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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
¿Por qué Irán es una autocracia de línea dura con una economía rudimentaria y una gobernanza fallida?
Análisis del desempeño de la República Islámica de Irán en el Bertelsmann Transformation Index 2006-2024.Por Delfina Banchero
Desde el inicio del siglo XXI, la República Islámica de Irán ha sido un país de interés en el escenario global no sólo por su posición estratégica en Medio Oriente, sino también por su historial en derechos humanos. Acusada de violaciones sistemáticas y crímenes de lesa humanidad, Irán se encuentra bajo la lupa de la comunidad internacional, sometida a sanciones y cierto aislamiento diplomático y comercial. Este panorama se entiende mejor considerando el régimen teocrático establecido a partir de la Revolución de 1979, donde el chiismo es la religión oficial y fundamental para la identidad iraní. Esto explica parte de las rivalidades con vecinos sunitas y conforma la base del modelo islámico del país, pues la doctrina chiita delega en los ayatolás una poderosa centralización política y religiosa.
El “Guía” o “Líder Supremo” tiene una fuerte incidencia sobre decisiones de carácter legislativo y jurisprudencial; es máximo referente de la jurisprudencia islámica, por cuanto tiene la potestad de orientar moral e ideológicamente al país a través de la interpretación de la ley islámica. El sistema de gobierno es presidencialista, al igual que en otros países de la región, como Turquía, Egipto y Siria, no obstante, en el caso de Irán el Líder Supremo, Alí Jamenei, posee la autoridad última. Por lo tanto, el poder no se concentra en la figura ejecutiva, aunque desde el ascenso del fallecido ex presidente Ebrahim Raisi en 2021 hubo un recrudecimiento de la mano dura del régimen. En este contexto, se desencadenó la protesta masiva “Mujer, Vida, Libertad” tras el asesinato de Mahsa Amini, un movimiento que rozó una nueva revolución. Las leyes contra la libertad de las mujeres y el periodismo, así como la represión de minorías religiosas y étnicas, siguen siendo características prominentes de la política iraní.
Será fundamental tener en cuenta este breve marco para examinar la Transformación Política (TP), la Transformación Económica (TE) y la Gobernanza (G) de Irán a lo largo del tiempo. Los gráficos presentados a continuación (Figura 1 y 2) ilustran los cambios en estas dimensiones desde 2006 hasta 2024 utilizando los datos del Bertelsmann Transformation Index (BTI), que evalúa el cambio social de 137 países en vía de desarrollo y transición hacia la democracia y economía de mercado. La metodología utilizada para la elaboración del Índice es mixta, primero empleando encuestas cualitativas estandarizadas a expertos nacionales, y luego transformando las evaluaciones en calificaciones numéricas del uno al diez por cada indicador. Los informes resultantes se someten a procesos de revisión extranjera y local para así tener en cuenta los análisis tanto internos como externos. Finalmente, los datos se calibran con coordinadores regionales, a fin de garantizar comparabilidad. La construcción de las tres dimensiones, con sus respectivos criterios e indicadores, se puede consultar en la sección metodológica del BTI.
Figura 1 Puntaje de Irán en Transformación Política, Transformación Económica y Gobernanza (1-10) de 2006 a 2024. Elaboración propia a partir del BTI.
Figura 2 Puntaje de Irán en Transformación Política, Transformación Económica y Gobernanza (1-10) de 2006 a 2024. Elaboración propia a partir del BTI. Versión ampliada.
A simple vista, la Figura 1 exhibe tres tendencias decrecientes, partiendo con calificaciones ya muy bajas. Estas puntuaciones corresponden a lo que el Índice denomina como una autocracia de línea dura, un estado de la TE rudimentario y una calidad de gobernanza fallida. La TP cuenta con una disminución sostenida en el puntaje, en tanto la TE y la G presentan altibajos pronunciados. Veamos qué significan.
