Derechos Humanos y
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Promoción de la Apertura Política en Cuba

15-02-2018

Defender la libertad no es un oficio

Contados somos los que resistimos y nos pronunciamos abiertamente en contra de un sistema que se disfraza de izquierda socialista en nombre de la soberanía nacional y no hace otra cosa que aplastar con la injusticia más atroz a sus propios ciudadanos, negándoles todo sueño de prosperidad y de futuro.
Por Lía Villares

El golpe bajo de un registro súbito a un disidente, orquestado por efectivos de la contrainteligencia "con el objetivo de ocupar objetos de procedencia ilícita" y acusarnos así con un cargo o delito común ("actividad económica ilícita") aunque se trate únicamente de motivos políticos, es solo un escarmiento a los más cercanos, involucrados o no en esa "actividad subversiva" que ellos dicen que realizas "ilegalmente",  -que todo tu trabajo se basa en "material de contenido CR" ("contrarrevolucionario")- y es además una burla descarada/descarnada a todas aquellas manos solidarias que pese a todo nos siguen ayudando.

Defender la libertad no es un oficio, es un principio. Elevar nuestra dignidad pisoteada y continuar el camino, y hacerlo además con la ayuda desinteresada de personas comprometidas con los derechos humanos, con la verdad, la libertad y la democracia, con los principios más básicos de humanidad, no es cuestión de discursos bonitos ni alegatos políticos: vivir siendo perseguidos y atacados por un aparato de contrainteligencia represivo, es el sacrificio que nos toca pagar de manera compartida por aspirar a esa libertad más fundamental, con la conciencia limpia frente a la aparente ventaja de la impunidad y la prepotencia del esbirro.

La ignorancia o la incomprensión, el temor, los prejuicios, nos han hecho una sociedad conforme e inferior, con una estructura económica esclavizada, dependiente, con la herencia colonial que nos hizo débiles y cobardes: una mentalidad hecha para el servilismo. Contados somos los que resistimos y nos pronunciamos abiertamente en contra de un sistema que se disfraza de izquierda socialista en nombre de la soberanía nacional y no hace otra cosa que aplastar con la injusticia más atroz a sus propios ciudadanos, negándoles todo sueño de prosperidad y de futuro.

Es el precio. Para vivir en tu hogar, sin la tranquilidad que un concepto de hogar debe llevar: pues de pronto es invadido por esos personajes oscuros, esos esbirros ávidos de hurgar minuciosamente en cada detalle íntimo de tu vida, trasladando el operativo excesivo que te han hecho numerosas veces -sitiándote, acosándote y amenazándote por tratar de vivir plena y libremente, por respirar, por existir casi- todo eso ahora dentro de tu casa: un desfile de ajenos despreciables transitando tus espacios privados, revolviendo y fotografiando cada apunte, cada papel hallado, no importa si es tu literatura, tus diarios, tu correspondencia personal; cada rincón es allanado y vaciado con despotismo y prepotencia, con la  toda la impunidad del que se sabe poderoso y con la falta de ética y de respeto más radical.

Ese hogar ahora ya te resulta inhóspito, te da asco hasta descansar donde antes manos invasoras "ocuparon" todas tus cosas, tus medios para expresarte a través del arte, tus proyectos creativos hechos polvo, eso que ellos insisten en llamar "proyecto enemigo en contra de los intereses generales de la nación", porque tú no eres pueblo, no eres nada (como le decía la pueblerina Daisy Granados al Sergio de Memorias del subdesarrollo), estás siendo expulsada de esta isla bajo el pretexto incluso, cobarde justificación, de una "restricción de salida" desde hace nueve meses, aunque desde hace años violan uno tras otro todos tus derechos, y ahora por último te roban tu intimidad y te inmovilizan todavía más, hasta el fondo de ese laberinto ya totalmente recorrido tantas veces hasta la extenuación.

Los totalitarismos no admiten críticas, ni desafectos, ni partidos que hablen de pluralidad e inclusión. Ni mucho menos personas interiormente libres. Por eso nos hacen al final protagonistas incuestionables de los tiempos críticos, infinitamente oscuros.

Víctimas de su propio infantilismo con sus eufemismos lingüísticos, se ridiculizan ellos mismos y escriben cosas como "20 folletos con dibujos de dos cerdos subversivos" y hacen constar con la más absoluta desfachatez el objetivo real de su afanosa búsqueda, de su perruno rastreo.

No contentos con la humillación "positiva" que los deja medio satisfechos, nos encierran en calabozos donde escriben "CR" en el motivo del acta de detención, todo ejecutado de la manera más arbitraria, esgrimiendo estar actuando bajo los estatutos de una supuesta legalidad, bajo el amparo de una ley absurda y ridícula que demuestra su insensatez con cada preso de conciencia, con cada persona injustamente encarcelada.

En los calabozos somos despojados ahora ya hasta de los anillos, aretes y cordones de zapatos. Aquí ya ahora sí no tenemos nada más que perder. No tenemos necesidad alguna de alimento o líquido pues nos sigue alimentando e hidratando nuestro sentido humano de libertad interior, nuestra fuerza de espíritus libertarios y transparentes. Nuestra entrega al deseo más fuerte de todo ser humano. Al grito desgarrado pero verdadero de seres libres, cuya verdad queda reflejada justo tras esos barrotes, incapaces de contenernos.

Lía Villares
Lía Villares
 
 
 

 
 
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