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Monitoreo de la gobernabilidad democrática
Aquí no ha pasado nada
El discurso de Cristina Kirchner revela claramente que el gobierno no tiene la menor intención de alterar sus principales lineamientos políticos en los veinte meses que le quedan en el poder. El que avisa no traiciona, y en ese sentido la presidenta dio tres mensajes muy claros sobre lo que cabe esperar de acá a diciembre de 2011.Por Adrián Lucardi
(DyN) Luego de las elecciones legislativas del 28 de junio pasado, algunos se ilusionaron con que el gobierno nacional tomaría nota del descontento popular y moderaría su accionar. Pero, desde entonces, ha dejado bien en claro que no está dispuesto a aceptar que esa derrota lo limite en sus pretensiones de hacer lo qué quiere, cómo quiere y cuándo quiere, sin mostrar la menor predisposición a negociar ni a respetar a las opiniones de sus adversarios. Si quedaba alguna duda al respecto, el discurso de la Presidenta inaugurando un nuevo período de sesiones ordinarias del Congreso, se encargó de despejarlas.
En primer lugar, está el uso del discurso presidencial como cortina de humo para ocultar el escamoteo de US$ 6.500 millones de las reservas del Banco Central con un DNU, revelando que el Gobierno no tiene la menor intención de construir acuerdos en el Congreso.
La creación del Fondo del Bicentenario mediante un proyecto de ley resultaba perfectamente factible, pero implicaba compartir parte de los recursos con los gobernadores. Por ello, el gobierno optó por una avivada que, no por ingeniosa, deja de ser un mamarracho institucional. Claro que una mancha más no le hace nada al tigre.
En segundo término, el discurso presidencial revela claramente que el Gobierno no tiene la menor intención de alterar sus principales lineamientos políticos en los veinte meses que le quedan en el poder. El que avisa no traiciona y, en ese sentido, la Presidenta dio tres mensajes muy claros sobre lo que cabe esperar desde hoy hasta diciembre de 2011:
1) Gobernar es gastar: en la lista de logros que la Presidenta atribuye al kirchnerismo, se destaca las políticas que implican un aumento del gasto, el crecimiento con inclusión social (atribuido erróneamente al dinamismo del mercado interno, cuando en realidad es producto del aumento del precio internacional de los productos agrícolas, así como de la recuperación de la capacidad ociosa después de la crisis de 2001), las inversiones en infraestructura, las transferencias directas a los pobres, los aumentos salariales a los maestros, etc.
En otras palabras, el modelo no se toca y el Gobierno de ningún modo se va a hacer cargo de que el excesivo gasto de hoy se financia con el ajuste de mañana, del cuál se va a tener que hacer cargo la oposición.
2) El enemigo son los medios: si en los casi siete años de gobierno kirchnerista se han logrado cosas tan maravillosas y aparentemente sin ningún costo, ¿cómo es posible que la gente no se dé cuenta? La respuesta es fácil: el costo lo pagaron los perversos conglomerados mediáticos que, por eso mismo, quieren acabar con el actual gobierno y se dedican a construir una realidad virtual en la que todo está mal y la culpa es del Gobierno. La pelea con Clarín no tiene retorno; habrá que ver qué se inventa cuando se sigan sumando fallos judiciales desfavorables a la Ley de medios.
3) No esperen nada en materia de lucha contra la inflación o la inseguridad: el Gobierno no está dispuesto a pagar los costos políticos de reducir ambos flagelos, por lo que va a seguir haciendo lo mismo que hasta ahora, es decir negar los problemas, y en todo caso echarle la culpa a otros.
En su extenso discurso, la Presidenta no pronunció la palabra inflación ni una sola vez y cuando mencionó la inseguridad fue para decir que la Argentina tiene la tercera tasa de criminalidad más baja de América. En todo caso, los problemas se deben a la inescrupulosidad de los empresarios, a la corrupción de los jueces y a la inoperancia de los gobernadores.
En suma, no es de esperar que las cosas cambien antes de diciembre de 2011. Es posible que, temerosos de sufrir una dura derrota en las urnas, los aliados del gobierno vayan defeccionando, a medida que se acerquen las elecciones.
Pero si la economía no repunta, el Gobierno podrá seguir aprovechando su control de los recursos fiscales para mantener el apoyo de los gobernadores e intendentes de peso. Además, el kirchnerismo ya demostró su predisposición a emplear mecanismos extra-institucionales o para-institucionales, como esta avivada del Fondo del Bicentenario, ya que no cuenta con los suficientes apoyos políticos para implementar sus políticas preferidas.
Tamaño cóctel presagia tiempos más que interesantes.
Adrián Lucardi es Investigador Asociado del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).