Transformación Política
Esta dimensión mide la presencia y viabilidad de la democracia, el estado de derecho y la estabilidad de las instituciones democráticas. La posición actual de Irán en el BTI es el puesto 123 de 137 países. Se observa que, a lo largo de los años evaluados, los puntajes fueron consistentemente bajos. No obstante, del 2008 al 2014 se muestra una disminución perfectamente constante, coincidente con el régimen de Mahmud Ahmadineyad (2005-2013).
Irán experimentó una fase de liberalización sociopolítica bajo la previa presidencia de Mohammad Jatamí (1997-2005). Durante este período, no sólo se revisaron las políticas en materia de derechos civiles, sino que también se debatió la posibilidad de iniciar un proceso de democratización. Se planteó la separación del Islam de la política y las instituciones, e incluso se discutió la descentralización del papel del Líder Supremo. Sin embargo, dichas iniciativas reformistas fueron rápidamente censuradas por la facción conservadora que asumió en 2005.
Las instituciones decisorias son controladas por autoridades del clero, como Jamenei, quien ha sido Líder Supremo desde 1989 hasta la actualidad, y también por otros funcionarios con potestad de veto, como el Consejo de Guardianes. Por este motivo, la “no interferencia de dogmas religiosos” y “el poder efectivo para gobernar” son indicadores del BTI en los cuales Irán recibe muy bajos puntajes, sin variación hasta 2024, con 1 y 2 respectivamente. De hecho, Jamenei designa a la cabeza del poder judicial y ésta a los jueces superiores. Dado este rol de los ayatolás, la “separación de poderes” y el “poder judicial independiente” es básicamente inexistente, siempre con puntajes menores a 4. Lo mismo sucede con los mecanismos de “persecución del abuso de poder”, que sólo alcanzan a funcionarios reformistas, mientras el abuso de poder de los conservadores generalmente permanece impune.
Jamenei celebra las jornadas de elecciones y los valores de su “democracia religiosa”. Sin embargo, los partidos revisionistas de la constitución de 1979 están prohibidos, así como la mayoría de los candidatos reformistas, mujeres o sunitas que se presentan a elecciones. Además, según lo reportado por el BTI, se llevan a cabo encarcelamientos ilegales a periodistas, estudiantes e intelectuales, y el poder judicial ordena el cierre de diarios y medios de comunicación. También hay censura de diversos libros considerados políticos o contrarios al Islam y un minucioso control de las críticas al gobierno que circulan en internet.
Sumada a la opresión sistemática hacia mujeres, personas LGBTQ+ y periodistas, los bahá’ís, kurdos y evangélicos fueron foco de fuertes persecuciones. Las religiones abrahámicas, en cambio, tienen cierta libertad de culto e incluso bancas en el parlamento. Aún así, los indicadores del BTI de “libertad de expresión”, los “derechos civiles” y las “elecciones libres y justas” muestran puntuaciones alarmantemente bajas tanto para los iraníes musulmanes como no musulmanes. Ahmadineyad intentó flexibilizar la represión contra las mujeres, pero con la influencia del clero fue imposible de ejecutar.
Tras disidencias entre el Líder y Ahmadineyad, no fue el candidato presentado por el oficialismo quien ganó las elecciones de 2013 sino Hasán Rohaní (2013-2021), caracterizado por una mayor moderación. Ese período se refleja en la Figura 2 como un aplanamiento del puntaje en la TP, hasta el ascenso del conservador Ebrahim Raisi (2021-2024), político autoritario con una importante trayectoria en el poder judicial del país y un oscuro pasado como miembro de la “comisión de la muerte” en 1988. Los indicadores más afectados durante su mandato fueron los “derechos civiles” y la “libertad de expresión”, teniendo como punto de inflexión las protestas masivas de septiembre de 2022. En 2006, ambos indicadores empezaban con una puntuación de 4, pero hacia 2024 la represión aumentó drásticamente, llegando al mínimo puntaje de 1.
