Comunicados
Monitoreo de la gobernabilidad democrática
El clientelismo y la represión socavan la democracia en América Latina
CADAL renovó su convenio con la fundación alemana Bertelsmann para traducir y publicar en español la metodología, resumen ejecutivo, tendencias globales y capítulos regionales del Bertelsmann Transformation Index (BTI). La edición 2020 incluirá un anexo que ubica las tendencias relevadas en el marco de la crisis por la pandemia del Covid-19. En tanto, CADAL utilizará el BTI para la elaboración de artículos e informes que profundizan en el desempeño específico de países, en el lapso comprendido de 2006 a la fecha. El BTI 2020 demuestra que la democracia soporta presiones cada vez más fuertes en todo el mundo y que se produce una erosión del Estado de Derecho y de las libertades políticas. Esto aplica, desde ya, a América Latina y el Caribe.
La nueva edición del Índice de Transformación BTI de la fundación alemana Bertelsmann demuestra que la democracia soporta presiones cada vez más fuertes en todo el mundo y que se produce una erosión del Estado de Derecho y de las libertades políticas. Esto aplica, desde ya, a América Latina y el Caribe. Todavía es una región de carácter democrático, a pesar de que en la actualidad más de la cuarta parte de los países cuenta con un gobierno autocrático –como ahora también está ocurriendo en Guatemala y Honduras-. Las razones que impulsan esos procesos radican en las evidentes ansias de preservación del poder y en el clientelismo, que fortalecen la desigualdad económica y acentúan la división de la sociedad. Una señal de alarma.
A escala mundial aumenta el número de países cuyos dirigentes políticos abusan de sus cargos y anteponen el clientelismo al bien común. Un número cada vez mayor de personas en los países afectados experimenta y sufre las consecuencias que conllevan la corrupción y la mala gestión, y que socavan los elementos más importantes de los sistemas democráticos.
Las valoraciones de la calidad de la democracia, la economía de mercado y la gobernanza asignadas por el Índice internacional de Transformación de la Bertelsmann Stiftung (BTI) se han reducido por sexta vez consecutiva. Desde 2004 ese índice analiza periódicamente la evolución de la política y la economía en los países en vías de desarrollo y emergentes.
De los 137 Estados que analiza el BTI en la actualidad, 74 son calificados como democracias; y 63, como autocracias. La erosión de la calidad de la democracia también es perceptible en América Latina y el Caribe. A principios de los años 2000 Cuba era considerada como el último bastión autoritario de la región, que en aquel momento ya parecía tambalearse. Hoy, entre los 22 Estados analizados en esta región, se cuentan 6 autocracias: aparte de Cuba, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua y Venezuela.
Graves retrocesos en el ámbito de las elecciones libres y los derechos civiles
El promedio regional registra en la última década un retroceso extremadamente marcado del derecho a elecciones libres y justas, y de la protección de los derechos civiles. En particular, se ha identificado un aumento de violaciones de derechos civiles básicos en Nicaragua y Venezuela, lo que demuestra la férrea voluntad de los regímenes de Daniel Ortega y de Nicolás Maduro en sus intentos de mantenerse en el poder. En cambio, las restricciones al derecho a votar han sido especialmente graves en Guatemala, Honduras y Venezuela. A estas alturas, en Honduras, Nicaragua y Venezuela ya no se puede hablar de elecciones libres que cumplan con un mínimo estándar democrático. En los últimos años, los Gobiernos de Guatemala, Honduras y Nicaragua han desvirtuado de tal modo la separación de poderes, que ya no existe un control democrático del Poder Ejecutivo.
La regresión autoritaria en Guatemala y Honduras, así como las involuciones de naturaleza populista de derechas o ultraconservadora en Brasil y Colombia, que en parte sólo han cobrado más fuerza después del final del período estudiado, señalan un giro a la derecha de corte antidemocrático, impulsado por las antiguas élites. Un elemento clave en este proceso es la creciente influencia de las Iglesias evangélicas. Todas ellas promueven una intensificación de la agenda reaccionaria que respalda posturas intolerantes, y en cuyo núcleo se sitúa la defensa y el fomento de los valores familiares cristianos. Aproximadamente la mitad de los informes por países de América Latina del BTI 2020 señala el creciente influjo de esas iglesias en la política.
