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Monitoreo de la gobernabilidad democrática
Evo Morales y la conflictividad social endógena del modelo ´´bolivariano´´
Con las particularidades nacionales de cada nación, este clima de continua agitación social, de permanente malestar y tensión, se da en todos los gobiernos o regímenes de tipo ´´bolivariano´´. Ecuador y Venezuela también viven, con sus diversidades, en este estado de inestabilidad sempiterna. Pese a que sus gobiernos son claramente autoritarios, a que aplica brutalmente un bozal a la prensa independiente y a que sus policías políticas trabajan a destajo contra opositores que viven en muchos casos con expedientes penales sobre sus cabezas, la estabilidad en estas sociedades no llega nunca.Por Pablo Díaz de Brito
Evo Morales atraviesa por otra crisis política y de gabinete, una más de las tantas que ha tenido en sus años en el poder, desde que asumió en enero de 2006. La diferencia esta vez es que el disparador de la misma es una represión policial contra grupos indígenas que protestan contra la construcción de una ruta en una reserva natural.
La represión desatada contra un campamento en el departamento amazónico de Beni, causó fuerte repudio, porque en el lugar había muchos niños y mujeres. Recientemente la crisis escaló, con la renuncia del ministro de Gobierno y una huelga general de la combativa Central Obrera Boliviana. El lunes 26 de septiembre ya había renunciado la ministra de Defensa, María Cecilia Chacón, con una misiva que resumía sus sentimientos y el fondo del problema: "Así no, acordamos con el pueblo hacer las cosas de otra manera".
Morales anunció la suspensión de la obra, financiada por Brasil. Evo resiste el mal momento apoyado en los mayoritarios pueblos aymaras y quechuas de la zona andina y serrana, mientras que la protesta proviene de los minoritarios indígenas amazónicos. Morales ya ha tenido que afrontar varias rebeliones similares, como la de Potosí, y luego, a fines de 2010, el "gasolinazo", una protesta general contra un alza del precio de los combustibles que el presidente boliviano debió archivar rápidamente.
Como ya se ha señalado en varias oportunidades, Morales es víctima de la misma metodología que él aplicó cuando no estaba en el poder: la acción directa, los "bloqueos" por tiempo indefinido de rutas vitales para el país, la huelga y movilización como expediente rutinario. Aplicando este repertorio contra los "gobiernos neoliberales" de Gonzalo Sánchez de Lozada y luego, con algo más de moderación, del presidente interino Carlos Mesa, Morales llegó a la presidencia boliviana. Enfrentó entonces a la oposición "blanca" y derechista del oriente, centrada en Santa Cruz. Aplicándoles un torniquete de persecución judicial y policial, quebró este foco de resistencia, así como el de Tarija. Pero apenas terminada esta faena, con varios referentes exiliados como única opción a la cárcel, a Morales le comenzaron a surgir rebeliones que copiaban su metodología de acción directa, como la rebelión de Potosí, el citado "gasolinazo" y ahora los movimientos indígenas no andinos que resisten su plan de obras carreteras.
Ahora bien, con las particularidades nacionales de cada nación, este clima de continua agitación social, de permanente malestar y tensión, se da en todos los gobiernos o regímenes de tipo "bolivariano". Ecuador y Venezuela también viven, con sus diversidades, en este estado de inestabilidad sempiterna. Pese a que sus gobiernos son claramente autoritarios, a que aplica brutalmente un bozal a la prensa independiente y a que sus policías políticas trabajan a destajo contra opositores que viven en muchos casos con expedientes penales sobre sus cabezas, la estabilidad en estas sociedades no llega nunca. Las naciones bolivarianas no viven en un orden de tipo soviético o castrista, como claramente es el sueño de sus mandamases, sino en constante agitación y disputa. Parece entonces que el propio modo de construcción política que constituye a estos regímenes de tipo plebiscitario y caudillista, es portador de la reproducción permanente de la inestabilidad, que resultaría así congénita.
De hecho, si se busca en la historia latinoamericana, también ocurrió algo similar con el peronismo (1946/55), tal vez el mejor antecedente de los regímenes bolivarianos contemporáneos.
