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Monitoreo de la gobernabilidad democrática
Tendencias Latinoamericanas
En este número de Tendencias abordaremos, primeramente, un problema de fondo –el cuestionamiento que desde manifestaciones populares de diverso tipo, en varios países de la región, se está haciendo al sistema político hoy vigente. Luego pasaremos, como de costumbre, a revisar las noticias que tuvieron mayor relevancia en América Latina a lo largo de esta primera mitad de 2015. Por Carlos Sabino
TENDENCIAS Latinoamericanas procura ofrecer al lector un panorama balanceado de la realidad de nuestra región: como informe semestral no es un típico boletín de coyuntura, -pues trasciende lo anecdótico para bucear en las tendencias que se mueven más allá de lo cotidiano- pero esto no implica que vayamos al otro extremo, a la reflexión puramente abstracta, desconectada del variado acontecer de la región. Este equilibrio, además, se refiere a los temas y los hechos a destacar: la idea es vincular lo económico con lo político y lo social, en tanto presentamos informaciones que no se limitan a un grupo específico de países sino que abarcan también acontecimientos que, en ocasiones, pueden pasar desapercibidos.
I) Tema central: ¿Volver a empezar?
Durante este semestre ha aparecido lo que podríamos llamar un nuevo fenómeno político en la región: el rechazo espontáneo, multitudinario y abierto, de ciudadanos no partidistas contra la corrupción. Es verdad que anteriormente no ha bían faltado manifestaciones de repudio contra ese extendido mal y que son muchas las voces que siempre se levantan contra el mal manejo de los dineros públicos y el enriquecimiento de los políticos… pero lo que está sucediendo ahora es un poco diferente. El caso de Guatemala es emblemático, pues miles de manifestantes –pacíficos y civilizados- junto a otras presiones, han llevado ya a la renuncia de la vicepresidente y al posible enjuiciamiento del presidente Otto Pérez Molina. En Brasil, en Chile, en Honduras, en Bolivia y–con menos intensidad- en México y otros lugares, son millones los ciudadanos que, sin una agenda política bien definida, piden la renuncia de sus gobernantes o de los altos funcionarios que están envueltos en casos de corrupción.
¿Es que ahora la corrupción es mayor que antes o se trata, simplemente, de una más intensa sensibilidad ante ese flagelo? Ambas respuestas parecen válidas pues existe ahora una menor tolerancia ante un fenómeno que, por otra parte, parece haber crecido hasta volverse incontrolable. Para entender mejor lo que ocurre deberíamos remontarnos hacia atrás, a lo que sucedió hace unos treinta años en nuestra región.
En la década de los ochenta se produjo un alentador retorno hacia la democracia en América Latina: los gobiernos militares –que en buena medida se habían instalado para combatir amenazas subversivas- fueron abandonando el poder en todas partes, de modo que, hacia el final de esos años, no quedó un solo gobierno de tintes dictatoriales en el continente –siempre con la lamentable excepción de Cuba, claro está. Pero estas flamantes democracias, que tuvieron que afrontar la dura crisis de la deuda externa, comenzaron a debilitarse casi desde el comienzo. En el imaginario popular la democrac ia se presentó como una promesa de bienestar y de progreso económico, mientras crecía la expectativa de que los nuevos gobernantes podrían satisfacer todas las demandas de una ciudadanía que hasta entonces se sentía bastante alejada del poder. Los políticos, de toda orientación, comprendieron enseguida el mensaje: había que dar al pueblo algo a cambio de los subsidios que tenían que cancelarse, había que entregar ayudas de todo tipo a una población que se sentía ahora con el dere cho a reclamar. Se c omenz ó a dar subsidios directos, a reducir el gasto militar y aumentar los desembolsos en salud y educación, mientras se aumentaban los impuestos necesarios para satisfacer estas crecientes demandas. Pronto, en unos pocos años, nuestras democracias se fueron transformando en un sistema político que, en vez de garantizar la seguridad y fomentar el crecimiento, pasaron a convertirse en una gigantesca máquina de reparto, según la vieja receta de sacar les a unos para dar les a otros.
