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Monitoreo de la gobernabilidad democrática
El recuerdo de Germán Sopeña: una doble tristeza
Al cumplirse 20 años de su fallecimiento, sus análisis y opiniones sobre la realidad argentina siguen más vigentes que nunca. “Actividades y prácticas que son ilícitas no sufren penalización alguna”. “Lo que falta es una suma de creatividad, vocación y mentalidad tanto en el nivel público como privado. O, dicho de otro modo, que es urgente modificar pautas y actitudes culturales que van más allá de un gobierno de turno”. “El estancamiento o la decadencia de un país -verbigracia, la Argentina- están directamente asociados con la pérdida de un valor esencial como lo es la cultura de trabajo”. “La tolerancia es la base de muchos otros progresos, además de la mejor vacuna, a largo plazo, contra los graves déficit argentinos en muchos órdenes”.Por Gabriel C. Salvia
Politólogo graduado en la Universidad del Salvador y con posgrados en el Instituto de Estudios Políticos de París y en la Universidad de la Sorbona, Germán Sopeña fue un notable periodista, Secretario General de Redacción de La Nación y ya convertido en una leyenda del diario fundado en 1870 por Bartolomé Mitre. Entre los mejores recuerdos sobre Sopeña es recomendable uno de Carlos M. Reymundo Roberts del 8 de diciembre de 2019.
Al cumplirse este 28 de abril el vigésimo aniversario de su fallecimiento en un accidente aéreo, a los 55 años de edad, el recuerdo de Sopeña provoca una doble tristeza. Por un lado, el no contar con un periodista de excelencia y gran persona. Y por otro lado, que muchos problemas señalados en sus columnas han empeorado en la Argentina. Sopeña no llegó a ver la crisis argentina del 2001/2002, los gobiernos kirchneristas, la gestión de Cambiemos y el retorno kirchnerista con pandemia incluida, pero sus análisis y opiniones siguen más vigentes que nunca.
Por ejemplo, el 26 de agosto de 1999, previo a la elección presidencial de ese año, expresaba que la Argentina “parece haber perdido la necesaria cuota de sueños que dan impulso los grandes progresos. No se parece, en tal sentido, a la Argentina de un siglo atrás, donde todos, desde la clase dirigente hasta los millones de inmigrantes que llegaban del exterior, compartían la visión de una marcha acelerada hacia grandes adelantos”.
El 19 de febrero de 2000 se refería al país del revés, afirmando que “en los países avanzados se alienta a empresas y a la iniciativa individual a emprender todo aquello que no está expresamente prohibido, y se castiga con severidad a quienes no respetan lo que está expresamente prohibido. En la Argentina sucede a menudo al revés: los intentos de emprender una actividad legítima y en franca competencia suelen encontrar trabas enormes por parte de los intereses creados. Y, al revés, actividades y prácticas que son ilícitas no sufren penalización alguna y hasta suelen encontrar influyentes protectores en diversos niveles públicos”.
El domingo 26 de marzo de 2000 Germán Sopeña planteaba que “lo que falta es una suma de creatividad, vocación y mentalidad tanto en el nivel público como privado. O, dicho de otro modo, que es urgente modificar pautas y actitudes culturales que van más allá de un gobierno de turno”.
Lo que sigue, escrito el 21 de noviembre de 2000 cobra, lamentablemente, una actualidad aún mayor: “puede decirse, sin temor a equivocarse, que el desarrollo y el progreso de los países dependen fundamentalmente del grado de cultura laboral que tienen sus habitantes. Y vale también la propuesta inversa: el estancamiento o la decadencia de un país -verbigracia, la Argentina- están directamente asociados con la pérdida de un valor esencial como lo es la cultura de trabajo”.
El 9 de diciembre del mismo año, advertía: “El grave inconveniente es que la inversión no llega por decreto ni por declaraciones de buena voluntad sino sólo si hay confianza. Todo el problema argentino actual reposa sobre la falta de confianza”.
Sin llegar a conocer “la grieta”, el 25 de enero de 2001 Sopeña escribía sobre las soluciones posibles para los déficit del país y aclaraba que “cada vez que hubo retrocesos en el país, lo que hubo en realidad fue el retorno a épocas de nueva intolerancia, ya fuese bajo un gobierno legalmente elegido -como en el caso del peronismo de 1946- o, más grave aún, con el acceso ilegítimo al poder de gobiernos militares que practicaron abiertamente la intolerancia con todo aquel que no pensara lo mismo. La tolerancia es la base de muchos otros progresos, además de la mejor vacuna, a largo plazo, contra los graves déficit argentinos en muchos órdenes”.
