Diálogo Latino Cubano
Promoción de la Apertura Política en Cuba
«El arte deconstruye discursos opresivos estructurales»
El afrofeminismo, el activismo LGBTIQ+ y la lucha contra el racismo guían el universo artístico y social de la cubana Myrna Dickson.Por Belén Ruiz Jelenic
Conozco a Myrna Dickson a través de una foto que veo en un portal de mujeres afrocubanas. En sus manos lleva algunas obras de arte con rostros y cuerpos de personas afrodescendientes. La imagen es potente y atractiva. Me conquista por sus colores, su expresión, pero más aún, por la posición de sus brazos: abiertos de par en par. Siento curiosidad por saber más sobre ella, conocer su historia, su trabajo y su vida en Cuba. Al día siguiente, busco su contacto y le mando un mensaje a su celular para proponerle una entrevista. Me responde: Hola, ¿estás en Cuba? Le explico que soy una periodista argentina y vivo en Buenos Aires. Luego, se toma unos minutos para revisar con atención la información que le envié por mail. Me agradece y me dice que nuestro próximo encuentro será en dos días.
Myrna nació en 1964, en Cuba, y es la hija menor de una familia matriarcal. Es curadora de arte, educadora popular y activista afrofeminista. Vive con su novia en el barrio Marianao, en La Habana, con quien comparte su activismo. Fundó dos proyectos socio-artísticos y coordina una iniciativa desde su casa para el apoyo comunitario del vecindario, la comunidad LGBTIQ+ y el movimiento antirracista. Además, brinda talleres y seminarios sobre género y diversidad sexual.
“Ahora que tengo conciencia de lo que es el activismo político-social autónomo, pienso que siempre fui activista, desde que era una niña. Por mi carácter hacendoso, los estudios escolares y la percepción liberadora sobre la vida, siempre me asignaron el rol de decisión o consulta para resolver disímiles situaciones. Me pasa hasta el día de hoy. Porque para mí, refutar o señalar libremente es parte de nuestro existir. No tengo que esperar a que nada, ni nadie me diga qué sentir o hacer”, dice con orgullo.
¿Cuáles fueron tus primeras acciones como activista?
Comencé de manera independiente como investigadora o promotora cultural en distintos eventos socio-culturales, nacionales e internacionales. Con una mirada antropológica desde el arte, siempre abordé la influencia de África en la cultura popular y tradicional cubana, acentuando que el racismo es el eje central de todas las discriminaciones. En 2009, tuve mi primera relación con una mujer, conjuntamente con la salida del closet (o mejor dicho de las gavetas del closet). Desde ese momento, participo en acciones, actividades y talleres de capacitación como promotora de salud dentro de las redes sociales del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) y del Centro Nacional de Prevención a las ITS-VIH/Sida. Ahora, junto a mi pareja actual sigo haciendo acciones de manera independiente para individuos o grupos en situaciones extremas de vulnerabilidad. Además, coordinamos actividades artísticas y de emprendimiento por y para el fortalecimiento psíquico-económico-cultural de las diferentes comunidades a las que pertenecemos.
¿Cómo es la situación actual de las identidades sexogenericas disidentes en Cuba?
Si me acerco a una mirada interseccional de las relaciones entre disidencia sexual, clase y raza, son más vulnerables las personas negras. Y si a esto se le suma que eres persona negra trans con bajo nivel escolar o no académica, que vive en zonas periféricas o fuera de la capital, tropiezas con cuantas discriminaciones se le ocurra a la sociedad. El racismo es el eje transversal de todas las discriminaciones. Dentro de la comunidad LGBTIQ+ también hay situaciones y portadores de estas conductas negativas. El año pasado, Cuba se convirtió en el país número 34 en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, a mi juicio de manera injusta ya que este derecho se llevó a plebiscito. Por otro lado, el nuevo Código de familias abre las puertas a la adopción de hijos por parte de parejas LGBTIQ+ y la gestación subrogada sin fines de lucro. Sin embargo, se mantienen las opresiones y marginalización con consecuencias negativas para la comunidad. Existe el asedio en las calles por parte de la policía a las personas trans, quienes exigen espacios independientes dentro de las prisiones donde se les respete su identidad de género. Hay ausencia de sanción jurídica para cualquier manifestación discriminatoria. Falta un lenguaje inclusivo o lenguaje de género en el sistema educacional.