Los resultado s, en general, fueron muy magros : el enorme gasto desplegado no representó ni un aumento en la cobertura ni en la calidad, de los servicios de educación y de salud. Las entregas directas de dinero o de bienes básicos a la población más pobre –los llamados subsidios directos- se usaron enseguida para asegurar lealtades políticas, aunque no han servido de nada en cuanto al objetivo manifiesto de reducir la pobreza. Eso es comprensible pues la pobreza solo puede combatirse generando riqueza y no realizando transferencias de unas personas a otras. En definitiva, las esperanzas fueron defraudadas y la ciudadanía se encontró, si no con las manos del todo vacías, al menos con una profunda sensación de frustración.
Pero e sta expansión del estado y, sobre todo, el cambio de su carácter, tuvieron la consecuencia de alterar en lo profundo el sistema político de nuestras naciones. Los partidos y sus líderes comenzaron a dar mensajes cada vez más anodinos, a alejarse –supuestamente- de toda ideología, a transformarse en máquinas de captar adeptos a cambio de dinero o de promesas. Con estados cada vez más grandes y más ricos, con funciones muy diversas y complejas - cada vez más difíciles de controlar - se creó el ecosistema apropiado para el aumento desmesurado de la corrupción. Infinidad de funcionarios, de oficinas, de programas y de oscuras dependencias han creado un ambiente propicio para que muchos se apropien de dineros públicos, para pedir “mordidas” o “coimas” a los ciudadanos, para contratos arreglados y para la extensión del nepotismo.
Nuestras sociedades, hay que reconocerlo, siempre han tenido una cierta tolerancia hacia la corrupción, sobre todo en tiempos de bonanza económica. Pero en estos últimos años, con la desaceleración del crecimiento que hoy existe, esa tolerancia ha disminuido y se ha convertido en repudio ante los muchos casos de corrupción que se van conociendo y d e indignación ante la impunidad que, de hecho, tienen los altos funcionarios y los políticos. Por eso ahora asistimos a un rechazo cada vez más generalizado hacia el sistema político actual y al reclamo de un cambio, un cambio profundo, aunque son muy variadas las opiniones respecto a lo que es preciso y conveniente cambiar.
Hay, por una parte, quienes guiados por sus emociones recusan a todo el sistema político en bloque. Eso nos recuerda la consigna “que se vayan todos”, que enarbolaron miles de manifestantes en la Argentina de principios de siglo, o las actitudes de los venezolanos algunos años antes. El ascenso de Chávez y el dominio de los esposos Kirchner m uestran a las claras cómo este tipo de repudio indiscriminado puede resultar en un retroceso lamentable de la institucionalidad política y del crecimiento económico. Más o menos dentro de esta misma línea se encuentran los que piensan que hay que votar en blanco, anular el voto o simplemente abstenerse en las elecciones que se vayan a realizar, como s e trató de hacer en México en lo s recientes comicios parciales.
Poco se puede ganar, pensamos, con este tipo de actitudes: al no votar por ningún candidato lo único que puede lograrse e s favorecer a aquellos que tienen más recursos para hacer propaganda política o que poseen una maquinaria mejor organizada en cada rincón del país. Repetir las elecciones ante una alta proporción de abstenciones o votos nulos o en blanco resultaría en una inestabilidad incontrolable y en una deslegitimación de toda autorid ad que resultaría muy peligrosa para todos.
