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Promoción de la Apertura Política en Cuba
Mis primeras impresiones
Por Manuel Vázquez Portal
Conocer la libertad personalmente es un hecho sobrecogedor y trascendente. Es como un susto agradable. Sobre todo para quien la recuerda de niño y la ha añorado por casi medio siglo. Aterricé en Miami y la libertad me tomó de la mano para mostrarme que el mundo no está fabricado de discursos y rejas solamente. Fue un reencuentro feliz.
Para mí, hijo de la sabana y el galope, la libertad era la tonada dulce de mi padre bajo un sombrero laborioso; la dulzura de mi madre despidiéndome con un beso para que fuera a una escuela donde no me imponían consignas; el retozo con mis hermanos en la poza de un río sin contaminación.
Luego llegaron héroes. Legendarios, mesiánicos. Pompas en sus promesas. Parecía que el paraíso estaría al estirar la mano. Ibamos a ser una memoria sin cicatrices. Fascinado marché con los ojos cerrados. Cuando abrí la mirada estaba dentro de una celda. Mi pequeña isla dejó de tener costas para rodearse de barrotes.
Me mintieron y me traicionaron. Descubrí los embustes y las infidelidades. Arremetí contra ellas. No alcancé más que esta libertad prestada que me brinda el doloroso exilio. Entonces he descubierto más y me he jurado ayudar, en lo que pueda, a que mi país consiga la verdadera.
Cuando llegué no me esperaban en el aeropuerto autoridades del gobierno norteamericano para rendirme honores de soldado a su servicio. Me esperaban Diosmel y Jadir, dos cubanos pobres y emprendedores que antes que yo sufrieron la expulsión de la isla. Y me condujeron a casa de la más cubana de mis amigas: Rosa Berre. Allí sólo había una cama pulcra y un plato sencillo. No hallé el fasto de que la acusan y que merecería por tanto esfuerzo cotidiano y continuado.
Su casa, modesta, sobrevolada por palomas rabiche que también parecen haberse exiliado, y un auto viejo y abollado. No es la millonaria que pintan los voceros de Castro. Sólo si el buen gusto, la higiene y la ternura fueran riquezas, ¡que lo son!, viviría en la opulencia.
La humilde Cubanet que abrió hace más de diez años su página a mi pensamiento no es la fastuosa empresa que difaman los lacayos del totalitarismo cubano. Una angosta oficina y un viejo computador es lo que me han ofrecido para que mantega, a duras penas, a mi familia y ayude a Cuba . Y no necesito más.
Eso sí. Hallé un tesoro que los parlanchines, descalificadores, no ponderan nunca. Hallé en cualquier esquina la mano bondadosa y sincera que me da la bienvenida; la sonrisa sin dobleces, franca , limpia, perdida en Cuba por tanta batalla cotidiana para sobrevivir. Hallé la compañía que me faltaba en La Habana. Yo era un hombre solo. Mis amigos: escritores, artistas, condiscípulos, gente de mi pueblo natal, de los barrios en que he vivido se encuentran en el exilio. ¡Y ha sido llorar de alegría en el reencuentro!
Hallé mariposas de colores, palomas, lagartos, caracoles que hacía tanto no veía. ¿Se habrán exiliado también huyendo del desastre ecológico que arrasa mi país? Hallé la cortesía, ¡Dios mío! la cortesía perdida en el molote a la puerta de un ''camello''; perdida en la cola de la bodega desabastecida; perdida en los apagones y la escasez de agua potable y en el saludo matinal de los barrios.
Hallé, al fin, después de siete años, a mi hijo Pablo, convertido en un mocetón respetuoso y educado, laborioso, con sueños y proyectos de futuro. ¿Quién dice que acá no se estudia, se trabaja decentemente y se crece como ser humano? Pregúntenle a mi hijo Pablo.
Hallé, por último, esta voz amorosa, sin rencores, que querían prohibirme y por la cual me llevaron a la cárcel. Y que hoy, como siempre he soñado, pondré sólo al servicio de Cuba . Me siento como el viejo, glorioso mambí que llegaba a territorio liberado. No he venido a competir --aunque si es necesario lo haré. He venido a pedir, humildemente, permiso para incorporarme a las huestes de la provincia insurrecta.
Permítanmelo, por Cuba .
Manuel Vázquez Portal es periodista y poeta cubano recién exiliado. Fue condenado a 18 años de cárcel durante la ola represiva del 2003 y liberado por razones de salud en junio del pasado año. Es el primero del Grupo de los 75 que recibe refugio en Estados Unidos.
