Artículos
Monitoreo de la gobernabilidad democrática
Algunas consideraciones sobre las elecciones internas en Uruguay
Las elecciones internas en el Uruguay se realizaron sin grandes sorpresas en cuanto a los candidatos nominados: el 31 de octubre próximo, en primera vuelta, se enfrentarán Tabaré Vázquez (EP-FA), Jorge Larrañaga (Blanco) y Guillermo Stirling (Colorado). Uno de estos tres será el próximo presidente uruguayo.
Por Matías Franchini
Las elecciones internas en el Uruguay se realizaron sin grandes sorpresas en cuanto a los candidatos nominados para correr por la Presidencia el 31 de octubre próximo. Dos de los tres partidos que animarán el comicio que definirá el cuarto presidente desde que en 1985 Uruguay recuperó la democracia, ya habían fijado el nombre de quien los representaría antes del 27 de junio, lo que privó al acto electoral de un carácter eminentemente competitivo. En el seno de la coalición de izquierda Encuentro Progresista – Frente Amplio (EP-FA), el favorito Tabaré Vázquez se había quedado sin competencia interna una vez que el senador Danilo Astori se abstuvo de enfrentarlo allá por abril de este año, y en el oficialista Partido Colorado un acuerdo de cúpula entre los sectores liderados por el actual presidente Jorge Batlle (Lista 15) y su antecesor Julio María Sanguinetti (Foro Batllista), definió las cosas a favor de Guillermo Stirling, ex ministro del Interior. El único partido que puso la definición de su candidato en manos de la ciudadanía fue el Blanco o Nacional, donde se enfrentaron el ex presidente Julio Alberto Lacalle, representante del herrerismo, y el senador Jorge Larrañaga, representante de Alianza Nacional. Tal como habían anticipado los sondeos en las semanas previas, fue este último quien se quedó con la nominación, aunque por una (abultada) diferencia no prevista en las encuestas. La primera vuelta de votación, a realizarse en octubre, enfrentará entonces al favorito Tabaré Vázquez (EP-FA), al ascendente Jorge Larrañaga (Blanco) y al complicado Guillermo Stirling (Colorado).
He aquí algunos de los resultados de la contienda(1): la participación de la ciudadanía rondó el 45%, una cifra inferior a la de 1999 (53.7%) pero importante si se tiene en cuenta el carácter no obligatorio de la elección, en especial si se tiene en cuenta que fue percibida como una competencia en la que pocas cosas estaban en juego. En términos globales, el partido que receptó la mayor parte de los votos fue la coalición de izquierda, con el 42.8%, seguido muy de cerca por el Partido Nacional 41.5%, y lejos quedó el Partido Colorado (15.0%); los otros siete partidos que participaron de la contienda apenas reunieron el 0.7% restante. Y los resultados arrojados por la elección reflejaron la situación interna de cada una las fuerzas, arriba reseñada: en el EP-FA, Tabaré obtuvo el 100% de los votos, ya que careció de contrincantes; en el Partido Colorado, Guillermo Stirling se alzó con la victoria con un aplastante 91.1% al contar con el apoyo de las corrientes mayoritarias de la fuerza; finalmente, Jorge Larrañaga dobló los votos que recibió Lacalle entre los precandidatos blancos (66.0% frente a 33.6%), convirtiéndose de todos modos en la disputa más reñida de la jornada.
Pese a que, como se dijo en un principio, el acto eleccionario careció de sorpresas en cuanto a los resultados, arrojó una serie de cuestiones que parecen dignas de resaltar y que tienen que ver tanto con el escenario general de la política uruguaya, como con la coyuntura electoral y la vida de los partidos.