¿Cómo se desarrolla la lucha contra el racismo estructural en Cuba?
En Cuba existió hasta hace poco un desconocimiento del afrofeminismo. Todavía hoy en día muchísimas mujeres negras no se asumen así, aún sabiendo que su andar del día a día es sinónimo de rebeldía, resistencia, sumidas en exclusiones y lejos de privilegios, tanto de ellas como de su descendencia. Visibilizar nuestros discursos, estéticas y acciones hizo que la oficialidad, la academia y la población que nos rodea desmonte el término feminista, ya que era muy genérico, y empiece a hablar de luchas de mujeres, blancas y negras. Desde el afrofeminismo en Cuba hemos trabajado en conjunto e incidido en las estadísticas del censo de población transformando el indicador color de piel. También trabajamos en la aceptación de la tendencia afro. En espacios académicos y medios de comunicación se observa a mujeres negras con su estilo y naturalidad afro.
¿Cómo atraviesa la sociedad cubana la problemática de la violencia de género? ¿Qué leyes protegen a las mujeres y niñas en Cuba?
Aunque la sociedad cubana aboga por la no violencia de género, desgraciadamente está acreditada por el carácter patriarcal estructural en el que no escapan (sin generalizar) individuos policiales, decisores políticos y jurídicos. Sin embargo, hay actos de violencias a mujeres y niñas, son reiterativos, graves, ocultos y solapados. Ni siquiera hay refugios custodiados por la oficialidad para estas mujeres. Muchas veces la víctima queda culpable ante pretextos infundidos por aquellos que deben impartir justicia o por el lenguaje sexista y la misógina. “No me meto en eso, le toca a ella denunciar. Porque le permitieron vivir en la casa. Ella es mayor de edad, porque aceptó la invitación. Si estuviera bien vestida no provocaba celos de él. Cuando una se casa obedece y se debe al marido”. Por otro lado, hay un proyecto planteado por el gobierno contra violencia de género, sin leyes concretas que amparen. Existe la organización FMC (Federación de Mujeres Cubanas), fundada en 1960, con el objetivo de proteger la igualdad y emancipar a la mujer, creando numerosos programas y proyectos por la defensa de todos los derechos humanos y contra todas las formas de discriminación contra la mujer. Pero ha perdido credibilidad, como otras tantas que se crearon desde 1959.
En tu rol de curadora y gestora cultural creaste dos proyectos socio-artísticos: mirArte diaDía y Casa Tomada Mirarte ¿Cómo nacieron y en qué situación actual están los proyectos?
MirArte diaDía surge justo cuando comencé mi relación lésbica abierta y además decido trabajar de manera independiente y autónoma fuera de las instituciones gubernamentales. Esta iniciativa culminó su etapa de proyecto con excelentes logros, sobre todo en mi proceso de crecimiento como activista. Casa Tomada mirArte surge cuando tuve que asumir el rol de cuidadora de mi madre con Alzheimer hasta su deceso, se me hacía difícil salir constantemente, asistir a eventos, reuniones y actividades fuera de casa. Entonces decidí establecer la casa como residencia de perfil didáctico para artistas, activistas, o individuos/grupos en situaciones de vulnerabilidad. Es relevante el apoyo incondicional, el desvelo y empeño de mi actual pareja Siria Guibert en el transcurso de estos seis años. Según sus propias palabras, se convirtió en otra persona con dignos valores sociales. Para mi ella siempre fue una intensa activista autónoma sin conciencia del rol hasta que vivió la experiencia de transformar personas y entornos para bien desde su propio ser. Durante los años de Pandemia cesaron las actividades en casa, pero nos dedicamos a la mensajería de alimentos para adultos mayores y mujeres embarazadas, también confeccionamos mascarillas protectoras junto a mujeres de la comunidad y repartimos a hospitales, a proyectos afines a los nuestros y sujetos portadores de VIH/Sida. Debido a las pésimas condiciones constructivas del inmueble debemos reducir las actividades y trazarnos nuevos planes incluyendo el mejoramiento del espacio.
¿Cómo es tu relación con el cine y la curaduría audiovisual? ¿Qué historias visibilizas a través del audiovisual y qué realizadoras cubanas tienes como influencia?
