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Defensa y promoción de la institucionalidad democrática en la Argentina

23-09-2011

¿Va la Argentina hacia una profundización de los trazos más autoritarios e inquietantes del kirchnerismo?

Resulta difícil responder que no: todos los ingredientes para que ocurra eso están servidos: el carácter de CFK, la retórica que continuamente transmite el kirchernismo y su aparato de propaganda, la enorme ''caja'' de recursos fiscales de que dispone y dispondrá en el futuro, y un largo etcétera de factores. Sin embargo, a falta de una oposición digna de ese nombre, las reglas de la economía y la patológica negación de ellas por el gobierno terminarán poniéndole un límite a CFK y su afán de poder infinito.
Por Pablo Díaz de Brito

La vida política argentina es, desde el pasado 14 de agosto, algo así como un monólogo. Ese día la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) sacó 50,5% de los votos, no en elecciones generales, sino en unas atípicas primarias abiertas y obligatorias. El mecanismo había sido pensado por el fallecido Néstor Kichner para acorralar a la oposición con el tiempo: tendrían que definir el 14 de agosto sus candidatos para las presidenciales, que se hacen el 23 de octubre. Pero este 14 de agosto nadie fue a dirimir sus candidatos, dado que las cúpulas partidarias ya habían decidido con antelación por los electores, y CFK era sin discusión también la única postulante oficialista. Asunto que habla por sí solo del verticalismo que padece toda la política argentina, en la que las candidaturas se deciden entre media docena de dirigentes.

El asunto es que la jornada del 14 de agosto aplastó a la ya anémica oposición argentina: CFK obtuvo una excelente performance, pero tampoco nada que no se haya visto. El problema estuvo en la oposición en sí: el que salió 2º sacó 12%, matemáticamente emparejado con el tercero. El cuarto quedó con 10%. Lo que se dice un KO en el primer round. Segundos empatados salieron el radical Ricardo Alfonsín y el peronista disidente y ex presidente, Eduardo Duhalde, y tercero quedó el socialista Hermes Binner, gobernador de la provincia de Santa Fe.

Fue tal el mazazo que desde ese día todo el país descuenta que el 23 de octubre CFK no sólo será reelecta, sino que podría serlo por más de 55% de los votos, lo que implicará que obtenga su partido una marea de legisladores, dado que se renuevan parcialmente las dos Cámaras del Congreso. Algunos proyectan ya un amplio dominio oficialista de las dos ramas del legislativo, algo que tentaría a CFK y su audaz entorno a ensayar una reforma constitucional para lograr la reelección presidencial sin límites, a lo Hugo Chávez. Esa reforma exige mayoría especial de dos tercios, pero con el "momentum" que tendrá el kirchnerismo, ninguna meta es imposible.

En la oposición, hasta se debatió entre bambalinas "bajar" alguna candidatura. Particularmente sísmica fue la caída de Elisa Carrió, líder de la Coalición Cívica, agrupación que en 2009 encabezó un frente con radicales y socialistas que casi logra el primer lugar a nivel nacional en las legislativas de ese año. Ahora Carrió apenas superó el 2% de votos. Es  un cadáver político.

Aún vivo pero muy golpeado quedó Alfonsín, a quien apostaban muchos como "candidato competitivo", capaz de forzar una segunda vuelta con Cristina. Ahora el radicalismo debate cómo será su futuro sin Alfonsín. Duhalde, un veterano de mil batallas electorales, es sencillamente un hombre que hoy pelea por lograr que su esposa, conocida bajo el simpático apelativo de Chiche, logre una banca en el Senado. Para eso se presentará el 23 de octubre.

Así las cosas, el kirchnerismo ostenta la suma casi total del poder político en la Argentina. Una anomalía alarmante que nunca se había dado desde el retorno a la democracia en 1983. Tampoco en los períodos democráticos anteriores, excepción hecha por Juan Domingo Perón. Pero aún él, si bien lograba superar el 60% de votos (en el 51 y en el 73), siempre tenía un rival que superaba el 20% de votos.

La Argentina, una vez más, evidencia su atipicidad política. El peronismo es el invariable actor o ejecutor de ese carácter fuera de la norma. Ahora es la versión "progresista" y de discurso radicalizado del peronismo, el kirchnerismo, el que usufructúa esta anomalía o desbalance de fondo del escenario político argentino. La diferencia con todo lo visto hasta hoy radica en que, como se dijo, nunca, ni aún en sus momentos de mayor hegemonía, el peronismo logró estos márgenes aplastantes. El ejemplo más cercano es la década de poder de Carlos Saúl Menem en los años 90 (1989-99). Pero el menemismo, o sea la versión populista de derecha y pro-mercado del peronismo, ni por asomo logró acumular el poder que hoy tiene el kirchnerismo, y el que tendrá luego del 23 de octubre.

