Artículos
Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
La caída de Kaddafi pone en evidencia el verdadero carácter del “antiimperialismo” chavista y bolivariano
Quienes hoy son chavistas, en los años 50 hubiesen sido stalinistas convencidos y en los 60-70, maoístas fanáticos. La solidaridad revolucionaria de Chávez y Fidel con estos dictadores delata una vez más el alma criminal de esta izquierda radical, que no duda en “bancar” a genocidas como Assad y Kaddafi, como antes hizo con tantos otros, siempre que fueran de los suyos, “antiimperialistas”.Por Pablo Díaz de Brito
Mientras las multitudes de civiles libios celebraban en las calles de Trípoli la agonía de la dictadura de Kaddafi, la agencia cubana Prensa Latina daba otra versión de los hechos. “Kaddafi llamó a sus fuerzas a resistir una nueva oleada de ataques de la OTAN y Estados Unidos a esta capital, donde los movimientos populares se enfrentan a los insurgentes que buscan tomar Trípoli”, afirmaba en plena tarde del domingo 21 de agosto la agencia estatal cubana.
Prensa Latina citaba a su cadena amiga, la venezolana Telesur, que transmitió el llamado de Kaddafi a “enfrentar a las fuerzas reaccionarias”, en referencia a esa oleada multitudinaria de rebeldes armados y civiles enfervorizados que le habían perdido el terror a la represión kadaffista. El enviado especial de Telesur en Libia, Rolando Segura, comentaba también el domingo, día de la liberación de la capital libia, que “los grupos armados libios, en coordinación con las fuerzas imperiales, atacan desde la madrugada los alrededores de Trípoli, con el objetivo de avanzar y forzar la salida del líder Muammar Kaddafi”.
La cobertura de Telesur, Venezolana y Prensa Latina indica hasta dónde puede degradarse la profesión periodística y hasta dónde una postura ideológica dogmática -que es doctrina de Estado- lleva a la deshonestidad intelectual y profesional más irrescatable y completa. La misma conducta mantienen estas agencias “de prensa” ante la rebelión popular en Siria, donde desinforman sin prurito alguno en favor de la dictadura ultrarepresiva de Assad.
Dos dictadores vitalicios, dos genocidas, dos protegidos de los medios de prensa estatales cubanos y venezolanos. ¿Por qué? En lo inmediato, es claro que el régimen castrista cubano y Hugo Chávez son aliados de los dictadores Assad y Kaddafi. Castro condecoró a Kaddafi, Chávez lo llamó “mi amigo” y lo comparó con Bolívar, ya en plena matanza de civiles libios.
Es que ambos tiranos árabes son “antiimperialistas”, “socialistas árabes”. Las “constituciones”, programas y panfletos de sus regímenes; hasta la denominación oficial de la Libia de Kaddafi y su bandera (que ahora desaparecerá) llevan esta marca del “socialismo árabe”, creado en los años 50 por Nasser, y antes por el baazismo sirio. Assad y Kaddafi son dictadores sobrevivientes del mundo de la Guerra Fría, cuando los regímenes árabes nacionalistas surgidos de rebeliones contra gobiernos pro-occidentales, se alineaban con la URSS y adoptaban una cobertura socialista, aunque de hecho sus políticas económicas eran nacionalistas-estatistas y no comunistas. Ambos dictadores árabes eran o son aún parte del campo antiimperialista, como tantos otros dictadores tercermundistas (aún sobreviven el norcoreano Kim y el africano Mugabe, también ambos genocidas probados).
Chávez declaró el lunes 22 de agosto, para quien tuviera dudas, que él sólo reconocía como legítimo gobierno a la dictadura de su aliado Kaddafi. Posteriormente hizo emitir una declaración de emergencia al ALBA, en la que se propuso crear una “comision de paz”, una medida que si fuese tomada en serio por la comunidad internacional significaría darle oxígeno al ya derrocado Kaddafi y ofrecerle una silla en una mesa de negociaciones multilateral. Es innecesario decir que Fidel Castro se declaró de acuerdo con esta propuesta dilatoria.
