Derechos Humanos y
Solidaridad Democrática Internacional

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Monitoreo de la gobernabilidad democrática

16-12-2003

Presentación de Carlos Rodríguez Braun

Reunión del Ciclo de Análisis Político y Económico que se realizó el día martes 16 de diciembre 2003 en la sede de CADAL.

Voy a intentar contarles muy rápidamente la impresión que de la Argentina hay en España y después voy a plantear una conjetura que se me ha ocurrido en estas semanas de visita a la Argentina.
La imagen que tienen los españoles de la Argentina ha venido marcada muy fuertemente por los acontecimientos de los últimos dos años y por la sorpresa que representó Néstor Kirchner. La imagen de lo que fue la Argentina de diciembre de 2001 y enero de 2002, que fue la última vez que estuvimos Néstor Scibona y yo en una sesión parecida a esta, es una imagen tan espantosa que la vieron los españoles igual que la vieron ustedes, es decir, era igualmente espantosa vista de aquí que vista de afuera. Era la manifestación de un descalabro institucional muy considerable.
Después se produce la recuperación a la que han hecho referencia tanto Néstor Scibona como Carlos Gervasoni y de pronto gana Kirchner y a los españoles les pasa con Kirchner lo mismo que a los argentinos: no sabían qué hacer con él. Se sentía un poco raro, era un hombre desconocido, era desconocido para los argentinos, por lo tanto, más sería desconocido por los españoles. Gana en una situación muy precaria y empieza con un discurso que como mínimo pareció chocante en España: un señor que le gruñe a los empresarios pero sonríe a Fidel Castro, a Hebe de Bonafini, a Evo Morales, a Chávez, en fin, "a lo mejor de cada casa en América", pues es un señor que como mínimo provoca inquietud o que por otro lado se puede decir que "solamente puede mejorar".
Cuando llegó a España en su viaje, ya venía de Francia donde también había insultado a los empresarios, en Madrid pues también insultado a los empresarios y se vuelve. La lectura que se hizo allí, otra vez, es la misma que se hizo aquí, y es: este hombre está intentando acumular poder en la Argentina, su situación es muy precaria y el señor dice: "bueno, vamos a ver quién me apoya, y si a mi me apoyan nada más que Fidel Castro y la señora de Bonafini, pues empiezo con ellos. Yo empiezo con ellos y después ya veré y si los que me apoyan son los piqueteros, pues también apoyo a los piqueteros y después ya veré, y si el mensaje requiere que yo vaya a Madrid y diga que los empresarios españoles son unos conquistadores, explotadores, depredadores - elijan ustedes el adjetivo - pues yo voy a Madrid y digo eso y soy reconocido en Argentina cuando regrese", que probablemente fue lo que pasó.
Entonces, esa interpretación, que un poco apuntó Carlos Gervasoni antes, existe en las dos orillas del Atlántico y la gente está esperando lo mismo que ustedes, están esperando en España que esto vaya a cambiar. Y como las empresas tienen obligación de llevarse bien con los que mandan, ha habido aproximaciones, y lo que contó Néstor Scibona es exactamente así. Si yo soy un español que vengo con una inversión gruesa para la Argentina, yo les aseguro que no me dan con la puerta en la nariz en la Casa Rosada, eso desde luego. Donde sí me han dado con una puerta en la nariz es con una entrevista que le pedí a Kirchner. Pero es una entrevista muy curiosa porque no se la pedí yo, me la pidió él. Cuando va a Madrid, la semana anterior había estado Lula, y entonces me llamó el director de mi diario, el director de ABC y me dice: "por qué no escribes una tercera", una tercera es la gran página de opinión del diario, "escribe una tercera sobre Lula", entonces me salió el argentino patriótico y dije: "No, también viene mi presidente, así que hagamos una cosa sobre Lula y Kirchner". Y efectivamente el día que llegó Kirchner yo le saco una tercera titulada: "Lula y Kirchner en España", donde le doy algunos palos a Lula y sobre todo muchos palos a él. Siete y media de la tarde cóctel en la embajada de Argentina en Madrid, a donde voy (cuando me invitan a la embajada me pongo una corbata que tengo con la cara de Juan Bautista Alberdi). Entonces cuando llego me ve el embajador, Abel Posse, un simpático novelista y diplomático de carrera, me dice: "Vení", y me presenta a Kirchner. Y cuando Kirchner oye mi nombre me dice: "¿usted es el del artículo de esta mañana?". Le digo: "Sí, señor presidente". "Estoy muy en desacuerdo", me dice, y le respondo: "me puedo equivocar, señor Presidente" (ahí estuve muy diplomático). Y entonces me dice: "Yo me estoy volviendo a Buenos Aires, pero yo sé que usted es argentino y español y seguramente viajará a Buenos Aires. ¿Cuándo va a viajar?" Yo le conté este viaje que he hecho en diciembre, que he venido a trabajar y a dar conferencias, etc., y le conté que venía y me dijo: "cuando llega me llama porque quiero hablar con usted y le voy a demostrar que soy un hombre muy moderado". "Ojalá sea así señor Presidente", le respondí, y terminó el diálogo.