A partir de ahora, la Justicia argentina, que ya se mostraba casi totalmente domesticada por el poder K, lo será aún más, si cabe. Las provincias, sometidas a la disciplina de la arbitrariedad fiscal y obligadas a peregrinar a Buenos Aires para recibir fondos, estarán aún más sometidas al rigor centralista del gobierno K. No quedan prácticamente organismos de control autónomos: todos ellos han sido anulados o colonizados por el oficialismo en estos ocho años de creciente poder hegemónico. Y entre tanto, el gobierno creó con fondos inagotables un enorme complejo de medios de comunicación, públicos pero sobre todo privados, que propalan su retórica maniquea y violenta.

El 14 de agosto fue la "tormenta perfecta": una oposición agotada y sin ideas ni liderazgos dignos de tal nombre se enfrentó a una mandataria en el cénit de su popularidad. Esto se repetirá, seguramente aún más acentuado, el próximo 23 de octubre. Muchos auguran que el socialista Hermes Binner quedará 2º, dado que dejó una mejor imagen que Alfonsín y Duhalde. Igualmente, no superaría el 15%. Si CFK alcanza el 55%, se tratará de la máxima "goleada" de la historia política argentina. "Enfrente no hay nadie", suelen comentar los periodistas políticos argentinos para graficar la ausencia real de una oposición estructurada que capitalice a ese casi 50% de electores que no votó a CFK.

¿Va la Argentina hacia una profundización de los trazos más autoritarios e inquietantes del kirchnerismo? Resulta difícil responder que no: todos los ingredientes para que ocurra eso están servidos: el carácter de CFK, la retórica que continuamente transmite el kirchernismo y su aparato de propaganda, la enorme "caja" de recursos fiscales de que dispone y dispondrá en el futuro, y un largo etcétera de factores.

Pero conviene recordar que en marzo de 2008 y casi de la nada, el kirchnerismo cometió un grueso error político y entró en crisis. Fue la "guerra contra el campo", al pretender aplicarles a los exportadores de soja derechos de exportación abusivos. Hubo entonces una inesperada reacción de las capas medias urbanas, que se solidarizaron con los productores rurales y, el gobierno, en lugar de reconocer su error, radicalizó su discurso y se alió con lo peor de la izquierda vernácula. Al año siguiente el ex presidente Néstor Kirchner perdió las elecciones legislativas, quedando segundo en la provincia de Buenos Aires, principal distrito electoral del país. Muchos cometieron entonces el fatal error de dar por muerto al kirchnerismo y comenzaron a pelearse entre ellos para definir a quién le tocaba ser futuro presidente. Como se sabe, nada de eso ocurrió. Néstor Kichner murió de manera súbita el 27de octubre de 2010 y desde entonces su viuda protagonizó un imparable ascenso.

El tropezón de 2008 da indicios importantes: el kirchnerismo es capaz de cometer errores políticos garrafales, y de persistir y profundizar en ellos. Esta vez, el error estratégico parece que vendrá por el lado de la mala evaluación de la política económica. Argentina vive con una inflación que oscila entre el 20 y 30% anual, con un pico de 35% en alimentos. Según el gobierno K es algo normal y que no produce daño alguno. El resto del universo opina lo contrario, pero no importa, ellos siguen por ese camino. El informe global presentado esta semana por el FMI en Washington señala este problema y el del obvio "recalentamiento" de una economía que crece a un ritmo de 8% en 2011 con baja inversión y fuga de capitales. Agreguemos que la emisión monetaria supera en estos momentos el 40% anual. Sumemos a todo esto que el gasto corriente del Estado subió en agosto a un impresionante ritmo del 42% interanual, y que esto provoca un déficit fiscal, leve pero creciente. A su vez, el tipo de cambio se deteriora por estas políticas ultra-expansivas. De hecho, pese a la total confianza en el triunfo de Cristina, existe una corrida cambiaria contra el peso, obligando al Banco Central a quemar reservas a un ritmo creciente.

Entonces, salvo que la mente de CFK dé un salto cuántico hoy impensable, no tomará ninguna medida seria para frenar a este tren fuera de control que es el Estado argentino. En su círculo íntimo circula el mismo dogmatismo primitivo y encendido que se propala por los medios oficialistas. Así que será seguramente la mala política económica -a la que se suma ahora un  frente internacional menos favorable- la que finalmente debilitará al kirchnerismo.

A falta de una oposición digna de ese nombre, las reglas de la economía y la patológica negación de ellas por el gobierno terminarán poniéndole un límite a CFK y su afán de poder infinito. En ese hipotético escenario, que podemos imaginar para 2013, el alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, seguramente lanzará su candidatura presidencial para 2015.

Macri prefirió este año resignar su candidatura, luego de convencerse de que CFK se había convertido en invencible. En cualquier caso, ese bajón de popularidad por malas políticas económicas todavía está por verse, y mientras tanto CFK y su equipo preparan un segundo gobierno que promete empeorar todo lo de malo y preocupante en materia de libertades y respeto del pluralismo y las instituciones que ya se vio en estos ocho años de poder K.

Pablo Díaz de Brito es redactor especial de www.analisislatino.com

 

Pablo Díaz de Brito
Pablo Díaz de Brito
Periodista.
 
 
 

 
 
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