Derechos Humanos y
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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos

11-01-2025

Mi hermano Carlos Correa

En este texto, el autor aborda su relación personal con el conocido defensor de derechos humanos Carlos Correa, director de Espacio Público, una ONG dedicada a la promoción y defensa de la libertad de expresión en Venezuela. Correa fue detenido este 7 de enero, y aún se desconocía su paradero después de 72 horas, al momento de escribir el texto.
Por Andrés Cañizález

En un país como Venezuela que encabeza el ranking latinoamericano por el alto número de presos políticos, resulta un tópico ineludible para quien se mueve en la delgada línea fronteriza entre el periodismo comprometido con valores democráticos y la defensa de derechos básicos en el país. No es por tanto el primer artículo que escribo para exigir justicia por un venezolano detenido de forma arbitraria, pero sí es la primera vez que el apresado por el gobierno de Nicolás Maduro es una persona que forma parte de mi historial más personal.

Puedo recordar con exactitud el día que conocí a Carlos Correa, y la fijación de esa fecha tiene que ver con fue nuestro primer día como estudiantes de comunicación social en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), en Caracas. Era 1 de octubre de 1983.

En un salón de primer año abarrotado, con más de 100 estudiantes, con Carlos tuvimos un primer acercamiento ese mismo día, cuando llovían las presentaciones de nuestros compañeros y compañeras de clase.

Ni éramos caraqueños, ni proveníamos de colegios de bachillerato de renombre y ninguno de los dos tenía carro propio, cuestiones que parecían ser signos de identidad que entre aquellos jóvenes venezolanos de una clase media acomodada en un país que seguía acogiendo a extranjeros, en lugar de expulsar a sus ciudadanos.

Sin darnos cuenta fuimos parte de una suerte de periferia, así nos conocimos. Creo que dos o tres semanas después nos encontramos de casualidad en la hemeroteca de la Academia Nacional de la Historia, en el centro de Caracas, y estoy casi seguro que fue allí donde hubo la chispa genuina de la amistad, una amistad y compañerismo que me acompañaría en las siguientes dos décadas, hasta que fuimos tomando caminos divergentes en nuestras vidas personales y profesionales.

Tuvimos años de una relación inseparable, en aquella UCAB que paulatinamente dejaba de ser un colegio grande para ser una genuina universidad abierta a la discusión. Me eché al hombro las cajas con sus libros cuando fue desalojado de una residencia, luego solidariamente él me dio espacio en su apartamento cuando yo estaba escaso de fondos y no tenía para pagar un alquiler independiente.

En segundo año, en las clases de radio con el autor de teatro y director Javier Vidal, acuñamos “CoCa productions”, jugando con nuestros apellidos: Correa y Cañizález.

Ambos estuvimos sentados con el profesor Juan Carlos Navarro, hoy con una larga carrera en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), escuchando su consejo de que fortaleciéramos nuestra capacidad crítica y salimos a inscribirnos en la carrera de Sociología en la Universidad Central de Venezuela, la principal casa de estudios superiores del país de carácter público, donde estuvimos un par de semestres hasta que nos corrió una larguísima huelga profesoral y estudiantil de 1986.

Estuvimos de puerta en puerta, literalmente, de organizaciones sociales y fundaciones sin fines de lucro en Caracas, para ofrecernos como voluntarios. No tuvimos éxito, pero nos conectamos con unos locos geniales que hacían encuentros maratónicos en diversos lugares del país y el líder de ese grupo escribía de manera infinita en papelógrafos pegados en las paredes de las salas de reuniones. Estuvimos en varios poblados y ciudades pequeñas de Venezuela, encontrándonos con gente grande (con muchos más años que nosotros) cuyo énfasis estaba en el proceso de discusión y no tanto en el resultado en sí. Ambos teníamos capacidad de escuchar, queríamos formarnos como ciudadanos más allá de tener un título universitario.

Así anduvimos hasta que dos jesuitas nos vieron el potencial que no resultaba claro para otros. Hablo del recientemente fallecido José Martínez de Toda y Jesús María Aguirre. El primero nos invitó a Radio Fe y Alegría, cuando la incipiente emisora funcionaba en el tercer piso de un colegio de monjas cerca del mercado de Coche, en el suroeste de Caracas. El segundo nos conectó con el Centro Gumilla y con el boletín Informa (la otra información), que se hacía en la Juventud Obrera Católica.