Todo esto, en el plano de lo inmediato. Como razón de fondo es claro que en estos sectores latinoamericanos existe un fuerte instinto autoritario, una pulsión violenta, que se sufrió a todo lo largo del siglo XX. Quienes hoy son chavistas, en los años 50 hubiesen sido stalinistas convencidos y en los 60-70, maoístas fanáticos. La solidaridad revolucionaria de Chávez y Fidel con estos dictadores delata una vez más el alma criminal de esta izquierda radical, que no duda en “bancar” a genocidas como Assad y Kaddafi, como antes hizo con tantos otros, siempre que fueran de los suyos, “antiimperialistas”.
El nudo argumental de la izquierda radical, que explica toda violencia, toda represión, como producto de la propiedad privada, el capitalismo y los privilegios de clase, se estampa contra la realidad ante la escala de la violencia genocida de estos exponentes del “socialismo árabe” y de sus antecesores, Stalin, Mao, etc.
La larga experiencia del siglo XX explica que la represión y la violencia del Estado sobre los ciudadanos se genera a escalas nunca vistas cuando el poder se concentra en una dictadura unipersonal que tiene como ideología legitimadora al “hombre nuevo socialista”, o sea, un proyecto de ingeniería social que, para borrar el pasado aberrante de raíz, debe aplicar dosis mayúsculas de violencia sobre ese cuerpo social a revolucionar, a cambiar por completo para purgarlo de las malas costumbres burguesas. Ejemplo de esto, entre muchos posibles, es la “Revolución Cultural” de Mao, que costó la vida a 10 millones de personas y la ruina personal y laboral a otros muchos millones. La explicación de los maoístas era que el germen burgués se reproducía insidiosamente en la sociedad china, y que había que extirparlo definitivamente.
A una escala demográfica mucho menor, Kaddafi, con su grotesco Libro Verde y su Yamahiría, imitó al Mao de la Revolución Cultural, como es bastante sabido. El resultado fue esta dictadura bestial, con todo un país transformado en feudo familiar. El sitio web de la resistencia a Kaddafi feb17.info detalla en un mapa de Trípoli todos los centros de tortura y detención montados por el kadaffismo, antes y durante la rebelión iniciada, precisamente el 17 de febrero pasado. Estima que hay 35 mil desaparecidos sólo desde entonces. Este es el régimen que defienden todos los días los “periodistas” de Telesur, Prensa Latina, Agencia Venezolana de Noticias por orden de sus amos antiimperialistas.
Pablo Díaz de Brito es periodista, analista de CADAL y redactor especial de www.analisislatino.com
Pablo Díaz de BritoPeriodista.
Mientras las multitudes de civiles libios celebraban en las calles de Trípoli la agonía de la dictadura de Kaddafi, la agencia cubana Prensa Latina daba otra versión de los hechos. “Kaddafi llamó a sus fuerzas a resistir una nueva oleada de ataques de la OTAN y Estados Unidos a esta capital, donde los movimientos populares se enfrentan a los insurgentes que buscan tomar Trípoli”, afirmaba en plena tarde del domingo 21 de agosto la agencia estatal cubana.
Prensa Latina citaba a su cadena amiga, la venezolana Telesur, que transmitió el llamado de Kaddafi a “enfrentar a las fuerzas reaccionarias”, en referencia a esa oleada multitudinaria de rebeldes armados y civiles enfervorizados que le habían perdido el terror a la represión kadaffista. El enviado especial de Telesur en Libia, Rolando Segura, comentaba también el domingo, día de la liberación de la capital libia, que “los grupos armados libios, en coordinación con las fuerzas imperiales, atacan desde la madrugada los alrededores de Trípoli, con el objetivo de avanzar y forzar la salida del líder Muammar Kaddafi”.
La cobertura de Telesur, Venezolana y Prensa Latina indica hasta dónde puede degradarse la profesión periodística y hasta dónde una postura ideológica dogmática -que es doctrina de Estado- lleva a la deshonestidad intelectual y profesional más irrescatable y completa. La misma conducta mantienen estas agencias “de prensa” ante la rebelión popular en Siria, donde desinforman sin prurito alguno en favor de la dictadura ultrarepresiva de Assad.
Dos dictadores vitalicios, dos genocidas, dos protegidos de los medios de prensa estatales cubanos y venezolanos. ¿Por qué? En lo inmediato, es claro que el régimen castrista cubano y Hugo Chávez son aliados de los dictadores Assad y Kaddafi. Castro condecoró a Kaddafi, Chávez lo llamó “mi amigo” y lo comparó con Bolívar, ya en plena matanza de civiles libios.