En aquel año Irán compartió con Corea del Norte y Eritrea la peor posición en libertad de prensa según el World Press Freedom Index, y la tasa de ejecuciones más alta del mundo con 582 confirmadas. Amnistía Internacional documentó torturas físicas, psicológicas y sexuales entre los protestantes arrestados, incluidos niños. La policía y la Guardia Revolucionaria allanaron casas en busca de activistas y confiscaron propiedad privada sin órdenes judiciales. Según el BTI, 20.000 se estima que fue la cifra de manifestantes privados de su libertad, y para evitar que se difundieran las imágenes violentas de las calles, el gobierno restringió el acceso a internet de toda la población. La pena de muerte y las desapariciones forzadas asimismo han sido una gran preocupación para organizaciones de derechos humanos. La línea sucesoria de Raisi es todavía una incógnita, pero la tendencia de la TP es poco esperanzadora por más que aparezcan personalidades menos autoritarias.
Transformación Económica
La dimensión económica mide el nivel socioeconómico en términos de apertura de mercado y bienestar social, liberalización, performance macroeconómica y sostenibilidad. La posición actual de Irán en la dimensión de TE es el puesto 127 de los 137 países examinados por el BTI. Como se adelantó en el desarrollo de la TP, el cambio de milenio trajo consigo un intento de reformar la economía hacia el mercado, el sector privado y Occidente. Pero con el ascenso de Ahmadineyad y el giro hacia el autoritarismo, la política económica adoptó un tinte populista y antiimperialista, con la promesa de campaña de redistribuir la riqueza del petróleo.
Sin embargo, los indicadores de la economía y el bienestar no mejoraron. El problema iraní es estructural: por un lado, el mercado está bajo control casi absoluto del Estado. Si existen entidades comerciales no estatales, éstas operan bajo el control del Guía Supremo y generalmente pertenecen a amigos del poder. Así, la corrupción entorpece en gran medida a la competitividad. También afecta al sistema de incentivos para emprender o invertir, pues cualquier iniciativa privada necesita aprobación del gobierno, que tiene una burocracia corrupta e ineficiente. Los precios de bienes básicos a su vez son controlados por el Estado. De allí que los criterios del BTI de Organización del Mercado y Propiedad Privada hayan empeorado progresivamente hacia el 2014, con puntuaciones de 2 y 3.5, respectivamente.
Por el otro lado, las sanciones económicas de Estados Unidos y la Unión Europa, en conjunto con Naciones Unidas, paralizaron la economía. Los flujos comerciales, las exportaciones de petróleo y el acceso a créditos estuvieron básicamente interrumpidos. Este contexto derivó en grandes inyecciones de dinero e importaciones, acelerando la inflación, la depreciación de la moneda y el quiebre de negocios. De este modo, el criterio de Estabilidad Monetaria y Fiscal, con puntajes menores a 3, exhibe la dependencia de la economía iraní con el mercado del petróleo.
Rápidamente las tasas de pobreza y desempleo mostraron aumentos alarmantes. Por añadidura, expertos estimaban cifras mucho mayores de las que blanqueaba el régimen iraní. Más afectados aún fueron los jóvenes estudiantes, las mujeres y las minorías étnicas. Las mujeres teniendo mayores tasas de admisión y graduación universitaria, tenían muy limitado acceso al mercado laboral. Los cristianos, judíos y bahá’ís, entre otros, encontraban enormes dificultades para ser admitidos en la universidad o en puestos de trabajo. Más allá de las vacilaciones de la macroeconomía, la calificación de Irán en el indicador de “igualdad de oportunidades” siempre se mantuvo en niveles precarios, por debajo de los 3 puntos. Pues la discriminación de minorías es más bien política de la sharia, más que una medida de ajuste.