Cuando llegué lo llamé y no me va a recibir, ni lo creo, porque según me han comentado, es un hombre que esto de la prensa libre no lo termina de entender, tiene otras preocupaciones, yo creo, pero por otra parte quizás tampoco sea una persona que contraste con otras. Yo no sé si De la Rúa daba muchas conferencias de prensa. Yo no estoy muy seguro de que haya una cultura en Argentina, de que haya una relación con la prensa como existe en otros países.
En resumen de la situación yo creo que la lectura en España es bastante parecida a la lectura que han hecho tanto Néstor Scibona como Carlos Gervasoni y, como se dice en España, "a verlas venir", a ver qué pasa con este hombre.
La conjetura, y a esto voy a dedicar el resto de mi intervención, porque además me interesa mucho vuestra opinión, la de mis colegas de mesa y la del público, es la siguiente. Decía Néstor Scibona que no estamos en el 73. Evidentemente no estamos. La historia no describe círculos perfectos, da vueltas y escribe extrañas circulares. Y aquí la sensación que da, que a algunos nos da mucha pereza, es que vuelven viejas tonterías. Vuelven a que hay que cerrar la economía, que las empresas nacionales son mejores que las extranjeras y entonces nos venden cosas malas y que ahora tenemos que aplaudir. La cultura anti-comercio, anti-apertura, anti-propiedad privada, anti-capitalismo, anti-empresa, da mucha pereza. Pero no es el 73, la historia describe unas espirales extrañas.
La conjetura que yo les quiero plantear esta mañana es qué pasa si concebimos a la Argentina como demandando un estado de bienestar. ¿Qué pasa si la Argentina hoy está como España cuando murió Franco? Y los paralelismos me parece que son bastante notables. El más importante, a mi juicio, es que la presión fiscal medida por el gasto público total partido por el PIB, es tan baja en Argentina ahora como era en España entonces. Está entre el 20 y el 30, bastante por debajo del 30 debe estar (19 por ciento, dice Néstor Scibona) Cuando murió Franco estaba en el 22 por ciento. Y lo que yo veo es que hay una clara demanda del estado de bienestar. Una de las manifestaciones de esa demanda es la admiración que hay con España. Permanentemente se está hablando de España y un artículo tras otro nos elogian los Pactos de la Moncloa. Los Pactos de la Moncloa, para que os deis una idea, fueron un gran avance político porque plasmaron la reconciliación, que eso fue lo que lograron los españoles, me parece que los argentinos algo de eso deberían hacer. Plasmaron la reconciliación y decidieron montar el Estado de bienestar. Esto fue lo que hizo que todos los partidos políticos españoles, por cierto que no había ninguno liberal, tanto de derecha como de izquierda, dijeron "venga, esto es lo que queremos, queremos el estado de bienestar. Una sociedad pacífica, europea, queremos ser europeos, y le reprochaban al régimen franquista que a veces no es tan pequeño, queremos seguridad jurídica, queremos seguridad física y queremos un estado de bienestar, que nos proteja del desempleo y que nos dé salud, educación y pensiones". Esto es lo que querían los españoles y lo tuvieron. Y el Pacto de la Moncloa lo que hace es "nos vamos a poner de acuerdo para hacer eso". En otras palabras, no solamente se reconciliaron políticamente, que es un avance importante, no lo estoy desmereciendo, sino que además acordaron hacer un estado de bienestar que los españoles también estaban demandando y tuvieron que pasar 20 años hasta que los españoles percibieran que esto del estado de bienestar también tiene una cara mala, y es que hay que pagarlo! No es el maná. Pero eso tardó 20 años, y la presión fiscal medida así, en sentido lato, de gasto público partido por el Producto Bruto pasó del 22 por ciento en el 75, al 50 por ciento en el 92. Ningún país del mundo registró un crecimiento de la presión fiscal tan acelerado, que la España de aquellos años, que es vendida, por ellos mismos y por todo el mundo, como el gran éxito.