Adrián LucardiConsejero AcadémicoEs profesor asociado de tiempo completo en el Departamento de Ciencia Política del ITAM (México). Licenciado en Ciencia Política por la Universidad de San Andrés (Buenos Aires) y doctor en Ciencia Política por la Washington University in St. Louis (Estados Unidos). Su trabajo fue publicado en The Journal of Politics, British Journal of Political Science, Comparative Political Studies y Legislative Studies Quarterly, entre otros.
(DyN) Luego de las elecciones legislativas del 28 de junio pasado, algunos se ilusionaron con que el gobierno nacional tomaría nota del descontento popular y moderaría su accionar. Pero, desde entonces, ha dejado bien en claro que no está dispuesto a aceptar que esa derrota lo limite en sus pretensiones de hacer lo qué quiere, cómo quiere y cuándo quiere, sin mostrar la menor predisposición a negociar ni a respetar a las opiniones de sus adversarios. Si quedaba alguna duda al respecto, el discurso de la Presidenta inaugurando un nuevo período de sesiones ordinarias del Congreso, se encargó de despejarlas.
En primer lugar, está el uso del discurso presidencial como cortina de humo para ocultar el escamoteo de US$ 6.500 millones de las reservas del Banco Central con un DNU, revelando que el Gobierno no tiene la menor intención de construir acuerdos en el Congreso.
La creación del Fondo del Bicentenario mediante un proyecto de ley resultaba perfectamente factible, pero implicaba compartir parte de los recursos con los gobernadores. Por ello, el gobierno optó por una avivada que, no por ingeniosa, deja de ser un mamarracho institucional. Claro que una mancha más no le hace nada al tigre.
En segundo término, el discurso presidencial revela claramente que el Gobierno no tiene la menor intención de alterar sus principales lineamientos políticos en los veinte meses que le quedan en el poder. El que avisa no traiciona y, en ese sentido, la Presidenta dio tres mensajes muy claros sobre lo que cabe esperar desde hoy hasta diciembre de 2011:
1) Gobernar es gastar: en la lista de logros que la Presidenta atribuye al kirchnerismo, se destaca las políticas que implican un aumento del gasto, el crecimiento con inclusión social (atribuido erróneamente al dinamismo del mercado interno, cuando en realidad es producto del aumento del precio internacional de los productos agrícolas, así como de la recuperación de la capacidad ociosa después de la crisis de 2001), las inversiones en infraestructura, las transferencias directas a los pobres, los aumentos salariales a los maestros, etc.
En otras palabras, el modelo no se toca y el Gobierno de ningún modo se va a hacer cargo de que el excesivo gasto de hoy se financia con el ajuste de mañana, del cuál se va a tener que hacer cargo la oposición.
2) El enemigo son los medios: si en los casi siete años de gobierno kirchnerista se han logrado cosas tan maravillosas y aparentemente sin ningún costo, ¿cómo es posible que la gente no se dé cuenta? La respuesta es fácil: el costo lo pagaron los perversos conglomerados mediáticos que, por eso mismo, quieren acabar con el actual gobierno y se dedican a construir una realidad virtual en la que todo está mal y la culpa es del Gobierno. La pelea con Clarín no tiene retorno; habrá que ver qué se inventa cuando se sigan sumando fallos judiciales desfavorables a la Ley de medios.
3) No esperen nada en materia de lucha contra la inflación o la inseguridad: el Gobierno no está dispuesto a pagar los costos políticos de reducir ambos flagelos, por lo que va a seguir haciendo lo mismo que hasta ahora, es decir negar los problemas, y en todo caso echarle la culpa a otros.
En su extenso discurso, la Presidenta no pronunció la palabra inflación ni una sola vez y cuando mencionó la inseguridad fue para decir que la Argentina tiene la tercera tasa de criminalidad más baja de América. En todo caso, los problemas se deben a la inescrupulosidad de los empresarios, a la corrupción de los jueces y a la inoperancia de los gobernadores.
En suma, no es de esperar que las cosas cambien antes de diciembre de 2011. Es posible que, temerosos de sufrir una dura derrota en las urnas, los aliados del gobierno vayan defeccionando, a medida que se acerquen las elecciones.
Pero si la economía no repunta, el Gobierno podrá seguir aprovechando su control de los recursos fiscales para mantener el apoyo de los gobernadores e intendentes de peso. Además, el kirchnerismo ya demostró su predisposición a emplear mecanismos extra-institucionales o para-institucionales, como esta avivada del Fondo del Bicentenario, ya que no cuenta con los suficientes apoyos políticos para implementar sus políticas preferidas.
Tamaño cóctel presagia tiempos más que interesantes.
Adrián Lucardi es Investigador Asociado del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).