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Monitoreo de la gobernabilidad democrática
Una elección legislativa marcada por una paupérrima campaña como consecuencia del creciente analfabetismo cívico
Candidaturas testimoniales y truchas, clientelismo político, proliferación de candidatos sin partidos ni internas, denuncias judiciales, mensajes vacíos, hacen que nadie repare en la Argentina sobre la función y responsabilidad de un legislador nacional.Por Gabriel C. Salvia
Las elecciones legislativas del próximo 28 de junio en la Argentina marcan un claro retroceso en el debate político argentino debido a una de las campañas más pobres desde el retorno a la democracia en el año 1983. Candidaturas testimoniales y truchas, clientelismo político, proliferación de candidatos sin partidos ni internas, denuncias judiciales, mensajes vacíos, hacen que nadie repare en la función y responsabilidad de un legislador nacional.
En primer lugar, casi no se sabe ni lo que piensan los legisladores, como por ejemplo en temas legislativos tan cruciales como los siguientes: ¿Cuál es el conocimiento del presupuesto nacional y las prioridades que considera que debería atender el gasto público? ¿Sabe que cada peso que gasta el gobierno primero sale del bolsillo de la gente? ¿Está de acuerdo o no en la delegación legislativa para que el Jefe de Gabinete reasigne partidas presupuestarias? ¿Cuál hubiese sido su posición frente a la estatización de las AFJP - o cual fue, si es candidato a la reelección- y si comprende las implicancias económicas e institucionales de la misma?
Y como funcionario de un órgano de gobierno: ¿Le parece bien que la administración pública sea un botín político para el oficialismo de turno o hay que reemplazar la designación de empleados por criterios meritocráticos y transparentes? ¿Le parece sensato que el Poder Legislativo Nacional tenga 10.290 empleados y qué piensa hacer al respecto?
O algunos más básicos y conceptuales: ¿Comparte la idea generalizada de que la riqueza es una torta estática o, por el contrario, considera que el aumento de la misma depende de un marco jurídico que favorezca la iniciativa privada y la innovación? Otra pregunta fundamental y que puede resumir las ideas del candidato, sería: ¿Cuál es su país de referencia, el espejo político, económico y social, que le gustaría para la Argentina? ¿Chile, Brasil, Venezuela o Cuba?
También los candidatos a representar al pueblo, sin que nadie se los pregunte, deberían ofrecer la declaración jurada y su trayectoria pública y privada por Internet, junto a la enumeración de los temas en los que se concentrará su gestión. Sobre esto último, tienen que tener claro la diferencia entre la tarea de control y la de iniciativa legislativa. Los opositores, en especial si no cuentan con un grupo numeroso en su bloque, tienen que concentrarse en controlar a los otros dos poderes y a lo sumo incidir con datos sólidos en la redacción de los proyectos cuando son tratados en la discusión en comisión.
Existe esa equivocada idea de que un legislador serio es aquel que presenta muchos proyectos de ley. Pero eso puede resultar testimonial y una pérdida de tiempo si no cuenta con apoyo inicial de una cantidad importante de los integrantes de la comisión que tiene que tratar su iniciativa. De hecho, la mayoría de los proyectos de ley que se aprueban tienen su origen en el Poder Ejecutivo, y para que un legislador logre que se le apruebe una iniciativa trascendente tiene que ser muy influyente y dialoguista o contar con el decidido apoyo del gobierno.
Como dato anecdótico, una vez un ex diputado nacional capitalino, de un bloque minoritario, apenas ingresado a la cámara baja expresó: "voy a ser el legislador de la reforma política". ¿Cómo puede llegar a ocupar una banca una persona con un sentido tan irreal de la política? Y como ese ejemplo ingenuamente voluntarista puede haber muchos, en general aquellos que ingresan y luego forman parte de espacios legislativos minoritarios, ocupando así una banca testimonial.
Obviamente, sin partidos que funcionen como tales la representación política se degrada y estas elecciones legislativas son una muestra de ello, a lo cual se sumará luego el lógico transfuguismo de diputados y senadores elegidos por un partido y que luego de ingresar al Congreso se pasan a otro. Pero por supuesto, la responsabilidad última es de la ciudadanía, especialmente la más informada, en tomarse en serio este sublime momento democrático. ¿Cuántas personas cultas leen el listado completo de la lista que votarán, disponible en internet? ¿Cuántos luego peticionarán ante los representantes que han votado? ¿Cuántos asumen la carga pública si fueron designados autoridad de mesa?
Por eso, ante un creciente analfabetismo cívico en todos los niveles sociales de la Argentina, es lógico que no existan partidos políticos como tales con la consecuencia casi generalizada que ello trae: candidatos poco representativos y legisladores no muy responsables.
Gabriel C. Salvia es Presidente del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).