Tres meses antes de su muerte, Sopeña manifestaba su preocupación sobre quienes ejercen cargos representativos, reclamándoles “que se pongan a la altura de las exigencias de la democracia que se supo construir. Entre otras cosas, por sobre todo, que sepan decidirse por las opciones correctas para el progreso y no perderse en debates que mucho tienen que ver con intolerancia hacia las ideas y una gran tolerancia frente a prácticas inaceptables para un auténtico Estado de Derecho”.
Antes de llegar al diario La Nación, Sopeña fue redactor de las revistas Parabrisas, Corsa, Siete días y Panorama, y jefe de redacción del diario Tiempo Argentino entre 1985 y 1986. En 1991 obtuvo la beca de investigación Eisenhower y participó del seminario sobre política internacional de la Universidad de Georgetown. Entre otros reconocimientos, recibió la Orden Nacional del Mérito del gobierno de Francia y el Premio Konex en Análisis Económico (1997).
Luego de su fallecimiento, se publicó un libro inédito de Sopeña “Memorias de la Patagonia. Crónicas, escenarios, personajes (2006)” y se reeditaron La libertad es un tren (1990) y La Patagonia blanca (1998). También fue autor de “Testimonios de nuestra época”, “El otro Moreno” y “Monseñor Patagonia - Vida y viajes de Alberto De Agostini”.
Sopeña además ejerció la docencia. Enseñó periodismo en la Universidad de Belgrano y dictaba una clase de un seminario para jóvenes sobre periodismo económico, entre cuyos asistentes estuvo el actual Secretario de Redacción de La Nación, José Del Río.
Germán Sopeña había nacido el 7 de octubre de 1946 en Huinca Renancó, Córdoba. Se extrañan mucho su persona y sus ideas.
Gabriel C. SalviaDirector GeneralActivista de derechos humanos enfocado en la solidaridad democrática internacional. En 2024 recibió el Premio Gratias Agit del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Checa. Es autor de los libros "Memoria, derechos humanos y solidaridad democrática internacional" (2024) y "Bailando por un espejismo: apuntes sobre política, economía y diplomacia en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner" (2017). Además, compiló varios libros, entre ellos "75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Miradas desde Cuba" (2023), "Los derechos humanos en las relaciones internacionales y la política exterior" (2021), "Desafíos para el fortalecimiento democrático en la Argentina" (2015), "Un balance político a 30 años del retorno a la democracia en Argentina" (2013) y "Diplomacia y Derechos Humanos en Cuba" (2011), Sus columnas de opinión han sido publicadas en varios medios en español. Actualmente publica en Clarín, Perfil, Infobae y La Nación, de Argentina. Ha participado en eventos internacionales en América Latina, África, Asia, Europa, los Balcanes y en Estados Unidos. Desde 1992 se desempeña como director en Organizaciones de la Sociedad Civil y es miembro fundador de CADAL. Como periodista, trabajó entre 1992 y 1997 en gráfica, radio y TV especializado en temas parlamentarios, políticos y económicos, y posteriormente contribuyó con entrevistas en La Nación y Perfil.
Politólogo graduado en la Universidad del Salvador y con posgrados en el Instituto de Estudios Políticos de París y en la Universidad de la Sorbona, Germán Sopeña fue un notable periodista, Secretario General de Redacción de La Nación y ya convertido en una leyenda del diario fundado en 1870 por Bartolomé Mitre. Entre los mejores recuerdos sobre Sopeña es recomendable uno de Carlos M. Reymundo Roberts del 8 de diciembre de 2019.
Al cumplirse este 28 de abril el vigésimo aniversario de su fallecimiento en un accidente aéreo, a los 55 años de edad, el recuerdo de Sopeña provoca una doble tristeza. Por un lado, el no contar con un periodista de excelencia y gran persona. Y por otro lado, que muchos problemas señalados en sus columnas han empeorado en la Argentina. Sopeña no llegó a ver la crisis argentina del 2001/2002, los gobiernos kirchneristas, la gestión de Cambiemos y el retorno kirchnerista con pandemia incluida, pero sus análisis y opiniones siguen más vigentes que nunca.
