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Monitoreo de la gobernabilidad democrática
¡Qué se vayan las ''mesas chicas''!
El año que viene el electorado independiente debería castigar a todos los partidos que no seleccionen a sus candidatos a cargos legislativos mediante elecciones internas competitivas y transparentes. Resulta patético que a veinticinco años del retorno a la democracia en la Argentina, los electores simplemente ratifiquen en las urnas las decisiones previas tomadas por un pequeño grupo o directamente por su principal referente.Por Gabriel C. Salvia
Luego de la crisis entre el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner con el campo, algunos sectores de la oposición ya comenzaron a hablar de candidaturas para las elecciones legislativas del 2009. Y parecería que dichas candidaturas volverán a decidirlas unas elitistas y oligárquicas "mesas chicas" y lo propio hará en su momento tanto el oficialista Frente para la Victoria, como sus respectivas agrupaciones satélites y la mayoría de las fuerzas opositoras.
Por eso, el año que viene el electorado independiente debería castigar a todos los partidos que no seleccionen a sus candidatos a Diputados y Senadores Nacionales mediante elecciones internas competitivas y transparentes. En consecuencia, debería premiarse a los partidos o alianzas cuyos candidatos surgieron de una decisión democrática, es decir, de elecciones internas.
Es que resulta patético que a veinticinco años del retorno a la democracia en la Argentina, los electores simplemente ratifiquen en las urnas las decisiones previas tomadas por un pequeño grupo o directamente por su principal referente. ¿Por qué hay que votar a los candidatos que digitan los Kirchner, Elisa Carrió y Mauricio Macri?
Uno de los grandes desafíos que tiene la democracia argentina es la modernización de la política, donde lamentablemente, dejando de lado ideologías y cuestiones éticas, se repiten conductas personalistas y no se promueve la necesaria participación que requieren los partidos para fortalecerse ellos mismos y de esa manera a la democracia.
Como bien lo señalan los analistas chilenos Eduardo Engel y Patricio Navia, "mientras más competencia y transparencia exista dentro de los partidos, mayor será la calidad de los militantes que ocupen cargos dentro de los mismos. Y, si esto sucede, más eficientes y mejor preparados serán los aspirantes a puestos de elección popular, así como aquellos nombrados en puestos de confianza del Ejecutivo". Esto que los autores trasandinos proponen en el debate político chileno es un tema ausente en la agenda pública argentina, con lo cual no es de extrañar el nivel paupérrimo de su dirigencia y las consecuencias que ello tiene en la calidad democrática del país.
Al respecto, resulta contradictorio que muchos líderes se quejen por el transfuguismo de alguno de sus legisladores que llegaron a su banca gracias al dedo divino y luego se pasan a otro partido. Es que a menor esfuerzo personal por la postulación, menor será la fidelidad partidaria. Distinto es si el que llega a una banca tuvo que sortear una elección interna, contando para ello con la ayuda de simpatizantes, a los cuales luego tendría que rendirles cuentas si se cambia de partido. ¿A quién le rindió cuentas Borocotó? A nadie, porque su candidatura la decidió el dedo de Mauricio Macri.
Parecería que luego de la crisis del 2001 y el reclamo antisistema del "que se vayan todos", en la Argentina no se aprendió ninguna lección. Efectivamente, más allá de sus diferencias, los Kirchner y los referentes de la oposición no han hecho nada por modernizar la política. El gobierno K no lo hizo en ningún sentido y hasta eliminó de la agenda pública el tema de la reforma política. Pero la oposición tampoco ha hecho algo y se repite en liderazgos personalistas.
Contrariamente a esta forma de hacer política, en el marco de libertad de asociación que disponen, los partidos argentinos en sus cartas orgánicas podrían, por ejemplo, utilizar sistemas electorales innovadores en sus votaciones internas que alienten la participación, fomentando la competencia y garantizando una más genuina representatividad. De la misma manera, los candidatos en las respectivas elecciones internas podrían utilizar Internet, difundiendo a bajo costo sus propuestas, informando sobre sus antecedentes y situación patrimonial, y respondiendo consultas de la ciudadanía.
No hace falta mirar muy hacia atrás para ver cuántos partidos aparecieron ocupando un determinado espacio político para el cual siempre hay demanda electoral. Pero luego sucumbieron, entre otras cosas, por ser más de lo mismo y volverá a suceder si no se modernizan. Por eso, más allá de las ideas y estilos políticos, los partidos y sus líderes deberían empezar por diferenciarse en la forma en que seleccionan a sus candidatos a cargos electivos.
Gabriel C. Salvia es Presidente del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).