Vengo de una formación educacional integral en programación y promoción de actividades artísticas y recreativas concedida en el Centro Nacional para el desarrollo de la cultura Félix Varela, pero quiero destacar que desde niña gracias a mi familia estuve atraída por la televisión, la radio y el cine. Asistí a muchos talleres, conferencias, cursos, presentaciones. Cuando descubrí las respuestas a mis interrogantes desde niña, reparé en mi conciencia que mayoritariamente los personajes principales y creadores, por años y años, en su mayoría eran personas blancas, generalmente monitoreados por hombres blancos. Entonces para sacarme de esas exclusividades comencé a co-producir, crear y organizar eventos para visibilizar artistas y creadores afrodescientes de las artes plásticas y videoarte. En 2020, participé del taller audiovisual en periodismo independiente en el marco del Festival Oneworld y me provocó, entre otras temáticas y géneros cinematográficos, la idea de darle crédito a la mujer negra.
¿Qué reflexión te genera el arte como herramienta de transformación social?
El arte deconstruye discursos opresivos estructurales. Favorece la interacción entre personas. Desplaza paradigmas que ya no dan respuestas a visiones específicas. Da acceso al entendimiento de la libertad. Es una herramienta que proyecta discursos narrativos con la finalidad de generar procesos que reinterpretan la realidad y promueve la conciencia individual y colectiva. Y es un refugio para el amor.
¿Qué deseas a la Cuba de hoy y a la de futuras generaciones?
Nos preocupa la apatía que muestra la población cubana, sobre todo los jóvenes. Sentimos la ausencia de nuestros familiares jóvenes porque solo se piensa en la partida a otros países. Deseo que se rediseñe un país que con el fruto del trabajo se hagan realidad nuestros sueños personales y así aportar al desarrollo de la colectividad. Deseo que para los jóvenes y significativamente en las comunidades negras en Cuba tengan un alto nivel educacional, cultural y espíritu laboral. Necesitan del empoderamiento económico que los haga visibles, constantes en el trabajo con asociaciones o cooperativas en el sector productivo y no productivo. Deseo un país libre de violencias. Deseo una nación libre de gobierno dictatorial.
Belén Ruiz JelenicPeriodista, productora y curadora audiovisual. Escribe artículos sobre cine y género para diferentes medios de comunicación y tiene experiencia profesional como productora periodística y reportera para medios audiovisuales como el Canal de la Ciudad y La Nación+. Además, Co-dirige. y programa la plataforma de películas solax.tv y organiza el Festival de Cine Bendita tú, dirigido por mujeres, trans y no binaries.
Conozco a Myrna Dickson a través de una foto que veo en un portal de mujeres afrocubanas. En sus manos lleva algunas obras de arte con rostros y cuerpos de personas afrodescendientes. La imagen es potente y atractiva. Me conquista por sus colores, su expresión, pero más aún, por la posición de sus brazos: abiertos de par en par. Siento curiosidad por saber más sobre ella, conocer su historia, su trabajo y su vida en Cuba. Al día siguiente, busco su contacto y le mando un mensaje a su celular para proponerle una entrevista. Me responde: Hola, ¿estás en Cuba? Le explico que soy una periodista argentina y vivo en Buenos Aires. Luego, se toma unos minutos para revisar con atención la información que le envié por mail. Me agradece y me dice que nuestro próximo encuentro será en dos días.
Myrna nació en 1964, en Cuba, y es la hija menor de una familia matriarcal. Es curadora de arte, educadora popular y activista afrofeminista. Vive con su novia en el barrio Marianao, en La Habana, con quien comparte su activismo. Fundó dos proyectos socio-artísticos y coordina una iniciativa desde su casa para el apoyo comunitario del vecindario, la comunidad LGBTIQ+ y el movimiento antirracista. Además, brinda talleres y seminarios sobre género y diversidad sexual.
“Ahora que tengo conciencia de lo que es el activismo político-social autónomo, pienso que siempre fui activista, desde que era una niña. Por mi carácter hacendoso, los estudios escolares y la percepción liberadora sobre la vida, siempre me asignaron el rol de decisión o consulta para resolver disímiles situaciones. Me pasa hasta el día de hoy. Porque para mí, refutar o señalar libremente es parte de nuestro existir. No tengo que esperar a que nada, ni nadie me diga qué sentir o hacer”, dice con orgullo.