Sucede que, como estos regímenes trabajan bajo la clave de la polarización social, es inevitable que el otro polo así creado, el del "enemigo", también responda con medidas directas y hasta violentas. La ideología maniquea de Chávez, Morales y Correa explica que hay que luchar sin pausa y sin concesiones contra el enemigo, la "oligarquía" y su aliado externo, "el imperio". La lógica de este planteo lleva a dos cosas: a armar un aparato represivo totalmente incompatible con la democracia y, seguidamente, a la estigmatización y persecución permanente, hasta el exterminio si es posible, de los opositores al régimen.
El problema es que, como se ve ahora en Bolivia, cuando se logra doblegar mediante el uso de un Estado policial a la oposición "tradicional" y "oligárquica", surgen en el seno mismo del régimen, o entre quienes deberían ser sus aliados "naturales", disidencias de fondo.
El conflicto indígena en Beni se entrecruza precisamente con unas elecciones judiciales con las que Morales pretende dominar por completo al Poder Judicial. Están planeadas para el 16 de octubre y será la primera vez que se elijan a los integrantes del Tribunal Supremo, el Constitucional y el Consejo de la Magistratura por el voto popular. Se teme que todos los electos resultarán militantes o muy afines al socialismo gobernante de Morales. Será otro avance más en la construcción de un sistema autoritario. Pero como se dijo, mientras Morales avanza firme y parejo por este carril, la conflictividad social que lo llevó al poder se reproduce bajo sus pies.
Otro signo característico de estos movimientos son sus sistemáticas rupturas internas. Las innumerables escisiones que ha sufrido Chávez en sus varios partidos y agrupaciones oficialistas desde 1998 son un ejemplo. Morales también puede contar entre los nuevos opositores a antiguos aliados, como el ex alcalde de La Paz, Juan Del Granado, dirigente del Movimiento Sin Miedo, y a dirigentes indigenistas y sociales antes vinculados al oficialista MAS. Estos disidentes hacen de relevo de esa oposición tradicional que los gobiernos bolivarianos han derribado o acotado drásticamente mediante la persecución judicial y policial.
La ruptura interna y el conflicto social permanente son así una marca distintiva de este tipo nuevo de régimen, que surgió en la región con el cambio de milenio y que rápidamente ha mostrado sus limitaciones, provocadas por esta característica peculiar de reproducir el estado de conflictividad social del que nacieron. Es este contexto problemático que crean, y no sólo el carácter autoritario y anti-mercado, el que deprime y limita la inversión privada en estos países, algo que los lleva a "primarizar" aún más sus ya básicas economías. Nada casualmente, Morales, Chávez y en menor medida el ecuatoriano Correa presiden economías que dependen casi exclusivamente de la exportación de hidrocarburos.
Pablo Díaz de Brito es redactor especial de www.analisislatino.com y analista de CADAL.
Pablo Díaz de BritoPeriodista.
Evo Morales atraviesa por otra crisis política y de gabinete, una más de las tantas que ha tenido en sus años en el poder, desde que asumió en enero de 2006. La diferencia esta vez es que el disparador de la misma es una represión policial contra grupos indígenas que protestan contra la construcción de una ruta en una reserva natural.
La represión desatada contra un campamento en el departamento amazónico de Beni, causó fuerte repudio, porque en el lugar había muchos niños y mujeres. Recientemente la crisis escaló, con la renuncia del ministro de Gobierno y una huelga general de la combativa Central Obrera Boliviana. El lunes 26 de septiembre ya había renunciado la ministra de Defensa, María Cecilia Chacón, con una misiva que resumía sus sentimientos y el fondo del problema: "Así no, acordamos con el pueblo hacer las cosas de otra manera".
Morales anunció la suspensión de la obra, financiada por Brasil. Evo resiste el mal momento apoyado en los mayoritarios pueblos aymaras y quechuas de la zona andina y serrana, mientras que la protesta proviene de los minoritarios indígenas amazónicos. Morales ya ha tenido que afrontar varias rebeliones similares, como la de Potosí, y luego, a fines de 2010, el "gasolinazo", una protesta general contra un alza del precio de los combustibles que el presidente boliviano debió archivar rápidamente.
Como ya se ha señalado en varias oportunidades, Morales es víctima de la misma metodología que él aplicó cuando no estaba en el poder: la acción directa, los "bloqueos" por tiempo indefinido de rutas vitales para el país, la huelga y movilización como expediente rutinario. Aplicando este repertorio contra los "gobiernos neoliberales" de Gonzalo Sánchez de Lozada y luego, con algo más de moderación, del presidente interino Carlos Mesa, Morales llegó a la presidencia boliviana. Enfrentó entonces a la oposición "blanca" y derechista del oriente, centrada en Santa Cruz. Aplicándoles un torniquete de persecución judicial y policial, quebró este foco de resistencia, así como el de Tarija. Pero apenas terminada esta faena, con varios referentes exiliados como única opción a la cárcel, a Morales le comenzaron a surgir rebeliones que copiaban su metodología de acción directa, como la rebelión de Potosí, el citado "gasolinazo" y ahora los movimientos indígenas no andinos que resisten su plan de obras carreteras.