Un hecho observable ha sido la declinación del protagonismo de los más tradicionales liderazgos en los partidos Colorado y Blanco. Tanto los ex presidentes Sanguinetti (1985-90 y 1995-2000) y Lacalle (1990-95), como el actual mandatario Batlle (2000-05), no serán figuras centrales del escenario electoral que dominará la política uruguaya desde ahora hasta el 31 de octubre, o más allá. Si uno se remonta algunos meses atrás, los principales nombres que se barajaban para enfrentar a Vázquez eran precisamente los de los ex presidentes. Sin embargo, primero Sanguinetti, que cedió su candidatura para postular a Stirling como candidato de acuerdo, luego Lacalle que perdió la nominación con Jorge Larrañaga, se dedicarán solamente a acompañar a los contendientes a la presidencia. La derrota de Lacalle fue la más contundente, ya que perdió en las urnas y casi por el doble de votos, y la virtud aquí fue de Larrañaga, que logró consolidar un frente que aglutinó los sectores nacionales contrarios a la dirección del viejo caudillo y se presentó como la renovación del partido e incluso de la misma política. Por otro lado, el presidente Batlle ha tenido una muy escueta participación en lo que va de la campaña, y es probable que mantenga su bajo perfil en lo que queda de la misma: ningún candidato quiere el apoyo de una figura que tiene un nivel de aceptación popular inferior al 10%.
La elección interna sirvió también para medir fuerzas en el interior de los partidos, ya que al margen de la nominación de candidatos a presidente, se elegían los integrantes para las convenciones nacionales y departamentales de las agrupaciones. Esto es particularmente relevante en el EP-FA, que cuenta con una base muy heterogénea de representaciones políticas y que suelen tener diferendos a veces importantes sobre cuestiones fundamentales. Los resultados presentaron la derrota del sector liderado por Tabaré Vázquez, el Partido Socialista (PS), a manos del Movimiento de Participación Popular (MPP) del ex tupamaro senador José Mujica; en tercer lugar, quedó Asamblea Uruguay, seguida por la Vertiente Artiguista. Los sectores considerados más radicales de la coalición mantuvieron una participación cercana al 10%. En el Partido Blanco la gran noticia ha sido la derrota del Herrerismo, encarnado en la figura de Luis Lacalle, considerado hasta hace un tiempo como virtualmente invencible, habrá que ver como evoluciona el liderazgo de Larrañaga, que por lo pronto tuvo la capacidad de crear un frente común para vencer al ex presidente. En el Partido Colorado, la interna arrojó ventaja a favor del Foro Batllista que superó a Lista 15, la otra fuerte corriente interna liderada por Jorge Batlle. El Partido Colorado esta pasando también por un proceso de transición y seguramente en octubre enfrentará la peor votación de su historia.
Para terminar cabe hacer algunas reflexiones sobre el resultado mismo de las internas del 27 de junio. Si uno compara los niveles de votación que tuvo el EP-FA con respecto a 1999 (43% contra 31%), y además destaca que la candidatura única de Vázquez le quitaba gran parte del atractivo al acto eleccionario, podría decirse que el resultado del comicio fue un éxito. Sin embargo, esto no fue del todo así. La dirigencia de la coalición, y Vázquez en particular, presentaron el proceso interno del 27 como un plebiscito sobre la candidatura del ex alcalde de Montevideo, en la que habrían de demostrar lo inevitable de la victoria del mismo en primera vuelta, obteniendo en el proceso interno un porcentaje superior al 50%. Llamaron entonces a su electorado a expresar en las urnas el poderío del EP-FA, para dar un mensaje claro a los liderazgos tradicionales sobre el insoslayable fin de sus días. Como se sabe esta perspectiva falló, convirtiendo un hecho positivo (el buen nivel de votos teniendo en cuenta las circunstancias) en una especie de derrota (el no haber alcanzado el 50% del electorado). Nadie fue responsable de esta situación más que la propia coalición de izquierda, que constituyó según el Director de la Consultora Factum, Oscar Bottinelli, una auto-derrota.