Allí es cuando se empezó a plantear la cosa de que a lo mejor, y ahí viene la política que es muy interesante, a lo mejor nos hemos pasado. Y en el año 96, por primera vez, gana las elecciones un político que dice que va a bajar los impuestos y entonces ya nos convertimos en un país occidental. ¿No? Donde los gobernantes que suben los impuestos pierden las elecciones y los ganan los gobernantes que dicen que los van a bajar, y todo el mundo confluye en una cosa que es bastante parecida. Es muy asombroso que los países que somos cada cual, como se dice en España, de nuestros padres y nuestras madres, que somos distintos en culturas, en historias, en marco institucional, cuando hay un poco de democracia y se dejan pasar algunos años, más o menos estamos entre el 40 y el 60 por ciento de presión fiscal medida de esa manera. Es raro encontrar un país como la Argentina, donde el gasto público sea tan bajo y también es raro encontrar un país democrático donde el gasto público es muy alto. Eso los políticos lo saben muy bien, cuando el gasto público es muy alto, es muy fácil quitar al que manda el gasto porque opera lo que con toda antimodestia voy a llamar la "ley fiscal de Rodríguez". La "Ley fiscal de Rodríguez" es que los gobernantes suben el gasto público hasta que la rentabilidad política del último peso gastado resulta menor que el coste político del último peso recaudado y entonces ahí estamos en una situación de equilibrio que más o menos nos da este panorama.
Bien, la Argentina está lejos de esto, y mi conjetura es: ¿Y si se lanza? ¿Y si se lanza a hacerlo? ¿La gente no está dispuesta a cambiar la Argentina de hoy por la España de hoy? Yo creo que lo cambiarían a ciegas, a ciegas cambiarían eso. Cambiarían el fin de los piqueteros por un sistema amplio de seguridad social que redistribuya dinero hacia los desempleados a través de sus cuentas corrientes. Está totalmente despolitizada la seguridad, lo que no quiere decir que no se utilice en la campaña electoral, pero el mecanismo está completamente despolitizado. Si yo quedo desempleado en España, a mí me van a pagar el seguro de desempleo, cualquiera sea el partido que gobierne y desde luego que no depende de ningún jefe piquetero, puntero de barrio, cuñado de Kirchner o lo que sea, y los argentinos, yo creo que eso lo querrían, estarían dispuestos a eso. Por supuesto que estarían dispuestos a pagar muchos más impuestos a cambio de tener tanto seguridad física como seguridad jurídica. Es decir, harían el cambio ya, y no se plantearían el problema probablemente hasta dentro de 20 años cuando ya tengan, probablemente, crecimiento económico, seguridad jurídica, estabilidad de precios, una situación fiscal razonable y de pronto dirían: "Caray, me están quitando la mitad de mi renta en los impuestos, y ahí me gusta poco". Entonces ahí se plantearía una protesta.
Entonces, me gustaría dejar planteado si veis que ese escenario sea posible. A mí por supuesto no me gusta, yo no hago más que protestar, en España, todos los días por los impuestos que pagamos y amigos míos, argentinos, me dicen: "tú no debes protestar, debes estar encantado, porque la alternativa que de verdad me gustaría es haber tenido el crecimiento económico que ha tenido España sin la presión fiscal, es de momento una utopía". No hay ningún país que tenga una presión fiscal muy baja y una tasa de crecimiento muy alta. Entonces tenemos que elegir entre ser como la Argentina con un gasto público muy bajo o ser como España con un gasto público muy alto. Si solamente esas dos alternativas son las que existen, probablemente las elegiríamos todos. Los argentinos son cada vez más concientes de que eso es lo que quieren, y lo quieren cada vez más, y por lo tanto a lo mejor lo vais a tener y yo no sé si felicitarlos o no.

Carlos Rodríguez Braun es catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid, autor de los libros La cuestión colonial y la economía clásica (Alianza, 1989), Grandes economistas (Pirámide, 1997), A pesar del Gobierno (Unión Editorial, 1999), Estado contra mercado (Taurus, 2000), y 25 años del Círculo de Empresarios (C. De Empresarios, 2002); y co-editor de Argentina 1946-1982. The economic ministers speak (Macmillan, 1990), Encuentro con Karl Popper (Alianza, 1992), y La economía en sus textos (Taurus, 1998), columnista de ABC, Expansión, y Libertad Digital, y comentarista en "Protagonistas" y "La Brújula" en Onda Cero Radio.

 

 

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