¿Cuáles fueron tus primeras acciones como activista?
Comencé de manera independiente como investigadora o promotora cultural en distintos eventos socio-culturales, nacionales e internacionales. Con una mirada antropológica desde el arte, siempre abordé la influencia de África en la cultura popular y tradicional cubana, acentuando que el racismo es el eje central de todas las discriminaciones. En 2009, tuve mi primera relación con una mujer, conjuntamente con la salida del closet (o mejor dicho de las gavetas del closet). Desde ese momento, participo en acciones, actividades y talleres de capacitación como promotora de salud dentro de las redes sociales del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) y del Centro Nacional de Prevención a las ITS-VIH/Sida. Ahora, junto a mi pareja actual sigo haciendo acciones de manera independiente para individuos o grupos en situaciones extremas de vulnerabilidad. Además, coordinamos actividades artísticas y de emprendimiento por y para el fortalecimiento psíquico-económico-cultural de las diferentes comunidades a las que pertenecemos.
¿Cómo es la situación actual de las identidades sexogenericas disidentes en Cuba?
Si me acerco a una mirada interseccional de las relaciones entre disidencia sexual, clase y raza, son más vulnerables las personas negras. Y si a esto se le suma que eres persona negra trans con bajo nivel escolar o no académica, que vive en zonas periféricas o fuera de la capital, tropiezas con cuantas discriminaciones se le ocurra a la sociedad. El racismo es el eje transversal de todas las discriminaciones. Dentro de la comunidad LGBTIQ+ también hay situaciones y portadores de estas conductas negativas. El año pasado, Cuba se convirtió en el país número 34 en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, a mi juicio de manera injusta ya que este derecho se llevó a plebiscito. Por otro lado, el nuevo Código de familias abre las puertas a la adopción de hijos por parte de parejas LGBTIQ+ y la gestación subrogada sin fines de lucro. Sin embargo, se mantienen las opresiones y marginalización con consecuencias negativas para la comunidad. Existe el asedio en las calles por parte de la policía a las personas trans, quienes exigen espacios independientes dentro de las prisiones donde se les respete su identidad de género. Hay ausencia de sanción jurídica para cualquier manifestación discriminatoria. Falta un lenguaje inclusivo o lenguaje de género en el sistema educacional.
¿Cómo se desarrolla la lucha contra el racismo estructural en Cuba?
En Cuba existió hasta hace poco un desconocimiento del afrofeminismo. Todavía hoy en día muchísimas mujeres negras no se asumen así, aún sabiendo que su andar del día a día es sinónimo de rebeldía, resistencia, sumidas en exclusiones y lejos de privilegios, tanto de ellas como de su descendencia. Visibilizar nuestros discursos, estéticas y acciones hizo que la oficialidad, la academia y la población que nos rodea desmonte el término feminista, ya que era muy genérico, y empiece a hablar de luchas de mujeres, blancas y negras. Desde el afrofeminismo en Cuba hemos trabajado en conjunto e incidido en las estadísticas del censo de población transformando el indicador color de piel. También trabajamos en la aceptación de la tendencia afro. En espacios académicos y medios de comunicación se observa a mujeres negras con su estilo y naturalidad afro.
¿Cómo atraviesa la sociedad cubana la problemática de la violencia de género? ¿Qué leyes protegen a las mujeres y niñas en Cuba?
Aunque la sociedad cubana aboga por la no violencia de género, desgraciadamente está acreditada por el carácter patriarcal estructural en el que no escapan (sin generalizar) individuos policiales, decisores políticos y jurídicos. Sin embargo, hay actos de violencias a mujeres y niñas, son reiterativos, graves, ocultos y solapados. Ni siquiera hay refugios custodiados por la oficialidad para estas mujeres. Muchas veces la víctima queda culpable ante pretextos infundidos por aquellos que deben impartir justicia o por el lenguaje sexista y la misógina. “No me meto en eso, le toca a ella denunciar. Porque le permitieron vivir en la casa. Ella es mayor de edad, porque aceptó la invitación. Si estuviera bien vestida no provocaba celos de él. Cuando una se casa obedece y se debe al marido”. Por otro lado, hay un proyecto planteado por el gobierno contra violencia de género, sin leyes concretas que amparen. Existe la organización FMC (Federación de Mujeres Cubanas), fundada en 1960, con el objetivo de proteger la igualdad y emancipar a la mujer, creando numerosos programas y proyectos por la defensa de todos los derechos humanos y contra todas las formas de discriminación contra la mujer. Pero ha perdido credibilidad, como otras tantas que se crearon desde 1959.
