Artículos

Cristina Kirchner anuncia catástrofes y ayuda sin querer a Mauricio Macri
(TN) La expresidenta está cada vez más presente en la campaña electoral y endurece sus críticas al Gobierno. Ambas cosas pueden terminar beneficiando al oficialismo.Por Marcos Novaro
(TN)
A medida que nos acercamos a las PASO se incrementa la presencia de Cristina Kirchner en la campaña. Sigue limitada a las presentaciones de su libro, pero en ellas cada vez se habla menos de lo que allí trata y más de Mauricio Macri, de lo terrible que sería que fuera reelecto, de todas las desgracias que han caído sobre el país culpa de su gestión, entre otras críticas al Gobierno.
Tal vez el giro responda a que advirtieron que con Alberto Fernández solo no alcanzaba, y que estaban dando la impresión de querer esconder a su compañera de fórmula. Y puede que también obedezca a que el discurso moderado que Alberto intentó en un comienzo parece no haber funcionado muy bien que digamos, ni en su trato con los periodistas, ni para seducir a nuevos votantes.
Cristina aprovechó sus presentaciones en Mar del Plata, San Juan y sobre todo en Mendoza, para pintar un cuadro de catástrofe. Su última ocurrencia en esta línea fue decir: "Sorry, hoy con la comida estamos igual que Venezuela… si estas políticas siguen cuatro años más no van a quedar ni pasas de uva". Ya en otras ocasiones ella, y también Alberto Fernández, venían pontificando contra la "pobreza infinita", advirtiendo sobre una economía en caída libre, una gestión que es "un desastre por donde se la mire" y otras cuestiones por el estilo.
¿Les sirve pintar semejante cuadro de catástrofe? En principio podría pensarse que sí, porque agitan el enojo y también la percepción de falta de eficacia de la gestión macrista, dos sensaciones muy difundidas. Pero si se piensa con un poco más de detenimiento puede advertirse que tal vez no estén haciendo tan buen negocio.
En primer lugar, porque a quienes tienen que convencer no son los más enojados con Macri, esos ya de seguro los apoyan, sino a votantes más moderados y dubitativos, y dar rienda suelta a su propio entusiasmo antigubernamental puede que no sea la vía más adecuada a ese fin. Simplemente ratifica en esa audiencia que ellos sí están muy enojados, que ven todo mal, nada más.
Y en segundo lugar, y lo más importante, ayudan a pintar un panorama de tal zozobra, actual o inminente, que vuelve poco creíble cualquier promesa de rápida mejoría que ellos puedan hacer, y al mismo tiempo magnifica cualquier novedad mínimamente positiva que pueda ofrecer el Gobierno. Es decir, generan involuntariamente una baja en las expectativas que les complica transmitir entusiasmo y ayuda involuntariamente al gobierno a calmar los ánimos con lo poco que puede ofrecer, en vez de perjudicarlo.
Tampoco lo es que en las últimas semanas, y a partir de una mejoría muy módica de los índices de precios, la estabilidad relativa del dólar y alguna que otra pista tenue sobre una cierta recuperación, por ahora limitada al agro y algún otro sector más bien aislado, la confianza del consumidor y las expectativas futuras para la economía hayan dado un salto fenomenal.
En poco tiempo recuperaron buena parte de lo que habían perdido desde que estalló la crisis: según la consultora Opinaia, en poco más de seis semanas, las expectativas negativas cayeron 15 puntos, de 44 a 29%, y las positivas subieron 10, de 30 a 40%, están hoy mejor que en marzo del año pasado; y según la UTDT, el índice de Confianza del Consumidor mejoró desde su peor momento algo más de 30%, y lo que más creció es la evaluación general del Gobierno.
¿Se traducirá esta mejoría en más votos para las listas oficiales en las próximas semanas? Lo cierto es que en intención de voto el oficialismo mejoró últimamente, pero mucho menos que la percepción social sobre la situación: los sondeos más favorables, les conceden una mejoría de entre 5 y 8 puntos. ¿Por qué? Es probable que se deba a que una parte del electorado, aunque no es tan pesimista como hace un par de meses, sigue expectante, quiere más certezas, más explicaciones y se tomará su tiempo para decidir.
Escucharla a Cristina lanzando admoniciones sobre los desastres que nos esperan, banalizando la tragedia venezolana y dando rienda suelta sin mucho disimulo al "cuanto peor mejor" difícilmente los convenza. Entre otras cosas porque esos votantes, igual que la mayoría de los argentinos, sabe perfectamente que podríamos estar mucho peor de lo que estamos, y que con ese fantasma no nos conviene jugar porque ronda en serio a la vuelta de la esquina.
