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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
Nuevos golpes en África
Si bien los golpes de Estado no son una novedad en el continente desde la era poscolonial, a partir de 2020 se han acelerado. Pese a que cada país afectado tiene particularidades distintivas, el 26 de julio pasado le tocó a Níger, con variables similares a las evidenciadas sobre todo en Mali y Burkina Faso. El 30 de agosto pasado fue el turno de Gabón, otra excolonia francesa. Para el caso, se derrumbó una dinastía familiar, la Bongo, que entre padre e hijo gobernaron el país centroafricano desde 1967. Por Omer Freixa
En el continente africano, principalmente en el área saheliana, es posible contabilizar más de una decena de golpes de Estado, entre efectivos y diversos intentos. El primero de esta seguidilla tuvo lugar en agosto de 2020 en Mali, donde una junta militar depuso al electo democráticamente Ibrahim Boubacar Keïta, interrumpiendo así sus dos mandatos consecutivos. En mayo del año siguiente, este país sufrió otro. Una situación similar le ocurrió el año pasado a Burkina Faso.
En ambas situaciones una de las razones del proceder militar, explicaron los partícipes, fue la insatisfacción generalizada contra el modo y los resultados en la lucha contra el integrismo islámico que viene haciendo estragos en el Sahel y amenaza con ser una presencia estable en los Estados costeros de África occidental, en los cuales ya se han registrado algunos episodios. Guinea Conakry atravesó el suyo hace dos años y Sudán, bastante más alejado del área focal, también experimentó dos golpes entre 2019 y 2021, ahora en casi una guerra civil debido a la rivalidad militar.
Pese a que cada país afectado tiene particularidades distintivas, el 26 de julio pasado le tocó a Níger, con variables similares a las evidenciadas sobre todo en Mali y Burkina Faso. Desde aquel momento, se llegó al convencimiento rotundo de que, junto a Guinea, estas cuatro naciones (sin incluir a Chad, cuyo presidente fue asesinado en plena campaña militar, sucediéndose su hijo) atravesaban una ola golpista de características comunes. Había un elemento visible: el marcado rechazo a la presencia francesa en la región, potencia de la cual, a pesar de haberse independizado en 1960, aún dependían más que nada en términos económicos (véase al respecto lo que significa el franco CFA). Se vieron escenas de júbilo popular, numerosas muestras de rechazo a Francia y, en su lugar, la presencia en las manifestaciones de banderas rusas en ciudades como Bamako u Ouagadougou.
El 30 de agosto pasado fue el turno de Gabón, otra excolonia francesa pero esta vez alejada del espacio africano abordado arriba. Para el caso, se derrumbó una dinastía familiar, la Bongo, que entre padre e hijo gobernaron el país centroafricano desde 1967. Alí Bongo estaba en el poder desde 2009 tras elecciones presidenciales de muy dudosa veracidad ante sendas denuncias de fraude y acusaciones sostenidas en el tiempo de manejos cleptócratas y autoritarios. Cuando se anunció la victoria electoral de Bongo, un grupo de militares lo arrestó y depuso. Sin embargo, el rumbo no se torció por completo tras esta experiencia golpista, pues el hombre fuerte que quedaría al mando de la situación fue el jefe de la custodia del depuesto, Brice Oligui Nguema, su familiar directo. En cierta forma, como sucedió en Níger un mes antes, el jefe de las autoridades de transición nigerinas fue también el hasta entonces encargado de la seguridad presidencial, Abdourahamane Tchiani, quien impartió la orden de conformar un gobierno civil a los pocos días de dado el golpe. No hay que olvidar que el clan Bongo gozó por años del beneplácito de Francia y el lugar de radicación del patrimonio de la familia presidencial gabonesa fue la exmetrópoli.
Francia y más
En África occidental se pueden constatar factores en común que explican la existencia de golpes de Estado. Ya se mencionó la cuestión de seguridad: en varios casos el golpismo obedeció a la inconformidad con el desempeño de las fuerzas de seguridad en materia de contención del yihadismo como problema principal de la agenda securitaria. Además, hay que sumar los efectos en materia alimentaria por la repercusión de la guerra en Ucrania, como en el punto clave del aumento sostenido de los precios de alimentos y de otros insumos básicos. En general, se asiste a un proceso en el cual las complicaciones propias de poblaciones cuya preocupación mayor es subsistir provocan un divorcio palpable respecto de las clases dirigentes. A esto último se suma la corrupción. Al efecto, en Níger el gobierno creó una comisión anticorrupción.