La otra cara de moneda la representó el Partido Nacional, que con el 41.5% de los votos ratificó las tendencias de crecimiento que vienen mostrando las encuestas desde hace unos meses. Es cierto que contaron con la ventaja de tener una interna realmente competitiva, pero el hecho de haber ganado en casi todos los distritos (con la casi lógica excepción de Montevideo, bastión del EP-FA) y haber tocado las puertas del Frente Amplio, configura un resultado digno de tener en cuenta. Hay que recordar que el Partido había obtenido el tercer lugar tanto en las primarias como las generales de 1999. Esta situación configura además una plataforma de lanzamiento más que satisfactoria para Larrañaga como candidato. El Partido Colorado redondeó una actuación mala pero previsible, que seguramente se consolidará con las presidenciales del 31 de octubre. La fuerza oficialista se ubicó en tercer lugar en todos los distritos (excepto en Rivera) y quedó lejos de los principales contrincantes. En este marco, las perspectivas de Guillermo Stirling son poco alentadoras.
El resultado de las elecciones del pasado domingo 27 no cambia de manera radical el escenario electoral de cara al 31 de octubre: el EP-FA sigue siendo el favorito en las encuestas y mantiene sus chances de quedarse con la presidencia en la primera vuelta, el Partido Blanco permanece como segunda opción y con oportunidad de forzar una segunda vuelta, mientras que el Partido Colorado será importante en la medida que sume votos para evitar que la coalición de izquierda llegue a la mayoría. Sin embargo, el proceso de primarias parece haber dado algo más de aire al Partido Nacional que al resto de las fuerzas. De todos modos, aún faltan poco menos de cuatro meses para los comicios generales y el final permanece abierto.
(1). Datos oficiales extraídos del sitio web de la Corte Electoral del Uruguay [http://www.corteelectoral.com.uy/], actualizada al 8 de julio de 2004.
Fuentes utilizadas:
RIAL, Juan: “Uruguay, un proceso electoral poco predecible”; en Observatorio electoral [http://www.observatorioelectoral.org/]; 26 de junio de 2004.
RIAL, Juan: “El resultado de las elecciones internas deja un final abierto para octubre”; en Nueva Mayoría.com [http://www.nuevamayoria.com/]; 7 de julio de 2004.
El País, de Montevideo.
Corte Electoral del Uruguay, http://www.corteelectoral.gub.uy/
Matías FranchiniConsejero AcadémicoEs Profesor Principal de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario, en Bogotá. Doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad de Brasilia y Licenciado en Ciencia Política por la Universidad Católica de Buenos Aires. Fue investigador visitante en la Woodrow Wilson School de la Universidad de Princeton. Es autor de varias publicaciones en inglés, portugués y español en las áreas de gobernanza global, estudios latinoamericanos y política internacional del cambio climático.
Las elecciones internas en el Uruguay se realizaron sin grandes sorpresas en cuanto a los candidatos nominados para correr por la Presidencia el 31 de octubre próximo. Dos de los tres partidos que animarán el comicio que definirá el cuarto presidente desde que en 1985 Uruguay recuperó la democracia, ya habían fijado el nombre de quien los representaría antes del 27 de junio, lo que privó al acto electoral de un carácter eminentemente competitivo. En el seno de la coalición de izquierda Encuentro Progresista – Frente Amplio (EP-FA), el favorito Tabaré Vázquez se había quedado sin competencia interna una vez que el senador Danilo Astori se abstuvo de enfrentarlo allá por abril de este año, y en el oficialista Partido Colorado un acuerdo de cúpula entre los sectores liderados por el actual presidente Jorge Batlle (Lista 15) y su antecesor Julio María Sanguinetti (Foro Batllista), definió las cosas a favor de Guillermo Stirling, ex ministro del Interior. El único partido que puso la definición de su candidato en manos de la ciudadanía fue el Blanco o Nacional, donde se enfrentaron el ex presidente Julio Alberto Lacalle, representante del herrerismo, y el senador Jorge Larrañaga, representante de Alianza Nacional. Tal como habían anticipado los sondeos en las semanas previas, fue este último quien se quedó con la nominación, aunque por una (abultada) diferencia no prevista en las encuestas. La primera vuelta de votación, a realizarse en octubre, enfrentará entonces al favorito Tabaré Vázquez (EP-FA), al ascendente Jorge Larrañaga (Blanco) y al complicado Guillermo Stirling (Colorado).