Marcos NovaroConsejero AcadémicoEs licenciado en Sociología y doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es director del Programa de Historia Política del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA, del Archivo de Historia Oral de la misma universidad y del Centro de Investigaciones Políticas. Es profesor titular de la materia “Teoría Política Contemporánea” en la Carrera de Ciencia política y columnista de actualidad en TN. Ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Entre sus libros más recientes se encuentran “Historia de la Argentina 1955/2010” (Editorial Siglo XXI, 2010) y "Dinero y poder, la difícil relación entre empresarios y políticos en Argentina" (Editorial Edhasa, Buenos Aires, 2019).
(TN)
A medida que nos acercamos a las PASO se incrementa la presencia de Cristina Kirchner en la campaña. Sigue limitada a las presentaciones de su libro, pero en ellas cada vez se habla menos de lo que allí trata y más de Mauricio Macri, de lo terrible que sería que fuera reelecto, de todas las desgracias que han caído sobre el país culpa de su gestión, entre otras críticas al Gobierno.
Tal vez el giro responda a que advirtieron que con Alberto Fernández solo no alcanzaba, y que estaban dando la impresión de querer esconder a su compañera de fórmula. Y puede que también obedezca a que el discurso moderado que Alberto intentó en un comienzo parece no haber funcionado muy bien que digamos, ni en su trato con los periodistas, ni para seducir a nuevos votantes.
Cristina aprovechó sus presentaciones en Mar del Plata, San Juan y sobre todo en Mendoza, para pintar un cuadro de catástrofe. Su última ocurrencia en esta línea fue decir: "Sorry, hoy con la comida estamos igual que Venezuela… si estas políticas siguen cuatro años más no van a quedar ni pasas de uva". Ya en otras ocasiones ella, y también Alberto Fernández, venían pontificando contra la "pobreza infinita", advirtiendo sobre una economía en caída libre, una gestión que es "un desastre por donde se la mire" y otras cuestiones por el estilo.
¿Les sirve pintar semejante cuadro de catástrofe? En principio podría pensarse que sí, porque agitan el enojo y también la percepción de falta de eficacia de la gestión macrista, dos sensaciones muy difundidas. Pero si se piensa con un poco más de detenimiento puede advertirse que tal vez no estén haciendo tan buen negocio.
En primer lugar, porque a quienes tienen que convencer no son los más enojados con Macri, esos ya de seguro los apoyan, sino a votantes más moderados y dubitativos, y dar rienda suelta a su propio entusiasmo antigubernamental puede que no sea la vía más adecuada a ese fin. Simplemente ratifica en esa audiencia que ellos sí están muy enojados, que ven todo mal, nada más.
Y en segundo lugar, y lo más importante, ayudan a pintar un panorama de tal zozobra, actual o inminente, que vuelve poco creíble cualquier promesa de rápida mejoría que ellos puedan hacer, y al mismo tiempo magnifica cualquier novedad mínimamente positiva que pueda ofrecer el Gobierno. Es decir, generan involuntariamente una baja en las expectativas que les complica transmitir entusiasmo y ayuda involuntariamente al gobierno a calmar los ánimos con lo poco que puede ofrecer, en vez de perjudicarlo.
Tampoco lo es que en las últimas semanas, y a partir de una mejoría muy módica de los índices de precios, la estabilidad relativa del dólar y alguna que otra pista tenue sobre una cierta recuperación, por ahora limitada al agro y algún otro sector más bien aislado, la confianza del consumidor y las expectativas futuras para la economía hayan dado un salto fenomenal.
En poco tiempo recuperaron buena parte de lo que habían perdido desde que estalló la crisis: según la consultora Opinaia, en poco más de seis semanas, las expectativas negativas cayeron 15 puntos, de 44 a 29%, y las positivas subieron 10, de 30 a 40%, están hoy mejor que en marzo del año pasado; y según la UTDT, el índice de Confianza del Consumidor mejoró desde su peor momento algo más de 30%, y lo que más creció es la evaluación general del Gobierno.
¿Se traducirá esta mejoría en más votos para las listas oficiales en las próximas semanas? Lo cierto es que en intención de voto el oficialismo mejoró últimamente, pero mucho menos que la percepción social sobre la situación: los sondeos más favorables, les conceden una mejoría de entre 5 y 8 puntos. ¿Por qué? Es probable que se deba a que una parte del electorado, aunque no es tan pesimista como hace un par de meses, sigue expectante, quiere más certezas, más explicaciones y se tomará su tiempo para decidir.
Escucharla a Cristina lanzando admoniciones sobre los desastres que nos esperan, banalizando la tragedia venezolana y dando rienda suelta sin mucho disimulo al "cuanto peor mejor" difícilmente los convenza. Entre otras cosas porque esos votantes, igual que la mayoría de los argentinos, sabe perfectamente que podríamos estar mucho peor de lo que estamos, y que con ese fantasma no nos conviene jugar porque ronda en serio a la vuelta de la esquina.
