Diálogo Latino Cubano
Promoción de la Apertura Política en Cuba
Aires democráticos en Cuba
El activismo democrático cubano está vivo y en expansión, con la incorporación de jóvenes, de artistas, de militantes de género y otros. Si los nuevos aires son exitosos habrá tiempo para planear la salida del régimen y las formas del gobierno de transición en un clima que permite mantenerse optimista porque, pese a la fuerte persecución y hostigamiento que hoy lleva adelante el gobierno en contra de los opositores, las épocas han cambiado. Los acontecimientos en toda Cuba de los últimos días son una muestra clara de esto.Por Sabrina Ajmechet
“¿Cómo están tus carceleros en este momento?”. Esa fue la primera frase que se escuchó en el zoom en el que se desarrolló el lanzamiento del Consejo para la Transición Democrática en Cuba. La respuesta llegó inmediatamente, con mucha naturalidad: mis carceleros están allí todo el tiempo, duermen ahí, no se mueven de ahí. Mientras una de las activistas democráticas cubanas le contaba a un colega sobre su prisión domiciliaria, en el zoom empezó a sonar una grabación, que mezclaba música estridente con insultos. Pasaron varios minutos hasta que se pudo detectar y expulsar de la reunión a quien tenía el propósito de interrumpirla.
Esto ocurrió hace un mes, el 14 de junio cuando se lanzó el “Consejo para la Transición Democrática en Cuba”, pero el acoso permanente es una realidad de los opositores cubanos. Están tan acostumbrados que la prevén. Saben que es mejor no anunciar quiénes participarán en reuniones virtuales con mucha antelación, porque el régimen muchas veces hace apagones en los que los dejan sin internet -a ellos y a sus vecinos, culpables de vivir cerca de un activista democrático.
La primera media hora de los encuentros virtuales en los que participan cubanos suelen ser calcados: ¿me escuchas? ¿estás ahí? Yo te oigo. ¿Tu me puedes escuchar? Yo no te estoy escuchando. Tu imagen está congelada. ¿Quieres probar apagar la cámara? Voy a intentar salir y… ¿Lo vieron a tal? ¿Está conectado? Que se le cayó la conexión. ¿Alguno puede acercarse hasta la casa y ver si puede ayudarlo? ¿Me oyen? ¿Estoy aquí?
Las dificultades de conexión no responden de forma exclusiva a la persecución política. Además de lo que significa ser opositor en Cuba, la isla tiene un acceso a internet muy caro y muy malo. Para la mayoría de los cubanos es impagable. Y para los que logran, muchas veces gracias a la ayuda internacional, acceder a un paquete de datos, nunca saben cuánto va a andar o cuán altas son las posibilidades de que les corten la conexión.
Para que Cuba no esté aislada del mundo, para que sus ciudadanos tengan respeto a sus derechos y libertades es que se constituyó el Consejo para la Transición Democrática en Cuba, una iniciativa política presidida por José Daniel Ferrer -hoy con paradero desconocido- y por Boris González, que reúne en sus vicepresidencias y vocalías a miembros de diversas instituciones que hace más o menos tiempo vienen trabajando a favor de las libertades políticas. José Daniel Ferrer es el fundador de la UNPACU, una asociación -allí donde la libertad de asociación está prohibida- que reúne a diferentes iniciativas. Boris González Arenas es periodista y ha trabajo en Diario de Cuba, un medio digital de referencia para todo aquel que quiera informarse sobre la realidad política cubana al margen de lo que sobre ella dicen los medios oficiales.
Este nuevo Consejo tiene entre sus autoridades a miembros del Movimiento San Isidro, Arco Progresista, el Partido por la Democracia, la Asociación Sindical Independiente, la Red Femenina, la Alianza por la Inclusión, la Mesa de Diálogo de la Juventud Cubana, los Movimientos Opositores por una Nueva República, el Partido Demócrata Cristiano de Cuba, Plataforma Otro 18, la Alianza Democrática Pinareña, el Movimiento Ciudadano de Reflexión y Reconciliación y la Alianza Democrática Oriental. En la primera reunión quedó claro que habrá incorporaciones de otras organizaciones en el futuro.
Las repetidas veces que se intentó explicar en la presentación de qué se trata esta naciente iniciativa política evidenciaron las dificultades para definirla. Fue presentada como “una plataforma de concertación, en la que queremos representar a los sectores cubanos que estamos buscando democracia, soberanía y cambios en Cuba”. La agenda compartida es la de la transición, la demanda del fin del régimen castrista inaugurado en 1959 y el comienzo de una política y una sociedad diferente, consensuaron.
