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31-07-2002

Uruguay y los músicos del Titanic

Igual que en los campeonatos de fútbol, los uruguayos -en materia económica- no dependemos de nosotros mismos. En cada eliminatoria de un torneo mundial hacemos cálculos sobre resultados de partidos ajenos y especulamos sobre ''la ayuda'' que otra selección pueda darnos.
Por Nelson Fernández Salvidio

Igual que en los campeonatos de fútbol, los uruguayos -en materia económica- no dependemos de nosotros mismos. En cada eliminatoria de un torneo mundial hacemos cálculos sobre resultados de partidos ajenos y especulamos sobre "la ayuda" que otra selección pueda darnos. Cansa eso de estar dependiendo del esfuerzo o gentileza de otros, pero por lo visto, no es suficiente para aprender que no se pueden perder aquellos puntos que pudieron ser ganados sin problemas. Cuando se escucha que "matemáticamente tenemos chance", ya se sabe que habrá que gritar goles ajenos como propios y terminar con la calculadora en la mano.
En medio de una crisis económica dura y extensa, ya no alcanza con el esfuerzo propio para zafar de una debacle. Este es un punto importante para el análisis: cuando se dice que esta es la crisis más grave de la historia uruguaya, ello no significa que no se pueda estar peor. Cuando se dice, como lo indican las cifras, que la recesión actual es la más larga de la historia, tampoco quiere decir que haya terminado, o sea que aún pueda ser más extensa.
¿Podemos estar peor, económicamente? Mucha gente razona que la situación es tan mala -por la caída de producción durante cuatro años, cierre de empresas, aumento del desempleo, deterioro de la calidad de los puestos de empleos, recortes salariales y rebrote inflacionarios, pérdida del poder de compra del ingreso familiar, incremento de la pobreza, empeoramiento de la distribución del ingreso- que "no hay nada para perder", porque "peor que esto no se puede estar". Obviamente esta conclusión no tiene nada de fundamento. Es simplemente como aquello
de "siempre que llovió paró".
Para darse cuenta que sí se puede estar peor, y mucho peor, basta con echar una mirada hacia Argentina. Ese país nos ha mostrado una película en varios capítulos, como para enseñarnos el camino que podemos seguir si nos empeñamos en caer en los mismos errores que esa sociedad.
Llama la atención que la crisis avance sin que el sistema político emita una señal fuerte -contundente- de que ante la gravedad del problema, hay una disposición a corregir históricos desequilibrios con los cuales ha quedado demostrado que no es posible convivir. Y esto no pasa por ajuste tras ajuste, con larga discusión previa "para marcar perfiles", para decir luego que "se ha actuado con responsabilidad".
Aunque a muchos no les guste que se compare "la economía de todo un país" con la de una persona, la de una familia, es claro que ni el Estado, ni un particular, ni un hogar, pueden vivir por encima de sus posibilidades eternamente. Que la calesita en algún momento se rompe.
El sistema político uruguayo debatió en estos días sobre el tema económico. El Parlamento destinó casi 18 horas la semana pasada y unas seis horas más esta semana, para analizar la crisis durante la interpelación que el senador frenteamplista Alberto Couriel realizó al ministro de Economía, Alberto Bensión. La frase de "que terminó sin consecuencias políticas" ya suena como esa de "matemáticamente tenemos chance". ¿Cómo sin consecuencias?
Lo que ocurrió fue que la izquierda no obtuvo votos suficientes como para echar del cargo al ministro Bensión. Eso no quiere decir que todo terminó "sin consecuencias políticas".
Las consecuencias son que el Parlamento destinó 24 horas de trabajo en un debate en el que el Frente Amplio expresó lo que piensa de la economía (lo que todos ya saben que la izquierda piensa), el Partido Colorado ratificó la política económica que aplica (lo que también todo el mundo conoce) y algún legislador del Partido Nacional aprovechó para "marcar perfil" propio (un jueguito que ya todo Uruguay tiene claro).
