Derechos Humanos y
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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos

06-08-2017

El estado de los derechos humanos en República del Congo

Los derechos políticos y las libertades civiles se encuentran reprimidos desde hace 20 años por el mismo régimen autoritario. Sassou-Nguesso, que gobierna desde hace 33 años, conduce la República del Congo rumbo al beneficio de sus aliados y, por supuesto, el propio. La convocatoria a elecciones de 2016 no ha sido más que un encubrimiento de métodos antidemocráticos.
Por Ludmila González Cerulli

Dos décadas han transcurrido y la República del Congo sigue en manos de uno de los líderes más antiguos de África, Denis Sassou-Nguesso. El actual presidente cuenta con 33 años en el rol de gobernante, pero éstos no se reflejan en un modelo apropiado para desarrollar estructuras democráticas. El ex “Congo Francés” ha sido reconocido como el primer país africano en adoptar un régimen comunista, en cierta medida esta impronta aún sobrevive. Los esfuerzos para transformar la economía nacional, de una intervencionista hacia otra orientada al mercado, quedaron frustrados por conflictos violentos e intereses de la élite estatal. El resultado de este sistema presidencialista, el cual fue impuesto, es la privación de las libertades civiles, los derechos políticos y humanos a casi cinco millones de habitantes.

Fulbert Youlou asumió la presidencia del territorio africano tras su independencia de Francia en 1960. Los años siguientes en la historia de su soberanía, según Bertelsmann Stiftung, estuvieron marcados por la inestabilidad, rivalidad étnica, forcejeos por controlar el petróleo- principal producto de exportación-, golpes de estado, asesinatos políticos, desigualdad social y regional. En 1970 se estableció una república popular, marxista-leninista, bajo el mandato de un partido único, el Partido Comunista del Trabajo (PCT). Sassou-Nguesso tomó el poder en 1979 y trajo una tranquilidad temporal. La caída de varios gobiernos autoritarios de Europa del Este y África entre 1989-1990, hicieron que el gobernante abandonara el modelo comunista e implementara la demanda del pueblo: un sistema multipartidista. Desde 1991, el país comenzó a nombrarse “República del Congo”.

Las elecciones de 1992 tuvieron como vencedores a la coalición de partidos políticos liderada por Pascal Lissouba y su Unión Panafricana para la Democracia Social (UPADS). Pero más adelante, el apoyo militar de Angola y el respaldo político de Francia le permitieron a Sassou-Nguesso retomar el poder en 1997. Aunque se desencadenó una guerra civil entre 1997-1999, las milicias en contra del gobernante no amenazaron a las fuerzas militares del régimen. El referéndum nacional de 2002 aprobó una nueva constitución multipartidaria que fortaleció la posición de Sassou-Nguesso. El presidente y su grupo de contención, dirigido por el PCT, ganaron las elecciones de ese año mediante el recurso del fraude electoral e incluso la abstención generalizada de votos. Así se consolidó el gobierno autoritario, cuyo enfoque de “premio-castigo” sedujo a los opositores “moderados” y antiguos enemigos a sumarse al sistema.

En 2003 y 2007, el régimen logró imponer acuerdos de paz a la milicia ubicada en Pool, región encabezada por un clérigo pentecostal y comandante militar conocido como “Pastor Ntoumi”. La muerte de varios líderes destacados de la oposición y la falta de una genuina intimidación contra el gobierno fueron dos cartas comodines para Sassou-Nguesso. De esta manera, el mandatario reforzó su poder en todas las elecciones a partir de 2007. Cada celebración de las elecciones contribuyó a estabilizar la autoridad del Estado. El empleo de las urnas no significó un obstáculo para Sassou-Nguesso que continuó con la represión, redes clientelistas, corrupción, cooptación de políticos y violación de derechos humanos. Por el contrario, los adversarios permanecieron débiles, divididos y despojados de posibilidades para enfrentar el autoritarismo de Sassou-Nguesso, cuyo único “peligro” acechaba en la espontaneidad de levantamientos populares.

Hay cuatro episodios que, como sostiene Bertelsmann Stiftung, repercutieron en los eventos sucedidos en 2016: la explosión de marzo de 2012 que destruyó partes de Brazzaville (capital) y dejó alrededor de 300 muertos; el enfrentamiento entre las fuerzas de seguridad y el guardaespaldas de un oficial militar disidente en diciembre de 2013, en el cual hubo cerca de 40 víctimas; las violentas deportaciones de miles de ciudadanos de República Democrática del Congo desde abril hasta julio de 2014; y por último, la creciente probabilidad de que el gobierno modificara la constitución para avalar un tercer mandato de Sassou-Nguesso. Asimismo, en octubre de 2015, un referéndum aprobó dichos cambios constitucionales. Las elecciones se realizaron en marzo del siguiente año, Sassou-Nguesso fue reelegido en un contexto de completo bloqueo de las comunicaciones. El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) confirmó que la interrupción de las conexiones telefónicas y de Internet se mantuvo por 48 horas con el propósito de evitar informes “ilegales” sobre los resultados electorales. Otra problemática fue el acceso a la región; en el caso de Amnistía Internacional, directamente, no obtuvo el permiso para ingresar al país.

El período postelectoral eclipsó la situación de los derechos humanos. Conforme al registro elaborado por Amnistía Internacional, las faltas cometidas en 2016 abarcan: 121 personas recluidas por motivos políticos en la cárcel de Brazzaville, entre ellos referentes de la oposición; prohibición de numerosas protestas; ataques aéreos en zonas residenciales de Pool, en los cuales las fuerzas de seguridad lanzaron un mínimo de 30 bombas en abril y repitieron la emboscada en septiembre; secuestros, uso excesivo de la fuerza y hasta tortura; promulgación de una ley reguladora de las organizaciones de la sociedad civil, la cual penaliza las actividades que resultan una “amenaza” para la estabilidad institucional, exige la aprobación de las mismas por parte de las autoridades e impide a las agrupaciones religiosas tratar cuestiones políticas. Por otra parte, la multiplicidad de voces es un lujo que todavía no forma parte de la realidad, dado que las transmisiones tanto en radio como en televisión tienden a reflejar la línea del gobierno, según informó la cadena británica BBC.

Los derechos políticos y las libertades civiles se encuentran reprimidos desde hace 20 años por el mismo régimen autoritario. Sassou-Nguesso conduce la República del Congo rumbo al beneficio de sus aliados y, por supuesto, el propio. La convocatoria a elecciones de 2016 no ha sido más que un encubrimiento de métodos antidemocráticos. Es el principal motivo por el cual, según Freedom House, el estado de la libertad del territorio africano ha empeorado respecto a otros períodos y merece la clasificación de “no libre”. La población sólo puede generar expectativas en cuanto a un cambio sustancial mediante la solidaridad de estados vecinos y la cooperación internacional. 

Ludmila González Cerulli
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