Ahora bien, con las particularidades nacionales de cada nación, este clima de continua agitación social, de permanente malestar y tensión, se da en todos los gobiernos o regímenes de tipo "bolivariano". Ecuador y Venezuela también viven, con sus diversidades, en este estado de inestabilidad sempiterna. Pese a que sus gobiernos son claramente autoritarios, a que aplica brutalmente un bozal a la prensa independiente y a que sus policías políticas trabajan a destajo contra opositores que viven en muchos casos con expedientes penales sobre sus cabezas, la estabilidad en estas sociedades no llega nunca. Las naciones bolivarianas no viven en un orden de tipo soviético o castrista, como claramente es el sueño de sus mandamases, sino en constante agitación y disputa. Parece entonces que el propio modo de construcción política que constituye a estos regímenes de tipo plebiscitario y caudillista, es portador de la reproducción permanente de la inestabilidad, que resultaría así congénita.
De hecho, si se busca en la historia latinoamericana, también ocurrió algo similar con el peronismo (1946/55), tal vez el mejor antecedente de los regímenes bolivarianos contemporáneos.
Sucede que, como estos regímenes trabajan bajo la clave de la polarización social, es inevitable que el otro polo así creado, el del "enemigo", también responda con medidas directas y hasta violentas. La ideología maniquea de Chávez, Morales y Correa explica que hay que luchar sin pausa y sin concesiones contra el enemigo, la "oligarquía" y su aliado externo, "el imperio". La lógica de este planteo lleva a dos cosas: a armar un aparato represivo totalmente incompatible con la democracia y, seguidamente, a la estigmatización y persecución permanente, hasta el exterminio si es posible, de los opositores al régimen.
El problema es que, como se ve ahora en Bolivia, cuando se logra doblegar mediante el uso de un Estado policial a la oposición "tradicional" y "oligárquica", surgen en el seno mismo del régimen, o entre quienes deberían ser sus aliados "naturales", disidencias de fondo.
El conflicto indígena en Beni se entrecruza precisamente con unas elecciones judiciales con las que Morales pretende dominar por completo al Poder Judicial. Están planeadas para el 16 de octubre y será la primera vez que se elijan a los integrantes del Tribunal Supremo, el Constitucional y el Consejo de la Magistratura por el voto popular. Se teme que todos los electos resultarán militantes o muy afines al socialismo gobernante de Morales. Será otro avance más en la construcción de un sistema autoritario. Pero como se dijo, mientras Morales avanza firme y parejo por este carril, la conflictividad social que lo llevó al poder se reproduce bajo sus pies.
Otro signo característico de estos movimientos son sus sistemáticas rupturas internas. Las innumerables escisiones que ha sufrido Chávez en sus varios partidos y agrupaciones oficialistas desde 1998 son un ejemplo. Morales también puede contar entre los nuevos opositores a antiguos aliados, como el ex alcalde de La Paz, Juan Del Granado, dirigente del Movimiento Sin Miedo, y a dirigentes indigenistas y sociales antes vinculados al oficialista MAS. Estos disidentes hacen de relevo de esa oposición tradicional que los gobiernos bolivarianos han derribado o acotado drásticamente mediante la persecución judicial y policial.
La ruptura interna y el conflicto social permanente son así una marca distintiva de este tipo nuevo de régimen, que surgió en la región con el cambio de milenio y que rápidamente ha mostrado sus limitaciones, provocadas por esta característica peculiar de reproducir el estado de conflictividad social del que nacieron. Es este contexto problemático que crean, y no sólo el carácter autoritario y anti-mercado, el que deprime y limita la inversión privada en estos países, algo que los lleva a "primarizar" aún más sus ya básicas economías. Nada casualmente, Morales, Chávez y en menor medida el ecuatoriano Correa presiden economías que dependen casi exclusivamente de la exportación de hidrocarburos.
Pablo Díaz de Brito es redactor especial de www.analisislatino.com y analista de CADAL.