Desde el comienzo de la presentación se explicitó que se trataba de un espacio plural y diverso. Eso quedó claro con el correr de los minutos, cuando se empezaron a desplegar puntos de vista que conviven en tensión. ¿Qué tipo de participación tienen los cubanos que están en la isla y cuál deben tener los cubanos en la diáspora? ¿Es necesario hacer esa diferencia? ¿A algunos les toca un papel más central que otros? En el Consejo conviven personas y organizaciones con diferentes respuestas a estas preguntas. Algunos creen que el rol central les corresponde a aquellos que resisten desde adentro de la isla mientras que otros responden que no se puede imitar lo que hace el régimen de sacarle la ciudadanía y, por lo tanto, la posibilidad de representación a aquellos que se vieron obligados a abandonar el país.
Como toda institución en conformación que se pretende amplia, su presentación la muestra inclusiva y hospitalaria, pero mucho más en el enunciado general que cuando se discuten temas puntuales. Esto tiene que ver con la historia previa, con todos los intentos que la antecedieron y con todas las discusiones que se dieron y siguen presente sobre cuál es la mejor estrategia para oponerse al régimen.
¿Se dialoga con los dictadores? ¿Se llega, en caso de éxito, a negociar con ellos una salida pautada? ¿Qué forma tiene que tomar el cambio de régimen? Las transiciones latinoamericanas, aún sin mencionarlas, prestan diversos ejemplos. Desde Argentina, que logró la democracia sin ningún pacto de ningún tipo con los dictadores y procedió luego a enjuiciarlos y sentenciarlos por violaciones sistemáticas a los derechos humanos, hasta el caso chileno, en el que Pinochet y los generales pudieron imponer gran parte del andamiaje del sistema político que los sucedería. Uruguay fue un caso intermedio, en el que se le pidió a la ciudadanía mediante un plebiscito que definiera qué quería hacer con su pasado violento.
En sucesivas intervenciones se pueden llegar a adivinar propuestas para el futuro un tanto distintas. Sin embargo, sin lugar a duda, los acuerdos aumentan al caracterizar al régimen gobernante: su falta de perspectiva, la profunda crisis de representación y su ilegitimidad.
El Consejo para la Transición Democrática arrastra, como decíamos, la historia de la oposición cubana. Discusiones que se dieron durante años, muchas de ellas muy desgastantes y que terminaron desvirtuando y debilitando los objetivos. Muchos de los que forman parte de esta iniciativa son conscientes de esta historia, quieren esforzarse por no repetirla y lo dicen explícitamente. Por eso insisten en que son actores plurales, unidos desde la diversidad, con el objetivo de servir de representación para apoyar los cambios en Cuba.
Las formas concretas las irán descubriendo al andar. Para algunos es virtuoso adoptar un modelo de observatorio de políticas públicas. Otros desestiman que haya que perder tiempo en esta tarea, ya que entienden que la oposición a cualquier acción del gobierno tiene que ser automática y total, sin ponerse a analizar qué es lo que lleva adelante, ya que aún en el caso de que algunas políticas puedan estar bien, se desarrollan bajo una dictadura y en permanente violación de derechos humanos.
El activismo democrático cubano está vivo y en expansión, con la incorporación de jóvenes, de artistas, de militantes de género y otros. Si los nuevos aires son exitosos habrá tiempo para planear la salida del régimen y las formas del gobierno de transición en un clima que permite mantenerse optimista porque, pese a la fuerte persecución y hostigamiento que hoy lleva adelante el gobierno en contra de los opositores, las épocas han cambiado. Los acontecimientos en toda Cuba de los últimos días son una muestra clara de esto: muchos cubanos están perdiendo el miedo. Inspirados por el hartazgo, la supervivencia y la esperanza, salen a la calle para buscar un futuro diferente. Hablan de dictadura y de su caída, hablan de derechos y libertades que le son propios y atropellados. Hay aires nuevos que traen palabras y crean realidades: transición es una de ellas.
Al mirar la historia vemos que los grandes procesos, en general, fueron el resultado de diferentes acontecimientos que se dieron en simultáneo. Eso es justamente lo que los volvió imparables. Ya sea en el lanzamiento de un consejo o tomando las calles, los cubanos están formando parte cada vez más activamente de conversaciones globales a través de las redes sociales. Los que quieren un cambio se están volviendo visibles, pese a los esfuerzos y las campañas del régimen. Con el hashtag #SOSCuba, el mundo los estuvo siguiendo y acompañando porque si hay una seguridad es que, aún después de conseguir el más anhelado cometido que significará el cambio de régimen, el recorrido a emprender es largo. Ojalá sea muy pronto que veamos a los cubanos haciendo historia y que la comunidad internacional los esté acompañando en este camino.