Hacia el BTI 2018 se puede apreciar una leve recuperación de la economía. Dado el acuerdo nuclear logrado en 2015 y, en consecuencia, la suspensión de las sanciones, Irán regresó al mercado del petróleo. Además, el gobierno de Rohaní ejerció menos control sobre el Banco Central. De este modo, el panorama permitió que las variables se acomodaran ligeramente. La inflación disminuyó, y el empleo y la balanza comercial mejoraron, impactando positivamente en los criterios de Estabilidad Monetaria y Fiscal, y Desempeño Económico. Sin embargo, la llegada de Donald Trump y su retirada del acuerdo nuclear condujo a la República Islámica a otra crisis.
Ya con los conservadores de línea dura gobernando nuevamente y una economía estancada, las protestas masivas de finales de 2022 reunieron a todas las clases sociales, reflejando el hartazgo de la población. La dramática crisis política junto a la reanudación de las sanciones destruyó todos los indicadores económicos, lo que llevó a recortes en el gasto público y un aumento desmesurado de impuestos, mientras que el grueso del presupuesto se volcó en la Guardia Revolucionaria y otras organizaciones religiosas.
Gobernanza
El Índice de Gobernanza del BTI evalúa la calidad del liderazgo político con el que se dirigen los procesos de transformación. La posición de Irán en este Índice es más vulnerable que las anteriores, ubicada en el puesto 133 de 137 países. Esto también es de carácter estructural. Todos los intentos de los presidentes por reformar algún aspecto de la sociedad o la economía fueron saboteados por el parlamento y el poder judicial, alineados con la ideología de Jamenei; o vetados directamente por él. De esta forma, los criterios de Capacidad de Dirección, la Eficiencia de Recursos y la Creación de Consensos se vieron afectados negativamente.
Ahmadineyad es reconocido por su política de subsidios, pero la posterior enemistad con el Líder y las limitaciones externas generadas por las sanciones lo acorralaron. Además, las medidas anticorrupción fueron imposibles de llevar a cabo con Jamenei en contra, en un contexto de gran nepotismo y malversación de fondos. Por esta razón, en el período analizado, el indicador de “política anti-corrupción” conserva el puntaje mínimo. A su vez, en nombre de la islamización del régimen, el Líder conduce a la población y a los partidos políticos a una polarización por el momento irreversible, demostrado en las puntuaciones inferiores a 2 en asuntos referentes a la construcción de consensos.
A nivel internacional, todas las fichas utilizadas por Ahmadineyad fueron movimientos en falso. La hostilidad con Estados Unidos era cada vez mayor. No sólo se aisló de Occidente, sino que perdió la confianza de sus pares en Medio Oriente con el apoyo iraní a Hamás, Hezbollah y a Bashar al-Assad en Siria. Ahmadineyad, a pesar de tener un proyecto de armonización con los países árabes, fue afectado por el temor de sus vecinos al contagio de la crisis en Irán. A principios de la década, tanto el “uso efectivo de apoyo” como la “credibilidad” rodeaban puntuaciones cercanas a 5, pero hacia 2014 el puntaje asignado por el BTI es de 1.
Con Rohaní surgió cierto consenso entre los reformistas, ya que, a raíz del cambio de enfoque con el acuerdo nuclear, el escenario de impronta conciliadora generó esperanzas entre los pragmáticos. Por eso la puntuación para el criterio de Creación de Consensos evolucionó sutilmente. Aunque a nivel doméstico, la posibilidad de maniobra fue nula. Incluso contando con el apoyo del parlamento. Esto da cuenta de la influencia de los actores islamistas, el poder judicial y la Guardia Revolucionaria en la implementación de políticas públicas tangibles. Por más que el acercamiento a los poderes occidentales haya sido un punto fuerte del gobierno de Rohaní, puertas adentro los iraníes esperaban la gota que colmaría el vaso para salir a las calles. La gestión de la pandemia y el abuso de la policía de la moral empeoraron el descontento de la sociedad ante la clase política de Irán: la puntuación del BTI 2024 para el Índice de Gobernanza apenas alcanzó los 2 puntos. De cara a las elecciones presidenciales, la única certeza es el desinterés de la población votante.
Delfina BancheroVoluntariaEstudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad de San Andrés (Argentina) y voluntaria de CADAL.
Desde el inicio del siglo XXI, la República Islámica de Irán ha sido un país de interés en el escenario global no sólo por su posición estratégica en Medio Oriente, sino también por su historial en derechos humanos. Acusada de violaciones sistemáticas y crímenes de lesa humanidad, Irán se encuentra bajo la lupa de la comunidad internacional, sometida a sanciones y cierto aislamiento diplomático y comercial. Este panorama se entiende mejor considerando el régimen teocrático establecido a partir de la Revolución de 1979, donde el chiismo es la religión oficial y fundamental para la identidad iraní. Esto explica parte de las rivalidades con vecinos sunitas y conforma la base del modelo islámico del país, pues la doctrina chiita delega en los ayatolás una poderosa centralización política y religiosa.
El “Guía” o “Líder Supremo” tiene una fuerte incidencia sobre decisiones de carácter legislativo y jurisprudencial; es máximo referente de la jurisprudencia islámica, por cuanto tiene la potestad de orientar moral e ideológicamente al país a través de la interpretación de la ley islámica. El sistema de gobierno es presidencialista, al igual que en otros países de la región, como Turquía, Egipto y Siria, no obstante, en el caso de Irán el Líder Supremo, Alí Jamenei, posee la autoridad última. Por lo tanto, el poder no se concentra en la figura ejecutiva, aunque desde el ascenso del fallecido ex presidente Ebrahim Raisi en 2021 hubo un recrudecimiento de la mano dura del régimen. En este contexto, se desencadenó la protesta masiva “Mujer, Vida, Libertad” tras el asesinato de Mahsa Amini, un movimiento que rozó una nueva revolución. Las leyes contra la libertad de las mujeres y el periodismo, así como la represión de minorías religiosas y étnicas, siguen siendo características prominentes de la política iraní.
Será fundamental tener en cuenta este breve marco para examinar la Transformación Política (TP), la Transformación Económica (TE) y la Gobernanza (G) de Irán a lo largo del tiempo. Los gráficos presentados a continuación (Figura 1 y 2) ilustran los cambios en estas dimensiones desde 2006 hasta 2024 utilizando los datos del Bertelsmann Transformation Index (BTI), que evalúa el cambio social de 137 países en vía de desarrollo y transición hacia la democracia y economía de mercado. La metodología utilizada para la elaboración del Índice es mixta, primero empleando encuestas cualitativas estandarizadas a expertos nacionales, y luego transformando las evaluaciones en calificaciones numéricas del uno al diez por cada indicador. Los informes resultantes se someten a procesos de revisión extranjera y local para así tener en cuenta los análisis tanto internos como externos. Finalmente, los datos se calibran con coordinadores regionales, a fin de garantizar comparabilidad. La construcción de las tres dimensiones, con sus respectivos criterios e indicadores, se puede consultar en la sección metodológica del BTI.
Figura 1 Puntaje de Irán en Transformación Política, Transformación Económica y Gobernanza (1-10) de 2006 a 2024. Elaboración propia a partir del BTI.
Figura 2 Puntaje de Irán en Transformación Política, Transformación Económica y Gobernanza (1-10) de 2006 a 2024. Elaboración propia a partir del BTI. Versión ampliada.
A simple vista, la Figura 1 exhibe tres tendencias decrecientes, partiendo con calificaciones ya muy bajas. Estas puntuaciones corresponden a lo que el Índice denomina como una autocracia de línea dura, un estado de la TE rudimentario y una calidad de gobernanza fallida. La TP cuenta con una disminución sostenida en el puntaje, en tanto la TE y la G presentan altibajos pronunciados. Veamos qué significan.