En tu rol de curadora y gestora cultural creaste dos proyectos socio-artísticos: mirArte diaDía y Casa Tomada Mirarte ¿Cómo nacieron y en qué situación actual están los proyectos?
MirArte diaDía surge justo cuando comencé mi relación lésbica abierta y además decido trabajar de manera independiente y autónoma fuera de las instituciones gubernamentales. Esta iniciativa culminó su etapa de proyecto con excelentes logros, sobre todo en mi proceso de crecimiento como activista. Casa Tomada mirArte surge cuando tuve que asumir el rol de cuidadora de mi madre con Alzheimer hasta su deceso, se me hacía difícil salir constantemente, asistir a eventos, reuniones y actividades fuera de casa. Entonces decidí establecer la casa como residencia de perfil didáctico para artistas, activistas, o individuos/grupos en situaciones de vulnerabilidad. Es relevante el apoyo incondicional, el desvelo y empeño de mi actual pareja Siria Guibert en el transcurso de estos seis años. Según sus propias palabras, se convirtió en otra persona con dignos valores sociales. Para mi ella siempre fue una intensa activista autónoma sin conciencia del rol hasta que vivió la experiencia de transformar personas y entornos para bien desde su propio ser. Durante los años de Pandemia cesaron las actividades en casa, pero nos dedicamos a la mensajería de alimentos para adultos mayores y mujeres embarazadas, también confeccionamos mascarillas protectoras junto a mujeres de la comunidad y repartimos a hospitales, a proyectos afines a los nuestros y sujetos portadores de VIH/Sida. Debido a las pésimas condiciones constructivas del inmueble debemos reducir las actividades y trazarnos nuevos planes incluyendo el mejoramiento del espacio.
¿Cómo es tu relación con el cine y la curaduría audiovisual? ¿Qué historias visibilizas a través del audiovisual y qué realizadoras cubanas tienes como influencia?
Vengo de una formación educacional integral en programación y promoción de actividades artísticas y recreativas concedida en el Centro Nacional para el desarrollo de la cultura Félix Varela, pero quiero destacar que desde niña gracias a mi familia estuve atraída por la televisión, la radio y el cine. Asistí a muchos talleres, conferencias, cursos, presentaciones. Cuando descubrí las respuestas a mis interrogantes desde niña, reparé en mi conciencia que mayoritariamente los personajes principales y creadores, por años y años, en su mayoría eran personas blancas, generalmente monitoreados por hombres blancos. Entonces para sacarme de esas exclusividades comencé a co-producir, crear y organizar eventos para visibilizar artistas y creadores afrodescientes de las artes plásticas y videoarte. En 2020, participé del taller audiovisual en periodismo independiente en el marco del Festival Oneworld y me provocó, entre otras temáticas y géneros cinematográficos, la idea de darle crédito a la mujer negra.
¿Qué reflexión te genera el arte como herramienta de transformación social?
El arte deconstruye discursos opresivos estructurales. Favorece la interacción entre personas. Desplaza paradigmas que ya no dan respuestas a visiones específicas. Da acceso al entendimiento de la libertad. Es una herramienta que proyecta discursos narrativos con la finalidad de generar procesos que reinterpretan la realidad y promueve la conciencia individual y colectiva. Y es un refugio para el amor.
¿Qué deseas a la Cuba de hoy y a la de futuras generaciones?
Nos preocupa la apatía que muestra la población cubana, sobre todo los jóvenes. Sentimos la ausencia de nuestros familiares jóvenes porque solo se piensa en la partida a otros países. Deseo que se rediseñe un país que con el fruto del trabajo se hagan realidad nuestros sueños personales y así aportar al desarrollo de la colectividad. Deseo que para los jóvenes y significativamente en las comunidades negras en Cuba tengan un alto nivel educacional, cultural y espíritu laboral. Necesitan del empoderamiento económico que los haga visibles, constantes en el trabajo con asociaciones o cooperativas en el sector productivo y no productivo. Deseo un país libre de violencias. Deseo una nación libre de gobierno dictatorial.