Artículos
Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
Venezuela: Tres escenarios posibles para un año electoral que sigue sin definiciones
Todo esto ocurre en medio de un cada vez más notable desinterés de la comunidad democrática internacional sobre el devenir de Venezuela. Estados Unidos, la Unión Europea y Canadá siguen presionando por elecciones, pero sin encontrar eco entre países de América Latina.Por Andrés Cañizález
Venezuela se aproxima un nuevo ciclo electoral signado por la incertidumbre, la falta de condiciones electorales y el evidente desinterés de gran parte de la comunidad internacional sobre la prolongada e irresoluta crisis venezolana. Junto a esto, se evidencia una nueva oleada migratoria de venezolanos, que parece originarse por la combinación de condiciones socioeconómicas adversas y una desesperanza en torno a posibles mejoras individuales o la ausencia de una perspectiva de cambio democrático dentro del país.
Me detendré brevemente en las tres aristas mencionadas en el párrafo inicial, para luego presentar tres posibles escenarios electorales para 2024. En primer término, lo que define este tiempo, en relación con elecciones, es la incertidumbre. Estados Unidos y la Unión Europea (UE) piden elecciones presidenciales en 2024, el régimen de Nicolás Maduro a través de varios referentes ratifica que sí habrá y los principales actores opositores están activados, desde ya con unas primarias de cara a escoger un candidato unitario. Todos parecen estar de acuerdo, pero no hay ni un calendario ni una fecha definidos, mientras que el Consejo Nacional Electoral (CNE, el ente oficial que organiza los comicios) está acéfalo por decisión reciente del propio chavismo y por tanto inoperativo, hasta nuevo aviso.
A esta falta de decisiones que ayuden a trazar una hoja de ruta, se suma la falta de condiciones electorales. Están sobre la mesa un conjunto de recomendaciones que hiciera una misión de observación electoral de la UE en 2021, pero no hay anuncios de si estas efectivamente se van a incorporar al sistema y al próximo proceso electoral. Están, además, las inhabilitaciones contra un grupo de candidatos opositores. Se trata de medidas administrativas, en su gran mayoría reñidas con lo que establece la Constitución, pero constituyen de facto impedimentos reales para que un aspirante inscriba su candidatura ante el CNE. Tanto las condiciones como las inhabilitaciones forman parte de negociaciones que ocurren de manera taciturna a tres bandas: gobierno de Maduro y gobierno de Joe Biden (con canales directos de comunicación entre Washington y Caracas); gobierno de Maduro y representantes de la Plataforma Unitaria, una suerte de herencia de la extinta Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que llevó a la oposición a su más importante triunfo en las elecciones legislativas de 2015.
No hay, a fin de cuentas, aún un acuerdo claro y refrendado por todos los actores involucrados sobre cómo construir la ecuación elecciones y sanciones. El chavismo plantea que no irá a elecciones con sanciones, eso significa que primero Estados Unidos debería levantar restricciones económicas y comerciales, principalmente a Petróleos de Venezuela; el Consejo de Seguridad Nacional quien lleva la vocería en este caso, más que el Departamento de Estado, plantean un proceso paulatino de levantamiento de sanciones a cambio de mejores condiciones para que los opositores participen en 2024.
Todo esto ocurre en medio de un cada vez más notable desinterés de la comunidad democrática internacional sobre el devenir de Venezuela. Estados Unidos, UE y Canadá siguen presionando por elecciones, pero sin encontrar eco entre países de América Latina. Colombia y Argentina, que en determinados momentos asomaron intenciones de jugar un papel más activo han pasado a ser invitados en las iniciativas de otros, como quedó en evidencia en la reunión de Bruselas, al margen de la Cumbre UE-CELAC, donde la voz cantante entre los jefes de Estado presentes en ese petit comité la tuvo el francés Emmanuel Macron. Brasil, entretanto, con el regreso de Lula da Silva y su abordaje sobre Venezuela parece más enfocado en sacar rédito interno, para su país (por ejemplo, con el tema energético), y para la internacional anti-EEUU, que en construir una salida democrática que favorezca a los venezolanos.
Posibles escenarios en esas elecciones de 2024.