Falta de respuesta a los desafíos políticos y socioeconómicos
Las causas de la desestabilización del orden político establecido radican en la escasa capacidad de los actores políticos para la resolución de problemas, así como en las políticas clientelistas y la falta de disposición para llegar a compromisos. Un problema importante, aún sin solucionar, sigue siendo la criminalidad vinculada al narcotráfico. Además de las zonas de guerra, no existe a nivel mundial ninguna región más violenta que América Latina y el Caribe. Según las estadísticas oficiales, en los dos años que abarca el período de análisis, ha sido asesinado -hasta enero de 2019- más de un cuarto de millón de personas; la mayoría, en los países más poblados: Brasil y México. También en países tradicionalmente pacíficos, como Uruguay, se registra un aumento de la violencia criminal.
La mayor parte de los gobiernos en la región no ha encontrado una respuesta al urgente problema de la exclusión social y económica de amplias capas de la población. La pobreza y la desigualdad están muy extendidas en 8 de los 22 países de América Latina y del Caribe, especialmente, en Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua y Venezuela. En términos globales, no existe en todo el mundo una región que esté tan marcada por la desigualdad. Como han mostrado las recientes manifestaciones en Chile, es muy difícil detener la tendencia hacia una mayor desigualdad social, que está -en parte- condicionada por los efectos de la globalización, incluso en el caso de Gobiernos que ponen en práctica una activa política social. El ejemplo de Brasil demuestra que, incluso durante las administraciones del Partido de los Trabajadores, la desigualdad no ha dejado de crecer, aun cuando -al mismo tiempo- se ha logrado reducir claramente los niveles de pobreza.
Debido al descenso de los precios de las materias primas desde el otoño de 2014, el margen de actuación de los Gobiernos para la aplicación de medidas intervencionistas en el ámbito de la política social se ha reducido. Al mismo tiempo, en muchos Estados de América Latina y del Caribe el endeudamiento empezó a crecer de forma masiva. Han sido, sobre todo, los “tres grandes” -Argentina, Brasil y México- los países que han mostrado de forma más clara un desplome en sus economías nacionales. Considerados los graves problemas económicos y la marcada segregación social, en muchos países los efectos de la omnipresente corrupción se agudizan. Solamente en Chile, Costa Rica y Uruguay se sanciona sistemáticamente el abuso de poder, así como, con algunas limitaciones, en Argentina y Brasil. Estos cinco países ponen en práctica una eficaz política contra la corrupción, si bien, como en el caso de Brasil, hasta cierto punto con el concurso de un sistema judicial altamente politizado y parcial.
Luces de esperanza contra las tendencias autoritarias
A pesar de una mayor represión en autocracias y de más defectos en democracias, esta tendencia no es irreversible. En Ecuador se ha podido superar un régimen cada vez más autoritario. Y un gran número de democracias latinoamericanas, más allá de las numerosas dificultades de los procesos de transformación, se ha mostrado sorprendentemente resistente ante las regresiones autoritarias. Con todo, los impulsos para las reformas positivas, como destacan los resultados del BTI 2020, rara vez se dan por parte de los gobiernos; más bien nacen de una sociedad civil crítica, que se opone al desmantelamiento de los estándares democráticos. “En tiempos de un aumento de la desestabilización tendremos que encontrar respuestas a esas tendencias, en el marco de una comunidad internacional corresponsable. Si aspiramos al mantenimiento de las democracias, el desafío del futuro se centrará en la calidad del liderazgo y el debate sobre el anclaje de valores en la actuación política y económica”, advierte Brigitte Mohn, miembro del Consejo Directivo de la Bertelsmann Stiftung.
Cabe destacar, desde 2004 el Índice de Transformación BTI de la Bertelsmann Stiftung analiza y evalúa con regularidad la calidad de la democracia, la economía de mercado y la buena gobernanza en 137 países en vías de desarrollo. El relevo se basa en las más de 5.000 páginas de detallados informes regionales, elaborados en colaboración con más de 280 especialistas de universidades y think tanks líderes en más de 120 países. El actual período objeto de análisis abarca desde el 1° de febrero de 2017 hasta el 31 de enero de 2019.