Transformación Política
Esta dimensión mide la presencia y viabilidad de la democracia, el estado de derecho y la estabilidad de las instituciones democráticas. La posición actual de Irán en el BTI es el puesto 123 de 137 países. Se observa que, a lo largo de los años evaluados, los puntajes fueron consistentemente bajos. No obstante, del 2008 al 2014 se muestra una disminución perfectamente constante, coincidente con el régimen de Mahmud Ahmadineyad (2005-2013).
Irán experimentó una fase de liberalización sociopolítica bajo la previa presidencia de Mohammad Jatamí (1997-2005). Durante este período, no sólo se revisaron las políticas en materia de derechos civiles, sino que también se debatió la posibilidad de iniciar un proceso de democratización. Se planteó la separación del Islam de la política y las instituciones, e incluso se discutió la descentralización del papel del Líder Supremo. Sin embargo, dichas iniciativas reformistas fueron rápidamente censuradas por la facción conservadora que asumió en 2005.
Las instituciones decisorias son controladas por autoridades del clero, como Jamenei, quien ha sido Líder Supremo desde 1989 hasta la actualidad, y también por otros funcionarios con potestad de veto, como el Consejo de Guardianes. Por este motivo, la “no interferencia de dogmas religiosos” y “el poder efectivo para gobernar” son indicadores del BTI en los cuales Irán recibe muy bajos puntajes, sin variación hasta 2024, con 1 y 2 respectivamente. De hecho, Jamenei designa a la cabeza del poder judicial y ésta a los jueces superiores. Dado este rol de los ayatolás, la “separación de poderes” y el “poder judicial independiente” es básicamente inexistente, siempre con puntajes menores a 4. Lo mismo sucede con los mecanismos de “persecución del abuso de poder”, que sólo alcanzan a funcionarios reformistas, mientras el abuso de poder de los conservadores generalmente permanece impune.
Jamenei celebra las jornadas de elecciones y los valores de su “democracia religiosa”. Sin embargo, los partidos revisionistas de la constitución de 1979 están prohibidos, así como la mayoría de los candidatos reformistas, mujeres o sunitas que se presentan a elecciones. Además, según lo reportado por el BTI, se llevan a cabo encarcelamientos ilegales a periodistas, estudiantes e intelectuales, y el poder judicial ordena el cierre de diarios y medios de comunicación. También hay censura de diversos libros considerados políticos o contrarios al Islam y un minucioso control de las críticas al gobierno que circulan en internet.
Sumada a la opresión sistemática hacia mujeres, personas LGBTQ+ y periodistas, los bahá’ís, kurdos y evangélicos fueron foco de fuertes persecuciones. Las religiones abrahámicas, en cambio, tienen cierta libertad de culto e incluso bancas en el parlamento. Aún así, los indicadores del BTI de “libertad de expresión”, los “derechos civiles” y las “elecciones libres y justas” muestran puntuaciones alarmantemente bajas tanto para los iraníes musulmanes como no musulmanes. Ahmadineyad intentó flexibilizar la represión contra las mujeres, pero con la influencia del clero fue imposible de ejecutar.
Tras disidencias entre el Líder y Ahmadineyad, no fue el candidato presentado por el oficialismo quien ganó las elecciones de 2013 sino Hasán Rohaní (2013-2021), caracterizado por una mayor moderación. Ese período se refleja en la Figura 2 como un aplanamiento del puntaje en la TP, hasta el ascenso del conservador Ebrahim Raisi (2021-2024), político autoritario con una importante trayectoria en el poder judicial del país y un oscuro pasado como miembro de la “comisión de la muerte” en 1988. Los indicadores más afectados durante su mandato fueron los “derechos civiles” y la “libertad de expresión”, teniendo como punto de inflexión las protestas masivas de septiembre de 2022. En 2006, ambos indicadores empezaban con una puntuación de 4, pero hacia 2024 la represión aumentó drásticamente, llegando al mínimo puntaje de 1.