Gabriel C. SalviaDirector GeneralActivista de derechos humanos enfocado en la solidaridad democrática internacional. En 2024 recibió el Premio Gratias Agit del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa. Es autor de los libros "Memoria, derechos humanos y solidaridad democrática internacional" (2024) y "Bailando por un espejismo: apuntes sobre política, economía y diplomacia en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner" (2017). Además, compiló varios libros, entre ellos "75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Miradas desde Cuba" (2023), "Los derechos humanos en las relaciones internacionales y la política exterior" (2021), "Desafíos para el fortalecimiento democrático en la Argentina" (2015), "Un balance político a 30 años del retorno a la democracia en Argentina" (2013) y "Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba" (2011), Sus columnas de opinión han sido publicadas en varios medios en español. Actualmente publica en Clarín, Perfil, Infobae y La Nación, de Argentina. Ha participado en eventos internacionales en América Latina, África, Asia, Europa, los Balcanes y en Estados Unidos. Desde 1992 se desempeña como director en Organizaciones de la Sociedad Civil y es miembro fundador de CADAL. Como periodista, trabajó entre 1992 y 1997 en gráfica, radio y TV especializado en temas parlamentarios, políticos y económicos, y posteriormente contribuyó con entrevistas en La Nación y Perfil.
Las elecciones legislativas del próximo 28 de junio en la Argentina marcan un claro retroceso en el debate político argentino debido a una de las campañas más pobres desde el retorno a la democracia en el año 1983. Candidaturas testimoniales y truchas, clientelismo político, proliferación de candidatos sin partidos ni internas, denuncias judiciales, mensajes vacíos, hacen que nadie repare en la función y responsabilidad de un legislador nacional.
En primer lugar, casi no se sabe ni lo que piensan los legisladores, como por ejemplo en temas legislativos tan cruciales como los siguientes: ¿Cuál es el conocimiento del presupuesto nacional y las prioridades que considera que debería atender el gasto público? ¿Sabe que cada peso que gasta el gobierno primero sale del bolsillo de la gente? ¿Está de acuerdo o no en la delegación legislativa para que el Jefe de Gabinete reasigne partidas presupuestarias? ¿Cuál hubiese sido su posición frente a la estatización de las AFJP - o cual fue, si es candidato a la reelección- y si comprende las implicancias económicas e institucionales de la misma?
Y como funcionario de un órgano de gobierno: ¿Le parece bien que la administración pública sea un botín político para el oficialismo de turno o hay que reemplazar la designación de empleados por criterios meritocráticos y transparentes? ¿Le parece sensato que el Poder Legislativo Nacional tenga 10.290 empleados y qué piensa hacer al respecto?
O algunos más básicos y conceptuales: ¿Comparte la idea generalizada de que la riqueza es una torta estática o, por el contrario, considera que el aumento de la misma depende de un marco jurídico que favorezca la iniciativa privada y la innovación? Otra pregunta fundamental y que puede resumir las ideas del candidato, sería: ¿Cuál es su país de referencia, el espejo político, económico y social, que le gustaría para la Argentina? ¿Chile, Brasil, Venezuela o Cuba?
También los candidatos a representar al pueblo, sin que nadie se los pregunte, deberían ofrecer la declaración jurada y su trayectoria pública y privada por Internet, junto a la enumeración de los temas en los que se concentrará su gestión. Sobre esto último, tienen que tener claro la diferencia entre la tarea de control y la de iniciativa legislativa. Los opositores, en especial si no cuentan con un grupo numeroso en su bloque, tienen que concentrarse en controlar a los otros dos poderes y a lo sumo incidir con datos sólidos en la redacción de los proyectos cuando son tratados en la discusión en comisión.
Existe esa equivocada idea de que un legislador serio es aquel que presenta muchos proyectos de ley. Pero eso puede resultar testimonial y una pérdida de tiempo si no cuenta con apoyo inicial de una cantidad importante de los integrantes de la comisión que tiene que tratar su iniciativa. De hecho, la mayoría de los proyectos de ley que se aprueban tienen su origen en el Poder Ejecutivo, y para que un legislador logre que se le apruebe una iniciativa trascendente tiene que ser muy influyente y dialoguista o contar con el decidido apoyo del gobierno.
Como dato anecdótico, una vez un ex diputado nacional capitalino, de un bloque minoritario, apenas ingresado a la cámara baja expresó: "voy a ser el legislador de la reforma política". ¿Cómo puede llegar a ocupar una banca una persona con un sentido tan irreal de la política? Y como ese ejemplo ingenuamente voluntarista puede haber muchos, en general aquellos que ingresan y luego forman parte de espacios legislativos minoritarios, ocupando así una banca testimonial.
Obviamente, sin partidos que funcionen como tales la representación política se degrada y estas elecciones legislativas son una muestra de ello, a lo cual se sumará luego el lógico transfuguismo de diputados y senadores elegidos por un partido y que luego de ingresar al Congreso se pasan a otro. Pero por supuesto, la responsabilidad última es de la ciudadanía, especialmente la más informada, en tomarse en serio este sublime momento democrático. ¿Cuántas personas cultas leen el listado completo de la lista que votarán, disponible en internet? ¿Cuántos luego peticionarán ante los representantes que han votado? ¿Cuántos asumen la carga pública si fueron designados autoridad de mesa?
Por eso, ante un creciente analfabetismo cívico en todos los niveles sociales de la Argentina, es lógico que no existan partidos políticos como tales con la consecuencia casi generalizada que ello trae: candidatos poco representativos y legisladores no muy responsables.
Gabriel C. Salvia es Presidente del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).