Artículos
Análisis Sínico
La hegemonía de China en América Latina desmontada con datos
La narrativa imperante advierte del éxodo occidental de la región, pero los datos muestran lo contrario. En primer lugar, China no es el principal inversor. En segundo lugar, la radiografía de las relaciones comerciales arroja matices que contradicen la percepción de una China dominante también en este ámbito.Por Carmen Grau Vila
Nadie puede negar que el lugar de China en América Latina ha dado un vuelco en las dos décadas y media últimas. Pero, de ahí a decir que China es predominante en la región y que ha desbancado a los otros socios tradicionales del continente, media un abismo. China llegó para quedarse, pero el bloque de la Unión Europea (UE) y Estados Unidos siguen estando más presentes que nunca por mucho que el desembarco del gigante asiático haya nublado el horizonte.
La narrativa imperante advierte del éxodo occidental de la región, pero los datos muestran lo contrario. El informe ¿Por qué importa América Latina?, publicado por el Real Instituto Elcano de España, compara los datos de inversión y comercio de los tres principales bloques –UE, EE. UU. y China– en América Latina. Siendo importante la presencia de China, el estudio desmiente categóricamente que la potencia asiática haya ocupado un espacio abandonado por los otros socios y –por tanto– que su presencia sea hegemónica.
En primer lugar, China no es el principal inversor. Por mucho que la percepción sea la contraria, América Latina es la región emergente con menos inversión directa de China y muy por debajo de África, advierte el informe. El stock de inversión extranjera directa (IED), por ejemplo, China representa sólo un 3,5%, frente al 69,4% de la UE o el 27% de Estados Unidos. Es decir, el stock de estos dos últimos en la región es 20 veces mayor al de China, mientras los flujos (donde China tiene mayor participación desde 2016) son cinco veces superiores.
Según datos de la Comisión Europea, el volumen acumulado de inversión europea asciende a 749.000 millones de dólares. Y lo más significativo: aumentó un 45% respecto a 2013, cuando China llevaba ya casi tres lustros en la región. Por países, el mercado común del Mercosur, conformado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, fue el destino de 371.800 millones de dólares, seguido de México con 215.100. En Chile y en la comunidad andina, la inversión fue de 63.700 y 58.400 millones, respectivamente. Por su parte, China invirtió entre 2000 y 2020 en América Latina alrededor de 160.000 millones de dólares, o el 5,74% de la inversión total que la región logró atraer.
En segundo lugar, la radiografía de las relaciones comerciales arroja matices que contradicen la percepción de una China dominante también en este ámbito. Desde su adhesión a la Organización Mundial del Comercio, los intercambios con América Latina crecieron exponencialmente: de 14.600 a 450.000 millones de dólares en 2021. Sin embargo, también lo hizo el comercio con EE. UU. y la UE, que ascendió a 758.200 y 197.400 millones, respectivamente (datos de 2020). En concreto, México y Centroamérica todavía permanecen en la órbita de los EE. UU., su socio principal.
Por su parte, en el desglose de las exportaciones chinas por tipo de producto se observa además un desequilibrio estructural. Un 80% de las exportaciones latinoamericanas son productos primarios y manufacturas basadas en recursos naturales y agroindustriales, siendo Pekín el principal comprador. Es el caso de Perú, cuyas exportaciones a China de productos no tradicionales –mineros y pesqueros– suponen el 96% de su canasta exportadora. Dichos productos, mayormente recursos naturales sin procesar, no aportan valor añadido a la economía peruana ni generan verdadera riqueza a largo plazo. Por si fuera poco, China es además el principal vendedor de productos manufacturados de media y alta tecnología a América del Sur. Un esquema típicamente colonialista.
Al contrario, el comercio de Perú con EE. UU. y la UE dibuja una tendencia opuesta: disminuye el comercio de productos tradicionales y aumenta el de no tradicionales, cuyo valor es mayor. Y, según el informe del Instituto Elcano anteriormente mencionado, América Latina en su conjunto le vende a las dos potencias comerciales occidentales lo poco que exporta de productos manufacturados de alto valor agregado: el 50% a EE. UU. y la UE y únicamente el 6% a China.
Donde China sí es claramente dominante es en la tercera pata de la relación con América Latina, la financiación, que es clave en la construcción de infraestructuras tanto en las licitaciones públicas como en las adjudicaciones directas. Hasta 2021 las instituciones financieras chinas concedieron a América Latina el 24% de sus préstamos globales, por delante incluso de África. En este ámbito, Estados Unidos y Europa tienen muy difícil competir con el capitalismo de Estado chino, pues juega con las cartas marcadas, pero desde la pandemia la euforia financiera parece haber llegado a su fin.
Es más, no siempre esa financiación es sinónimo de beneficio para los países receptores, pues éstos pagan un alto precio en términos de las condiciones de dichos préstamos (leoninas, muchas veces), dependencias políticas y financieras, e incluso la eventual pérdida de soberanía. Por tanto, más allá de que China se haya convertido en un jugador relevante en la región, y de que sea además un competidor formidable, el bloque occidental sigue siendo crucial para América Latina. Por tanto, en su propio beneficio bien hará en evitar dependencias y mantener un sano equilibrio entre bloques.