En otra línea de pensamiento se encuentran quienes piensan que hay que controlar más estrechamente a los partidos políticos, a sus dirigentes y al modo en que se financian tales organizaciones , quienes insisten en leyes más estrictas contra la corrupción o en aumentar la transparencia. No analizaremos aquí cada una de l as medidas que se proponen al respecto , algunas visiblemente improductivas, otras quizás más eficaces. Pero su s posible s resultado s dependen no solo de lo técnicamente apropiadas que puedan ser, sino también del clima de opinión reinante y de los incentivos reales que motiven a los políticos y funcionarios a actuar en uno u otro sentido. Por eso creemos que las exhortaciones morales no bastan –porque con ellas no se consigue cambiar la conducta de quienes llegan al poder- y que tampoco se trata de elegir a personas probas y honestas, pues las tentaciones en los cargos públicos suelen ser muchas y de una magnitud desmesurada. Sí, en cambio, pensa mos que es importante avanzar en cuanto a las reformas del estado que limiten y lleguen a eliminar el clientelismo político de los gobernantes, especialmente de aquellos que llamamos populistas.
El clientelismo es el uso de los recursos del estado para crear una base política de apoyo entre quienes reciben subsidios de cualquier tipo. Estas prácticas, que son una poderosa tentación para el político que accede al poder, deben ser combatidas en todos los terrenos: mediante las leyes -por supuesto- pero especialmente en el terreno de la opinión pública. De nada sirve condenarlas si en la práctica se las apoya exigiendo que los gobiernos se dediquen a realizar todo tipo de transferencias a los más necesitados. No se trata de negar que existe pobreza, desnutrición o cualquiera otro de los males sociales que todo el tiempo se denuncian: se trata de entender que esos males no desaparecerán por medio de dádivas, de entregas de din ero o de fertilizantes y alimentos.Se necesita un cambio de mentalidad, pensamos, que redefina la labor del estado, que lo concentre en las esenciales funciones que ha abandonado –como la seguridad pública y la creación de obras de infraestructura.
Sabemos que este cambio de mentalidad no podrá producirse en el corto plazo y que, por ahora, la opinión pública se inclina hacia otras propuestas en la mayoría de los países. Pero pensamos que no es vano tomar conciencia sobre este punto pues de él depende la eficacia de las medidas legales y políticas que hoy puedan tomarse.
II Noticias de importancia
Colombia: sin avances en las conversaciones de paz
Después de dos años y medio de conversaciones entre el gobierno y la guerrilla comunista de las FARC los resultados son escasos, prácticamente nulos. Las FARC, hace unos meses, habían declarado un cese unilateral del fuego que no fue seguido por una medida similar del gobierno, quien consideraba que las condiciones aún no eran suficientes para ello . La guerrilla decidió luego volver a los ataques y realizó, entre otros, uno que se convirt ió en la masacre de 11 soldados . El gobierno decidió contraatacar y realizó un bombardeo que dejó unos 40 guerrilleros muertos, entre ellos uno de los dirigentes y negociadores de las FARC, Jairo Martínez . Así las cosas las FARC abandonaron formalmente su política de cese al fuego, que en todo caso ya habían dejado de lado en la práctica. La lucha entre los irregulares y el gobierno se ha intensificado ahora mientras en La Habana, donde se desarrollan las pláticas, no hay signo alguno de avance. La guerrilla, que según algunas fuentes cuenta todavía con unos 8.000 combatientes, insiste en reclamar cambios políticos y sociales que de ningún modo aprueba la mayoría del pueblo de Colombia, pues estos representarían el triunfo implícito de la izquierda radical. Las encuestas reflejan el cansancio de una ciudadanía que cada vez ve menos futuro a estas conversaciones pues no percibe en los hechos una voluntad pacifista en las FARC . Si estas terminaran en un fracaso abierto se lesionaría por supuesto el prestigio del presidente Santos, su principal artífice e impulsador, abriendo el paso a otras fuerzas políticas para las próximas elecciones. Este, a nuestro juicio, es el escenario más probable.
En otro plano del acontecer político de Colombia debemos consignar que el congreso, con mayoría gubernamental, cambió el régimen político existente prohibiendo ahora de modo absoluto la reelección de presidente y vicepresidente.