La oposición está en su derecho de controlar, criticar y pedir explicaciones al gobierno. Una sociedad necesita del debate de ideas y el Parlamento es un lugar apropiado para ello. Pero también el Poder Legislativo tiene la función de producir las reglas de juego para la economía, y la gravedad de la situación exige un mayor esfuerzo en esta materia, de forma tal de dar señales al exterior de que el país está dispuesto a hacer esfuerzos como para merecer ayuda. Los recortes de gasto público y las reformas estructurales incluídas en el proyecto de ley presupuestal ("rendición de cuentas"), y las exoneraciones de impuestos y facilidades en la tramitación de inversiones (en una ley cuyo nombre "de reactivación" es excesivo), no pueden esperar durante semanas mientras los legisladores presencian un desfile de delegaciones, que repiten discursos conocidos de antemano.
Todo predecible. Todo. Casi como el final de la película. ¿Veremos algún día en Uruguay una escena tan penosa como la del Congreso argentino cuando ovacionó el anuncio del cese de pagos de deuda?
Es hora de darse cuenta de que ese riesgo no es tan lejano. Y que ya no depende exclusivamente del esfuerzo propio para despejar las dudas sobre la capacidad de pago del Estado uruguayo.
En el mercado, los Bonos públicos valen la mitad de lo que valían a fin de año. Por ejemplo, la serie 30ª (que asegura una tasa de interés fijo de 7,5%) se pagaba por encima de su valor el 31 de diciembre, a 103%. Hoy se vende a 51% y no es fácil conseguir compradores. La serie 52ª que a fin de año se compraba a 90%, ayer martes 16 no se podía vender ni a 40%. Y así con todas las series.
Es contundente; con estas cotizaciones (que muestran desprecio por la deuda uruguaya), el país no puede pedir dinero prestado para financiar su déficit. Pero además, tiene que cumplir con compromisos generados anteriormente (para no caer en default con las consecuencias que ello
tiene) y sólo los organismos internacionales pueden dar esa ayuda.
Hasta fin de año vencen unos U$S 860 millones, el próximo año unos U$S 1.745 millones y en el año electoral unos mil millones más. Además hay que financiar el déficit persistente y todo esto con caída de reservas. Los activos del Banco Central eran a fin de año unos 3.100 millones de dólares, pero en lo que va del año se perdieron casi 2.000 millones (y eso que entraron unos 840 millones por créditos del FMI).
No va a ser fácil cumplir. Para conseguir la ayuda necesaria como para resistir, la dirigencia política debe demostrar seriedad, profesionalismo y rapidez a la hora de actuar. Cada vez el tiempo se acorta y el abismo está más cerca.
Sólo llegará la ayuda si se muestra disposición a que el país sea un ámbito acogedor de inversiones, estimulante a la competencia, propicio para hacer buenos negocios y para el crecimiento. Y si la ayuda no llega, o se demora, porque los últimos prestamistas -el FMI, BID, Banco Mundial- perciban que la caída es inevitable, no habrá quien crea en nuestras lágrimas. Y los más infelices, los más desprotegidos, serán los más perjudicados.
Los dirigentes políticos -obviamente los de la coalición de gobierno, pero también en buena medida los de oposición, que tienen alta chance de agarrar el timón en el próximo cambio de mando- no pueden seguir como "los músicos del Titanic", que tocaban en la cubierta de un barco que se hundía, con la intención de "mantener en calma" a la gente.

Nelson Fernández es Subsecretario de Redacción de la Revista Búsqueda y corresponsal en Uruguay del diario argentino La Nación.
Este artículo fue originalmente publicado como columna editorial del día 11 de julio en la Revista Búsqueda.

Nelson Fernández Salvidio
Nelson Fernández Salvidio
Periodista, docente, escritor de libros de ensayos periodístico-político,; el último es “El Golpe de 1973” (Sudamericana, julio 2023) sobre lo ocurrido en Uruguay y en Latinoamérica en los años sesenta y setenta.
 
 
 

 
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