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Observatorio de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos
Sudán del Sur: entre la paz, la guerra y el hambre
Los progresos hacia la pacificación del país han sido escasos, pues las fuerzas beligerantes han violado reiteradamente el cese al fuego y han continuado sus ataques contra civiles. Además, las violaciones a los derechos humanos, perpetuadas por ambos bandos, no se han detenido. Al día de hoy se ha denunciado el incendio de aldeas, desapariciones, violaciones, y esclavitud sexual, entre otras atrocidades. Por Facundo González Sembla
“La única identidad auténtica del africano es la tribu.”
Chimamanda Ngozi Adichie, Half of a Yellow Sun, Londres, Fourth Estate, 2009, p.20
Luego de casi dos años de una cruenta guerra civil que ha enfrentado al gobierno de Sudán del Sur, presidido por Salva Kiir (de etnia Dinka), con tropas rebeldes lideradas por Riek Machar, vicepresidente destituido en 2013 (de etnia Nuer); en agosto de 2015 los beligerantes firmaron un acuerdo de paz, promovido por países de la región y naciones extranjeras.
Los términos del acuerdo prevén un cese al fuego inmediato, nombramiento de Machar como vicepresidente, distribución de los cargos ministeriales entre ambos bandos para formar un gobierno provisional, llamado a elecciones en 2018, y creación de una Comisión de la Verdad para que investigue las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante el conflicto.
Sin embargo, los progresos hacia la pacificación del país han sido escasos, pues las fuerzas beligerantes han violado reiteradamente el cese al fuego, y han continuado sus ataques contra civiles. Además, si bien el 12 de febrero último Machar fue nombrado vicepresidente una vez más, aún no se ha presentado en la capital, y la formación del gobierno provisional, prevista para el día 19, fue postergada.
Según un artículo publicado el 22 de enero de 2016 en la revista Foreign Policy, Salva Kiir ve al acuerdo de paz como una imposición de la comunidad internacional luego de que sus fuerzas hayan recuperado mucho territorio perdido a manos de los rebeldes en 2014. Asimismo el presidente ambiciona aumentar el número de estados de Sudán del Sur, de 10 a 26, para darle a su etnia, los Dinka, mayoría en lugares estratégicos, y premiar a tribus que le han sido leales.
El plan de Kiir no solamente es resistido por los Nuer que responden a Machar, sino también por los Shilluk, la tercera etnia del país que habita en el estado petrolero de Alto Nilo, que han dejado de apoyar al gobierno, y se unieron a los rebeldes. Este cambio de lealtades puso en riesgo los campos petroleros de Paloich, principal fuente de ingresos del gobierno.
Así las cosas, la guerra civil sudsudanesa ha provocado una acuciante crisis humanitaria, con unos 2 millones de desplazados, y la instalación de campos de refugiados tanto en Sudán del Sur como en Etiopía, Kenia, Sudán, y Uganda.
Es en los estados de Alto Nilo, Unidad, y Jonglei donde se ha concentrado la mayor parte de la violencia entre 2014 y 2015, aunque en este último año ésta también se propagó por Ecuatoria Central, y Oriental.
Además, las violaciones a los derechos humanos, perpetuadas por ambos bandos, no se han detenido. Al día de hoy se ha denunciado el incendio de aldeas, desapariciones, violaciones, y esclavitud sexual, entre otras atrocidades.
Por otro lado, un informe publicado en el mes de enero por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, denuncia un gran aumento en el reclutamiento de niños para que se desempeñen como soldados. Se estima que entre unos 13.000 y 15.000 niños han sido reclutados desde diciembre de 2015.
Finalmente, en un comunicado de prensa publicado el 8 de febrero de 2016 por UNICEF, FAO, y el Programa Mundial de Alimentos, se advierte que Sudán del Sur enfrenta niveles sin precedentes de inseguridad alimentaria y desnutrición. Unas 2.8 millones de personas (el 25% de la población del país) tienen urgentes necesidades de asistencia alimenticia. Esta situación es consecuencia de dos años de robo de ganado, destrucción de granos, incendio de aldeas, y de cultivos.
La cifra es doblemente preocupante si se considera que estamos en el período del año posterior a la cosecha, cuando Sudán del Sur solía ser más seguro en términos alimenticios. En este contexto se espera que la cantidad de personas con necesidad de asistencia alcance su pico en la próxima estación seca, particularmente entre abril y julio.