Honduras: para proseguir con el tema, y en contraste con la noticia anterior, los hondureños han aprobado en el congreso la reelección de la autoridad presidencia l . El país, por otra parte, sigue conmovido por los casos de corrupción que han llevado a una protesta ciudadana que atraviesa todo el espectro político, al igual que en Guatemala . Las marchas de las antorchas se han realizado ya en muchas de las ciudades del país, exigiendo mayor tran sparencia en la gestión pública aunque sin amenazar, al menos por ahora, la presidencia de Juan Orlando Hernández, del Partido Nacional.
República Dominicana : el congreso del país aprobó, al igual que el de Honduras, la reelección presidencial consecutiva. En este caso la medida permite que el actual presidente, Danilo Medina, se postule para el cargo en los próximos comicios. Esta disposición, nos parece, representa un peligroso antecedente para la alternabilidad democrática en el país .
Brasil: el mayor país de nuestra región no logra salir de lo que podríamos llamar su crisis estructural. Los casos de corrupción en Petrobras - la petrolera estatal - por cifras gigantescas, han llegado a implicar a importantes figu ras del régimen y a “salpicar” de modo bastante directo a la presidente Dilma R ousseff y al ex presidente Lula, ambos del Partido Trabalhista , de izquierda. Rousseff tiene un índice de aprobación de apenas el 10% y 65% de los encuestados califica de malo o pésimo a su gobierno; muchos, en el país, exigen su renuncia. Porque no solo la corrupción preocupa a los brasileros: la economía se encuentra en muy mala forma, con un estancamiento que ya dura varios años y una inflación que se acerca peligrosamente al 10% anual, semejante a la de Uruguay , donde ronda por las mismas cifras. El elevado gasto público, propio de los sistemas populistas de izquierda como el de Brasil , es responsable en gran medida de esta frustrante realidad, que rompe con los pronósticos optimistas que veían al país como una de las grandes potencias emergentes de la próxima década. El déficit fiscal se ha tornado inmanejable y ha llegado al 6,75% del PIB, lo que ha obligado a la presidente a colocar a un economista ortodoxo, Joaquim Levy , al mando de la economía. No resultará fácil, sin embargo, corregir los desequilibrios actuales sin afectar aún más el menguado capital político de quienes gobiernan, por lo que resulta previsible un período de cierta inestabilidad, con muy lenta recuperación económica, para el futuro de corto plazo.
En Venezuela, por otra parte, poco ha cambiado en los últimos meses. El régimen socialista del chavismo, encabezado por el poco carismático Nicolás Maduro, se sostiene por una combinación de medidas represivas, apatía, temor y la existencia de una oposición débil, que no se atreve a romper del todo con su pensamiento de izquierda. Son más de un millón de los venezolanos que hoy viven en el exterior, escapando de las profundas frustraciones que trae el sistema que se ha impuesto en su país : desabastecimiento y colas para adquirir toda clase de productos, inflación descontrolada y pobreza, ausencia de estado de derecho y persecución policial a quienes se atreven a cuestionar al régimen. Son conocidos internacionalmente los casos de varios presos políticos de importancia, como el del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, y el de l líder opositor Leopoldo López, entre otros, a quienes se les niegan las mínimas garantías legales y hasta el más elemental trato humanitario.