Por ejemplo, el 26 de agosto de 1999, previo a la elección presidencial de ese año, expresaba que la Argentina “parece haber perdido la necesaria cuota de sueños que dan impulso los grandes progresos. No se parece, en tal sentido, a la Argentina de un siglo atrás, donde todos, desde la clase dirigente hasta los millones de inmigrantes que llegaban del exterior, compartían la visión de una marcha acelerada hacia grandes adelantos”.
El 19 de febrero de 2000 se refería al país del revés, afirmando que “en los países avanzados se alienta a empresas y a la iniciativa individual a emprender todo aquello que no está expresamente prohibido, y se castiga con severidad a quienes no respetan lo que está expresamente prohibido. En la Argentina sucede a menudo al revés: los intentos de emprender una actividad legítima y en franca competencia suelen encontrar trabas enormes por parte de los intereses creados. Y, al revés, actividades y prácticas que son ilícitas no sufren penalización alguna y hasta suelen encontrar influyentes protectores en diversos niveles públicos”.
El domingo 26 de marzo de 2000 Germán Sopeña planteaba que “lo que falta es una suma de creatividad, vocación y mentalidad tanto en el nivel público como privado. O, dicho de otro modo, que es urgente modificar pautas y actitudes culturales que van más allá de un gobierno de turno”.
Lo que sigue, escrito el 21 de noviembre de 2000 cobra, lamentablemente, una actualidad aún mayor: “puede decirse, sin temor a equivocarse, que el desarrollo y el progreso de los países dependen fundamentalmente del grado de cultura laboral que tienen sus habitantes. Y vale también la propuesta inversa: el estancamiento o la decadencia de un país -verbigracia, la Argentina- están directamente asociados con la pérdida de un valor esencial como lo es la cultura de trabajo”.
El 9 de diciembre del mismo año, advertía: “El grave inconveniente es que la inversión no llega por decreto ni por declaraciones de buena voluntad sino sólo si hay confianza. Todo el problema argentino actual reposa sobre la falta de confianza”.
Sin llegar a conocer “la grieta”, el 25 de enero de 2001 Sopeña escribía sobre las soluciones posibles para los déficit del país y aclaraba que “cada vez que hubo retrocesos en el país, lo que hubo en realidad fue el retorno a épocas de nueva intolerancia, ya fuese bajo un gobierno legalmente elegido -como en el caso del peronismo de 1946- o, más grave aún, con el acceso ilegítimo al poder de gobiernos militares que practicaron abiertamente la intolerancia con todo aquel que no pensara lo mismo. La tolerancia es la base de muchos otros progresos, además de la mejor vacuna, a largo plazo, contra los graves déficit argentinos en muchos órdenes”.
Tres meses antes de su muerte, Sopeña manifestaba su preocupación sobre quienes ejercen cargos representativos, reclamándoles “que se pongan a la altura de las exigencias de la democracia que se supo construir. Entre otras cosas, por sobre todo, que sepan decidirse por las opciones correctas para el progreso y no perderse en debates que mucho tienen que ver con intolerancia hacia las ideas y una gran tolerancia frente a prácticas inaceptables para un auténtico Estado de Derecho”.
Antes de llegar al diario La Nación, Sopeña fue redactor de las revistas Parabrisas, Corsa, Siete días y Panorama, y jefe de redacción del diario Tiempo Argentino entre 1985 y 1986. En 1991 obtuvo la beca de investigación Eisenhower y participó del seminario sobre política internacional de la Universidad de Georgetown. Entre otros reconocimientos, recibió la Orden Nacional del Mérito del gobierno de Francia y el Premio Konex en Análisis Económico (1997).
Luego de su fallecimiento, se publicó un libro inédito de Sopeña “Memorias de la Patagonia. Crónicas, escenarios, personajes (2006)” y se reeditaron La libertad es un tren (1990) y La Patagonia blanca (1998). También fue autor de “Testimonios de nuestra época”, “El otro Moreno” y “Monseñor Patagonia - Vida y viajes de Alberto De Agostini”.
Sopeña además ejerció la docencia. Enseñó periodismo en la Universidad de Belgrano y dictaba una clase de un seminario para jóvenes sobre periodismo económico, entre cuyos asistentes estuvo el actual Secretario de Redacción de La Nación, José Del Río.
Germán Sopeña había nacido el 7 de octubre de 1946 en Huinca Renancó, Córdoba. Se extrañan mucho su persona y sus ideas.