En aquel año Irán compartió con Corea del Norte y Eritrea la peor posición en libertad de prensa según el World Press Freedom Index, y la tasa de ejecuciones más alta del mundo con 582 confirmadas. Amnistía Internacional documentó torturas físicas, psicológicas y sexuales entre los protestantes arrestados, incluidos niños. La policía y la Guardia Revolucionaria allanaron casas en busca de activistas y confiscaron propiedad privada sin órdenes judiciales. Según el BTI, 20.000 se estima que fue la cifra de manifestantes privados de su libertad, y para evitar que se difundieran las imágenes violentas de las calles, el gobierno restringió el acceso a internet de toda la población. La pena de muerte y las desapariciones forzadas asimismo han sido una gran preocupación para organizaciones de derechos humanos. La línea sucesoria de Raisi es todavía una incógnita, pero la tendencia de la TP es poco esperanzadora por más que aparezcan personalidades menos autoritarias.
Transformación Económica
La dimensión económica mide el nivel socioeconómico en términos de apertura de mercado y bienestar social, liberalización, performance macroeconómica y sostenibilidad. La posición actual de Irán en la dimensión de TE es el puesto 127 de los 137 países examinados por el BTI. Como se adelantó en el desarrollo de la TP, el cambio de milenio trajo consigo un intento de reformar la economía hacia el mercado, el sector privado y Occidente. Pero con el ascenso de Ahmadineyad y el giro hacia el autoritarismo, la política económica adoptó un tinte populista y antiimperialista, con la promesa de campaña de redistribuir la riqueza del petróleo.
Sin embargo, los indicadores de la economía y el bienestar no mejoraron. El problema iraní es estructural: por un lado, el mercado está bajo control casi absoluto del Estado. Si existen entidades comerciales no estatales, éstas operan bajo el control del Guía Supremo y generalmente pertenecen a amigos del poder. Así, la corrupción entorpece en gran medida a la competitividad. También afecta al sistema de incentivos para emprender o invertir, pues cualquier iniciativa privada necesita aprobación del gobierno, que tiene una burocracia corrupta e ineficiente. Los precios de bienes básicos a su vez son controlados por el Estado. De allí que los criterios del BTI de Organización del Mercado y Propiedad Privada hayan empeorado progresivamente hacia el 2014, con puntuaciones de 2 y 3.5, respectivamente.
Por el otro lado, las sanciones económicas de Estados Unidos y la Unión Europa, en conjunto con Naciones Unidas, paralizaron la economía. Los flujos comerciales, las exportaciones de petróleo y el acceso a créditos estuvieron básicamente interrumpidos. Este contexto derivó en grandes inyecciones de dinero e importaciones, acelerando la inflación, la depreciación de la moneda y el quiebre de negocios. De este modo, el criterio de Estabilidad Monetaria y Fiscal, con puntajes menores a 3, exhibe la dependencia de la economía iraní con el mercado del petróleo.
Rápidamente las tasas de pobreza y desempleo mostraron aumentos alarmantes. Por añadidura, expertos estimaban cifras mucho mayores de las que blanqueaba el régimen iraní. Más afectados aún fueron los jóvenes estudiantes, las mujeres y las minorías étnicas. Las mujeres teniendo mayores tasas de admisión y graduación universitaria, tenían muy limitado acceso al mercado laboral. Los cristianos, judíos y bahá’ís, entre otros, encontraban enormes dificultades para ser admitidos en la universidad o en puestos de trabajo. Más allá de las vacilaciones de la macroeconomía, la calificación de Irán en el indicador de “igualdad de oportunidades” siempre se mantuvo en niveles precarios, por debajo de los 3 puntos. Pues la discriminación de minorías es más bien política de la sharia, más que una medida de ajuste.