1) Unos comicios no competitivos. El chavismo sabe que si abre cualquier compuerta de libre elección esto se revertirá en su contra y por tanto antes de las elecciones usando diversos artilugios descabeza cualquier opción política con chance de ganarle. Finalmente concurre, como en 2018, una oposición leal que no podrá en riesgo la continuidad de Maduro en el poder.
2) Unos comicios semi-competitivos. Como parte de su proceso de negociación con EEUU y la UE, el chavismo accede a quitar inhabilitaciones a algunos actores opositores y no a otros, con el fin de dividir a sus adversarios, y abre la puerta para que algunos líderes nacionales independientes se presenten en los comicios, sabiendo que un voto disperso le podría mantener en el poder, siendo la principal minoría.
3) Unos comicios competitivos. En este momento es el escenario menos probable, y necesariamente debería estar precedido de un quiebre o fisura en el estamento político-militar. La transacción planteada por la Casa Blanca de condiciones electorales a cambio de quitar sanciones funciona. La candidatura más votada en las primarias de la oposición se inscribe en las elecciones presidenciales, y esto consolida una sólida movilización ciudadana que tiene un objetivo claro: elecciones. En el transcurso de esa campaña electoral, diversos gobiernos de América Latina le ofrecen protección y/o asilo a quienes saldrán del poder, como garantía de que acepten los resultados.
Mi pronóstico es que sí habrá elecciones en 2024. El régimen de Nicolás Maduro como cualquier autoritarismo que concurre a unos comicios hará todo lo que esté a su alcance para perpetuarse en el poder, por tal razón veo con más posibilidades de ocurrir a los escenarios 1 o 2, según transcurran las negociaciones con Washington. Un elemento preocupante, en cualquier escenario, es que tal vez muchos países y organismos internacionales -agotados por la falta de salidas democráticas- terminen validando como legítimas unas elecciones que no lo sean del todo, básicamente para “pasar la página” en relación con Venezuela y terminar asumiendo que, a fin de cuentas, Nicolás Maduro ocupa el poder después de que tuvieron lugar unas elecciones.
Andrés CañizálezConsejero AcadémicoVenezolano. Periodista y doctor en Ciencia Política. Investigador Titular de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB, Venezuela) entre 2003 y 2020. Fundador y director de Medianálisis, organización dedicada a la promoción del periodismo independiente, y de Cotejo.Info, el primer medio de fact-checking de Venezuela. Escribe regularmente en los portales de noticias y análisis El Estímulo y Diario de Cuba. Viene haciendo seguimiento del tema migratorio con las iniciativas Radio Migrante, que muestra historias de resiliencia de migrantes venezolanos en diferentes lugares del mundo, y Monitor Migración, una ventana con datos y noticias sobre el éxodo venezolano. Está vinculado a CADAL, desde el año 2007, como consejero académico.
Venezuela se aproxima un nuevo ciclo electoral signado por la incertidumbre, la falta de condiciones electorales y el evidente desinterés de gran parte de la comunidad internacional sobre la prolongada e irresoluta crisis venezolana. Junto a esto, se evidencia una nueva oleada migratoria de venezolanos, que parece originarse por la combinación de condiciones socioeconómicas adversas y una desesperanza en torno a posibles mejoras individuales o la ausencia de una perspectiva de cambio democrático dentro del país.
Me detendré brevemente en las tres aristas mencionadas en el párrafo inicial, para luego presentar tres posibles escenarios electorales para 2024. En primer término, lo que define este tiempo, en relación con elecciones, es la incertidumbre. Estados Unidos y la Unión Europea (UE) piden elecciones presidenciales en 2024, el régimen de Nicolás Maduro a través de varios referentes ratifica que sí habrá y los principales actores opositores están activados, desde ya con unas primarias de cara a escoger un candidato unitario. Todos parecen estar de acuerdo, pero no hay ni un calendario ni una fecha definidos, mientras que el Consejo Nacional Electoral (CNE, el ente oficial que organiza los comicios) está acéfalo por decisión reciente del propio chavismo y por tanto inoperativo, hasta nuevo aviso.