En tales condiciones la oposición se ha enfocado en las ele cciones legislati vas que deben llevarse a cabo este año. Después de insistir en el tema, y de una huelga de hambre que llevó a cabo Leopoldo López, el gobierno por fin ha fijado una fecha para su realización: el 6 de diciembre. Pero el presidente Maduro ha advertido, al hacer el anuncio, que se creará una situación de alta inestabilidad y sus partidarios saldrán a la calle si el gobierno pierde. Esta amenaza, nada velada, forma parte del clima de intimidación que rodea a toda actividad política en Venezuela; a las amenazas de este tipo debe sumarse la existencia de “colectivos” armados que auspicia el gobierno, el control sobre el padrón electoral y el recuento de los votos que efectúan partidarios del gobierno instalados en el organismo electoral y las presiones que se ejercen sobre la población para que vote por los candidatos del gobierno. Aun así la oposición confía, sobre la base de encuestas que la favorecen ampliamente, en lograr un triunfo que podría ir cambiando el panorama político actual. Se trataría, en todo caso, de un cambio bastante limitado, pues el congreso no contaría con un poder realmente efectivo ni con los medios para controlar las totalitarias acciones del gobierno. El panorama es incierto: no sabemos hasta qué punto las fuerzas chavistas en el poder podrán aceptar un resultado adverso ni qué medidas tomarán en un caso semejante , aunque es probable que ignoren por completo al congreso si este pasa a ser controlado por la oposición del MUD, Movimiento de Unidad Democrática . La situación económica sigue deteriorándose hasta extremos increíbles, pero el panorama político parece ofrecer pocas salidas que lleven a un cambio en el modelo socialista actual. El futuro de Venezuela , por todo esto, es a nuestro juicio muy poco alentador.
En Bolivia se efectuaron, en abril, elecciones regionales. Su resultado, sin ser del todo adverso para el gobierno, mostró un r etroceso en su caudal de apoyo y un avance de la oposición, que ganó en los dos principales departamento s del país -Santa Cruz y La Paz- y en Tarija, en el sur.
Los otros seis departamentos –Oruro, Potosí, Pando, Beni, Cochabamba y Chuquisaca- están ahora en manos del MAS, Movimiento al Socialismo, del presidente Evo Morales. Si todavía este controla la mayoría de las gobernaciones es diferente, en cambio, la situación en lo que respecta a las alcaldías más importantes: de las nueve capitales departamentales solo dos favorecen al gobierno –Tarija y Potosí- mientras que la oposición controla las siete restantes, así como la municipalidad de la tercera ciudad del país, El Alto, cercana a La Paz. A pesar de estos reveses , que muestran el rechazo de la población urbana a su gobierno, la posición de Morales sigue siendo todavía bastante cómoda ya que no parece afrontar, al menos en lo inmediato, una amenaza seria al control que ejerce a nivel nacional.
Algo similar ocurre en Ecuador donde el presidente Correa, ante la fuerte presión popular, ha tenido que dar marcha atrás a su propósito de crear un impuesto sobre las herencias que tenía un carácter francamente expropiatorio. Correa, sin duda consciente de la profunda crisis que soporta la economía de Venezuela, ha reiterado que el país no abandonará el dólar como moneda de curso obligatorio.
En México se desarrollaron también elecciones parciales durante este semestre. El PRI, partido en el poder, logró mantener su influencia y retener su posición como primera fuerza política del país, a pesar del profundo malestar que existe en la sociedad mexicana por la violencia que ha desatado la “guerra contra las drogas”. El PAN, de centro derecha, sigue siendo la principal fuerza de oposición mientras que, en un tercer lugar, aparece una izquierda dividida entre el más moderado PRD y MORENA, el partido de López Obrador, ambos con aproxi madamente el 8% del electorado cada uno.
Las muertes, las desapariciones, los ataques armados a las fuerzas del orden y la acción de grupos paramilitares continúan en el país, en un combate sin esperanzas de conclusión. A Peña Nieto le ha faltado –en nuestra opinión- la capacidad para dar un viraje en materia de seguridad, replanteándose la estrategia general de ese combate a los narcotraficantes que enluta hoy a un país que podría estar desarrollándose a paso seguro.