Con Carlos incursionamos en la radio, casi que vivíamos en la emisora: de lunes a viernes arrancábamos un programa a las 6am, hacíamos avances informativos y el noticiero meridiano. Los días sábados estábamos en el espacio “Sábado Popular”, entre las 8 am y 12 del mediodía, ahora me pregunto cómo lográbamos tener contenido para 4 horas en vivo. Siendo jóvenes y atrevidos recorríamos el boulevard de Sabana Grande en la madrugada, íbamos a los cines foros de la Cinemateca Nacional con el inolvidable crítico Peran Erminy, buscábamos oferta de libros y por encima de todo éramos un equipo inseparable dentro de la UCAB.

Alcanzamos un alto grado de afinidad intelectual, algo que es muy difícil de lograr. Pudimos escribir muchos textos a cuatro manos, donde cada quien redactaba un apartado y al unir aquellos textos sólo se sabía la diferencia entre una cosa y otra por el tipo de letra de nuestras respectivas máquinas de escribir portátiles. El trabajo final guardaba una increíble coherencia. Nos sentábamos tipo 10 de la noche con unas cervezas y nos zambullíamos en el texto, cuando algo nos generaba dudas lo discutíamos en caliente y seguíamos tecleando hasta el amanecer.

Hicimos una tesis de grado conjunta, publicamos nuestros primeros libros siendo coautores, compartimos mesa y vino. Gracias a Carlos y su papá nació mi afición por la comida española que me acompaña al sol de hoy. Recuerdo al viejo cuando fui con Carlos a Puerto La Cruz, en el oriente venezolano, y se me quiso agasajar a lo grande en uno de los restaurantes que manejaba la familia Correa entonces. Traed una langosta, joder, no todos los días puedo comer con un amigo de mi hijo.

En una mesa del Bar “El Moderno” en el barrio con acento español de La Candelaria, en el centro de Caracas, acordamos fundar la ONG Espacio Público en los días álgidos de 2002-2003. Luego decidí montar tienda aparte para dedicarme a la UCAB como investigador de planta a tiempo completo. En 2007, en una gira de intercambio para reunirnos con periodistas y académicos de Estados Unidos, nos tocó aguantar el aguacero de críticas de la izquierda light estadounidense que en nuestras caras nos decían oligarcas para restarle validez a las críticas que ya entonces Carlos y yo sosteníamos ante el avance autoritario del chavismo, en particular tras el cierre del canal de televisión RCTV. Pese a que no estábamos juntos en el día a día seguíamos teniendo una visión compartida del país.

¿Por qué digo todo esto? Básicamente para dejar constancia de que la amistad se demuestra, en verdad, en las horas difíciles. Carlos Correa, mi hermano, pasó a formar parte de la oscura estadística oficial de presos políticos, de personas detenidas de forma arbitraria en Venezuela. Llevado a la fuerza por encapuchados el martes 7 de enero a las 17 horas de Venezuela, han pasado más de 72 horas y seguíamos sin saber a dónde fue llevado, de qué se le acusa. Ni su esposa ha podido entregarle unas medicinas que necesita, ni sus abogados han podido activar su defensa.

Andrés Cañizález
Andrés Cañizález
Consejero Académico
Venezolano. Periodista y doctor en Ciencia Política. Investigador Titular de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB, Venezuela) entre 2003 y 2020. Fundador y director de Medianálisis, organización dedicada a la promoción del periodismo independiente, y de Cotejo.Info, el primer medio de fact-checking de Venezuela. Escribe regularmente en los portales de noticias y análisis El Estímulo y Diario de Cuba. Viene haciendo seguimiento del tema migratorio con las iniciativas Radio Migrante, que muestra historias de resiliencia de migrantes venezolanos en diferentes lugares del mundo, y Monitor Migración, una ventana con datos y noticias sobre el éxodo venezolano. Está vinculado a CADAL, desde el año 2007, como consejero académico.
 
 
 

 
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