A esta falta de decisiones que ayuden a trazar una hoja de ruta, se suma la falta de condiciones electorales. Están sobre la mesa un conjunto de recomendaciones que hiciera una misión de observación electoral de la UE en 2021, pero no hay anuncios de si estas efectivamente se van a incorporar al sistema y al próximo proceso electoral. Están, además, las inhabilitaciones contra un grupo de candidatos opositores. Se trata de medidas administrativas, en su gran mayoría reñidas con lo que establece la Constitución, pero constituyen de facto impedimentos reales para que un aspirante inscriba su candidatura ante el CNE. Tanto las condiciones como las inhabilitaciones forman parte de negociaciones que ocurren de manera taciturna a tres bandas: gobierno de Maduro y gobierno de Joe Biden (con canales directos de comunicación entre Washington y Caracas); gobierno de Maduro y representantes de la Plataforma Unitaria, una suerte de herencia de la extinta Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que llevó a la oposición a su más importante triunfo en las elecciones legislativas de 2015.
No hay, a fin de cuentas, aún un acuerdo claro y refrendado por todos los actores involucrados sobre cómo construir la ecuación elecciones y sanciones. El chavismo plantea que no irá a elecciones con sanciones, eso significa que primero Estados Unidos debería levantar restricciones económicas y comerciales, principalmente a Petróleos de Venezuela; el Consejo de Seguridad Nacional quien lleva la vocería en este caso, más que el Departamento de Estado, plantean un proceso paulatino de levantamiento de sanciones a cambio de mejores condiciones para que los opositores participen en 2024.
Todo esto ocurre en medio de un cada vez más notable desinterés de la comunidad democrática internacional sobre el devenir de Venezuela. Estados Unidos, UE y Canadá siguen presionando por elecciones, pero sin encontrar eco entre países de América Latina. Colombia y Argentina, que en determinados momentos asomaron intenciones de jugar un papel más activo han pasado a ser invitados en las iniciativas de otros, como quedó en evidencia en la reunión de Bruselas, al margen de la Cumbre UE-CELAC, donde la voz cantante entre los jefes de Estado presentes en ese petit comité la tuvo el francés Emmanuel Macron. Brasil, entretanto, con el regreso de Lula da Silva y su abordaje sobre Venezuela parece más enfocado en sacar rédito interno, para su país (por ejemplo, con el tema energético), y para la internacional anti-EEUU, que en construir una salida democrática que favorezca a los venezolanos.
Posibles escenarios en esas elecciones de 2024.
1) Unos comicios no competitivos. El chavismo sabe que si abre cualquier compuerta de libre elección esto se revertirá en su contra y por tanto antes de las elecciones usando diversos artilugios descabeza cualquier opción política con chance de ganarle. Finalmente concurre, como en 2018, una oposición leal que no podrá en riesgo la continuidad de Maduro en el poder.
2) Unos comicios semi-competitivos. Como parte de su proceso de negociación con EEUU y la UE, el chavismo accede a quitar inhabilitaciones a algunos actores opositores y no a otros, con el fin de dividir a sus adversarios, y abre la puerta para que algunos líderes nacionales independientes se presenten en los comicios, sabiendo que un voto disperso le podría mantener en el poder, siendo la principal minoría.
3) Unos comicios competitivos. En este momento es el escenario menos probable, y necesariamente debería estar precedido de un quiebre o fisura en el estamento político-militar. La transacción planteada por la Casa Blanca de condiciones electorales a cambio de quitar sanciones funciona. La candidatura más votada en las primarias de la oposición se inscribe en las elecciones presidenciales, y esto consolida una sólida movilización ciudadana que tiene un objetivo claro: elecciones. En el transcurso de esa campaña electoral, diversos gobiernos de América Latina le ofrecen protección y/o asilo a quienes saldrán del poder, como garantía de que acepten los resultados.
Mi pronóstico es que sí habrá elecciones en 2024. El régimen de Nicolás Maduro como cualquier autoritarismo que concurre a unos comicios hará todo lo que esté a su alcance para perpetuarse en el poder, por tal razón veo con más posibilidades de ocurrir a los escenarios 1 o 2, según transcurran las negociaciones con Washington. Un elemento preocupante, en cualquier escenario, es que tal vez muchos países y organismos internacionales -agotados por la falta de salidas democráticas- terminen validando como legítimas unas elecciones que no lo sean del todo, básicamente para “pasar la página” en relación con Venezuela y terminar asumiendo que, a fin de cuentas, Nicolás Maduro ocupa el poder después de que tuvieron lugar unas elecciones.