Diálogo Latino Cubano
Promoción de la Apertura Política en Cuba
Mi bella ilusión se desmoronó
Con un sabor amargo de no poder contar en mi nación con ningún tipo de mecanismo jurídico y legal que pueda defender mi derecho, ante la acción de las autoridades de migración que me comunican que no puedo continuar mi viaje por encontrarme, según ellos, «regulado», por no se sabe bien por quién.Por Juan Michel López Mora
Tengo 20 años de edad y para garantizar mí presencia en el Programa Good Bye Lenin, al cual fui invitado a participar en Buenos Aires, comparto primero las peripecias que tuve que hacer para trasladarme de la Isla de la Juventud a la Habana con el fin de gestionar el visado.
Para eso tuve que realizar cambios en la reservación de pasajes porque la entrevista inicialmente era el 10 de octubre, pero ese día era feriado. Acá en Cuba realizar esa gestión y más para una persona con mi condición política se puede considerar un milagro, ya que es imposible salir de la Isla de la Juventud sin que los órganos de seguridad tengan conocimiento.
Y con las condiciones actuales de desabastecimiento de combustible las embarcaciones están viajando días alternos.
Luego de un viaje de cinco horas (tres de barco y dos de ómnibus) en el hospedaje repongo fuerza con algo de comida y unas cuantas horas de sueño; para dos días después, bien temprano en la mañana y dependiendo de las críticas condiciones de transporte, me dirijo a la embajada junto a mi compañera de viaje.
Terminada la gestión tengo que esperar dos días más para regresar a la Isla embarcándome nuevamente en un viaje de cinco horas.
El día primero de noviembre parto en nueva travesía con el propósito de viajar a la Argentina. Existen temores en la terminal pinera previendo que en cualquier momento agentes de la Seguridad del Estado (SE) o la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) me impidan seguir con mi viaje, pero afortunadamente eso no pasa.
Optimista, y con la esperanza de poder compartir mis experiencias con otros jóvenes que al igual que yo sueñan con adquirir conocimiento y preparación para ser de utilidad al desarrollo de los procesos democráticos de nuestros países, en la madrugada del día 2 de noviembre me presento en la terminal 3 del aeropuerto internacional “José Martí”, y ahí es cuando toda esa bella ilusión se desmorona. Con un sabor amargo de no poder contar en mi nación con ningún tipo de mecanismo jurídico y legal que pueda defender mi derecho, ante la acción de las autoridades de migración que me comunican que no puedo continuar mi viaje por encontrarme, según ellos, “regulado”, por no se sabe bien por quién.
Al siguiente día retorno nuevamente a mi isla y en un agotador viaje de avión recobro fuerzas y me animo a continuar trabajando para contribuir a que en un futuro otros jóvenes no tengan que ser atropellados ni se les viole su derecho a transitar libremente dentro y fuera de su nación.
Juan Michel López Mora
Tengo 20 años de edad y para garantizar mí presencia en el Programa Good Bye Lenin, al cual fui invitado a participar en Buenos Aires, comparto primero las peripecias que tuve que hacer para trasladarme de la Isla de la Juventud a la Habana con el fin de gestionar el visado.
Para eso tuve que realizar cambios en la reservación de pasajes porque la entrevista inicialmente era el 10 de octubre, pero ese día era feriado. Acá en Cuba realizar esa gestión y más para una persona con mi condición política se puede considerar un milagro, ya que es imposible salir de la Isla de la Juventud sin que los órganos de seguridad tengan conocimiento.
Y con las condiciones actuales de desabastecimiento de combustible las embarcaciones están viajando días alternos.
Luego de un viaje de cinco horas (tres de barco y dos de ómnibus) en el hospedaje repongo fuerza con algo de comida y unas cuantas horas de sueño; para dos días después, bien temprano en la mañana y dependiendo de las críticas condiciones de transporte, me dirijo a la embajada junto a mi compañera de viaje.
Terminada la gestión tengo que esperar dos días más para regresar a la Isla embarcándome nuevamente en un viaje de cinco horas.
El día primero de noviembre parto en nueva travesía con el propósito de viajar a la Argentina. Existen temores en la terminal pinera previendo que en cualquier momento agentes de la Seguridad del Estado (SE) o la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) me impidan seguir con mi viaje, pero afortunadamente eso no pasa.
Optimista, y con la esperanza de poder compartir mis experiencias con otros jóvenes que al igual que yo sueñan con adquirir conocimiento y preparación para ser de utilidad al desarrollo de los procesos democráticos de nuestros países, en la madrugada del día 2 de noviembre me presento en la terminal 3 del aeropuerto internacional “José Martí”, y ahí es cuando toda esa bella ilusión se desmorona. Con un sabor amargo de no poder contar en mi nación con ningún tipo de mecanismo jurídico y legal que pueda defender mi derecho, ante la acción de las autoridades de migración que me comunican que no puedo continuar mi viaje por encontrarme, según ellos, “regulado”, por no se sabe bien por quién.
Al siguiente día retorno nuevamente a mi isla y en un agotador viaje de avión recobro fuerzas y me animo a continuar trabajando para contribuir a que en un futuro otros jóvenes no tengan que ser atropellados ni se les viole su derecho a transitar libremente dentro y fuera de su nación.