Manuel Vázquez Portal
Conocer la libertad personalmente es un hecho sobrecogedor y trascendente. Es como un susto agradable. Sobre todo para quien la recuerda de niño y la ha añorado por casi medio siglo. Aterricé en Miami y la libertad me tomó de la mano para mostrarme que el mundo no está fabricado de discursos y rejas solamente. Fue un reencuentro feliz.
Para mí, hijo de la sabana y el galope, la libertad era la tonada dulce de mi padre bajo un sombrero laborioso; la dulzura de mi madre despidiéndome con un beso para que fuera a una escuela donde no me imponían consignas; el retozo con mis hermanos en la poza de un río sin contaminación.
Luego llegaron héroes. Legendarios, mesiánicos. Pompas en sus promesas. Parecía que el paraíso estaría al estirar la mano. Ibamos a ser una memoria sin cicatrices. Fascinado marché con los ojos cerrados. Cuando abrí la mirada estaba dentro de una celda. Mi pequeña isla dejó de tener costas para rodearse de barrotes.
Me mintieron y me traicionaron. Descubrí los embustes y las infidelidades. Arremetí contra ellas. No alcancé más que esta libertad prestada que me brinda el doloroso exilio. Entonces he descubierto más y me he jurado ayudar, en lo que pueda, a que mi país consiga la verdadera.
Cuando llegué no me esperaban en el aeropuerto autoridades del gobierno norteamericano para rendirme honores de soldado a su servicio. Me esperaban Diosmel y Jadir, dos cubanos pobres y emprendedores que antes que yo sufrieron la expulsión de la isla. Y me condujeron a casa de la más cubana de mis amigas: Rosa Berre. Allí sólo había una cama pulcra y un plato sencillo. No hallé el fasto de que la acusan y que merecería por tanto esfuerzo cotidiano y continuado.
Su casa, modesta, sobrevolada por palomas rabiche que también parecen haberse exiliado, y un auto viejo y abollado. No es la millonaria que pintan los voceros de Castro. Sólo si el buen gusto, la higiene y la ternura fueran riquezas, ¡que lo son!, viviría en la opulencia.
La humilde Cubanet que abrió hace más de diez años su página a mi pensamiento no es la fastuosa empresa que difaman los lacayos del totalitarismo cubano. Una angosta oficina y un viejo computador es lo que me han ofrecido para que mantega, a duras penas, a mi familia y ayude a Cuba . Y no necesito más.
Eso sí. Hallé un tesoro que los parlanchines, descalificadores, no ponderan nunca. Hallé en cualquier esquina la mano bondadosa y sincera que me da la bienvenida; la sonrisa sin dobleces, franca , limpia, perdida en Cuba por tanta batalla cotidiana para sobrevivir. Hallé la compañía que me faltaba en La Habana. Yo era un hombre solo. Mis amigos: escritores, artistas, condiscípulos, gente de mi pueblo natal, de los barrios en que he vivido se encuentran en el exilio. ¡Y ha sido llorar de alegría en el reencuentro!
Hallé mariposas de colores, palomas, lagartos, caracoles que hacía tanto no veía. ¿Se habrán exiliado también huyendo del desastre ecológico que arrasa mi país? Hallé la cortesía, ¡Dios mío! la cortesía perdida en el molote a la puerta de un ''camello''; perdida en la cola de la bodega desabastecida; perdida en los apagones y la escasez de agua potable y en el saludo matinal de los barrios.
Hallé, al fin, después de siete años, a mi hijo Pablo, convertido en un mocetón respetuoso y educado, laborioso, con sueños y proyectos de futuro. ¿Quién dice que acá no se estudia, se trabaja decentemente y se crece como ser humano? Pregúntenle a mi hijo Pablo.
Hallé, por último, esta voz amorosa, sin rencores, que querían prohibirme y por la cual me llevaron a la cárcel. Y que hoy, como siempre he soñado, pondré sólo al servicio de Cuba . Me siento como el viejo, glorioso mambí que llegaba a territorio liberado. No he venido a competir --aunque si es necesario lo haré. He venido a pedir, humildemente, permiso para incorporarme a las huestes de la provincia insurrecta.
Permítanmelo, por Cuba .
Manuel Vázquez Portal es periodista y poeta cubano recién exiliado. Fue condenado a 18 años de cárcel durante la ola represiva del 2003 y liberado por razones de salud en junio del pasado año. Es el primero del Grupo de los 75 que recibe refugio en Estados Unidos.