El BTI es el único índice que ofrece una comparación internacional, que mide la calidad de la actuación de los gobiernos con base en datos de propia elaboración. Desde el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), socio colaborador de la Bertelsmann Stiftung desde 2014, se publica el BTI traducido al español.
Contacto: Dr. Hauke Hartmann
Teléfono: +49 5241 81-81389
Correo electrónico: hauke.hartmann@bertelsmann-stiftung.de
Para obtener más información se puede ingresar a sitio web del proyecto: www.bti-project.org
La nueva edición del Índice de Transformación BTI de la fundación alemana Bertelsmann demuestra que la democracia soporta presiones cada vez más fuertes en todo el mundo y que se produce una erosión del Estado de Derecho y de las libertades políticas. Esto aplica, desde ya, a América Latina y el Caribe. Todavía es una región de carácter democrático, a pesar de que en la actualidad más de la cuarta parte de los países cuenta con un gobierno autocrático –como ahora también está ocurriendo en Guatemala y Honduras-. Las razones que impulsan esos procesos radican en las evidentes ansias de preservación del poder y en el clientelismo, que fortalecen la desigualdad económica y acentúan la división de la sociedad. Una señal de alarma.
A escala mundial aumenta el número de países cuyos dirigentes políticos abusan de sus cargos y anteponen el clientelismo al bien común. Un número cada vez mayor de personas en los países afectados experimenta y sufre las consecuencias que conllevan la corrupción y la mala gestión, y que socavan los elementos más importantes de los sistemas democráticos.
Las valoraciones de la calidad de la democracia, la economía de mercado y la gobernanza asignadas por el Índice internacional de Transformación de la Bertelsmann Stiftung (BTI) se han reducido por sexta vez consecutiva. Desde 2004 ese índice analiza periódicamente la evolución de la política y la economía en los países en vías de desarrollo y emergentes.
De los 137 Estados que analiza el BTI en la actualidad, 74 son calificados como democracias; y 63, como autocracias. La erosión de la calidad de la democracia también es perceptible en América Latina y el Caribe. A principios de los años 2000 Cuba era considerada como el último bastión autoritario de la región, que en aquel momento ya parecía tambalearse. Hoy, entre los 22 Estados analizados en esta región, se cuentan 6 autocracias: aparte de Cuba, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua y Venezuela.
Graves retrocesos en el ámbito de las elecciones libres y los derechos civiles
El promedio regional registra en la última década un retroceso extremadamente marcado del derecho a elecciones libres y justas, y de la protección de los derechos civiles. En particular, se ha identificado un aumento de violaciones de derechos civiles básicos en Nicaragua y Venezuela, lo que demuestra la férrea voluntad de los regímenes de Daniel Ortega y de Nicolás Maduro en sus intentos de mantenerse en el poder. En cambio, las restricciones al derecho a votar han sido especialmente graves en Guatemala, Honduras y Venezuela. A estas alturas, en Honduras, Nicaragua y Venezuela ya no se puede hablar de elecciones libres que cumplan con un mínimo estándar democrático. En los últimos años, los Gobiernos de Guatemala, Honduras y Nicaragua han desvirtuado de tal modo la separación de poderes, que ya no existe un control democrático del Poder Ejecutivo.
La regresión autoritaria en Guatemala y Honduras, así como las involuciones de naturaleza populista de derechas o ultraconservadora en Brasil y Colombia, que en parte sólo han cobrado más fuerza después del final del período estudiado, señalan un giro a la derecha de corte antidemocrático, impulsado por las antiguas élites. Un elemento clave en este proceso es la creciente influencia de las Iglesias evangélicas. Todas ellas promueven una intensificación de la agenda reaccionaria que respalda posturas intolerantes, y en cuyo núcleo se sitúa la defensa y el fomento de los valores familiares cristianos. Aproximadamente la mitad de los informes por países de América Latina del BTI 2020 señala el creciente influjo de esas iglesias en la política.
Falta de respuesta a los desafíos políticos y socioeconómicos
Las causas de la desestabilización del orden político establecido radican en la escasa capacidad de los actores políticos para la resolución de problemas, así como en las políticas clientelistas y la falta de disposición para llegar a compromisos. Un problema importante, aún sin solucionar, sigue siendo la criminalidad vinculada al narcotráfico. Además de las zonas de guerra, no existe a nivel mundial ninguna región más violenta que América Latina y el Caribe. Según las estadísticas oficiales, en los dos años que abarca el período de análisis, ha sido asesinado -hasta enero de 2019- más de un cuarto de millón de personas; la mayoría, en los países más poblados: Brasil y México. También en países tradicionalmente pacíficos, como Uruguay, se registra un aumento de la violencia criminal.