Es decir, una crisis de representatividad acusada en el grado de separación entre gobernantes y gobernados, lo que puede decirse la sociedad civil. La mayoría de países africanos tienen poblaciones muy jóvenes y estas se encuentran postergadas siendo las vías de escape que se ofrecen bastante limitadas: el éxodo, la radicalización y/o la protesta.
Y también, desde una perspectiva geoestratégica, está Francia y su pérdida de espacio. Se comenta que la retirada francesa de lo que en un momento fuera el África Occidental Francesa colonial se vincula a una redefinición de la exmetrópoli en sus objetivos en cuanto a política exterior africana. Acechada desde varios frentes, cuando estaba el proceso en marcha de abandono en Malí y Burkina Faso, con redirección a Níger, empezó la crisis en este importante proveedor de uranio a suelo francés tan necesario para la producción de electricidad en el país europeo que obligó al Elíseo a continuar redefiniendo la estrategia. El oro maliense y burkinabé, el uranio nigerino, son motivos, entre otros, para que Francia resienta su presencia en el Sahel de modo tan rápido. Pero el espacio se está completando, en su reemplazo, con la presencia rusa y de la empresa contratista Wagner (muy criticada por sus manejos) que perdió a su líder y fundador, Prigozhin, en circunstancias que el Kremlin tildó de mero “accidente aéreo”.
Luego, la delicada situación gabonesa dio para pensar aún más en la crisis del dominio francés, aunque Gabón siga un patrón distinto al resto de las excolonias francesas. En suma, la situación francesa es una dimensión más del análisis y no la central. En varios enfoques, pretender lo contrario es considerar a las poblaciones y a las élites africanas como marionetas de injerencias externas. Lo doméstico primero, en breve.
Tampoco hay que olvidar la dimensión regional. Lo que más dramatismo inyectó a la situación tras el golpe en Níger, y un elemento ausente en los golpes previos en Mali, Burkina Faso y Guinea, fue la tan prometida y amenazante operación de intervención de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Ecowas, su sigla en inglés) para reinstaurar la democracia y al depuesto Mohamed Bazoum, preso político de la junta militar nigerina.
Desde luego, esta posible misión cuenta con el apoyo francés y estadounidense, además de que el presidente Macron denunció que su embajador en Niamey es considerado un rehén. Las nuevas autoridades del país amenazaron de muerte al expresidente si avanza la operación militar. Mientras tanto, todos los países de la región con golpes recientes se encuentran suspendidos por el momento de la Ecowas.
Revisión urgente de conceptos
Pese a que el golpismo militar nunca desaparece, la década de 1990 implicó en África la democratización continental. Se asistió al fin de largas dictaduras (exZaire) o a la instalación democrática definitiva en naciones en las cuales el golpismo fue errático por mucho tiempo (Nigeria). Sin embargo, lo acontecido desde 2020 representaría una tendencia que demuestra un rumbo novedoso e incierto. La amenaza de más golpes se cierne sobre regímenes anclados en el tiempo, lo que han dado en llamar el efecto contagio o, incluso en términos médicos apegados a la era pandémica, una epidemia golpista.
Por citar el ejemplo más visible, Gabón comparte fronteras con Guinea Ecuatorial, Camerún y Congo-Brazzaville. Estos tres Estados están dominados por la misma persona desde hace añares. Al primero lo preside Teodoro Obiang Nguema desde 1979, totalmente alejado de una democracia. En los otros dos ejemplos, Paul Biya es presidente desde 1982 con elecciones cuya consideración como democráticas sería un chiste de mal gusto. Algo similar puede ser acotado respecto del congoleño Denis Sassou-Nguesso, cuya administración comenzó hace casi 25 años, en 1997.
Esta importante sucesión de golpes invita a la reflexión sobre algunos puntos sensibles en materia de gobernabilidad de los espacios africanos referidos. El valor de la democracia, por ejemplo, cuando hay regímenes que se dicen ser democráticos pero esa caracterización no resiste ni el más mínimo análisis. Se piensa en esta forma de gobierno apegada a un modelo occidental cuando en contextos africanos la sociedad funciona de una forma totalmente distinta. Lo mismo puede explicarse respecto de la estatalidad. Las chispas eyectadas por el modo de funcionamiento de un modelo estatal entendido “a la europea” presenta sus límites en estas circunstancias tan desafiantes que hasta pueden desorientar. Se las interpreta como una posible salida a orden nuevo o, como se ha perfilado desde el análisis, una segunda independencia, una era revolucionaria africana, la disolución del lazo neocolonial (en atención a la centralidad del vínculo con Francia). En resumen, habrá que continuar analizando con atención el derrotero de estas juntas que vienen haciéndose con el poder desde hace tres años.