Gabriel C. SalviaDirector GeneralActivista de derechos humanos enfocado en la solidaridad democrática internacional. En 2024 recibió el Premio Gratias Agit del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa. Es autor de los libros "Memoria, derechos humanos y solidaridad democrática internacional" (2024) y "Bailando por un espejismo: apuntes sobre política, economía y diplomacia en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner" (2017). Además, compiló varios libros, entre ellos "75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Miradas desde Cuba" (2023), "Los derechos humanos en las relaciones internacionales y la política exterior" (2021), "Desafíos para el fortalecimiento democrático en la Argentina" (2015), "Un balance político a 30 años del retorno a la democracia en Argentina" (2013) y "Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba" (2011), Sus columnas de opinión han sido publicadas en varios medios en español. Actualmente publica en Clarín, Perfil, Infobae y La Nación, de Argentina. Ha participado en eventos internacionales en América Latina, África, Asia, Europa, los Balcanes y en Estados Unidos. Desde 1992 se desempeña como director en Organizaciones de la Sociedad Civil y es miembro fundador de CADAL. Como periodista, trabajó entre 1992 y 1997 en gráfica, radio y TV especializado en temas parlamentarios, políticos y económicos, y posteriormente contribuyó con entrevistas en La Nación y Perfil.
Luego de la crisis entre el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner con el campo, algunos sectores de la oposición ya comenzaron a hablar de candidaturas para las elecciones legislativas del 2009. Y parecería que dichas candidaturas volverán a decidirlas unas elitistas y oligárquicas "mesas chicas" y lo propio hará en su momento tanto el oficialista Frente para la Victoria, como sus respectivas agrupaciones satélites y la mayoría de las fuerzas opositoras.
Por eso, el año que viene el electorado independiente debería castigar a todos los partidos que no seleccionen a sus candidatos a Diputados y Senadores Nacionales mediante elecciones internas competitivas y transparentes. En consecuencia, debería premiarse a los partidos o alianzas cuyos candidatos surgieron de una decisión democrática, es decir, de elecciones internas.
Es que resulta patético que a veinticinco años del retorno a la democracia en la Argentina, los electores simplemente ratifiquen en las urnas las decisiones previas tomadas por un pequeño grupo o directamente por su principal referente. ¿Por qué hay que votar a los candidatos que digitan los Kirchner, Elisa Carrió y Mauricio Macri?
Uno de los grandes desafíos que tiene la democracia argentina es la modernización de la política, donde lamentablemente, dejando de lado ideologías y cuestiones éticas, se repiten conductas personalistas y no se promueve la necesaria participación que requieren los partidos para fortalecerse ellos mismos y de esa manera a la democracia.
Como bien lo señalan los analistas chilenos Eduardo Engel y Patricio Navia, "mientras más competencia y transparencia exista dentro de los partidos, mayor será la calidad de los militantes que ocupen cargos dentro de los mismos. Y, si esto sucede, más eficientes y mejor preparados serán los aspirantes a puestos de elección popular, así como aquellos nombrados en puestos de confianza del Ejecutivo". Esto que los autores trasandinos proponen en el debate político chileno es un tema ausente en la agenda pública argentina, con lo cual no es de extrañar el nivel paupérrimo de su dirigencia y las consecuencias que ello tiene en la calidad democrática del país.
Al respecto, resulta contradictorio que muchos líderes se quejen por el transfuguismo de alguno de sus legisladores que llegaron a su banca gracias al dedo divino y luego se pasan a otro partido. Es que a menor esfuerzo personal por la postulación, menor será la fidelidad partidaria. Distinto es si el que llega a una banca tuvo que sortear una elección interna, contando para ello con la ayuda de simpatizantes, a los cuales luego tendría que rendirles cuentas si se cambia de partido. ¿A quién le rindió cuentas Borocotó? A nadie, porque su candidatura la decidió el dedo de Mauricio Macri.
Parecería que luego de la crisis del 2001 y el reclamo antisistema del "que se vayan todos", en la Argentina no se aprendió ninguna lección. Efectivamente, más allá de sus diferencias, los Kirchner y los referentes de la oposición no han hecho nada por modernizar la política. El gobierno K no lo hizo en ningún sentido y hasta eliminó de la agenda pública el tema de la reforma política. Pero la oposición tampoco ha hecho algo y se repite en liderazgos personalistas.
Contrariamente a esta forma de hacer política, en el marco de libertad de asociación que disponen, los partidos argentinos en sus cartas orgánicas podrían, por ejemplo, utilizar sistemas electorales innovadores en sus votaciones internas que alienten la participación, fomentando la competencia y garantizando una más genuina representatividad. De la misma manera, los candidatos en las respectivas elecciones internas podrían utilizar Internet, difundiendo a bajo costo sus propuestas, informando sobre sus antecedentes y situación patrimonial, y respondiendo consultas de la ciudadanía.
No hace falta mirar muy hacia atrás para ver cuántos partidos aparecieron ocupando un determinado espacio político para el cual siempre hay demanda electoral. Pero luego sucumbieron, entre otras cosas, por ser más de lo mismo y volverá a suceder si no se modernizan. Por eso, más allá de las ideas y estilos políticos, los partidos y sus líderes deberían empezar por diferenciarse en la forma en que seleccionan a sus candidatos a cargos electivos.
Gabriel C. Salvia es Presidente del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).