He aquí algunos de los resultados de la contienda(1): la participación de la ciudadanía rondó el 45%, una cifra inferior a la de 1999 (53.7%) pero importante si se tiene en cuenta el carácter no obligatorio de la elección, en especial si se tiene en cuenta que fue percibida como una competencia en la que pocas cosas estaban en juego. En términos globales, el partido que receptó la mayor parte de los votos fue la coalición de izquierda, con el 42.8%, seguido muy de cerca por el Partido Nacional 41.5%, y lejos quedó el Partido Colorado (15.0%); los otros siete partidos que participaron de la contienda apenas reunieron el 0.7% restante. Y los resultados arrojados por la elección reflejaron la situación interna de cada una las fuerzas, arriba reseñada: en el EP-FA, Tabaré obtuvo el 100% de los votos, ya que careció de contrincantes; en el Partido Colorado, Guillermo Stirling se alzó con la victoria con un aplastante 91.1% al contar con el apoyo de las corrientes mayoritarias de la fuerza; finalmente, Jorge Larrañaga dobló los votos que recibió Lacalle entre los precandidatos blancos (66.0% frente a 33.6%), convirtiéndose de todos modos en la disputa más reñida de la jornada.
Pese a que, como se dijo en un principio, el acto eleccionario careció de sorpresas en cuanto a los resultados, arrojó una serie de cuestiones que parecen dignas de resaltar y que tienen que ver tanto con el escenario general de la política uruguaya, como con la coyuntura electoral y la vida de los partidos.
Un hecho observable ha sido la declinación del protagonismo de los más tradicionales liderazgos en los partidos Colorado y Blanco. Tanto los ex presidentes Sanguinetti (1985-90 y 1995-2000) y Lacalle (1990-95), como el actual mandatario Batlle (2000-05), no serán figuras centrales del escenario electoral que dominará la política uruguaya desde ahora hasta el 31 de octubre, o más allá. Si uno se remonta algunos meses atrás, los principales nombres que se barajaban para enfrentar a Vázquez eran precisamente los de los ex presidentes. Sin embargo, primero Sanguinetti, que cedió su candidatura para postular a Stirling como candidato de acuerdo, luego Lacalle que perdió la nominación con Jorge Larrañaga, se dedicarán solamente a acompañar a los contendientes a la presidencia. La derrota de Lacalle fue la más contundente, ya que perdió en las urnas y casi por el doble de votos, y la virtud aquí fue de Larrañaga, que logró consolidar un frente que aglutinó los sectores nacionales contrarios a la dirección del viejo caudillo y se presentó como la renovación del partido e incluso de la misma política. Por otro lado, el presidente Batlle ha tenido una muy escueta participación en lo que va de la campaña, y es probable que mantenga su bajo perfil en lo que queda de la misma: ningún candidato quiere el apoyo de una figura que tiene un nivel de aceptación popular inferior al 10%.
La elección interna sirvió también para medir fuerzas en el interior de los partidos, ya que al margen de la nominación de candidatos a presidente, se elegían los integrantes para las convenciones nacionales y departamentales de las agrupaciones. Esto es particularmente relevante en el EP-FA, que cuenta con una base muy heterogénea de representaciones políticas y que suelen tener diferendos a veces importantes sobre cuestiones fundamentales. Los resultados presentaron la derrota del sector liderado por Tabaré Vázquez, el Partido Socialista (PS), a manos del Movimiento de Participación Popular (MPP) del ex tupamaro senador José Mujica; en tercer lugar, quedó Asamblea Uruguay, seguida por la Vertiente Artiguista. Los sectores considerados más radicales de la coalición mantuvieron una participación cercana al 10%. En el Partido Blanco la gran noticia ha sido la derrota del Herrerismo, encarnado en la figura de Luis Lacalle, considerado hasta hace un tiempo como virtualmente invencible, habrá que ver como evoluciona el liderazgo de Larrañaga, que por lo pronto tuvo la capacidad de crear un frente común para vencer al ex presidente. En el Partido Colorado, la interna arrojó ventaja a favor del Foro Batllista que superó a Lista 15, la otra fuerte corriente interna liderada por Jorge Batlle. El Partido Colorado esta pasando también por un proceso de transición y seguramente en octubre enfrentará la peor votación de su historia.