Carmen Grau VilaColaboradora de Análisis SínicoPeriodista e investigadora adjunta del Institute of Sustainable Community and Risk Management de la Universidad de Waseda (Tokio). Máster en Asia Oriental por la Universidad de Salamanca, acaba de completar un Doctorado en Historia en la Universidad Complutense de Madrid. Entre 2014 y 2018 residió en América Latina y trabajó como especialista de comunicación en UNESCO Perú. Fue corresponsal de EFE en Japón y colabora en medios y think tanks. Ha impartido cursos, talleres y conferencias en diversas universidades latinoamericanas y organismos españoles. Ganadora en 2019 del Concurso Mundial de Medios de la Organización Internacional del Trabajo. Colaboradora del proyecto Análisis Sínico en CADAL.
Nadie puede negar que el lugar de China en América Latina ha dado un vuelco en las dos décadas y media últimas. Pero, de ahí a decir que China es predominante en la región y que ha desbancado a los otros socios tradicionales del continente, media un abismo. China llegó para quedarse, pero el bloque de la Unión Europea (UE) y Estados Unidos siguen estando más presentes que nunca por mucho que el desembarco del gigante asiático haya nublado el horizonte.
La narrativa imperante advierte del éxodo occidental de la región, pero los datos muestran lo contrario. El informe ¿Por qué importa América Latina?, publicado por el Real Instituto Elcano de España, compara los datos de inversión y comercio de los tres principales bloques –UE, EE. UU. y China– en América Latina. Siendo importante la presencia de China, el estudio desmiente categóricamente que la potencia asiática haya ocupado un espacio abandonado por los otros socios y –por tanto– que su presencia sea hegemónica.
En primer lugar, China no es el principal inversor. Por mucho que la percepción sea la contraria, América Latina es la región emergente con menos inversión directa de China y muy por debajo de África, advierte el informe. El stock de inversión extranjera directa (IED), por ejemplo, China representa sólo un 3,5%, frente al 69,4% de la UE o el 27% de Estados Unidos. Es decir, el stock de estos dos últimos en la región es 20 veces mayor al de China, mientras los flujos (donde China tiene mayor participación desde 2016) son cinco veces superiores.
Según datos de la Comisión Europea, el volumen acumulado de inversión europea asciende a 749.000 millones de dólares. Y lo más significativo: aumentó un 45% respecto a 2013, cuando China llevaba ya casi tres lustros en la región. Por países, el mercado común del Mercosur, conformado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, fue el destino de 371.800 millones de dólares, seguido de México con 215.100. En Chile y en la comunidad andina, la inversión fue de 63.700 y 58.400 millones, respectivamente. Por su parte, China invirtió entre 2000 y 2020 en América Latina alrededor de 160.000 millones de dólares, o el 5,74% de la inversión total que la región logró atraer.
En segundo lugar, la radiografía de las relaciones comerciales arroja matices que contradicen la percepción de una China dominante también en este ámbito. Desde su adhesión a la Organización Mundial del Comercio, los intercambios con América Latina crecieron exponencialmente: de 14.600 a 450.000 millones de dólares en 2021. Sin embargo, también lo hizo el comercio con EE. UU. y la UE, que ascendió a 758.200 y 197.400 millones, respectivamente (datos de 2020). En concreto, México y Centroamérica todavía permanecen en la órbita de los EE. UU., su socio principal.
Por su parte, en el desglose de las exportaciones chinas por tipo de producto se observa además un desequilibrio estructural. Un 80% de las exportaciones latinoamericanas son productos primarios y manufacturas basadas en recursos naturales y agroindustriales, siendo Pekín el principal comprador. Es el caso de Perú, cuyas exportaciones a China de productos no tradicionales –mineros y pesqueros– suponen el 96% de su canasta exportadora. Dichos productos, mayormente recursos naturales sin procesar, no aportan valor añadido a la economía peruana ni generan verdadera riqueza a largo plazo. Por si fuera poco, China es además el principal vendedor de productos manufacturados de media y alta tecnología a América del Sur. Un esquema típicamente colonialista.
Al contrario, el comercio de Perú con EE. UU. y la UE dibuja una tendencia opuesta: disminuye el comercio de productos tradicionales y aumenta el de no tradicionales, cuyo valor es mayor. Y, según el informe del Instituto Elcano anteriormente mencionado, América Latina en su conjunto le vende a las dos potencias comerciales occidentales lo poco que exporta de productos manufacturados de alto valor agregado: el 50% a EE. UU. y la UE y únicamente el 6% a China.
Donde China sí es claramente dominante es en la tercera pata de la relación con América Latina, la financiación, que es clave en la construcción de infraestructuras tanto en las licitaciones públicas como en las adjudicaciones directas. Hasta 2021 las instituciones financieras chinas concedieron a América Latina el 24% de sus préstamos globales, por delante incluso de África. En este ámbito, Estados Unidos y Europa tienen muy difícil competir con el capitalismo de Estado chino, pues juega con las cartas marcadas, pero desde la pandemia la euforia financiera parece haber llegado a su fin.
Es más, no siempre esa financiación es sinónimo de beneficio para los países receptores, pues éstos pagan un alto precio en términos de las condiciones de dichos préstamos (leoninas, muchas veces), dependencias políticas y financieras, e incluso la eventual pérdida de soberanía. Por tanto, más allá de que China se haya convertido en un jugador relevante en la región, y de que sea además un competidor formidable, el bloque occidental sigue siendo crucial para América Latina. Por tanto, en su propio beneficio bien hará en evitar dependencias y mantener un sano equilibrio entre bloques.