Ante una situación tan crítica las agencias de la ONU hacen un llamado para que se agilice la implementación del acuerdo de paz, a fin de estabilizar la situación política del país, y que se les permita el acceso irrestricto a zonas conflictivas para entregar ayuda. Si esto no sucede podríamos estar en las puertas de una hambruna.
Facundo González Sembla
“La única identidad auténtica del africano es la tribu.”
Chimamanda Ngozi Adichie, Half of a Yellow Sun, Londres, Fourth Estate, 2009, p.20
Luego de casi dos años de una cruenta guerra civil que ha enfrentado al gobierno de Sudán del Sur, presidido por Salva Kiir (de etnia Dinka), con tropas rebeldes lideradas por Riek Machar, vicepresidente destituido en 2013 (de etnia Nuer); en agosto de 2015 los beligerantes firmaron un acuerdo de paz, promovido por países de la región y naciones extranjeras.
Los términos del acuerdo prevén un cese al fuego inmediato, nombramiento de Machar como vicepresidente, distribución de los cargos ministeriales entre ambos bandos para formar un gobierno provisional, llamado a elecciones en 2018, y creación de una Comisión de la Verdad para que investigue las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante el conflicto.
Sin embargo, los progresos hacia la pacificación del país han sido escasos, pues las fuerzas beligerantes han violado reiteradamente el cese al fuego, y han continuado sus ataques contra civiles. Además, si bien el 12 de febrero último Machar fue nombrado vicepresidente una vez más, aún no se ha presentado en la capital, y la formación del gobierno provisional, prevista para el día 19, fue postergada.
Según un artículo publicado el 22 de enero de 2016 en la revista Foreign Policy, Salva Kiir ve al acuerdo de paz como una imposición de la comunidad internacional luego de que sus fuerzas hayan recuperado mucho territorio perdido a manos de los rebeldes en 2014. Asimismo el presidente ambiciona aumentar el número de estados de Sudán del Sur, de 10 a 26, para darle a su etnia, los Dinka, mayoría en lugares estratégicos, y premiar a tribus que le han sido leales.
El plan de Kiir no solamente es resistido por los Nuer que responden a Machar, sino también por los Shilluk, la tercera etnia del país que habita en el estado petrolero de Alto Nilo, que han dejado de apoyar al gobierno, y se unieron a los rebeldes. Este cambio de lealtades puso en riesgo los campos petroleros de Paloich, principal fuente de ingresos del gobierno.
Así las cosas, la guerra civil sudsudanesa ha provocado una acuciante crisis humanitaria, con unos 2 millones de desplazados, y la instalación de campos de refugiados tanto en Sudán del Sur como en Etiopía, Kenia, Sudán, y Uganda.
Es en los estados de Alto Nilo, Unidad, y Jonglei donde se ha concentrado la mayor parte de la violencia entre 2014 y 2015, aunque en este último año ésta también se propagó por Ecuatoria Central, y Oriental.
Además, las violaciones a los derechos humanos, perpetuadas por ambos bandos, no se han detenido. Al día de hoy se ha denunciado el incendio de aldeas, desapariciones, violaciones, y esclavitud sexual, entre otras atrocidades.
Por otro lado, un informe publicado en el mes de enero por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, denuncia un gran aumento en el reclutamiento de niños para que se desempeñen como soldados. Se estima que entre unos 13.000 y 15.000 niños han sido reclutados desde diciembre de 2015.
Finalmente, en un comunicado de prensa publicado el 8 de febrero de 2016 por UNICEF, FAO, y el Programa Mundial de Alimentos, se advierte que Sudán del Sur enfrenta niveles sin precedentes de inseguridad alimentaria y desnutrición. Unas 2.8 millones de personas (el 25% de la población del país) tienen urgentes necesidades de asistencia alimenticia. Esta situación es consecuencia de dos años de robo de ganado, destrucción de granos, incendio de aldeas, y de cultivos.
La cifra es doblemente preocupante si se considera que estamos en el período del año posterior a la cosecha, cuando Sudán del Sur solía ser más seguro en términos alimenticios. En este contexto se espera que la cantidad de personas con necesidad de asistencia alcance su pico en la próxima estación seca, particularmente entre abril y julio.
Ante una situación tan crítica las agencias de la ONU hacen un llamado para que se agilice la implementación del acuerdo de paz, a fin de estabilizar la situación política del país, y que se les permita el acceso irrestricto a zonas conflictivas para entregar ayuda. Si esto no sucede podríamos estar en las puertas de una hambruna.