Omer FreixaConsejero ConsultivoMagíster en Diversidad Cultural y especialista en estudios afroamericanos por la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Licenciado y profesor en Historia, graduado en la Universidad de Buenos Aires. Investigador, docente y escritor. Autor del sitio web www.omerfreixa.com.ar. Colaborador freelance en sitios locales y españoles.
En el continente africano, principalmente en el área saheliana, es posible contabilizar más de una decena de golpes de Estado, entre efectivos y diversos intentos. El primero de esta seguidilla tuvo lugar en agosto de 2020 en Mali, donde una junta militar depuso al electo democráticamente Ibrahim Boubacar Keïta, interrumpiendo así sus dos mandatos consecutivos. En mayo del año siguiente, este país sufrió otro. Una situación similar le ocurrió el año pasado a Burkina Faso.
En ambas situaciones una de las razones del proceder militar, explicaron los partícipes, fue la insatisfacción generalizada contra el modo y los resultados en la lucha contra el integrismo islámico que viene haciendo estragos en el Sahel y amenaza con ser una presencia estable en los Estados costeros de África occidental, en los cuales ya se han registrado algunos episodios. Guinea Conakry atravesó el suyo hace dos años y Sudán, bastante más alejado del área focal, también experimentó dos golpes entre 2019 y 2021, ahora en casi una guerra civil debido a la rivalidad militar.
Pese a que cada país afectado tiene particularidades distintivas, el 26 de julio pasado le tocó a Níger, con variables similares a las evidenciadas sobre todo en Mali y Burkina Faso. Desde aquel momento, se llegó al convencimiento rotundo de que, junto a Guinea, estas cuatro naciones (sin incluir a Chad, cuyo presidente fue asesinado en plena campaña militar, sucediéndose su hijo) atravesaban una ola golpista de características comunes. Había un elemento visible: el marcado rechazo a la presencia francesa en la región, potencia de la cual, a pesar de haberse independizado en 1960, aún dependían más que nada en términos económicos (véase al respecto lo que significa el franco CFA). Se vieron escenas de júbilo popular, numerosas muestras de rechazo a Francia y, en su lugar, la presencia en las manifestaciones de banderas rusas en ciudades como Bamako u Ouagadougou.
El 30 de agosto pasado fue el turno de Gabón, otra excolonia francesa pero esta vez alejada del espacio africano abordado arriba. Para el caso, se derrumbó una dinastía familiar, la Bongo, que entre padre e hijo gobernaron el país centroafricano desde 1967. Alí Bongo estaba en el poder desde 2009 tras elecciones presidenciales de muy dudosa veracidad ante sendas denuncias de fraude y acusaciones sostenidas en el tiempo de manejos cleptócratas y autoritarios. Cuando se anunció la victoria electoral de Bongo, un grupo de militares lo arrestó y depuso. Sin embargo, el rumbo no se torció por completo tras esta experiencia golpista, pues el hombre fuerte que quedaría al mando de la situación fue el jefe de la custodia del depuesto, Brice Oligui Nguema, su familiar directo. En cierta forma, como sucedió en Níger un mes antes, el jefe de las autoridades de transición nigerinas fue también el hasta entonces encargado de la seguridad presidencial, Abdourahamane Tchiani, quien impartió la orden de conformar un gobierno civil a los pocos días de dado el golpe. No hay que olvidar que el clan Bongo gozó por años del beneplácito de Francia y el lugar de radicación del patrimonio de la familia presidencial gabonesa fue la exmetrópoli.
Francia y más
En África occidental se pueden constatar factores en común que explican la existencia de golpes de Estado. Ya se mencionó la cuestión de seguridad: en varios casos el golpismo obedeció a la inconformidad con el desempeño de las fuerzas de seguridad en materia de contención del yihadismo como problema principal de la agenda securitaria. Además, hay que sumar los efectos en materia alimentaria por la repercusión de la guerra en Ucrania, como en el punto clave del aumento sostenido de los precios de alimentos y de otros insumos básicos. En general, se asiste a un proceso en el cual las complicaciones propias de poblaciones cuya preocupación mayor es subsistir provocan un divorcio palpable respecto de las clases dirigentes. A esto último se suma la corrupción. Al efecto, en Níger el gobierno creó una comisión anticorrupción.