Hacia el BTI 2018 se puede apreciar una leve recuperación de la economía. Dado el acuerdo nuclear logrado en 2015 y, en consecuencia, la suspensión de las sanciones, Irán regresó al mercado del petróleo. Además, el gobierno de Rohaní ejerció menos control sobre el Banco Central. De este modo, el panorama permitió que las variables se acomodaran ligeramente. La inflación disminuyó, y el empleo y la balanza comercial mejoraron, impactando positivamente en los criterios de Estabilidad Monetaria y Fiscal, y Desempeño Económico. Sin embargo, la llegada de Donald Trump y su retirada del acuerdo nuclear condujo a la República Islámica a otra crisis.
Ya con los conservadores de línea dura gobernando nuevamente y una economía estancada, las protestas masivas de finales de 2022 reunieron a todas las clases sociales, reflejando el hartazgo de la población. La dramática crisis política junto a la reanudación de las sanciones destruyó todos los indicadores económicos, lo que llevó a recortes en el gasto público y un aumento desmesurado de impuestos, mientras que el grueso del presupuesto se volcó en la Guardia Revolucionaria y otras organizaciones religiosas.
Gobernanza
El Índice de Gobernanza del BTI evalúa la calidad del liderazgo político con el que se dirigen los procesos de transformación. La posición de Irán en este Índice es más vulnerable que las anteriores, ubicada en el puesto 133 de 137 países. Esto también es de carácter estructural. Todos los intentos de los presidentes por reformar algún aspecto de la sociedad o la economía fueron saboteados por el parlamento y el poder judicial, alineados con la ideología de Jamenei; o vetados directamente por él. De esta forma, los criterios de Capacidad de Dirección, la Eficiencia de Recursos y la Creación de Consensos se vieron afectados negativamente.
Ahmadineyad es reconocido por su política de subsidios, pero la posterior enemistad con el Líder y las limitaciones externas generadas por las sanciones lo acorralaron. Además, las medidas anticorrupción fueron imposibles de llevar a cabo con Jamenei en contra, en un contexto de gran nepotismo y malversación de fondos. Por esta razón, en el período analizado, el indicador de “política anti-corrupción” conserva el puntaje mínimo. A su vez, en nombre de la islamización del régimen, el Líder conduce a la población y a los partidos políticos a una polarización por el momento irreversible, demostrado en las puntuaciones inferiores a 2 en asuntos referentes a la construcción de consensos.
A nivel internacional, todas las fichas utilizadas por Ahmadineyad fueron movimientos en falso. La hostilidad con Estados Unidos era cada vez mayor. No sólo se aisló de Occidente, sino que perdió la confianza de sus pares en Medio Oriente con el apoyo iraní a Hamás, Hezbollah y a Bashar al-Assad en Siria. Ahmadineyad, a pesar de tener un proyecto de armonización con los países árabes, fue afectado por el temor de sus vecinos al contagio de la crisis en Irán. A principios de la década, tanto el “uso efectivo de apoyo” como la “credibilidad” rodeaban puntuaciones cercanas a 5, pero hacia 2014 el puntaje asignado por el BTI es de 1.
Con Rohaní surgió cierto consenso entre los reformistas, ya que, a raíz del cambio de enfoque con el acuerdo nuclear, el escenario de impronta conciliadora generó esperanzas entre los pragmáticos. Por eso la puntuación para el criterio de Creación de Consensos evolucionó sutilmente. Aunque a nivel doméstico, la posibilidad de maniobra fue nula. Incluso contando con el apoyo del parlamento. Esto da cuenta de la influencia de los actores islamistas, el poder judicial y la Guardia Revolucionaria en la implementación de políticas públicas tangibles. Por más que el acercamiento a los poderes occidentales haya sido un punto fuerte del gobierno de Rohaní, puertas adentro los iraníes esperaban la gota que colmaría el vaso para salir a las calles. La gestión de la pandemia y el abuso de la policía de la moral empeoraron el descontento de la sociedad ante la clase política de Irán: la puntuación del BTI 2024 para el Índice de Gobernanza apenas alcanzó los 2 puntos. De cara a las elecciones presidenciales, la única certeza es el desinterés de la población votante.