Sabrina AjmechetDoctora en Historia (Universidad de Buenos Aires), Magister en Historia (IDAES - Universidad Nacional de San Martín) y Licenciada en Ciencia Política (Universidad de Buenos Aires – Facultad de Ciencias Sociales). Es profesora de Historia del Pensamiento Político Argentino en la Carrera de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, de Historia General en la Escuela de Política y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martín, de Análisis de Políticas Públicas II en la Maestría en Desarrollo Humano de FLACSO y sobre "Populismos Latinoamericanos" para el programa IFSA-Butler University. Es columnista de historia en el programa de CNN "Argentina Adolescente" y publica periódicamente en Clarín y Perfil.
“¿Cómo están tus carceleros en este momento?”. Esa fue la primera frase que se escuchó en el zoom en el que se desarrolló el lanzamiento del Consejo para la Transición Democrática en Cuba. La respuesta llegó inmediatamente, con mucha naturalidad: mis carceleros están allí todo el tiempo, duermen ahí, no se mueven de ahí. Mientras una de las activistas democráticas cubanas le contaba a un colega sobre su prisión domiciliaria, en el zoom empezó a sonar una grabación, que mezclaba música estridente con insultos. Pasaron varios minutos hasta que se pudo detectar y expulsar de la reunión a quien tenía el propósito de interrumpirla.
Esto ocurrió hace un mes, el 14 de junio cuando se lanzó el “Consejo para la Transición Democrática en Cuba”, pero el acoso permanente es una realidad de los opositores cubanos. Están tan acostumbrados que la prevén. Saben que es mejor no anunciar quiénes participarán en reuniones virtuales con mucha antelación, porque el régimen muchas veces hace apagones en los que los dejan sin internet -a ellos y a sus vecinos, culpables de vivir cerca de un activista democrático.
La primera media hora de los encuentros virtuales en los que participan cubanos suelen ser calcados: ¿me escuchas? ¿estás ahí? Yo te oigo. ¿Tu me puedes escuchar? Yo no te estoy escuchando. Tu imagen está congelada. ¿Quieres probar apagar la cámara? Voy a intentar salir y… ¿Lo vieron a tal? ¿Está conectado? Que se le cayó la conexión. ¿Alguno puede acercarse hasta la casa y ver si puede ayudarlo? ¿Me oyen? ¿Estoy aquí?
Las dificultades de conexión no responden de forma exclusiva a la persecución política. Además de lo que significa ser opositor en Cuba, la isla tiene un acceso a internet muy caro y muy malo. Para la mayoría de los cubanos es impagable. Y para los que logran, muchas veces gracias a la ayuda internacional, acceder a un paquete de datos, nunca saben cuánto va a andar o cuán altas son las posibilidades de que les corten la conexión.
Para que Cuba no esté aislada del mundo, para que sus ciudadanos tengan respeto a sus derechos y libertades es que se constituyó el Consejo para la Transición Democrática en Cuba, una iniciativa política presidida por José Daniel Ferrer -hoy con paradero desconocido- y por Boris González, que reúne en sus vicepresidencias y vocalías a miembros de diversas instituciones que hace más o menos tiempo vienen trabajando a favor de las libertades políticas. José Daniel Ferrer es el fundador de la UNPACU, una asociación -allí donde la libertad de asociación está prohibida- que reúne a diferentes iniciativas. Boris González Arenas es periodista y ha trabajo en Diario de Cuba, un medio digital de referencia para todo aquel que quiera informarse sobre la realidad política cubana al margen de lo que sobre ella dicen los medios oficiales.
Este nuevo Consejo tiene entre sus autoridades a miembros del Movimiento San Isidro, Arco Progresista, el Partido por la Democracia, la Asociación Sindical Independiente, la Red Femenina, la Alianza por la Inclusión, la Mesa de Diálogo de la Juventud Cubana, los Movimientos Opositores por una Nueva República, el Partido Demócrata Cristiano de Cuba, Plataforma Otro 18, la Alianza Democrática Pinareña, el Movimiento Ciudadano de Reflexión y Reconciliación y la Alianza Democrática Oriental. En la primera reunión quedó claro que habrá incorporaciones de otras organizaciones en el futuro.
Las repetidas veces que se intentó explicar en la presentación de qué se trata esta naciente iniciativa política evidenciaron las dificultades para definirla. Fue presentada como “una plataforma de concertación, en la que queremos representar a los sectores cubanos que estamos buscando democracia, soberanía y cambios en Cuba”. La agenda compartida es la de la transición, la demanda del fin del régimen castrista inaugurado en 1959 y el comienzo de una política y una sociedad diferente, consensuaron.