Es que ambos tiranos árabes son “antiimperialistas”, “socialistas árabes”. Las “constituciones”, programas y panfletos de sus regímenes; hasta la denominación oficial de la Libia de Kaddafi y su bandera (que ahora desaparecerá) llevan esta marca del “socialismo árabe”, creado en los años 50 por Nasser, y antes por el baazismo sirio. Assad y Kaddafi son dictadores sobrevivientes del mundo de la Guerra Fría, cuando los regímenes árabes nacionalistas surgidos de rebeliones contra gobiernos pro-occidentales, se alineaban con la URSS y adoptaban una cobertura socialista, aunque de hecho sus políticas económicas eran nacionalistas-estatistas y no comunistas. Ambos dictadores árabes eran o son aún parte del campo antiimperialista, como tantos otros dictadores tercermundistas (aún sobreviven el norcoreano Kim y el africano Mugabe, también ambos genocidas probados).
Chávez declaró el lunes 22 de agosto, para quien tuviera dudas, que él sólo reconocía como legítimo gobierno a la dictadura de su aliado Kaddafi. Posteriormente hizo emitir una declaración de emergencia al ALBA, en la que se propuso crear una “comision de paz”, una medida que si fuese tomada en serio por la comunidad internacional significaría darle oxígeno al ya derrocado Kaddafi y ofrecerle una silla en una mesa de negociaciones multilateral. Es innecesario decir que Fidel Castro se declaró de acuerdo con esta propuesta dilatoria.
Todo esto, en el plano de lo inmediato. Como razón de fondo es claro que en estos sectores latinoamericanos existe un fuerte instinto autoritario, una pulsión violenta, que se sufrió a todo lo largo del siglo XX. Quienes hoy son chavistas, en los años 50 hubiesen sido stalinistas convencidos y en los 60-70, maoístas fanáticos. La solidaridad revolucionaria de Chávez y Fidel con estos dictadores delata una vez más el alma criminal de esta izquierda radical, que no duda en “bancar” a genocidas como Assad y Kaddafi, como antes hizo con tantos otros, siempre que fueran de los suyos, “antiimperialistas”.
El nudo argumental de la izquierda radical, que explica toda violencia, toda represión, como producto de la propiedad privada, el capitalismo y los privilegios de clase, se estampa contra la realidad ante la escala de la violencia genocida de estos exponentes del “socialismo árabe” y de sus antecesores, Stalin, Mao, etc.
La larga experiencia del siglo XX explica que la represión y la violencia del Estado sobre los ciudadanos se genera a escalas nunca vistas cuando el poder se concentra en una dictadura unipersonal que tiene como ideología legitimadora al “hombre nuevo socialista”, o sea, un proyecto de ingeniería social que, para borrar el pasado aberrante de raíz, debe aplicar dosis mayúsculas de violencia sobre ese cuerpo social a revolucionar, a cambiar por completo para purgarlo de las malas costumbres burguesas. Ejemplo de esto, entre muchos posibles, es la “Revolución Cultural” de Mao, que costó la vida a 10 millones de personas y la ruina personal y laboral a otros muchos millones. La explicación de los maoístas era que el germen burgués se reproducía insidiosamente en la sociedad china, y que había que extirparlo definitivamente.
A una escala demográfica mucho menor, Kaddafi, con su grotesco Libro Verde y su Yamahiría, imitó al Mao de la Revolución Cultural, como es bastante sabido. El resultado fue esta dictadura bestial, con todo un país transformado en feudo familiar. El sitio web de la resistencia a Kaddafi feb17.info detalla en un mapa de Trípoli todos los centros de tortura y detención montados por el kadaffismo, antes y durante la rebelión iniciada, precisamente el 17 de febrero pasado. Estima que hay 35 mil desaparecidos sólo desde entonces. Este es el régimen que defienden todos los días los “periodistas” de Telesur, Prensa Latina, Agencia Venezolana de Noticias por orden de sus amos antiimperialistas.
Pablo Díaz de Brito es periodista, analista de CADAL y redactor especial de www.analisislatino.com