Es decir, una crisis de representatividad acusada en el grado de separación entre gobernantes y gobernados, lo que puede decirse la sociedad civil. La mayoría de países africanos tienen poblaciones muy jóvenes y estas se encuentran postergadas siendo las vías de escape que se ofrecen bastante limitadas: el éxodo, la radicalización y/o la protesta.
Y también, desde una perspectiva geoestratégica, está Francia y su pérdida de espacio. Se comenta que la retirada francesa de lo que en un momento fuera el África Occidental Francesa colonial se vincula a una redefinición de la exmetrópoli en sus objetivos en cuanto a política exterior africana. Acechada desde varios frentes, cuando estaba el proceso en marcha de abandono en Malí y Burkina Faso, con redirección a Níger, empezó la crisis en este importante proveedor de uranio a suelo francés tan necesario para la producción de electricidad en el país europeo que obligó al Elíseo a continuar redefiniendo la estrategia. El oro maliense y burkinabé, el uranio nigerino, son motivos, entre otros, para que Francia resienta su presencia en el Sahel de modo tan rápido. Pero el espacio se está completando, en su reemplazo, con la presencia rusa y de la empresa contratista Wagner (muy criticada por sus manejos) que perdió a su líder y fundador, Prigozhin, en circunstancias que el Kremlin tildó de mero “accidente aéreo”.
Luego, la delicada situación gabonesa dio para pensar aún más en la crisis del dominio francés, aunque Gabón siga un patrón distinto al resto de las excolonias francesas. En suma, la situación francesa es una dimensión más del análisis y no la central. En varios enfoques, pretender lo contrario es considerar a las poblaciones y a las élites africanas como marionetas de injerencias externas. Lo doméstico primero, en breve.
Tampoco hay que olvidar la dimensión regional. Lo que más dramatismo inyectó a la situación tras el golpe en Níger, y un elemento ausente en los golpes previos en Mali, Burkina Faso y Guinea, fue la tan prometida y amenazante operación de intervención de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Ecowas, su sigla en inglés) para reinstaurar la democracia y al depuesto Mohamed Bazoum, preso político de la junta militar nigerina.
Desde luego, esta posible misión cuenta con el apoyo francés y estadounidense, además de que el presidente Macron denunció que su embajador en Niamey es considerado un rehén. Las nuevas autoridades del país amenazaron de muerte al expresidente si avanza la operación militar. Mientras tanto, todos los países de la región con golpes recientes se encuentran suspendidos por el momento de la Ecowas.
Revisión urgente de conceptos
Pese a que el golpismo militar nunca desaparece, la década de 1990 implicó en África la democratización continental. Se asistió al fin de largas dictaduras (exZaire) o a la instalación democrática definitiva en naciones en las cuales el golpismo fue errático por mucho tiempo (Nigeria). Sin embargo, lo acontecido desde 2020 representaría una tendencia que demuestra un rumbo novedoso e incierto. La amenaza de más golpes se cierne sobre regímenes anclados en el tiempo, lo que han dado en llamar el efecto contagio o, incluso en términos médicos apegados a la era pandémica, una epidemia golpista.
Por citar el ejemplo más visible, Gabón comparte fronteras con Guinea Ecuatorial, Camerún y Congo-Brazzaville. Estos tres Estados están dominados por la misma persona desde hace añares. Al primero lo preside Teodoro Obiang Nguema desde 1979, totalmente alejado de una democracia. En los otros dos ejemplos, Paul Biya es presidente desde 1982 con elecciones cuya consideración como democráticas sería un chiste de mal gusto. Algo similar puede ser acotado respecto del congoleño Denis Sassou-Nguesso, cuya administración comenzó hace casi 25 años, en 1997.
Esta importante sucesión de golpes invita a la reflexión sobre algunos puntos sensibles en materia de gobernabilidad de los espacios africanos referidos. El valor de la democracia, por ejemplo, cuando hay regímenes que se dicen ser democráticos pero esa caracterización no resiste ni el más mínimo análisis. Se piensa en esta forma de gobierno apegada a un modelo occidental cuando en contextos africanos la sociedad funciona de una forma totalmente distinta. Lo mismo puede explicarse respecto de la estatalidad. Las chispas eyectadas por el modo de funcionamiento de un modelo estatal entendido “a la europea” presenta sus límites en estas circunstancias tan desafiantes que hasta pueden desorientar. Se las interpreta como una posible salida a orden nuevo o, como se ha perfilado desde el análisis, una segunda independencia, una era revolucionaria africana, la disolución del lazo neocolonial (en atención a la centralidad del vínculo con Francia). En resumen, habrá que continuar analizando con atención el derrotero de estas juntas que vienen haciéndose con el poder desde hace tres años.