Desde el comienzo de la presentación se explicitó que se trataba de un espacio plural y diverso. Eso quedó claro con el correr de los minutos, cuando se empezaron a desplegar puntos de vista que conviven en tensión. ¿Qué tipo de participación tienen los cubanos que están en la isla y cuál deben tener los cubanos en la diáspora? ¿Es necesario hacer esa diferencia? ¿A algunos les toca un papel más central que otros? En el Consejo conviven personas y organizaciones con diferentes respuestas a estas preguntas. Algunos creen que el rol central les corresponde a aquellos que resisten desde adentro de la isla mientras que otros responden que no se puede imitar lo que hace el régimen de sacarle la ciudadanía y, por lo tanto, la posibilidad de representación a aquellos que se vieron obligados a abandonar el país.
Como toda institución en conformación que se pretende amplia, su presentación la muestra inclusiva y hospitalaria, pero mucho más en el enunciado general que cuando se discuten temas puntuales. Esto tiene que ver con la historia previa, con todos los intentos que la antecedieron y con todas las discusiones que se dieron y siguen presente sobre cuál es la mejor estrategia para oponerse al régimen.
¿Se dialoga con los dictadores? ¿Se llega, en caso de éxito, a negociar con ellos una salida pautada? ¿Qué forma tiene que tomar el cambio de régimen? Las transiciones latinoamericanas, aún sin mencionarlas, prestan diversos ejemplos. Desde Argentina, que logró la democracia sin ningún pacto de ningún tipo con los dictadores y procedió luego a enjuiciarlos y sentenciarlos por violaciones sistemáticas a los derechos humanos, hasta el caso chileno, en el que Pinochet y los generales pudieron imponer gran parte del andamiaje del sistema político que los sucedería. Uruguay fue un caso intermedio, en el que se le pidió a la ciudadanía mediante un plebiscito que definiera qué quería hacer con su pasado violento.
En sucesivas intervenciones se pueden llegar a adivinar propuestas para el futuro un tanto distintas. Sin embargo, sin lugar a duda, los acuerdos aumentan al caracterizar al régimen gobernante: su falta de perspectiva, la profunda crisis de representación y su ilegitimidad.
El Consejo para la Transición Democrática arrastra, como decíamos, la historia de la oposición cubana. Discusiones que se dieron durante años, muchas de ellas muy desgastantes y que terminaron desvirtuando y debilitando los objetivos. Muchos de los que forman parte de esta iniciativa son conscientes de esta historia, quieren esforzarse por no repetirla y lo dicen explícitamente. Por eso insisten en que son actores plurales, unidos desde la diversidad, con el objetivo de servir de representación para apoyar los cambios en Cuba.
Las formas concretas las irán descubriendo al andar. Para algunos es virtuoso adoptar un modelo de observatorio de políticas públicas. Otros desestiman que haya que perder tiempo en esta tarea, ya que entienden que la oposición a cualquier acción del gobierno tiene que ser automática y total, sin ponerse a analizar qué es lo que lleva adelante, ya que aún en el caso de que algunas políticas puedan estar bien, se desarrollan bajo una dictadura y en permanente violación de derechos humanos.
El activismo democrático cubano está vivo y en expansión, con la incorporación de jóvenes, de artistas, de militantes de género y otros. Si los nuevos aires son exitosos habrá tiempo para planear la salida del régimen y las formas del gobierno de transición en un clima que permite mantenerse optimista porque, pese a la fuerte persecución y hostigamiento que hoy lleva adelante el gobierno en contra de los opositores, las épocas han cambiado. Los acontecimientos en toda Cuba de los últimos días son una muestra clara de esto: muchos cubanos están perdiendo el miedo. Inspirados por el hartazgo, la supervivencia y la esperanza, salen a la calle para buscar un futuro diferente. Hablan de dictadura y de su caída, hablan de derechos y libertades que le son propios y atropellados. Hay aires nuevos que traen palabras y crean realidades: transición es una de ellas.
Al mirar la historia vemos que los grandes procesos, en general, fueron el resultado de diferentes acontecimientos que se dieron en simultáneo. Eso es justamente lo que los volvió imparables. Ya sea en el lanzamiento de un consejo o tomando las calles, los cubanos están formando parte cada vez más activamente de conversaciones globales a través de las redes sociales. Los que quieren un cambio se están volviendo visibles, pese a los esfuerzos y las campañas del régimen. Con el hashtag #SOSCuba, el mundo los estuvo siguiendo y acompañando porque si hay una seguridad es que, aún después de conseguir el más anhelado cometido que significará el cambio de régimen, el recorrido a emprender es largo. Ojalá sea muy pronto que veamos a los cubanos haciendo historia y que la comunidad internacional los esté acompañando en este camino.