Para terminar cabe hacer algunas reflexiones sobre el resultado mismo de las internas del 27 de junio. Si uno compara los niveles de votación que tuvo el EP-FA con respecto a 1999 (43% contra 31%), y además destaca que la candidatura única de Vázquez le quitaba gran parte del atractivo al acto eleccionario, podría decirse que el resultado del comicio fue un éxito. Sin embargo, esto no fue del todo así. La dirigencia de la coalición, y Vázquez en particular, presentaron el proceso interno del 27 como un plebiscito sobre la candidatura del ex alcalde de Montevideo, en la que habrían de demostrar lo inevitable de la victoria del mismo en primera vuelta, obteniendo en el proceso interno un porcentaje superior al 50%. Llamaron entonces a su electorado a expresar en las urnas el poderío del EP-FA, para dar un mensaje claro a los liderazgos tradicionales sobre el insoslayable fin de sus días. Como se sabe esta perspectiva falló, convirtiendo un hecho positivo (el buen nivel de votos teniendo en cuenta las circunstancias) en una especie de derrota (el no haber alcanzado el 50% del electorado). Nadie fue responsable de esta situación más que la propia coalición de izquierda, que constituyó según el Director de la Consultora Factum, Oscar Bottinelli, una auto-derrota.
La otra cara de moneda la representó el Partido Nacional, que con el 41.5% de los votos ratificó las tendencias de crecimiento que vienen mostrando las encuestas desde hace unos meses. Es cierto que contaron con la ventaja de tener una interna realmente competitiva, pero el hecho de haber ganado en casi todos los distritos (con la casi lógica excepción de Montevideo, bastión del EP-FA) y haber tocado las puertas del Frente Amplio, configura un resultado digno de tener en cuenta. Hay que recordar que el Partido había obtenido el tercer lugar tanto en las primarias como las generales de 1999. Esta situación configura además una plataforma de lanzamiento más que satisfactoria para Larrañaga como candidato. El Partido Colorado redondeó una actuación mala pero previsible, que seguramente se consolidará con las presidenciales del 31 de octubre. La fuerza oficialista se ubicó en tercer lugar en todos los distritos (excepto en Rivera) y quedó lejos de los principales contrincantes. En este marco, las perspectivas de Guillermo Stirling son poco alentadoras.
El resultado de las elecciones del pasado domingo 27 no cambia de manera radical el escenario electoral de cara al 31 de octubre: el EP-FA sigue siendo el favorito en las encuestas y mantiene sus chances de quedarse con la presidencia en la primera vuelta, el Partido Blanco permanece como segunda opción y con oportunidad de forzar una segunda vuelta, mientras que el Partido Colorado será importante en la medida que sume votos para evitar que la coalición de izquierda llegue a la mayoría. Sin embargo, el proceso de primarias parece haber dado algo más de aire al Partido Nacional que al resto de las fuerzas. De todos modos, aún faltan poco menos de cuatro meses para los comicios generales y el final permanece abierto.
(1). Datos oficiales extraídos del sitio web de la Corte Electoral del Uruguay [http://www.corteelectoral.com.uy/], actualizada al 8 de julio de 2004.
Fuentes utilizadas:
RIAL, Juan: “Uruguay, un proceso electoral poco predecible”; en Observatorio electoral [http://www.observatorioelectoral.org/]; 26 de junio de 2004.
RIAL, Juan: “El resultado de las elecciones internas deja un final abierto para octubre”; en Nueva Mayoría.com [http://www.nuevamayoria.com/]; 7 de julio de 2004.
El País, de Montevideo.
Corte Electoral del Uruguay, http://www.corteelectoral.gub.uy/