Argentina se vio sacudida, hace unos meses, por la extraña muerte de Alberto Nisman , quien era el fiscal acusador de la causa por encubrimiento del atentado de la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) de 1994, contra la presidente Cristina Fernández de Kirchner y el canciller
Héctor Timerman . El acto terrorista, que causó la muerte de decenas de personas, fue realizado por agentes de Irán, a los que presuntamente encubrieron las máximas autoridades de Argentina a cambio de beneficios comerciales. La muerte de Nisman desató una ola de indignación que, en cierto modo, continúa aún latente: las pesquisas iniciales indicaban que el abogado se había suicidado pero otros indicios, aportados posteriormente, apuntan a alguna complicada forma de homicidio. Para aumentar el clima de intranquilidad, y de amplio repudio al régimen de los Kirchner, debemos anotar que está siendo procesado, por un caso de abierta corrupción, el vicepresidente Amado Boudou .
El país, entretanto, se prepara para las elecciones generales que habrán de desarrollarse a finales de octubre y que significarán el fin del gobierno de los esposos Kirchner, en el poder desde 2003. A comienzos de año se perfilaban tres potenciales candidatos de importancia: Daniel Scioli , que representaba al Frente para la Victoria del oficialismo, Mauricio Macri del PRO (Propuesta Republicana) y Sergio Massa, del Frente Renovador, que agrupa a fuerzas peronistas pero opuestas al gobierno. La presidente, en las últimas semanas, ha logrado imponer sus candidatos dentro de la coalición que encabeza Scioli , en tanto que Macri ha logrado el importante apoyo de la tradicional Unión Cívica Radical (UCR) y de la Coalición Cívica de Elisa Carrió . En los últimos meses ha descendido fuertemente la intención de voto a favor de Massa quien ha buscado, en consecuencia, una alianza con las fuerzas que lidera Macri , aunque sin resultados concretos que apuntar –al menos todavía. En Argentina existe una ley que obliga a los partidos a realizar pri marias en una fecha determinada y este año se ha fijado el 9 de agosto para realizar dicho evento. Hasta ese momento solo podrán hacerse conjeturas con bases poco sólidas respecto al resultado final de las elecciones, en las que se elegirán, además del presidente y el vicepresidente, 130 diputados y 24 senadores, renovando parcialmente, así, ambas cámaras del legislativo. El oficialismo parece estar en serias dificultades para mantener su control del país, aunque –debido a la renovación parcial de las cámaras- contará aun seguramente con una fuerza política importante. Macri , a la hora de escribir estas líneas, parece el precandidato mejor posicionado para conseguir el mandato presidencial que comenzará en 2016.
Economía: Es te año ha continuado la tendencia, iniciada en 2013, a una ralentización bastante pronunciada de la economía. Hemos mencionado ya los casos de Brasil y de Venezuela, en franco retroceso, a los que seg uramente habrá que agregar varia s otr a s naciones cuando culmine 2015. Las causas principales de este problema se encuentran en el descenso de los precios de las materias primas, que ha impactado con fuerza en el sector exportador, y en la paralela caída de las inversiones directas del exterior en la región. En efecto, dichas inversiones se redujero n un 19% en 2014, según datos aportados por la UNCTAD, aunque la CEPAL da una cifra algo menor, un 16%. El descenso de la IED (Inversión Extranjera Directa) fue muy pronunciado en el caso de México aunque algunos países, como casi todos los de Centroamérica (menos Costa Rica ) registraron un incremento en el año que pasó. De todos modos, y para no cerrar este comentario con una visión demasiado pesimista, debemos apuntar que el monto de la IED fue de 47.000 millones de dólares en 2003 y de 158.000 en 2014, lo que pone en su justa perspectiva el descenso que comentamos. Un dato preocupante, sin embargo, es que nuestros países realizan muy baja inversión en infraestructura: un 3% del PIB, cuando el promedio mundial es del 5% y el de los países de Asia casi el triple de esa cifra. La baja inversión en infraestructura es, obviamente, un factor que retarda el crecimiento y que hace a la región mucho más sensible a los cambios en los precios de las materias primas que, como sabemos, suelen fluctuar ampliamente y con relativa velocidad.