La mayor parte de los gobiernos en la región no ha encontrado una respuesta al urgente problema de la exclusión social y económica de amplias capas de la población. La pobreza y la desigualdad están muy extendidas en 8 de los 22 países de América Latina y del Caribe, especialmente, en Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua y Venezuela. En términos globales, no existe en todo el mundo una región que esté tan marcada por la desigualdad. Como han mostrado las recientes manifestaciones en Chile, es muy difícil detener la tendencia hacia una mayor desigualdad social, que está -en parte- condicionada por los efectos de la globalización, incluso en el caso de Gobiernos que ponen en práctica una activa política social. El ejemplo de Brasil demuestra que, incluso durante las administraciones del Partido de los Trabajadores, la desigualdad no ha dejado de crecer, aun cuando -al mismo tiempo- se ha logrado reducir claramente los niveles de pobreza.
Debido al descenso de los precios de las materias primas desde el otoño de 2014, el margen de actuación de los Gobiernos para la aplicación de medidas intervencionistas en el ámbito de la política social se ha reducido. Al mismo tiempo, en muchos Estados de América Latina y del Caribe el endeudamiento empezó a crecer de forma masiva. Han sido, sobre todo, los “tres grandes” -Argentina, Brasil y México- los países que han mostrado de forma más clara un desplome en sus economías nacionales. Considerados los graves problemas económicos y la marcada segregación social, en muchos países los efectos de la omnipresente corrupción se agudizan. Solamente en Chile, Costa Rica y Uruguay se sanciona sistemáticamente el abuso de poder, así como, con algunas limitaciones, en Argentina y Brasil. Estos cinco países ponen en práctica una eficaz política contra la corrupción, si bien, como en el caso de Brasil, hasta cierto punto con el concurso de un sistema judicial altamente politizado y parcial.
Luces de esperanza contra las tendencias autoritarias
A pesar de una mayor represión en autocracias y de más defectos en democracias, esta tendencia no es irreversible. En Ecuador se ha podido superar un régimen cada vez más autoritario. Y un gran número de democracias latinoamericanas, más allá de las numerosas dificultades de los procesos de transformación, se ha mostrado sorprendentemente resistente ante las regresiones autoritarias. Con todo, los impulsos para las reformas positivas, como destacan los resultados del BTI 2020, rara vez se dan por parte de los gobiernos; más bien nacen de una sociedad civil crítica, que se opone al desmantelamiento de los estándares democráticos. “En tiempos de un aumento de la desestabilización tendremos que encontrar respuestas a esas tendencias, en el marco de una comunidad internacional corresponsable. Si aspiramos al mantenimiento de las democracias, el desafío del futuro se centrará en la calidad del liderazgo y el debate sobre el anclaje de valores en la actuación política y económica”, advierte Brigitte Mohn, miembro del Consejo Directivo de la Bertelsmann Stiftung.
Cabe destacar, desde 2004 el Índice de Transformación BTI de la Bertelsmann Stiftung analiza y evalúa con regularidad la calidad de la democracia, la economía de mercado y la buena gobernanza en 137 países en vías de desarrollo. El relevo se basa en las más de 5.000 páginas de detallados informes regionales, elaborados en colaboración con más de 280 especialistas de universidades y think tanks líderes en más de 120 países. El actual período objeto de análisis abarca desde el 1° de febrero de 2017 hasta el 31 de enero de 2019.
El BTI es el único índice que ofrece una comparación internacional, que mide la calidad de la actuación de los gobiernos con base en datos de propia elaboración. Desde el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), socio colaborador de la Bertelsmann Stiftung desde 2014, se publica el BTI traducido al español.
Contacto: Dr. Hauke Hartmann
Teléfono: +49 5241 81-81389
Correo electrónico: hauke.hartmann@bertelsmann-stiftung.de
Para obtener más información se puede ingresar a sitio web del proyecto: www.bti-project.org