Unidos, puede tener consecuencias nefastas para todo el continente. De Brasil dependerá dejar atrás aquella frase de Charles de Gaulle (1966): “Brasil, no es un país serio”. En sus manos está, el ser serio y de categoría mundial.
Fuente: El Cronista Comercial (Buenos Aires, Argentina)
El Cronista (Argentina)
Gonzalo Bustamante Kuschel Miembro del Consejo Académico de CADAL
Desde un punto de vista geopolítico e histórico, más allá de lo “llamativo” que pueden ser las bravuconadas de Hugo Chávez, la experiencia indigenista de Evo Morales, el populismo de Rafael Correa o las andanzas del matrimonio Kirchner, lo verdaderamente nuevo, de relevancia futura en nuestro continente, es Brasil.
Desde que uno de los economistas principales de Golden Sachs, Jim O‘Neill, vaticinara que la economía mundial de modo creciente se encontrará determinada por la emergencia de cuatro naciones: China, India, Rusia y Brasil, las que bautizaría como el grupo BRIC, la nación lusitano-americana se ha transformado en un factor relevante al momento de pensar una nueva política mundial multipolar.
Brasil, primero gracias a Cardoso y luego de la mano de Lula, cumplió con las expectativas con un crecimiento económico y estabilidad política sin precedentes y, a la inversa de lo que fue su época de expansión en los años 70, en ésta ocasión en democracia.
Brasil, con justicia, es visto hasta el momento como la nación más auspiciosa del grupo BRIC (al cual próximamente se podría sumar Sudáfrica). No posee el autoritarismo ni los niveles de corrupción de Rusia, ni su régimen político es de tipo dictatorial como el chino. Tampoco tiene amenazas militares inmediatas, como es el caso de India con Pakistán. Si bien tiene problemas de gran complejidad, no alcanzan las dimensiones del caso indio donde la cultura, las creencias y estructuras ancestrales, siguen teniendo un papel preponderante en sus conflictos sociales.
Brasil ha avanzado en su institucionalidad y en la consolidación de un estado de derecho que se asemeje al de los países más desarrollados. Su democracia se ha fortalecido y Lula ha logrado combinar economía de mercado con inversión social. Es junto al caso chileno, en nuestra zona, la experiencia más exitosa al respecto. ¿Puede Brasil ser una potencia mundial? Sin duda, riquezas naturales posee en áreas sumamente estratégicas para el siglo XXI. Su desafío será avanzar en superar la corrupción, consolidar un sistema de partidos políticos que no descanse en personalismos, mejorar sus índices de calidad democrática y disminuir sus niveles de pobreza. Así como generar una educación de elite capaz de competir con los norteamericanos, europeos y asiáticos. Sumado al desarrollo de inteligencia y tecnología.
Algo que nos compete a todos los sudamericanos es saber qué tipo de potencia desea ser, Brasil. Tucídides, el gran pensador de la antigüedad sobre el poder, planteó los ciclos en la ambición de las naciones. A su juicio, después del éxito económico, con seguridad se seguirá el armamentismo y la expansión militar. No en vano, Condoleezza Rice y Henry Kissinger se encuentran entre los estudiosos contemporáneos del autor de la Guerra del Peloponeso. El círculo del Poder de Tucídides no es deseable para Sudamérica. Por ejemplo, nuestro continente se ha encontrado libre de armas nucleares y fuera de peligro de aventuras bélicas de gran envergadura. Fue una iniciativa brasileña el año 1962 la que hizo de antesala del Tratado de Tlatelolco en 1967 que transformó a Iberoamérica y el Caribe en la primera zona absolutamente desnuclearizada. Sin duda, la falta de “grandes potencias” en nuestro continente, favoreció ésta iniciativa.
Brasil es la única nación BRIC bélicamente no nuclear y es de esperar que lo siga siendo. Otro grave error sería si se viese invadido por aquel espíritu sudamericano de considerar que la afirmación propia pasa por el cultivo del anti-americanismo y anti-occidentalismo. El surgimiento de nuevas potencias no debe ser visto como una instancia “anti-occidental”. Estados Unidos y Europa, con todos sus defectos y gravísimos errores, de todas formas han sido fundamentales a la hora de expandir la Democracia y el Libre Mercado.
Sudamérica debe aspirar a sumar a ese proceso, aportando con su propia mirada. En eso un Brasil que logre consolidar una economía de mercado con equidad y una democracia sólida, puede ser un actor relevante. Por el contrario, creer que el nacimiento de una potencia sudamericana, implica, casi como una reivindicación histórica, una oposición a Estados Unidos, puede tener consecuencias nefastas para todo el continente. De Brasil dependerá dejar atrás aquella frase de Charles de Gaulle (1966): “Brasil, no es un país serio”. En sus manos está, el ser serio y de categoría mundial.
Fuente: El Cronista Comercial (Buenos Aires, Argentina)